Mostrando las entradas con la etiqueta PUNTO DE VISTA. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta PUNTO DE VISTA. Mostrar todas las entradas

miércoles, 21 de agosto de 2013

Aspectos teóricos de la crisis capitalista

  




Por Reinaldo A. Carcanholo*
HERRAMIENTA



La sociedad capitalista vive actualmente una crisis estructural. Esa es una afirmación que constituye punto de partida para la interpretación de algunos autores actuales que se sitúan en el amplio campo del pensamiento crítico. En este momento, por otra parte, desarrollase, en ámbito mundial, una crisis económico-financiera cuyo elemento detonador fueron los créditos subprime norteamericanos, en el interior de una situación de sobreendeudamiento de las familias consumidoras norteamericanas.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la actual crisis económica mundial generada por los créditos subprime no es, en verdad, la crisis estructural del sistema capitalista. No puede ser confundida con ella. Constituye simplemente una de sus manifestaciones; la más notoria en los últimos meses debido al destaque dado a ella por la prensa del mundo entero y, además, por el hecho de que afecta directamente el conjunto de países del centro del capitalismo, en particular su sistema financiero y el mercado de capitales.
Al lado de la crisis financiera actual, cuyo seguimiento en los próximos meses no es previsible, convivimos con otras manifestaciones de la crisis estructural: la del desempleo, la energética, la ecológica, la de los alimentos y, con esta última, el agravamiento de la miseria de enormes contingentes de la población mundial.
Esas manifestaciones de la crisis estructural del sistema capitalista, incluyendo las de carácter directamente económico, no son tan difíciles de ser reconocidas como tales, de ser identificadas. Basta un mínimo de sentido crítico y podemos llegar a un consenso más o menos amplio sobre la existencia de ellas. Incluso, en lo que respecta a sus causas más inmediatas, no es tan difícil encontrar personas, aún con ciertas diferencias de enfoque científico, que lleguen a un mínimo de acuerdo.
Algo mucho más difícil ocurre con la crisis estructural, en particular, con la crisis económica estructural. Su misma existencia, aunque aceptada por algunos, es ampliamente discutida por aquellos que se sitúan en una perspectiva teórica o ideológica distinta. Y es eso lo que ocurre actualmente. No son tantos los que tienen la osadía de sostener su existencia y de caracterizarla en toda su complejidad. Además de eso, la verdad es que no son muchos aquellos que, desde un punto rigurosamente científico, están en condiciones de antever las perspectivas futuras de un sistema que padece de una crisis estructural, como es el sistema capitalista actual.
Desde un punto de vista en que predomine nuestra emoción y nuestra perspectiva ideológica, nuestra formación y principios humanistas, es fácil hablar de esa crisis y de sus eventuales consecuencias trágicas; no es difícil pensar en el derrumbe del sistema y de su sustitución por una nueva sociedad en la que predomine la justicia, la solidaridad, la igualdad y la verdadera y no formal democracia, en una sola palabra, no es difícil creer que después de la tragedia advendrá el socialismo.
Sin embargo, una actitud como esa, aunque adecuada para el trabajo político, especialmente el de divulgación y agitación ideológica, no es lo que más nos interesa aquí, ni es el especial propósito que deben tener aquellos que quieran mantenerse en el campo científico.
Aquí, queremos una actitud que sin negar la necesaria divulgación de las ideas para amplias camadas de la población esté basada en una perspectiva realmente rigurosa y en fundamentos teóricos serios.
Siendo así ¿por qué estamos en condiciones de sostener científicamente que el capitalismo actual sufre una crisis económica estructural? ¿Cuál es la teoría que está por detrás de nuestra convicción sobre la existencia de esa crisis? ¿Cuáles son los elementos esenciales de esa teoría? ¿En que medida hay una cierta homogeneidad entre quienes defienden, en líneas generales, esa misma teoría? ¿Cuáles son los aspectos sobre los que teóricamente tenemos algunas divergencias y en cuáles de ellos podemos avanzar en nuestras discusiones para una mejor comprensión del sistema, de sus contradicciones y de sus perspectivas para el futuro?
De partida hay que decir que no se puede pretender una homogeneidad de pensamiento entre tantas personas que pueden aportar significativamente para la tarea de explicación de la actual etapa capitalista, aún cuando se sitúen en el mismo campo teórico. Sin embargo hay una cosa que es fundamental y es que en cada una de las posiciones que se presente, en cada manifestación que ocurra, en cada texto que se escriba, en cada posición que se defienda, no se escamotee, no se niegue la teoría que está por detrás y que sostiene cada una de esas expresiones. Cuando la perspectiva teórica no esté presente de manera explícita, es tarea nuestra preguntarnos por ella, identificarla y explicitarla.
Con la explicitación de la base teórica que sostiene cada una de nuestras interpretaciones o conclusiones, auque no se pueda pretender encontrar una identidad, una homogeneidad teórica, es posible que logremos una aproximación a ella, por lo menos entre los que nos situemos en la misma tradición científica.
Por nuestra parte, hay algunos aspectos teóricos que nos parecen fundamentales y que deben ser explicitados. En primer lugar está nuestra convicción de que el sistema capitalista es único y global. De la misma manera que la economía alemana y la norteamericana son dos de sus elementos, y en el caso, elementos fundamentales, la realidad económica de Etiopía y del Haití, también son sus elementos, y elementos indispensables para que se pueda adecuadamente comprender el sistema como un todo. Las características económicas y sociales de Etiopía y del Haití, en líneas generales, no son el resultado de un no desarrollo capitalista o de un subdesarrollo. Al contrario, son consecuencias directas e inevitables del pleno desarrollo del régimen mundial del capital; esenciales para que la Alemania y los USA sean lo que son. Desarrollo económico de unos y subdesarrollo de otros son dos caras del mismo proceso global.
En ese sentido nos identificamos totalmente con la perspectiva de la teoría de la dependencia, en su tendencia representada especialmente por los trabajos de Ruy Mauro Marini[1]. ¿Cuáles son los aspectos centrales de esa teoría? En ella se destaca la cuestión de la transferencia de riqueza-valor desde los países dependientes, a través de varios mecanismos, siendo uno de ellos el sistema internacional de precios, es decir, el conocido fenómeno del intercambio desigual y el deterioro de los términos de ese intercambio. Íntimamente relacionado con eso se encuentra el concepto de superexplotación, fenómeno característico de la dependencia.
Es importante destacar aquí que la teoría de la dependencia no es solamente relevante para la comprensión del "subdesarrollo" de los países periféricos, sino que también lo es para la interpretación del conjunto del sistema capitalista contemporáneo y, por lo tanto, de la riqueza de los estados centrales. La dependencia y el imperialismo son dos caras de la misma moneda; dos aspectos complementares de una misma teoría.
Para muchos de nosotros, aceptar los aspectos centrales de la teoría de la dependencia es un punto de poca o ninguna dificultad, pues no parecen existir mayores diferencias o divergencias en ese aspecto en nuestras perspectivas.
Ahora bien, la perspectiva de la dependencia es sólo un aspecto de la teoría que establece la base de nuestra interpretación sobre el capitalismo, y sobre el capitalismo contemporáneo. Creemos que el aspecto decisivo de nuestra perspectiva teórica es la adhesión incondicional a los principios científicos de la teoría dialéctica del valor trabajo. En verdad, la teoría de la dependencia, entendida adecuadamente, presupone esa visión dialéctica del valor y de la riqueza económica.
Al contrario de lo que muchos pueden pensar, la teoría del valor, dentro de esa perspectiva, no es una teoría de los precios, de la determinación de los precios en condiciones de equilibrio. Posee una mucho más grande significación. La teoría dialéctica del valor, en primer lugar, considera el trabajo humano como concepto central en el análisis del sistema capitalista; dicho concepto es determinante en lo que se refiere al origen de la riqueza económica en cualquier análisis económico, ya sea más coyuntural o estructural. La tecnología o, mejor, el avance tecnológico, no es un aspecto que deba ser desechado, pero se refiere sobre todo al contenido material de la riqueza capitalista y menos a su forma social, que es el aspecto decisivo. Así, para esa teoría, la ganancia solo puede ser el resultado de la explotación del trabajo[2].
Esa perspectiva teórica exige, de partida, la respuesta a dos preguntas fundamentales: ¿quién y cómo se produce la riqueza? por un lado, y por otro, ¿por quién y cómo es apropiada esa riqueza producida?. Dichas preguntas, como es obvio, suponen la fundamental distinción entre los conceptos de producción y apropiación de la riqueza económica producida por el trabajo y exigen que sean identificados los mecanismos de transferencia desde aquellos que producen hacia los que finalmente se apropian o apropiarán de ella.
En verdad, radicalizar la perspectiva dialéctica sobre el valor económico implica entender que la riqueza capitalista exige especial atención tanto en su contenido material cuanto en su forma de social, es decir, presupone considerarla en su doble determinación.
En lo que se refiere al contenido material, sería absolutamente fuera de propósito desconocer el papel del avance tecnológico en la producción de la riqueza capitalista contemporánea. Sin duda que el avance tecnológico es el responsable por el crecimiento desmedido de esa riqueza material pero, al mismo tiempo, también es el responsable por su contrafaz, por la expansión, profundización y exacerbación de la miseria en muchas partes constitutivas de la estructura mundial del sistema. Y eso justamente por la desigual distribución espacial del desarrollo tecnológico.
Desde el punto de vista del contenido material, el trabajo, en los espacios donde se presenta el desarrollo tecnológico, es altamente productivo. Y, por el contrario, en aquellos espacios del sistema de poco o ningún avance tecnológico, el trabajo, como creador de riqueza material, es poco efectivo.
Sin embargo, desde el punto de vista de la forma social, la cosa es muy diferente. Si radicalizamos la perspectiva dialéctica de la teoría del valor y, así, reconocemos que la riqueza económica es una relación social entre seres humanos, relación esa de dominación, tendremos forzosamente que sostener que no importa el grado diferenciado de desarrollo tecnológico de la región en que se encuentre o del sector que se trate, el hecho es que cualquier trabajo subsumido al sistema capitalista produce, en un determinado tiempo, la misma cantidad de valor y por tanto de riqueza capitalista. Si ese trabajo está o no subsumido directamente al capital, poco importa; es suficiente que exista alguna forma o tipo de subsunción. La única condición para que lo anterior sea correcto es que ese tipo de trabajo sea necesario para el sistema, aporte al mismo, y no sea totalmente marginal.
Marx es muy claro en cuanto a eso, aún en el capítulo sobre la mercancía, en El Capital:
Por el contrario, los cambios operados en la capacidad productiva no afectan de suyo el trabajo que el valor representa. Como la capacidad productiva es siempre función de la forma concreta y útil de trabajo, es lógico que tan pronto como se hace caso omiso de su forma concreta, útil, no afecte para nada a éste. El mismo trabajo rinde, por tanto, durante el mismo tiempo, idéntica cantidad de valor, por mucho que cambie su capacidad productiva [3].
Es verdad que podemos encontrar en el mismo libro de Marx lo que parece ser una contradicción en términos, eso en el capítulo 10 (tomo I), cuando el autor se refiere a la plusvalía extraordinaria:
El trabajo, cuando su fuerza productiva es excepcional, actúa como trabajo potenciado, creando en el mismo espacio de tiempo valores mayores que el trabajo social medio de la misma clase[4].
Sin embargo, en otra oportunidad tuvimos la posibilidad de esclarecer esa aparente contradicción en términos[5]. Digamos aquí, en resumen, que Marx se siente obligado, en esa parte de su exposición, a hacer una breve referencia a algo que sólo podrá explicar adecuadamente en un momento posterior. Nos referimos a la plusvalía extraordinaria, cuya comprensión exige la clara diferenciación entre producción y apropiación de valor, diferenciación esa que Marx aún no había considerado. Por eso, el autor se vale de una salida provisoria y, en verdad, inadecuada.
Así, la conclusión dialéctica sobre la cuestión tiene dos caras y es la siguiente. Por una parte, del punto de vista del contenido material, el trabajo menos productivo, como consecuencia del nivel tecnológico en que opera, produce en determinado tiempo menos riqueza que el trabajo que opera con tecnología superior; y eso parece más o menos obvio. Sin embargo, por otra parte, del punto de vista de la forma social y dentro de los límites necesarios para el sistema, aquel trabajo "menos productivo" en el mismo tiempo produce, lo que puede parecer un absurdo, la misma magnitud de riqueza que el trabajo "más productivo". Esa aparente contradicción en términos se explica justamente porque estamos tratando de dos puntos de vista distintos: produce menos riqueza dsde el punto de vista del contenido material (valores de uso), pero por otra parte, produce la misma magnitud de riqueza desde el punto de vista de la forma social (valor).
Destaquemos un aspecto esencial: en el capitalismo actual, ampliamente desarrollado, el polo dominante es la forma social. Así, cuando consideramos la tasa de ganancia o, en particular, la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, por ejemplo, lo que interesa del punto de vista de la teoría dialéctica del valor es el punto de vista de la forma y no el del contenido material, pues este último trata exclusivamente de la dimensión de valores de uso de la riqueza.
En relación con la tecnología, es importante decir que aunque ella no tenga significación directa desde el punto de vista de la forma social sobre la magnitud de la riqueza producida, llega a determinar la magnitud de la plusvalía por intermedio de la plusvalía relativa y, además, tiene significativa importancia como instrumento de apropiación por quien la detiene; opera, por medio del sistema de precios, como elemento que impone transferencia de riqueza. La plusvalía extraordinaria y la renta de monopolio constituyen los mecanismos fundamentales de esa apropiación.
Así, dentro de una perspectiva de la teoría dialéctica del valor, ¿cómo interpretar la actual etapa capitalista?
El Capitalismo Especulativo
Nuestra perspectiva privilegia la contradicción producción/apropiación de valor para interpretar la actual etapa del capitalismo.
Hay un cierto consenso en el sentido de que el capitalismo desde los años 70 vive una nueva etapa, muy distinta de la anterior. Llamamos a ella de capitalismo especulativo.
No pocos autores que se colocan en el terreno del pensamiento crítico sostienen que la característica principal de esa etapa capitalista es la financiarización[6], es decir, un cierto predominio de las finanzas sobre las actividades realmente sustantivas del capital, sobre las que realmente producen riqueza. Es el caso, por ejemplo de François Chesnais, Gerard Duménil y muchos otros.
Consideramos que desde el punto de vista de la teoría dialéctica del valor esa es una perspectiva adecuada, aunque es indispensable destacar las diferencias que nos alejan de otras interpretaciones similares.
Es también verdad que algunos autores que sostienen la idea del dominio de las actividades financieras pasaron a hcer uso, con un grado mayor o menor de profundidad teórica, de la categoría marxista de capital ficticio, para entender la naturaleza del llamado capital financiero. Sin embargo, la dificultad para la utilización adecuada de esa categoría científica se encuentra en el hecho de que ella supone un satisfactorio conocimiento de la teoría de Marx y, más específicamente, exige una adecuada interpretación de la teoría dialéctica del valor, raramente presente. Sin eso, la categoría de capital ficticio pierde significación y capacidad de explicar correctamente la realidad.
Si dicha categoría es entendida de manera satisfactoria, la conclusión debe ser, en primer lugar, que el capital ficticio es a la vez ficticio y real, según la dimensión observada. Además, se debe concluir que ese tipo de capital exige remuneración y nada contribuye, a diferencia del capital a interés, para la producción del excedente económico, para la extracción de la plusvalía. Así, el capital ficticio es parasitario. De esa manera, y de forma inevitable, caemos en las mencionadas preguntas fundamentales de la teoría dialéctica del valor, que parten de la distinción entre la producción y la apropiación de la riqueza capitalista, ésta desde el punto de vista de la forma social.
Entonces, si es cierto que la "financiarización" es una de las características significativas de la actual etapa capitalista y si la naturaleza del capital dominante es el capital ficticio, plantease la pregunta fundamental: ¿quién y cómo se produce la plusvalía suficiente para atender las exigencias de remuneración del capital, incluyéndose la del capital ficticio? Esa pregunta alcanza mayor significación si consideramos que lo que se conoce como reestructuración productiva en el capitalismo contemporáneo habría significado una reducción del papel del trabajo en la producción, por lo menos en lo que se refiere al trabajo formal y aquel relacionado directamente con las actividades productivas industriales del capital.
En verdad, la contradicción principal y básica de la actual fase del capitalismo y que se profundiza cada vez más, en nuestra opinión, es la contradicción entre la producción y la apropiación del valor, del excedente mercantil, de la plusvalía en sus diferentes formas. Es justamente por esa razón que la categoría de trabajo productivo (entendido como aquel que produce plusvalía o excedente en la forma mercantil y apropiable por el capital) llega a tener mucha relevancia teórica en los días actuales.
Es verdad que algunos autores, aunque consideran la financiarización como característica fundamental de la actual etapa capitalista, identifican como su contradicción principal la que existiría entre la propiedad y la gestión del capital, y no la que existe entre la producción y la apropiación. Consideran como relevante y aún fundamental la contradicción entre aquellas fracciones de la sociedad poseedoras de las diversas formas de títulos de propiedad sobre el capital y otra que sería la encargada de la gestión profesional de las empresas productivas; también sería mas significativa la contradicción entre empresas gestoras do capital parasitario y las empresas realmente productivas.
Sin negar la existencia de contradicciones entre los intereses de sectores propietarios y gestores del capital, se puede afirmar que es un error considerar que la oposición entre el capital sustantivo y el capital ficticio tiene como contraparte la existencia claramente diferenciada de sectores representantes de esas formas distintas de capital. Sin lugar a dudas, los gestores son también propietarios de capital y de ambas formas de capital. La verdad es que pensar la existencia de intereses claramente contradictorios y hasta antagónicos entre tales fracciones sociales propietarias y gerenciales del capital y la consideración de que se trata de la contradicción principal del sistema lleva a la posibilidad de propuestas de salidas reformistas para las dificultades del capitalismo actual.
Aunque la mencionada oposición entre propiedad y gestión de alguna manera se relacione con la contradicción entre producción y apropiación de valor, y sea la primera derivada de la segunda, esta última tiene implicaciones mucho más significativas.
Hagamos ahora un resumen de nuestra interpretación sobre la actual etapa del capitalismo, interpretación que hemos presentado ya en otros trabajos. Podemos decir que la tendencia a la baja de la tasa de ganancia tuvo una notoria manifestación en los años 70 y hasta el comienzo de los 80, especialmente en los EE.UU. y en Europa. Las nuevas inversiones sustantivas, es decir en capital industrial (productivo y comercial) se presentaban con una perspectiva de reducida remuneración y, por eso, los capitales, en magnitud considerable, buscaron como salida la especulación. Esa circunstancia se ha visto favorecida y, más que eso, ha quedado sancionada por las políticas neoliberales (políticas esas que expresan directamente los intereses del capital especulativo) y han tenido como contraparte indispensable la inestabilidad cambiaria y la deuda pública creciente de los estados (tanto en el primer mundo, cuanto en los periféricos). El capital, de esa manera, creyó haber encontrado su paraíso: rentabilidad sin necesidad de ensuciar sus manos con la producción. Y eso, de hecho, fue lo que ha ocurrido; lamentablemente, para él, por poco tiempo.
Es verdad que las remuneraciones del capital, a partir del inicio de los años 80 tendieron a crecer. Y aquí, para esa interpretación, parece existir una dificultad. ¿Cómo eso ha sido posible? Si, por un lado, el ritmo de la acumulación de capital sustantivo se redujo y si, al mismo tiempo, se amplió asustadoramente la tasa de crecimiento de la masa de capital ficticio, especulativo y parasitario en el mercado mundial, ¿cómo fue posible el crecimiento de las tasas de remuneración de los capitales, tanto la de los capitales sustantivos cuanto la de los parasitarios? ¿Qué factores llegaron a contrarrestar la tendencia a la baja de la tasa general de ganancia?
La explicación de eso, para ser coherente con la teoría dialéctica del valor, sólo puede ser encontrada, como factor principal, en el aumento de la explotación de trabajo. Y aquí nos debemos preocupar especialmente con la explotación del trabajo productivo, aunque también podemos hablar de la explotación del trabajo no productivo. Es cierto que el incremento de este último no implica aumentar la magnitud del excedente o plusvalía producidos, sin embargo al reducirse la parcela de la riqueza apropiada por los trabajadores improductivos, se amplía el margen disponible para la remuneración del capital.
De esa manera, para nosotros la explicación estaría en la elevación, a niveles sin precedentes, de la explotación del trabajo, sea por medio de la plusvalía relativa, sea por de la plusvalía absoluta (extensión de la jornada, múltiples jornadas, intensificación del trabajo), o mediante la superexplotación de los trabajadores, además de explotación de los trabajadores no asalariados.
No hay que olvidar, para la cuestión mencionada, el significativo crecimiento de las transferencias de valor desde la periferia y también el hecho de que, en el período, pudo haber contribuido de manera significativa el incremento de la rotación del capital. Este último aspecto es fundamental si tenemos en consideración el concepto de tasa anual de ganancia.
Sin embargo, todo eso no nos parece que sea suficiente para explicar el significativo incremento de la tasa general de remuneración del capital global (incluyendo en él la creciente parcela especulativa y parasitaria) observado a partir del inicio de los años 80.
Nuestra explicación para eso es que, al mismo tiempo que se amplió exageradamente la explotación del trabajo en todo el mundo (países centrales y periféricos) y se incrementó la rotación del capital, surgió de manera considerable algo nuevo, nuevo por lo menos en lo que se refiere a su magnitud y a su persistencia. Lo nuevo en el capitalismo actual es la magnitud que las ganancias ficticias adquieren en el total de la remuneración del capital.
Las ganancias ficticias no son algo sui generis en la lógica capitalista. Surgen naturalmente en períodos de especulación exacerbada, pero rápidamente desaparecen con el fin de ellos. Además, no logran alcanzar magnitudes muy elevadas. Pero en la etapa actual del capitalismo, la situación es diferente. Han persistido por prolongado período y han presentado volúmenes nunca antes observados, como consecuencia del dominio del capital especulativo y de la extensión de esa etapa, garantizada que estaba y sigue estando por la política de los estados más importantes del planeta. Justamente por eso, porque no han tenido relevancia en periodos anteriores, las ganancias ficticias no han sido incorporadas, hasta ahora, como categoría en el interior de la teoría dialéctica del valor[7].
En verdad, ese tipo de remuneración del capital, con dimensión ficticia, no se diferencia en la práctica de las ganancias derivadas de la explotación del trabajo, aunque no tenga ese origen. Por lo menos eso es cierto desde un punto de vista del acto aislado e individual, es decir, desde el punto de vista del mercado. No es posible saber cuánto de una determinada masa de ganancia de un capital es ficticio o real. Más que eso, desde ese punto de vista, no hay la más mínima diferencia práctica. No tiene sentido preguntarse por la dimensión ficticia. El monto de ganancia es absolutamente homogéneo.
La distinción entre lo que es excedente real apropiado como ganancia por el capital y las ganancias ficticias sólo es comprensible y significativo de un punto de vista global, desde una perspectiva macro. Eso significa que, del punto de vista individual, todo capital puede dar a sus ganancias, si quiere, un destino efectivamente real, sea el consumo o la inversión. Pero eso no es posible para el conjunto del capital. Aquella parte de su remuneración que tiene origen ficticio no puede ser convertida en algo sustantivo. Sólo puede incrementar la magnitud total del capital ficticio. Y aquí está el problema.
De esa manera, para nosotros y en resumen, la actual etapa capitalista especulativa se caracteriza por el hecho del dominio del capital especulativo y parasitario, que crece como resultado de un período de aguda manifestación de la tendencia a la baja de la tasa de ganancia. Los capitales, huyendo de las bajas remuneraciones, encuentran salida en la especulación, que se fortalece con por las políticas económicas adoptadas por los diferentes estados.
Paradójicamente esa salida, que incrementa el capital parasitario a costa del productivo, favorece los mecanismos que permiten contrarrestar la baja de la tasa general de ganancia. Eso porque resulta en crecimiento de la explotación de los trabajadores de todo el mundo, en incremento de la rotación del capital productivo y comercial y, especialmente, en el surgimiento en magnitud muy elevada de las ganancias ficticias.
Sin embargo, en economía no puede haber soluciones milagrosas. El problema está justamente en el hecho de que las ganancias ficticias resuelven circunstancialmente las dificultades del capital, ampliando la parcela especulativa del capital global, parcela esa que, por ser creciente exige cada vez mayor parcela de la remuneración que se destina al capital y, como antes mencionado, en nada contribuye para la producción del excedente, de la plusvalía.
Así, resuelven el problema en el momento, pero solo logran hacerlo amplificando la contradicción principal (producción/apropiación) y, por tanto, amplificando el problema para el futuro, una vez que las ganancias ficticias solo pueden traducirse en ulterior incremento del capital especulativo y parasitario.
Por todo eso, nuestra conclusión es de que la crisis económica estructural del sistema tiene como trasfondo la tendencia a la baja de la tasa de ganancia y que la fase especulativa del capitalismo que vivimos es el intento del capital de darle una respuesta. Dicha respuesta es el dominio del capital parasitario, el incremento a niveles sorprendentes de la explotación y el mantenimiento de magnitudes elevadas y crecientes de ganancias ficticias.
Esa etapa especulativa solo puede tener vida corta. Es verdad que la incorporación significativa de nuevos espacios para la explotación capitalista, como es el caso de China y de los países del ex-bloque soviético, le garantiza, por cierto tiempo, una adicional supervivencia. Y los niveles de remuneración del trabajo en esos espacios son suficientemente bajos para garantizar magnitudes significativas de excedente capitalista producido.
Sin embargo, y a pesar de eso, la vida corta está determinada por el hecho de que en algún momento el crecimiento desproporcionado del capital ficticio, como consecuencia de la relevancia año a año, de las ganancias ficticias, tiene que detenerse. La actual etapa capitalista especulativa, sólo sobrevive y seguirá sobreviviendo por más un tiempo sobre la base de un adicional incremento de la explotación de trabajo; pero eso tiene un límite. Y no estamos lejos de él.
Obviamente que el fin de esta etapa capitalista especulativa no necesariamente significa el fin del capitalismo y, como consecuencia, su sustitución por una forma social nueva. El capitalismo podrá sobrevivir sustituyendo eventualmente esa etapa por una de nuevo tipo, reconstruyendo la predominancia del capital sustantivo. Pero para lograr eso no sería por medio de un proceso fácil ni indoloro. Ello supondría niveles insospechables de explotación del trabajo, superior en mucho los niveles actuales, no sólo como forma de contrarrestar el bajo nivel de la tasa general de ganancia, pero también como resultado de una crisis capaz de inducir la desaparición del capital ficticio, por lo menos en gran medida.
¿Cómo se daría ese proceso? ¿Por medio de una explosiva crisis financiera y económica, de amplitud mundial y de magnitud superior, como consecuencia de la crisis estructural? ¿Sería la actual crisis de los créditos subprime el punto de partida para esa explosiva crisis financiera? ¿O el proceso podría darse, como está ocurriendo, por un largo proceso de estancamiento económico, sembrado de crisis aquí y allí, de magnitudes variables? Cualquiera que sea la respuesta, una cosa es cierta, la tragedia humana que ya vivimos se manifestará con aún más profundidad en el futuro.
Creer en la posibilidad de un retorno a un capitalismo más humano, si es que eso existió en algún momento, o por lo menos no tan violento como el actual, es en verdad creer en ilusiones. La perspectiva reformista nunca ha sido tan engañosa.


NOTAS


[1] Véase por ejemplo: Marini, R. M. Dialéctica de la dependencia, Ediciones Era, México, decimoprimera reimpresión, 1991.
[2] Más adelante se hará referencia al concepto de ganancias ficticias que, como podremos observar, aun no siendo resultado de la explotación del trabajo, no violenta la teoría dialéctica del valor. Es justamente por eso que son ficticias.
[3] Marx, K. El Capital. Tomo I. México, FCE, 1966. p. 13.
[4] Idem, pp. 255-256.
[5] Véase: Carcanholo, R.A. "Sobre o conceito de mais-valia extra em Marx" (versão preliminar). V Encontro Nacional de Economía Política. Brasil, Fortaleza, 21 a 23 de junho de 2000.
[6] Es verdad que también existen, en ese medio, autores que contestan dicha interpretación.
[7] Chesnais en el último trabajo que le conocemos hizo breve mención a ellas, pero sin la amplitud que le damos.Véase:. Chesnais, F. "El fin de un ciclo. Alcance y rumbo de la crisis financiera", en Herramienta Nº 37, Buenos Aires, marzo de 2008. pp. 07 a 36.


 Reinaldo A Carcanholo, Profesor del programa de graduados en politica social y del departamento de Economia de la Universidad Federal do Espírito Santo *

martes, 15 de enero de 2013

Causas estructurales y respuestas alternativas a la crisis

 Por Juan Torres López
Web del Autor






Para poder dar respuestas eficaces a las crisis entiendo que es fundamental partir de un diagnóstico lo más acertado posible de sus causas, no solo de las más inmediatas sino de las estructurales, es decir, de las que tienen relación con los procesos socioeconómicos más profundos, con las variables enraizadas en lo más hondo de las relaciones económicas y que, precisamente por eso, suelen quedar más ocultas al análisis que se necesita para poner en marcha las soluciones políticas.
En mi opinión, y como he tratado de demostrar en otros trabajos[1], lo que viene siendo habitual en el tipo de análisis dominante sobre la crisis es que se pase por alto una serie de circunstancias que a mi juicio son precisamente las determinantes de lo que ha ocurrido y, por tanto, fundamentales para poder acertar con el tratamiento que realmente permita superar sus efectos más negativos para la inmensa mayoría de la población.
Por ello, me gustaría dedicar mi intervención a señalar diez aspectos que me parecen esenciales en relación con los problemas que viene sufriendo la economía española en el contexto de la crisis internacional en el que nos desenvolvemos.

sábado, 17 de noviembre de 2012

La esencia del neoliberalismo



Por Pierre Bourdieu
 Le Monde Diplomatique




¿El mundo económico es verdaderamente como lo quiere el discurso dominante, un orden puro y perfecto, desplegando implacablemente la lógica de sus consecuencias previsibles, y presto a reprimir todas las infracciones por las sanciones que inflige, sea de manera automática, o –más excepcionalmente- por intermedio de sus brazos armados, el FMI o el OCDE (Organización de Cooperación del Desarrollo Económico), y políticas que ellos imponen: baja del costo de la mano de obra, reducción de los gastos públicos y flexibilización del trabajo? ¿Y si no fuera, en realidad, sino la puesta en práctica de una utopía, el neoliberalismo, convertido así en programa político, pero una utopía que, con la ayuda de la teoría económica de la cual se reclama, llegue a pensarse como la descripción científica de lo real?

Esta teoría tutelar es una pura ficción matemática, fundada, desde el origen, en una formidable abstracción: aquella que, en nombre de una concepción tanto estrecha como estricta de la racionalidad identificada a la racionalidad individual, consiste en poner entre paréntesis las condiciones económicas y sociales de las disposiciones racionales y de las estructuras económicas y sociales que son la condición de su ejercicio. Basta pensar, para dar la medida de la omisión, en el único sistema de enseñanza, que jamás es tomado en cuenta en tanto que tal en un tiempo en que juega un rol determinante en la producción de los bienes y de los servicios, como en la producción de los productores. De esta suerte de falta original, inscrita en el mito walrasiano de la "teoría pura", derivan todas las faltas y todos los faltamientos de la disciplina económica, y la obstinación fatal con la cual se aferra a la oposición arbitraria que ésta hace existir, por su sola existencia, entre la lógica propiamente económica, fundada en la competencia y portadora de eficacia, y la lógica social, sometida a la regla de la equidad. Dicho esto, esta "teoría" originalmente desocializada y deshistorizada tiene, hoy más que nunca, los medios de hacerse verdadera, empíricamente verificable.

viernes, 19 de octubre de 2012

La economía se merece un Premio Nobel?

 Por Michael Hudson
Web del Autor


Ya resulta bastante lamentable que el campo de la psicología haya constituido durante tanto tiempo una ciencia no social, al observar las fuerzas motivadoras de la personalidad como algo que se deriva de la experiencia psíquica interna y no, en cambio, de la interacción personal con el entorno social. Algo parecido sucede en el campo de la economía: desde su revolución "utilitarista" hará cosa de un siglo, esta disciplina ha abandonado también su análisis del mundo objetivo y sus relaciones políticas, económico-productivas, en favor de normas más introvertidas, utilitarias y orientadas hacia el bienestar social. Las especulaciones morales relativas a lo psíquico matemático han venido a desplazar a la ciencia otrora social de la economía política.

En buena medida, la revuelta de esta disciplina contra la economía política clásica británica era una reacción contra el marxismo, que representaba la culminación lógica de la economía clásica ricardiana y su énfasis primordial en las condiciones de producción. Tras la contrarrevolución, la fuerza motivadora del comportamiento económico vino a considerarse como algo que proviene de las necesidades humanas antes que de sus capacidades productivas, la organización de la producción y las relaciones sociales que se siguen de ello. Para el periodo de postguerra, la revolución anticlásica (curiosamente denominada neoclásica por sus participantes) había ganado la batalla. Su más importante libro de texto para el adoctrinamiento fue Economics de Paul Samuelson.

domingo, 12 de agosto de 2012

Cómo funcionan las cosas en el club de los banqueros centrales

Por Dean Baker *




El caso del Libor manipulado es el escándalo que nunca se acaba. Revela mucho sobre la conducta del Consejo de la Reserva Federal de EE.UU. y de los bancos centrales de modo más general.
El mes pasado, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, testimonió ante el Congreso y dijo que se percató en otoño de 2008 de que algunos bancos en Inglaterra estaban manipulando el Libor. Según Bernanke, llamó la atención sobre este hecho a Mervyn King, jefe del Banco de Inglaterra. Al parecer Mervyn King no hizo nada, ya que la manipulación continuó, pero Bernanke dijo al Congreso que no podía hacer nada más.
Las implicaciones de la afirmación de Bernanke son increíbles. Hay billones [millones de millones] de dólares en préstamos para automóviles, hipotecas y otras deudas, en EE.UU., vinculados al Libor. También hay inmensos contratos de derivados cuyo valor depende del Libor en un momento dado. La gente ganaba o perdía en esos convenios no sobre la base del mercado, sino más bien dependiendo de la tasa manipulada del Libor, fijada por los grandes bancos.
Bernanke tenía ciertamente la obligación como presidente de la Fed de denunciar y detener esa manipulación, que interfería con el funcionamiento adecuado de los mercados financieros de EE.UU. y del mundo. Pero, Mervyn King no quería hacer nada, de modo que, ¿qué podía hacer Bernanke?
Es verdaderamente increíble que Bernanke haya hecho una declaración semejante ante el Congreso y el público. ¿No podía hacer nada ante la manipulación?

sábado, 18 de febrero de 2012

Aniversarios de la “nohistoria”


Por Noam Chomsky

George Orwell acuñó el útil término “nopersona” para personas a las que se niega el estatuto de personas porque no acatan la doctrina estatal. Podemos agregar el término “nohistoria” para referirnos a la suerte de nopersonas, expurgadas de la historia por motivos semejantes.

La nohistoria de las nopersonas se recuerda a lo largo de los los aniversarios. Los importantes generalmente se conmemoran con la debida solemnidad cuando resulta apropiado, como por ejemplo Pearl Harbor. Pero otros no se conmemoran y podríamos aprender mucho de nosotros si los sacamos de la nohistoria.

Ahora mismo no conmemoramos un evento de gran significación humana: el 50 aniversario de la decisión del presidente Kennedy de lanzar la invasión directa de Vietnam del Sur, que pronto se convirtió en el crimen más extremo de agresión desde la Segunda Guerra Mundial.

Kennedy ordenó que la Fuerza Aérea de EE.UU. bombardeara Vietnam del Sur (en febrero de 1952, se habían realizado cientos de misiones); autorizó la guerra química para destruir cultivos con el fin de hambrear hasta la sumisión a la población rebelde; y activó programas que acabaron llevando a millones de aldeanos a tugurios urbanos y a campos virtuales de concentración, o “Aldeas Estratégicas”. Allí los aldeanos serían “protegidos” contra las guerrillas indígenas a las cuales, como sabía el gobierno, apoyaban voluntariamente.

sábado, 3 de septiembre de 2011

El precio del 11 de septiembre

 Por Joseph Stiglitz *





Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2011 realizados por Al Qaeda tenían la intención de dañar a Estados Unidos, y lo consiguieron, pero en formas que Osama Bin Laden probablemente nunca se imaginó. La respuesta del presidente George W. Bush a los ataques puso en riesgo los principios básicos de Estados Unidos, socavando su economía y debilitando su seguridad.
El ataque a Afganistán posterior a los ataques del 11 de septiembre fue comprensible, pero la posterior invasión de Irak fue totalmente ajena a Al Qaeda, a pesar de que Bush trató de establecer un vínculo. Aquella guerra que se eligió llevar a cabo se convirtió de manera rápida en muy costosa, alcanzando órdenes de magnitud que fueron más allá de los $60 mil millones que se afirmaron al principio, ya que una colosal incompetencia se encontró con tergiversaciones deshonestas.
De hecho, cuando Linda Bilmes y yo calculamos los costos de la guerra de Estados Unidos hace tres años, la cifra conservadora alcanzo entre $3 a $5 billones de dólares. Desde aquel entonces, los costos se han elevado aún más. Debido a que casi el 50% de las tropas que regresan cumplen los requisitos para recibir algún tipo de pago por incapacidad, y hasta el momento más de 600.000 de ellos han sido atendidos en instalaciones médicas para veteranos, ahora estimamos que los pagos por incapacidad y asistencia médica en el futuro alcanzarán en total una cifra que se encuentra entre los $600 a 900 billones. Sin embargo, los costos sociales, que se refleja en los suicidios de veteranos (que han superado los 18 por día en los últimos años) y las desintegraciones familiares, son incalculables.
Aún en caso de que Bush fuese perdonando por llevar a Estados Unidos, y a gran parte del resto del mundo, a la guerra con pretextos falsos, y se le perdonara tergiversar el costo de dicho emprendimiento, no hay excusa para la forma en la eligió financiarla. La suya fue la primera guerra en la historia pagada enteramente con créditos. Mientras que Estados Unidos entraba en batalla, teniendo déficits que ya estaban muy elevados por su recorte de impuestos del año 2001, Bush decidió lanzar una nueva ronda de “alivio” tributario para los ricos.
Hoy en día, Estados Unidos centra su atención en el desempleo y el déficit. Estas dos amenazas al futuro de Estados Unido pueden ser remontadas, y no en poca medida, a las guerras en Afganistán e Irak. El aumento en los gastos de defensa, junto con los recortes tributarios de Bush, forman la razón clave por la que Estados Unidos pasó de un superávit fiscal de 2% del PIB cuando Bush fue elegido a su lamentable déficit y situación de deuda de hoy en día. El gasto público directo en dichas guerras, hasta el momento, asciende a aproximadamente $2 billones de dólares, lo que significa $17.000 por cada hogar estadounidense, y existen gastos cuyas facturas aún no se reciben que aumentarán dicha cifra en más del 50%.
Es más, como Bilmes y mi persona argumentamos en nuestro libro La Guerra de los Tres Billones de Dólares, las guerras han contribuido a la debilidad macroeconómica de Estados Unidos, lo que exacerbó su déficit y deuda. En aquel entonces, como es el caso ahora, la agitación en el Oriente Medio condujo a precios del petróleo más elevados, lo que obligó a los estadounidenses a gastar dinero en importaciones de petróleo que de otra manera podría haber sido gastado en la compra de bienes producidos en EE.UU.
Pero en aquel entonces, la Reserva Federal de EE.UU. escondió estas debilidades creando una burbuja inmobiliaria que condujo a un boom de consumo. Se necesitarán años para superar el excesivo endeudamiento y sobreendeudamiento en bienes raíces resultantes.
Irónicamente, las guerras han debilitado la seguridad de Estados Unidos (y del mundo), una vez más en formas que Bin Laden no se hubiera podido imaginar. Una guerra impopular hubiera dificultado el reclutamiento militar bajo cualquier circunstancia. Pero como Bush trató de engañar a Estados Unidos sobre los costos de guerra, financió insuficientemente a las tropas, inclusive negándose a realizar gastos básicos; por ejemplo, fondos para vehículos blindados y resistentes a minas que son necesarios para proteger vidas estadounidenses o fondos para la adecuada asistencia médica de los veteranos que regresan. Un tribunal de EE.UU. dictaminó recientemente que los derechos de los veteranos habían sido violados. (¡Sorprendentemente, el gobierno de Obama afirma que se debe restringir el derecho de los veteranos a apelar ante los tribunales!)
La extralimitación militar de manera predecible a dado lugar a nerviosismo sobre el uso de la fuerza militar, y el conocimiento de otros tienen sobre la existencia ha debilitado también la seguridad de Estados Unidos. Pero la verdadera fuerza de Estados Unidos, en vez de encontrarse en su poder militar y económico, se encuentra en su "poder blando", en su autoridad moral. Y dicho poder también se debilitó, ya que EE.UU. violó derechos humanos básicos como el habeas corpus y el derecho a no ser torturado, lo que puso en duda su compromiso de larga data con el respeto al derecho internacional.
En Afganistán e Irak, los EE.UU. y sus aliados sabían que para alcanzar la victoria a largo plazo se necesita ganar corazones y opiniones. Pero los errores cometidos en los primeros años de dichas guerras complicaron la ya difícil batalla. El daño colateral de la guerra ha sido masivo: según algunas versiones, más de un millón de iraquíes han muerto, ya sea de manera directa o indirecta, a causa de la guerra. Según algunos estudios, por lo menos 137.000 civiles han muerto violentamente en Afganistán e Irak en los últimos diez años; sólo entre los iraquíes, hay 1,8 millones de refugiados y 1,7 millones de personas desplazadas dentro del mismo país.
No todas las consecuencias fueron desastrosas. Los déficits a los cuales las guerras estadounidenses financiadas con deuda han contribuido tan poderosamente han forzado ahora a que EE.UU. enfrente la realidad de sus restricciones presupuestarias. El gasto militar de Estados Unidos sigue siendo casi igual al gasto que hace todo el resto del mundo en su conjunto, dos décadas después del fin de la Guerra Fría. Algunos de los gastos que se aumentaron fueron destinados a las costosas guerras en Irak y Afganistán y a la más amplia Guerra Global contra el Terrorismo, pero la mayor parte se desperdició en armas que no funcionan contra enemigos que no existen. Ahora, por fin, esos recursos serán reubicados, y EE.UU. probablemente obtenga mayor seguridad pagando menos.
Al Qaeda, no obstante que no ha sido derrotado, ya no parece ser la amenaza que surgía de manera tan importante tras los ataques del 11 de septiembre. Pero el precio pagado para llegar a este punto, en los EE.UU. y en los demás países, ha sido enorme, y en su mayoría evitable. El legado estará con nosotros durante mucho tiempo. Vale la pena pensar antes de actuar.


Profesor universitario en Columbia University, Premio Nobel de economía y autor de Freefall: Free Markets and the Sinking of the Global Economy (Caída libre: Estados Unidos, el libre mercado y el hundimiento de la economía mundial). *

domingo, 28 de marzo de 2010

Trabajar más por menos

En España hay 8,6 millones de pensionistas, 5,1 millones de los cuales son jubilados (el resto, viudas y huérfanos). 2,2 millones de pensionistas cobran menos de 500 euros de pensión, y menos de la mitad superan el equivalente al salario mínimo. En Euskadi la pensión media de los 491 mil pensionistas alcanza los 945 euros, frente a los 760 de la pensión media estatal.

Nuestros 300 mil jubilados disponen de una pensión media de 1.077 euros, algo superior a los 721 euros que cobran de media los jubilados andaluces , pero tampoco es para echar cohetes. En España, la jubilación media es de 861 euros, y solamente 1,5 millones de jubilados alcanzan los 1.000 euros de pensión, junto a 396 mil incapacitados, viudas y huérfanos. Menos de 2 millones de pensionados llegan a mileuristas .

Es importante retener las cifras, porque el gobierno central ha decidido que lo mejor que puede hacer ahora con las pensiones es reducir el importe de las pensiones futuras, las de quienes se vayan a jubilar dentro de diez años, respecto a lo que cobrarían si se jubilasen hoy. Para ello propone fundamentalmente elevar la edad de jubilación legal hasta los 67 años, elevar la edad mínima de jubilación desde los 57 años actuales, incrementar el número mínimo de años cotizados para acceder a la pensión y aumentar el periodo de cómputo para calcular la pensión. Considera que de este modo podría recortar el gasto en pensiones en 4 puntos del PIB... a partir de 2030.

Para realizar estas curiosas propuestas, el gobierno se permite presentar, en un documento dirigido a la Comisión europea, unas proyecciones de gasto en pensiones que llegan ¡hasta 2060 !. Le sugiero, amable lector, que piense en una fecha cualquiera del siglo XX . Digamos 1920, o quizá 1948. ¿A quien se le puede ocurrir pensar que con la realidad de la economía de esos años, se hubiera podido proyectar la situación cincuenta años hacia el futuro, y acertar con la realidad de 1970, de 1998? Pues si, alguien se cree capaz de semejante hazaña, al menos en el Ministerio español de Economía y Hacienda y en el Grupo de Trabajo de Envejecimiento de la CE. Me parece pasmoso que alguien piense que puede estimar los hijos que piensan tener los niños que ahora tienen cinco o diez años dentro de veinte años, que serán a su vez lo s trabajadores que cotizarán a la Seguridad Social dentro de cincuenta. Sin hablar por supuesto de los movimientos internacionales de población, cada vez más dinámicos en un mundo globalizado.

Algún periódico afecto al régimen se ha permitido remedar la famosa frase del presidente norteamericano, ¡es la demografía, estúpidos !. Al parecer han descubierto que la economía es cosa harto ideológica, y se han sacado de la chistera un nuevo talismán, las proyecciones demográficas, para intentar que el paisanaje se trague la píldora. Pero la memoria es corta, y al parecer se han olvidado de las grandes y pequeñas predicciones demográficas que no se cumplieron, desde las que hablaban a principio de los sesenta de 10.000 millones de habitantes para inicios del siglo XXI , o más cerca, los agoreros anuncios de algunos cercanos colaboradores de La Moncloa , anunciando la quiebra de la seguridad social sucesivamente para 1996, 1998, 2000 y 2005, cuando la población en edad activa crecía en unas 70 mil personas al trimestre. A partir de 1995 la tasa de incorporación se duplicó, y los promotores ideológicos de las pensiones privadas tuvieron que retrasar la fecha del cataclismo anunciado hasta 2020.

Hace unos años me contaba un amigo como la UNICEF les había encargado un estudio demográfico para identificar los factores que determinaban las tasas de fecundidad muy diversas en los países centroamericanos. Tras más de un año de concienzudo trabajo, la conclusión fue evidente: en unos países tienen tasa de fecundidad más altas "porque cogen mucho" (sic). Hasta aquí llega el análisis científico.

Ahora, con la crisis y la destrucción de 1,8 millones de empleos (82 mil en Euskadi ) desde 2007, parece que los cenizos vuelven por sus fueros. Pero el hecho es que hoy trabajan y cotizan a la Seguridad Social 3 millones de trabajadores más que hace diez años. Y las proyecciones razonables, digamos a diez años, las del propio gobierno para 2020, dicen que el gasto total en pensiones aumentará menos de un punto porcentual del PIB. ¿Cómo se explica entonces el lío que ha montado el gobierno con su propuesta? Esta es la parte más difícil del análisis. ¿Se trata de una cortina de humo para alimentar a la canallesca (la prensa) y hacer que se olviden del fiasco que está suponiendo la presidencia española de la UE? ¿Quizá el gobierno está decidido a reducir las cotizaciones a la Seguridad Social y para ello tiene que, previamente, reducir el coste de las pensiones? ¿Considera acaso que para ayudar a la banca lo mejor es meterle el miedo en el cuerpo al personal para relanzar los fondos de pensiones privados, algo tocados por la crisis financiera, por sus elevados costes y bajos rendimientos? (En el documento para la revisión del Pacto de Toledo, el gobierno se queja de "la falta de interés del mercado por este tipo de productos", y de que algo hay que hacer al respecto, en una inesperada réplica a la soberanía del consumidor).

Todo pudiera ser parte del guión esbozado. En todo caso, cuando cuatro millones de personas están pidiendo un trabajo remunerado, no parece que falten recursos potenciales para cotizar para pagar más y mejores pensiones. El problema que el gobierno tiene que resolver es precisamente el de la gente que quiere trabajar y no puede. ¿Hay algún programa de empleo masivo a la vista? Nada a la vista, sino más bien la reducción de 1 millón de empleos asociados al recorte de 50.000 millones de euros de gasto público. ¿Acaso se pretende mejorar los salarios, para elevar las cotizaciones medias y mejorar los ingresos de la Seguridad Social? Tampoco parecen ir por ahí los tiros, sino todo lo contrario: en su documento a la Comisión Europea relativo a la actualización del programa de estabilidad, el gobierno presenta como una conquista el objetivo de reducir en 1,9 puntos del PIB la remuneración de asalariados, sobre la base de reducir el empleo en el único sector que ha creado empleo en los últimos dos años, las administraciones públicas. En cuanto a las perspectivas de pensión que puedan tener los millones de trabajadores temporales con una vida laboral irregular y precaria, el gobierno ni se inmuta. Que coticen becarios y domésticas es todo lo que dice por ahora (de los 159 mil empleados de hogar jubilados, solamente 2.129 tienen una pensión superior a 600 euros).

Esta irresponsable actuación deriva por un lado del mantenimiento en la UE de un pacto de estabilidad obsoleto y nefasto en la coyuntura actual, y por otro de la incapacidad de los asesores gubernamentales para adaptar sus esquemas de pensamiento a la nueva situación. Tal parece que actúan convencidos de que se puede "volver atrás" en el funcionamiento de la economía. Pero la crisis nos dice que no, que dejar en manos del mercado financiero el ahorro de los trabajadores es la peor opción a largo plazo, y que la planificación ordenada de la distribución de la riqueza es la única garantía de sostenibilidad en el tiempo. A todos los niveles, y también entre los que trabajan y los que ya no lo hacen. Las pensiones, su nivel, su alcance, es una decisión colectiva de distribución de la riqueza entre los activos y los pasivos. Si hoy hemos decidido que se transfiera un 8,9 por ciento de renta hacia los pensionistas, mañana se puede decidir que se transfiera un 12 o un 15 por ciento. Lo único que habrá que ajustar es las contribuciones de los que trabajan. Y si se quiere modificar la distribución de la carga, habrá que pensar en sustituir cotizaciones por impuestos. Todo ello puede tener consecuencias desde un punto de vista macroeconómico, distributivo, legal o de otra índole, pero hablar de " insostenibilidad ", "quiebra" o términos similares en este contexto solo denota un acusado prejuicio ideológico -que no se manifiesta al hablar del gasto de defensa o de las agencias de desarrollo regional, por ejemplo- y una falta preocupante de ideas en los dirigentes políticos y sus asesores. Y eso, en la Europa de la apuesta por la innovación y el bienestar. ¿Para cuando está previsto el entierro del cadáver de la Agenda de Lisboa?

AUTOR : Joaquín Arriola
FUENTE : ALTERECONOMIA

miércoles, 13 de enero de 2010

Cercando a Venezuela


La llegada al poder, en Venezuela, del Presidente Hugo Chávez el 2 de febrero de 1999 coincidió con un acontecimiento militar traumático para Estados Unidos: la clausura de su principal instalación militar en la región, la base Howard, situada en Panamá, cerrada en virtud de los Tratados Torrijos-Carter (1977).

En sustitución, el Pentágono eligió cuatro localidades para controlar la región: Manta en Ecuador, Comalapa en El Salvador y las islas de Aruba y Curazao (de soberanía holandesa). A sus -por decirlo así- ‘tradicionales’ misiones de espionaje, añadió nuevos cometidos oficiales a estas bases (vigilar el narcotráfico y combatir la inmigración clandestina hacia Estados Unidos), y otras tareas encubiertas: luchar contra los insurgentes colombianos; controlar los flujos de petróleo y minerales, los recursos en agua dulce y la biodiversidad. Pero desde el principio sus principales objetivos fueron: vigilar Venezuela y desestabilizar la Revolución Bolivariana.

Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el Secretario norteamericano de Defensa, Donald Rumsfeld, definió una nueva doctrina militar para enfrentar al “terrorismo internacional”. Modificó la estrategia de despliegue exterior, fundada en la existencia de enormes bases dotadas de numeroso personal. Y decidió reemplazar esas megabases por un número mucho más elevado de Foreign Operating Location (FOL, Sitio Operacional Preposicionado) y de Cooperative Security Locations (CSL, Sitio Compartido de Seguridad) con poco personal militar pero equipado con tecnologías ultramodernas de detección.

Resultado: en poco tiempo, la cantidad de instalaciones militares estadounidenses en el extranjero se multiplicó, alcanzando la insólita suma de 865 bases de tipo FOL o CSL desplegadas en 46 países. Jamás en la historia, una potencia multiplicó de tal modo sus puestos militares de control para implantarse a través del planeta.

En América Latina, el redespliegue de bases ya permitió que la de Manta (Ecuador) colaborase en el fallido golpe de Estado del 11 de abril de 2002 contra el Presidente Chávez. A partir de entonces, una campaña mediática dirigida por Washington empieza a difundir falsas informaciones sobre la pretendida presencia en ese país de células de organizaciones como Hamás, Hezbolá y hasta Al Qaeda.

Con el pretexto de vigilar tales movimientos, y en represalia contra el gobierno de Caracas que puso fin, en mayo de 2004, a medio siglo de presencia militar estadounidense en Venezuela, el Pentágono amplia el uso de sus bases militares en las islas de Aruba y Curazao, situadas muy cerca de las costas venezolanas, donde últimamente se han incrementado las visitas de buques de guerra estadounidenses.
Lo cual ha sido recientemente denunciado por el Presidente Chávez: “Es bueno que Europa sepa que el imperio norteamericano está armando hasta los dientes, llenando de aviones de guerra y de barcos de guerra las islas de Aruba y Curazao. (…) Estoy acusando al Reino de los Países Bajos de estar preparando, junto al imperio yanqui, una agresión contra Venezuela” (1).

En 2006, se empieza a hablar en Caracas de “socialismo del siglo XXI”, nace la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) y Hugo Chávez es reelegido presidente. Washington reacciona imponiendo un embargo sobre la venta de armas a Venezuela, bajo el pretexto de que Caracas “no colabora suficientemente en la guerra contra el terrorismo”. Los aviones F-16 de las fuerzas aéreas venezolanas se quedan sin piezas de recambio. Ante esa situación, las autoridades venezolanas establecen un acuerdo con Rusia para dotar a su fuerza aerea de aviones Sukhoi. Washington denuncia un presunto “rearmamento masivo” de Venezuela, omitiendo recordar que los principales presupuestos militares de América Latina son los de Brasil, Colombia y Chile.

Y que, cada año, Colombia recibe una ayuda militar estadounidense de 630 millones de dólares (unos 420 millones de euros).

Apartir de ahí, las cosas se aceleran. El 1 de marzo de 2008, ayudadas por la base de Manta, las fuerzas colombianas atacan un campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) situado en el interior del territorio de Ecuador. Quito, en represalia, decide no renovar el acuerdo sobre la base de Manta que vence en noviembre de 2009. Washington responde, el mes siguiente, con la reactivación de la IV Flota (desactivada en 1948, hace sesenta años…) cuya misión es vigilar la costa atlántica de América del Sur. Un mes más tarde, los Estados sudamericanos, reunidos en Brasilia, replican creando la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), y, en marzo de 2009, el Consejo de Defensa Suramericano.

Unas semanas después, el embajador de Estados Unidos en Bogotá anuncia que la base de Manta será relocalizada en Palanquero, Colombia.

En junio, con el apoyo de la base estadounidense de Soto Cano, se produce el golpe de Estado en Honduras contra el Presidente Manuel Zelaya quien había conseguido integrar a su país en el ALBA. En agosto, el Pentágono anuncia que dispondrá de siete nuevas bases militares en Colombia. Y en octubre, el presidente conservador de Panamá, Ricardo Martinelli, admite que ha cedido a Estados Unidos el uso de cuatro nuevas bases militares.

De ese modo, Venezuela y la Revolución Bolivariana se ven rodeadas por nada menos que trece bases estadounidenses, situadas en Colombia, Panamá, Aruba y Curazao, así como por los portaaviones y navíos de guerra de la IV Flota. El Presidente Obama parece haber dejado manos libres al Pentágono. Todo anuncia una agresión inminente. ¿Consentirán los pueblos que un nuevo crimen contra la democracia se cometa en América Latina?

NOTA: (1) Discurso en el Encuentro del ALBA con los Movimientos Sociales de Dinamarca, Copenhague, 17 de diciembre de 2009.

AUTOR : IGNACIO RAMONET
FUENTE : SIN PERMISO

jueves, 31 de diciembre de 2009

El mito del desarrollo capitalista nacional en la nueva coyuntura política de América Latina


Una ruta clausurada

Hace casi medio siglo, cuando en las ciencias sociales de la época prevalecían sin contrapeso las teorías de la modernización y la de las "etapas del desarrollo económico", popularizadas por Walter W. Rostow en su famoso libro, veía la luz un texto de Karl de Schweinitz en el que planteaba una tesis radical, totalmente a contracorriente del consenso dominante de su tiempo. Sintéticamente, ella decía que en lo concerniente al establecimiento de una democracia liberal el camino recorrido por Estados Unidos y los países más avanzados de Europa ya no podía ser transitado nuevamente por las naciones subdesarrolladas. Si bien su pronóstico sobre la industrialización era un poco menos pesimista, entre líneas el mensaje era claro: el mundo de la periferia muy difícilmente podría emular la trayectoria industrial de las potencias metropolitanas. Refiriéndose especialmente al caso de la democracia su diagnóstico era aún más terminante: "el desarrollo de la democracia en el siglo diecinueve fue el resultado de una inusual configuración de circunstancias históricas que no pueden repetirse. La ruta "euro-norteamericana" hacia la democracia está clausurada." (de Schweinitz, pp. 10-11)

Críticas al pensamiento convencional


Por supuesto, el libro de de Schweinitz -riguroso, documentado, persuasivo- fue olímpicamente ignorado por la academia, los intelectuales "bienpensantes" y los medios de comunicación de masas. El gran público ni se enteró, y en el mundo de la periferia las pesimistas ideas de nuestro autor -que contradecían abiertamente las rosadas expectativas cultivadas por la Alianza para el Progreso y, más generalmente, la autoimpuesta misión de la Casa Blanca de "exportar la democracia" a todo el mundo- fueron totalmente desconocidas. Estamos hablando de 1964; eran las épocas en que la alternativa a la teoría de la modernización y las etapas del desarrollo económico eran una vertiente crítica de la CEPAL, encabezada por Raúl Prebisch, o bien la elaboración de los teóricos de la dependencia que comenzaba a resonar con creciente fuerza en América Latina, estimulados por la radicalidad de los pioneros planteamientos que André Gunder Frank expusiera en su clásico libro sobre el "desarrollo del subdesarrollo" en Brasil y Chile.(Frank, 1964) Fuera del mundo académico y anticipándose a él la Segunda Declaración de La Habana y el célebre discurso del Che en Punta del Este habían planteado con total claridad los límites infranqueables del desarrollo capitalista en la periferia.(1) Pero el impacto de estas ideas en el debate de las ciencias sociales no sería inmediato. Su origen "extramuros" de la academia arrojaba sobre ellas un manto de sospecha que para la ortodoxia positivista dominante las descalificaba por completo. Sin embargo, con el paso del tiempo tanto la Segunda Declaración como el discurso del Che habrían de convertirse en referencias insoslayables del nuevo pensamiento crítico latinoamericano. El libro de Rostow, cuyo título completo era Las etapas del crecimiento económico y cuyo subtítulo, privado de toda sutileza era Un manifiesto no comunista había sido publicado en inglés en 1960 y al año siguiente se traducía al español por el Fondo de Cultura Económica. Este libro ejerció una influencia arrolladora sobre las ciencias sociales latinoamericanas de aquellos años y, ni hablar, sobre los gobiernos y expertos en el área económica. (2) La idea básica del argumento rostowiano era que había un solo proceso de desarrollo y que éste era lineal, acumulativo e igual para todos los países. La palabra "capitalismo" había sido cuidadosamente desterrada del texto, con el obvio propósito de reforzar la naturalización de este modo de producción: al describir sus leyes de desarrollo el supuesto era que cualquier economía, sin excepción, debía enfrentarse a una serie de imperativos técnicos, no políticos. La consecuencia de todo esto era que había un solo modo de enfrentar los problemas económicos, y que este modo estaba dictado por cuestiones técnicas que no admitían transgresión alguna. El proceso de desarrollo capitalista -con sus luchas, despojos y saqueos, que lo hacen llegar al mundo "chorreando sangre y barro por todos sus poros", como dijera Marx en El Capital- es así sublimado y descontextualizado hasta llegar a convertirse en un despliegue ahistórico, formal y lineal de potencialidades presentes en cada una de las formaciones sociales del planeta. Por eso, para esta tradición de pensamiento los países hoy desarrollados fueron, en un tiempo no demasiado remoto, naciones pobres y subdesarrolladas. Este razonamiento se asentaba sobre dos falsos supuestos: primero, que las sociedades localizadas en ambos extremos del continuo compartían la misma naturaleza y eran, en lo esencial, lo mismo. Sus diferencias, cuando existían, eran de grado, como casi medio siglo después repetirían sin brillo y sin gracia Hardt y Negri, lo cual era -y es- a todas luces falso.

Segundo supuesto: la organización de los mercados internacionales carecía de asimetrías estructurales que pudieran afectar las chances de desarrollo de las naciones de la periferia. Para autores como los arriba mencionados, términos tales como "dependencia" o "imperialismo" no servían para describir las realidades del sistema y eran antes que nada un tributo a enfoques políticos, y por lo tanto no científicos, con los cuales se pretendía comprender los problemas del desarrollo económico. (3) En consecuencia, los llamados "obstáculos" al desarrollo no tenían fundamentos estructurales o restricciones ancladas en la economía mundial, sino que eran el producto de torpes decisiones políticas, elecciones desafortunadas de los gobernantes o de factores inerciales fácilmente removibles. Las implicaciones conservadoras de este razonamiento, que descartaba apriorísticamente cualquier otra forma de organización económica alternativa al capitalismo y que ignora olímpicamente la realidad del imperialismo y la dependencia, son tan evidentes que no requieren de ninguna demostración más allá de su sola enunciación. Como se ve, el "pensamiento único" no es tan novedoso como se supone. Y su impacto sobre el pensamiento supuestamente contestatario fue tan deletéreo ayer como hoy. (4)

Derrumbe y resurrección de la ortodoxia


En la década de los sesentas el influjo ideológico de los paradigmas dominantes en las ciencias sociales se desvanece considerablemente: la consolidación de la revolución cubana y su definición socialista luego de Playa Girón; al ascenso del movimiento popular en toda América Latina; el auge de la lucha de clases en Europa, que culminaría con los grandes conmociones de 1968; los impetuosos movimientos en favor de los derechos civiles en los Estados Unidos y la reafirmación de los movimientos de liberación nacional en el Tercer Mundo, a todo lo cual se agregaría, poco después, el demoledor impacto de la Guerra de Vietnam que termina de hacer saltar por los aires el laborioso andamiaje construido por las ciencias sociales norteamericanas desde finales de la segunda guerra mundial. El colapso teórico de la teorización rostowiana tiene su correlato en el derrumbe de la sociología parsoniana, la crisis de las teorías de la modernización y la bancarrota del conductismo en la ciencia política. En América Latina esta crisis teórica se acentúa por la presencia de la Revolución Cubana y el progresivo deterioro de la situación económica, social y política de los países de mayor desarrollo capitalista una vez agotado el ciclo de la industrialización sustitutiva, lo que promovió el breve auge de las diversas corrientes de la teoría de la dependencia. En sus distintas variantes, que van desde la ya mencionada obra de André Gunder Frank, Ruy Mauro Marini y Theotonio dos Santos hasta Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto, pasando por Aníbal Quijano, Agustín Cueva y tantos otros, la teorización de la dependencia tenía como rasgos unificadores la crucial relevancia asignada al carácter histórico del desarrollo capitalista, el papel de sus diversos agentes, la inserción de los países en un mercado mundial signado por profundas asimetrías y la centralidad de la problemática política y estatal. A mediados de los setentas la crisis política generalizada en la región, emblematizada por la violenta liquidación de la "vía chilena al socialismo" liderada por Salvador Allende y la Unidad Popular, del experimento radical democrático de Juan José Torres y la Asamblea Popular en Bolivia, el termidor sufrido por la revolución peruana con el desplazamiento de Velasco Alvarado, y el sangriento desenlace del retorno del peronismo en la Argentina precipitó un nuevo cambio en el paradigma dominante. En este caso se trató mucho menos de una derrota en el plano de las ideas que de las consecuencias del período más ferozmente represivo conocido por la América Latina contemporánea, lo que implicó que muchos de los teóricos de la dependencia y sus seguidores conocieran el exilio, la cárcel y, en no pocos casos, la muerte.

No es el propósito de este trabajo examinar los alcances y límites de las contribuciones de los dependentistas, bien conocidas en nuestra región. Nos basta simplemente con resaltar la coincidencia entre sus pronósticos pesimistas acerca del desarrollo del capitalismo en la periferia, formulados desde una perspectiva de izquierda, y los que brotan de la pluma de de Schweinitz, una nota desafinada en el monocorde ambiente de la academia norteamericana. (5)

La "centro-izquierda" latinoamericana y su apuesta al desarrollo del capitalismo


Si hemos sometido a la consideración del lector estas tesis pesimistas acerca de la imposibilidad del desarrollo en la periferia -¡que no quiere decir imposibilidad de registrar, por momentos, altas tasas de crecimiento económico!- es porque el devenir de la historia ha demostrado, transcurrido casi medio siglo, que los diagnósticos que se oponían al ingenuo más no desinteresado optimismo de Rostow y sus colegas estaban en lo cierto. Actualizar esta certeza es bien oportuno en nuestros días, cuando proliferan una serie de gobiernos de "centro-izquierda" que, en América Latina, proclaman con ciego entusiasmo su confianza en culminar exitosamente su marcha hacia el desarrollo -o entrar al Primer Mundo, como se decía en los noventas- transitando por una ruta que fue clausurada hace mucho tiempo. (6)

En este sentido, los gobiernos de la llamada "centro-izquierda" se han llevado todas las palmas. Su fidelidad a las orientaciones generales del Consenso de Washington, fidelidad que no desmentida por una cierta retórica "progresista" -estentórea, a veces, como en el caso argentino; aflautada, en otros, como en los casos de Brasil, Chile y Uruguay- les hace creer que si persisten en las políticas ortodoxas recomendadas por el FMI, el Banco Mundial y la OMC algún día, más pronto que tarde, llegarán a ser países como los europeos o los Estados Unidos. Desde su tumba el bueno de de Schweinitz seguramente debe estar sonriendo burlonamente ante tamaño disparate. Y, si pudiera regresar al reino de los vivos, seguramente que les preguntaría a los voceros de esos gobiernos acerca de las razones por las cuales hace casi un siglo que países como la Argentina, Brasil y México siguen siendo los depositarios de un luminoso futuro capitalista que nunca se concreta y que, al contrario, los aleja cada día más de los capitalismos desarrollados, perpetuando su condición de eternos "países del futuro." Antes de la Gran Depresión de 1929 el pensamiento convencional de las ciencias sociales auguraba para la Argentina un futuro esplendoroso. Y lo mismo ocurriría con Brasil luego de la Segunda Guerra Mundial, en donde su alianza con los Estados Unidos y el envío de sus tropas a colaborar en la empresa bélica en los campos europeos supuestamente le abriría de par en par las puertas de la colaboración norteamericana lo que garantizaría una ruta segura a los niveles de desarrollo existentes en el Primer Mundo. La construcción, con la ayuda de un crédito del Eximbank avalado por los Estados Unidos, de la planta siderúrgica de Volta Redonda, a comienzos de los cincuenta fue vista por muchos como una clara señal de que el proceso estaba en marcha y era irreversible. Medio siglo después, Argentina y Brasil siguen estando "condenados al éxito", como lo asegura con su inclaudicable optimismo uno de los principales científicos sociales de Brasil, Helio Jaguaribe, pero su realidad económica y social demuestra que lejos de acortar su distancia con los países desarrollados ocurrió exactamente lo contrario y ahora están más lejos que antes. Lo mismo puede decirse del caso mexicano, sin la menor duda: si algo hizo el TLC inaugurado el 1º de Enero de 1994 fue ensanchar el hiato que separaba a la economía mexicana de las de Estados Unidos y Canadá.

Pese a esta abrumadora evidencia el mito del desarrollo capitalista nacional y su premisa, la existencia de una burguesía nacional, siguen ejerciendo un enfermizo atractivo en la dirigencia "progresista" latinoamericana, a punto tal que en fechas recientes esta patología concitó la atención de un distinguido estudioso marxista, Vivek Chibber, quien sobre la base de una evidencia comparativa internacional demolió inmisericordemente tales tesis. (Chibber, 2005) Este ascendiente revela los alcances de la victoria ideológica del neoliberalismo en la "batalla de ideas": si en la segunda mitad de la década de los sesentas había tomado cuerpo una teorización y una propuesta política en torno a una "vía no capitalista de desarrollo" que se manifestó de diversas maneras en los distintos países - con Salvador Allende y Radomiro Tomic en las elecciones presidenciales chilenas de 1970; en el régimen de Velasco Alvarado en el Perú de finales de los sesentas; en la tentativa de Juan José Torres en la Bolivia de la Asamblea Popular de 1971, siendo los casos más importantes- a partir de la contra-ofensiva capitalista lanzada desde mediados de los setentas esa alternativa fue barrida con un baño de sangre. El resultado es que hoy gran parte de la "centro-izquierda", producto de aquella derrota en el crucial terreno de las ideas, renueva su creencia en el desarrollo capitalista nacional impulsado por una figura espectral: la "burguesía nacional".

La persistencia de un mito

Veamos algunos ejemplos extraídos de la presente coyuntura. En la Argentina, por ejemplo, el presidente Néstor Kirchner reafirma su decisión de construir un "capitalismo serio", alentando la constitución de una "burguesía nacional" capaz de conducir la maltratada economía argentina hacia el puerto seguro del desarrollo. Esa fue una de sus primeras definiciones programáticas en el discurso inaugural de su mandato, el 25 de Mayo de 2003, cuando ante la Asamblea Legislativa decía que "(e)n nuestro proyecto ubicamos en un lugar central la idea de reconstruir un capitalismo nacional que genere las alternativas que permitan reinstalar la movilidad social ascendente."

Esta obstinación habría de acentuarse con el paso de los años, lo que quedó en evidencia en su viaje a la Asamblea General de la ONU, en Nueva York, en el mes de Septiembre de 2006, ocasión en la cual tanto Kirchner como la Senadora Cristina Fernández de Kirchner, su eventual sucesora en la Casa Rosada, dieran muestras de su incondicional adhesión al capitalismo y al mito del desarrollo capitalista nacional. En esa ocasión el presidente aceptó una invitación de la Bolsa de Valores de Nueva York (NYSE) para visitar su sede y disfrutar del dudoso privilegio de tocar la campana que indica el cierre de las operaciones del día. En dicha oportunidad Kirchner dijo, evidenciando un sincero arrepentimiento, que "agradezco el gesto del mercado de invitarnos aquí. La Argentina está volviendo al lugar del que nunca debió haber salido". (Rodríguez Yebra, 2006). Lo curioso del caso, es que de hecho la Argentina jamás se había marchado de ese lugar. Por el contrario, siempre estuvo allí, por lo menos desde mediados de la década de los cincuentas como uno de los países más endeudados del planeta y jugosa presa de todo tipo de operaciones especulativas y de pillaje realizadas desde ese sagrado recinto: desde el doloso "megacanje" de la deuda externa de la época de De la Rúa/Cavallo, hasta las fraudulentas privatizaciones y la apertura indiscriminada de ordenadas por Menem/Cavallo pasando por innumerables tropelías y latrocinios de ese tipo. ¿Ignoraba Kirchner al pronunciar sus palabras que cerca del 95 por ciento de las operaciones que tienen lugar en el sistema financiero internacional -del cual Wall Street es su corazón- son de carácter especulativo, razón por la cual una investigadora como Susan Strange, nada sospechosa de propensiones izquierdistas, bautizó a dicho sistema como un "capitalismo de casino", parasitario e irresponsable, depredador de mercados y naciones, cuya febril búsqueda de lucro no se detiene ante nada o ante nadie sembrando a su paso crisis, destrucción y muertes? Similares declaraciones expresó bajo el amparo de un organismo como el Council of the Americas, uno de los principales sostenes ideológicos del imperio- despejando cualquier duda que pudiera subsistir sobre la naturaleza de su gobierno: una variedad del "centro-izquierda", por momentos vociferante pero siempre inquebrantablemente identificada con la perpetuación del capitalismo en la Argentina y, pese a gestos y retóricas estridentes, cada vez más dócil ante los dictados de la Casa Blanca.

Hay que agregar que ya, con anterioridad a esta fecha y en numerosas ocasiones, Kirchner se había referido reiteradamente a la necesidad de implantar en la Argentina un capitalismo "serio", "nacional" e "inteligente", adjetivos éstos que supuestamente obrarían el milagro de convertir a un régimen basado en la explotación del trabajo asalariado en una fraternal comunidad de iguales. Uno de los problemas con que se enfrenta el presidente es que en la Argentina el capitalismo nada serio sino, por el contrario, "sonriente", "irresponsable", "de los compinches" (croony capitalism), "trasnacionalizado" y torpe, en vez de inteligente, produjo espléndidos resultados para los capitalistas, con tasas exorbitantes de ganancias y con la consolidación de extraordinarios privilegios que ningún burgués "serio" pensaría que es razonable abandonar por más que lo solicitara el primer mandatario. ¿Cómo convencer a quien se encuentra instalado en el diez por ciento más rico de la Argentina -y cuyos ingresos en 2003 eran 56 veces superiores a los del diez por ciento más pobre- que es urgente y necesario pasar a un capitalismo "serio", que evite tan flagrante e intolerante injusticia? Lo más probable es que el capitalista en cuestión considere "poco seria" la preocupación presidencial por la "seriedad" de un capitalismo que produce tan magníficos resultados, recompensando a los empresarios y a los inversores con tan fenomenales ganancias.

Esta explícita voluntad de situar los parámetros fundamentales de la sociedad capitalista fuera de cualquier posible impugnación, no así sus manifestaciones más aberrantes, fueron ratificados en ese mismo viaje en una conferencia dictada en la Universidad de Columbia por la senadora Cristina Fernández de Kirchner. En esa ocasión la esposa del presidente -sin duda, una de sus más autorizadas voceras- declaró que las políticas del gobierno de Kirchner se sitúan del lado del capitalismo. '¿Qué es el capitalismo?', se preguntó. Su respuesta: lo que hizo caer al muro del Berlín no fue "el poderío de Estados Unidos sino que el capitalismo es una mejor idea que el comunismo, y si el capitalismo se distingue frente a otras doctrinas es por la idea del consumo'. Sus críticas al FMI se apoyan en la inconsistencia de sus prédicas con el supuesto núcleo del capitalismo, sus "mejores ideas", dado que "con sus políticas de ajuste lo primero que hace es restringir el consumo" y, en consecuencia, debilitar el impulso capitalista. (Baron, 2006)

¿Un capitalismo nacional sin "burguesía nacional"?

Volviendo al discurso inaugural de Kirchner, ¿Qué grado de realismo tiene hoy, en un mundo de mercados transnacionalizados y de impetuosa mundialización de los procesos productivos, comerciales y financieros, apostar a un desarrollo capitalista nacional? Pregunta indispensable sobre todo en una formación social como la argentina, en la cual el grado de extranjerización de la economía ha avanzado a ritmo desenfrenado y es uno de los mayores de toda la región. Respuesta: ningún grado de realismo. Es pura fantasía. Raúl Zibechi, en un texto sumamente interesante que desnuda el anacronismo de esta opción, cita una categórica afirmación de Samir Amin diciendo que "ya no hay más una burguesía nacional". Afirmación un tanto excesiva pero que contiene importantes elementos de verdad. (Zibechi, p. 1). Excesiva, decimos, porque algunos países de las metrópolis capitalistas todavía se caracterizan por la presencia de ciertos conglomerados empresariales equivalentes a una "burguesía nacional" si bien diferentes al modelo clásico de esta clase tal cual aparecía en la segunda mitad del siglo diecinueve y comienzos del veinte. Tal es el caso de Estados Unidos, Japón, Corea y los principales países europeos, cuyas grandes empresas si bien operan a escala planetaria y tienen un horizonte de acumulación que trasciende con creces las fronteras nacionales tienen sus casas matrices en esos países, se protegen con sus jueces y sus leyes, cuentan con sus gobiernos para acudir en defensa de sus intereses cuando son amenazados y es hacia allí donde canalizan las ganancias que obtienen en los mercados mundiales. Y con relación a la Argentina agrega que "el último intento de burguesía nacional que hubo en la Argentina fue Perón. No creo que haya actualmente una burguesía nacional en Argentina. Existe una burguesía compradora que imagina su enriquecimiento, como proyecto, en el marco del capitalismo global tal como es, sin ambición alguna de modificar los términos de este capitalismo." Amin no duda que puedan existir "proyectos de burguesía nacional en los países ex socialistas. Principalmente: Rusia y China … pero no hay un proyecto de burguesía nacional en ningún otro país, sean los países más industrializados como Argentina, Brasil, Egipto e India o países menos industrializados, como los de Africa subsahariana. ¡Ya no hay más burguesía nacional!" Sin entrar en polémicas, insistimos: lo que dice Amin es indiscutible para la periferia, pero mucho más debatible cuando concentramos nuestra atención en el capitalismo mundializado, (Roffinelli y Kohan, 2003) (7)

Podría argüirse que, a diferencia de la Argentina, en el caso de Brasil, esta expectativa sobre las potencialidades desarrollistas de la "burguesía nacional" tiene un cierto fundamento. Después de todo Brasil fue, junto a México, uno de los dos únicos países de América Latina que contó con una pujante "burguesía nacional". En la Argentina una formación relativamente similar existió entre 1870 y 1930: se trataba de una clase de grandes propietarios agrarios aburguesados íntimamente asociados a una "burguesía compradora" fuertemente anglófila y estrechamente ligada a economía británica. Pero cuando este proyecto se agotó, con el derrumbe capitalista de 1929, la "burguesía nacional" que tenía que dar un paso al frente para establecer su hegemonía brilló por su ausencia. Y si bien el peronismo trató de insuflarle los bríos necesarios para cumplir con su supuesta "misión histórica" esa clase -en realidad, un agrupamiento heteróclito de empresarios sin ninguna visión de conjunto ni proyecto nacional- se reveló como extraordinariamente débil y para nada dispuesta a luchar contra el imperialismo y sus poderosos aliados locales. Capituló con ignonimia a los pocos años, en 1955, a manos de una alianza oligárquico-clerical que supo movilizar el resentimiento de los vastos sectores medios que se sentían amenazados por las políticas de promoción social impulsadas por el peronismo y que habían dotado a los sectores populares de una gravitación económica y social sin precedentes. Dicha alianza, hay que decirlo, contó con el discreto apoyo del imperialismo norteamericano, que en 1945 se había opuesto frontalmente a Perón. Pero ahora le temía menos a las políticas económicas del peronismo, que a esas alturas ya estaban "alineadas" con las directivas imperiales, que a los eventuales desbordes populares que podrían producirse ante la descomposición del régimen y que, se decía en los pasillos oficiales de Washington, corrían el riesgo de tener un desenlace revolucionario. (8)

En el caso del Brasil, la persistencia de este mito (unido a la necesidad de edulcorar su imagen de sindicalista combativo) impulsó al candidato del PT para las elecciones del 2002, Luiz Inacio "Lula" da Silva a forjar una alianza tan desmovilizadora como anacrónica con un representante de la "burguesía nacional" brasileña, un sector supuestamente identificado con el desarrollo económico y el fortalecimiento del mercado interno, la expansión del empleo y, por esta vía, una cierta redistribución del ingreso. Sin embargo, la presencia del empresario José Alencar no traspasó los límites de lo meramente ornamental: fue durante la primera presidencia de Lula cuando el capital financiero obtuvo las más fabulosas tasas de rentabilidad de toda la historia del Brasil, con el previsible impacto devastador sobre los restos de una "burguesía nacional" absolutamente impotente para torcer el rumbo de la política económica ultraneoliberal que, con al aval de Lula, la estaba destrozando. En ese sentido, los reiterados lamentos del vicepresidente por los efectos de las políticas del superministro fueron penosos testimonios de la incapacidad política de una clase que, a pesar de los nostálgicos, ya hacía tiempo que había perdido los atributos que, en el pasado, le posibilitaron ejercer un papel más decoroso en el escenario nacional.

Claro está que los casos de Brasil y México tampoco son idénticos. Tal como lo argumentara hace ya muchos años Agustín Cueva, México fue sede de la única revolución burguesa triunfante en América Latina. Otras tentativas, según Cueva, como Guatemala en 1944 o Bolivia, en 1952, fracasaron en ese intento. La primera ahogada en sangre por la invasión de Castillo Armas, orquestada por la CIA, y la segunda producto de la ferocidad de la reacción termidoriana que puso fin a la insurgencia popular de los mineros y campesinos bolivianos. El caso de México obliga a introducir una distinción que reiteradamente propusiera Lenin para comprender la peculiaridad de las revoluciones burguesas en los capitalismos periféricos: una cosa son las fuerzas motrices de la revolución y otra bien distinta las fuerzas dirigentes de la misma. En México las fuerzas motrices de la Revolución Mexicana fueron el campesinado y, en menor medida, los sectores populares urbanos; pero las fuerzas dirigentes fueron la pequeña burguesía y un incipiente sector burgués que montado sobre la oleada revolucionaria proveniente "desde abajo" liquidó el viejo orden y sentó las bases para un vigoroso desarrollo económico una de cuyas consecuencias sería la creación de la más pujante "burguesía nacional" de América Latina. En el caso de Brasil, Florestán Fernándes ha señalado que la revolución burguesa asumió más bien las características que Gramsci sintetizara en su concepto de "revolución pasiva", es decir, una tentativa de fundar un orden burgués pero sin un proceso revolucionario que movilizara a las clases y capas subalternas para destruir los cimientos del viejo orden. Revolución burguesa tardía porque comenzó simultáneamente con la rápida transnacionalización del capitalismo de posguerra que produciría el agotamiento del proyecto de desarrollo capitalista nacional; y débil, además, porque la representación de los intereses "nacionales" de los sectores burgueses -acosados por la dinámica imperialista tanto como por una impetuosa movilización popular- tuvo que descansar en manos de las fuerzas armadas. Esto dio lugar a una suerte de "cesarismo regresivo", para utilizar una vez más una categoría de análisis gramsciano, en donde la "burguesía nacional" brasileña para reafirmar su predominio tuvo que subordinarse a -y no sólo hacerse representar por- las fuerzas armadas durante veinte años, con la irremediable distorsión de su lógica de acumulación. La caída del régimen militar puso en evidencia los límites de esta estrategia. (9)

Lecciones de la historia económica

Las enseñanzas que pueden extraerse de estos ejemplos, sucintamente presentados, son inequívocas. A comienzos del siglo veintiuno tanto Brasil como México -y en mucho mayor medida la Argentina- atestiguan por una parte la acelerada descomposición de la "burguesía nacional"; por la otra, que por más que haya habido prolongados períodos de crecimiento económico éstos no fueron suficientes para hacer que aquellos países superasen las fronteras del subdesarrollo.

En México la etapa del "desarrollo nacional-burgués" culminó en 1976. Se abrió en ese momento un interregno que se prolongó hasta Agosto de 1982 cuando el catastrófico default mexicano precipitó la crisis de la deuda en todo el mundo. Comenzó entonces un período signado por la progresiva imposición de las políticas neoliberales y, a partir de 1988, en el sexenio de Salinas de Gortari, por la capitulación incondicional del PRI y la burguesía mexicana ante el capital norteamericano y el desmantelamiento de casi todas las conquistas de la Revolución Mexicana, línea ésta que habría de continuarse y profundizarse en los gobiernos del PAN que le sucedieron. El triunfo de este partido en las elecciones presidenciales del 2000, y el del candidato de la derecha radical Felipe Calderón en los fraudulentos comicios del 2006 no hicieron sino ratificar en el plano de las estructuras políticas y estatales la creciente subordinación de facto de México a los dictados de Washington y el sometimiento de la herida de muerte "burguesía nacional" a manos del capital extranjero. La privatización de las empresas públicas y la absorción de las privadas nacionales -amén de la competencia desigual facilitada por la firma del TLC- hizo que grandes conglomerados transnacionales fundamentalmente estadounidenses tomaran bajo su control casi todos los sectores estratégicos de la economía mexicana, socavando el basamento material de lo que en sus épocas de gloria fuera la "burguesía nacional" más poderosa de América Latina.

Un proceso semejante se ha vivido en el Brasil, donde la transnacionalización de su atractivo mercado interno -potencialmente enorme- ha ido desplazando a los viejos sectores burgueses nacionales hacia las áreas menos rentables de la economía. Las grandes empresas públicas fueron o bien privatizadas o desmanteladas, para su venta por partes, y las políticas de atracción del capital extranjero a cualquier costo, facilitadas por la estructura federal del estado brasileño, impulsó una suicida race to the bottom de los gobiernos estaduales que ofrecían una escalada sin límites de exenciones tributarias y fiscales a las empresas extranjeras para atraerlas a que se radiquen en su territorio, arrojando por la borda no sólo eventuales ingresos fiscales sino también controles medioambientales y laborales de diverso tipo. La Argentina, por su parte, ostenta el dudoso honor de ser el país con mayor grado de extranjerización de su economía, donde todo fue malvendido y enajenado durante el fatídico decenio del capitalismo salvaje presidido por Carlos S. Menem. Venezuela, Bolivia, Colombia, además de Brasil y México, se las ingeniaron para preservar el control estatal de la riqueza petrolera; en Argentina, en cambio, YPF fue privatizada. Y si México pudo hasta hoy conservar el control público sobre la Comisión Federal de Electricidad, en la Argentina su homóloga fue seccionada en dos partes y privatizada a precio vil. Lo mismo ocurrió con el gas, los teléfonos, la aeronavegación, el agua y un sinfín de empresas públicas que habían sido fundadas con los ahorros de los argentinos y que, en medio de un festival sin precedentes de corruptelas de todo tipo, fueron transferidas a manos extranjeras. En algunos casos, a empresas estatales extranjeras, como lo era Repsol cuando se adueñó de YPF. O, en otros, facilitando que la segunda empresa petrolera argentina, de capitales privados, fuese adquirida por una empresa pública como Petrobrás, lo cual contradecía flagrantemente el discurso neoliberal acerca de la "ineficiencia" propia de las empresas públicas.. De ahí que la extranjerización de la economía argentina sea hoy un dato grotesco para un país cuyas empresas del estado fueron, en su mejor momento, puntales del desarrollo nacional cumpliendo importantísimas funciones económicas y sociales que la pusilánime "burguesía nacional" nunca se preocupó por asumir y que el gobierno actual no tiene intenciones de recuperar.

Para resumir: la sucinta enumeración anterior ilustra con elocuencia el proceso de descomposición e irreversible debilitamiento de las "burguesías nacionales", fenómeno que como asegura Chibber se reproduce por doquier en la periferia del sistema.. En las tres economías más grandes de América Latina se verifica el mismo proceso de debilitamiento/descomposición y nada autoriza a pensar que en las demás la tendencia histórica se mueva en una dirección contraria. Los avances de los diversos TLCs (bilaterales: con Chile, Colombia, Perú; o multilaterales, como los de las economías centroamericanas y República Dominicana) si algo van a hacer es practicar con fruición la eutanasia del empresariado nacional, y concentrar los negocios en manos de los grandes conglomerados norteamericanos que impulsan los proyectos que ejecuta la Casa Blanca.

Pero hay además otra cuestión que debe ser considerada: en los casos de Brasil y México, los dos países con las más poderosas "burguesías nacionales", el proceso de acumulación que éstas supieron impulsar de ninguna manera logró que aquellos accedieran al rango de capitalismos desarrollados. (10) México conoció un período de extraordinario crecimiento económico entre 1940 y 1976, "el desarrollo estabilizador", un desempeño económico extraordinario sostenido por un inusualmente prolongado período de tiempo. Y sin embargo, después de tanto esfuerzo lo que se encontró al final del camino no fue el límpido cielo del desarrollo sino la tremenda crisis de 1982 y, luego, la recomposición regresiva y reaccionaria del capitalismo mexicano bajo la égida del capital financiero, las empresas transnacionales y la presión de la Casa Blanca. Por lo tanto, lo que esto demuestra es que pese a las elevadas tasas de crecimiento sostenidas durante treinta y seis años el capitalismo periférico fue incapaz de dar el salto que le permitiera superar la barrera que separa subdesarrollo de desarrollo. Resultado similar se obtuvo luego de mal llamado "milagro económico" de los militares brasileños, que por algunos años registró tasas elevadas de crecimiento económico. Y otro tanto ocurrió en la Argentina, a comienzos de los noventas y, de modo aún más rotundo en los últimos cuatro años, cuando el país luego de la gran crisis del período 1998-2002 -y que tuvo su climax en las grandes movilizaciones populares de Diciembre de 2001- se embarcó en un período de 47 meses de crecimiento económico ininterrumpido con tasas tan elevadas como las de China y, sin embargo, los problemas crónicos del subdesarrollo, que afectan a Brasil y a México, también se exhiben con singular nitidez en la Argentina: pobreza, exclusión social, desempleo, altas tasas de analfabetismo abierto y funcional, baja productividad media, profundos desequilibrios regionales, debilidad estatal para imponer reglas del juego en la economía, retraso tecnológico, vulnerabilidad externa, fragilidad de las instituciones democráticas (cuando las hay), y múltiples formas de dependencia económica de los centros imperialistas del poder mundial. (11)

En síntesis: en estos tres países hubo crecimiento económico, y en algunos casos el crecimiento, evidentemente con discontinuidades, llegó a ser realmente impresionante. Sin embargo, ninguno dejó de ser un país subdesarrollado y, por eso, al día de hoy exhiben los rasgos que caracterizan tal situación. Hubo una sola excepción en la historia económica contemporánea: Corea, el único país que en el siglo veinte trascendió las fronteras que separan subdesarrollo de desarrollo. Uno de los pocos, también, que a diferencia de los países de América Latina, jamás aplicó los "buenos consejos" del FMI, el BM y el Consenso de Washington y que, por eso mismo, fue el último en subirse al tren del desarrollo capitalista antes de que se alejara definitivamente de la estación a mediados del siglo veinte. Todos los demás llegaron tarde y ahora quedarse a esperar su regreso es un arrebato de nostalgia destinado inexorablemente al fracaso. (12)

Repensar al socialismo


La conclusión de estas breves reflexiones sobre la historia económica comparada es la siguiente: quien quiera hoy hablar de desarrollo tiene que estar dispuesto a hablar de socialismo; y si no quiere hablar de socialismo debe callar a la hora de hablar del desarrollo económico. La experiencia internacional es taxativa: países considerados "la gran promesa", poseedores de un futuro brillante en el concierto capitalista mundial, se debaten en medio del subdesarrollo, la pobreza y la dependencia un siglo después de aquellos pronósticos tan favorables. Los gobiernos y el público en general tienen que admitir que, como dijera de Schweinitz, esa ruta está clausurada y que es necesario crear una opción nueva. La declaración del Presidente Hugo Chávez Frías en el sentido de que dentro del capitalismo no hay solución para los problemas de América Latina sintetiza adecuadamente el resultado de numerosos estudios e investigaciones. Si hay una solución -y si tenemos tiempo de encontrar una solución dada la amenaza de holocausto ecológico que se cierne sobre el planeta- habrá que buscarla fuera del capitalismo, en el campo del socialismo. (13)

Por lo tanto, la propuesta de avanzar en la construcción del socialismo del siglo veintiuno es una invitación que no debe ser desechada. Claro está que, en el terreno económico, se trata de un socialismo superador de la anacrónica antinomia "planificación centralizada o mercado incontrolado" y que, en cambio, abre espacios para la imaginación creadora de los pueblos en la búsqueda de nuevos dispositivos de control popular de los procesos económicos, dotados de la flexibilidad suficiente para responder con rapidez al torrente de innovaciones que día a día modifica la fisonomía del capitalismo contemporáneo. Un socialismo que potencie la descentralización y la autonomía de las empresas y unidades productivas y, al mismo tiempo, haga posible la efectiva coordinación de las grandes orientaciones de la política económica. Un socialismo que promueva diversas formas de propiedad social, desde empresas cooperativas hasta empresas estatales y asociaciones de éstas con capitales privados, pasando por una amplia gama de formas intermedias en donde trabajadores, consumidores y técnicos estatales se combinen de diversa forma para engendrar nuevas relaciones de propiedad sujetas al control popular. Uno de los problemas más serios que tuvo la experiencia soviética, y todas las que en ellas se inspiraron, fue la de confundir la propiedad pública con la propiedad estatal. Uno de los desafíos más grandes del socialismo del siglo veintiuno será demostrar que existen formas alternativas de control público de la economía distintas a las del pasado. Pero, es preciso tener en claro que tal como lo dijera en su tiempo Rosa Luxemburgo, el futuro, sobre todo para los sobrevivientes del holocausto social del neoliberalismo, es el socialismo o, en caso de que no logremos construirlo, ser testigos de la perpetuación y agravamiento de esta barbarie que pone en peligro la sobrevivencia misma de la especie humana.

Estamos ante una situación crítica en la cual, como dijera Simón Rodríguez, "o inventamos o erramos". No hay modelos por imitar, Puede haber experiencias que sirvan como fuentes de inspiración, pero nada más. Una China que alimenta a diario a mil trescientos millones de personas seguramente que tendrá algo digno de ser aprendido en el terreno de la producción agraria. Un Vietnam que renace de las cenizas de la destrucción de que fuera objeto a manos de los Estados Unidos también tiene algo que enseñarnos. Los extraordinarios logros de Cuba en materia de salud y educación contienen valiosísimas lecciones que los países subdesarrollados deben estudiar con suma atención. Pero la construcción del socialismo del siglo veintiuno, condición necesaria para el desarrollo de nuestras sociedades, no puede ser producto de actos imitativos. Fidel dijo reiteradamente que "cada vez que copiamos nos equivocamos", subrayando la sabiduría contenida en la sentencia de Simón Rodríguez. Y un gran teórico marxista latinoamericano, José Carlos Mariátegui, ya había advertido los alcances de este desafío cuando dijera que el "socialismo en América Latina no puede ser calco y copia sino invención heroica de nuestros pueblos." Es con este predicamento que nuestros pueblos deberán construir el socialismo del siglo veintiuno, condición necesaria para salir definitivamente del subdesarrollo.

Notas:

1) El Che participó, como Ministro de Industrias de Cuba, en la Conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social (CIES), un organismo dependiente de la OEA, que sesionó en Punta del Este entre el 5 y el 18 de Agosto de 1961, a escasos cuatro meses de la fallida invasión a Playa Girón. En su primera intervención en la Conferencia el Che pronunció un vibrante alegato denunciando los modestísimos alcances de un supuesto programa de desarrollo económico auspiciado por los Estados Unidos, la fallida Alianza para el Progreso, representado en la Conferencia por su Secretario del Tesoro, Douglas Dillon, que por su énfasis en la construcción de redes cloacales el revolucionario argentino-cubano denominó sarcásticamente como "la letrinización de América Latina". Los modestos objetivos que se proponía la Alianza, que ni siquiera fueron alcanzados por ningún país, contrastaban llamativamente con las grandes realizaciones que Cuba había logrado en dos años y medio de revolución y que la habían convertido, entre otras cosas, en el primer territorio libre de analfabetos de las Américas.

2) Para un análisis sobre la naturaleza y el impacto de las ideas de Rostow véase Roffinelli y Kohan, 2003.

3) No deja se ser asombrosa la coincidencia de perspectivas entre la obra de un teórico conservador como Walter W. Rostow y la de quienes, desde una perspectiva presuntamente crítica, se inspiran en la obra de Hardt y Negri. En una entrevista concedida al matutino argentino Página/12 Cocco y Negri descalifican al concepto de imperialismo y juzgan como lamentable al "antiimperialismo". No podrían haber estado más de acuerdo con el teórico preferido de la Administración Kennedy. Cf. Gago, 2006

4) Un ejemplo de nuestros días lo ofrece la obra de Hardt y Negri, Imperio, en la cual se asegura que países como Bangladesh y Haití se encuentran al interior del imperio puesto que éste todo lo abarca. Pero, ¿se hallan por eso en una posición comparable a la de los Estados Unidos, Francia, Alemania o Japón? Si bien afortunadamente admiten que no son idénticos desde el punto de vista de la producción y circulación capitalistas Hardt y Negri concluyen, para estupor de los estudiosos, que entre "Estados Unidos y Brasil, Gran Bretaña y la India no hay diferencias de naturaleza, sólo diferencias de grado", tesis ésta que suscribiría con entusiasmo el propio Rostow. (Hardt y Negri, p. 307) Como bien recuerda Amin, las periferias del sistema mundial no son tan sólo "formaciones desigualmente desarrolladas" sino que se trata de formaciones sociales interdependientes precisamente en función de esa desigualdad. Para una crítica a la visión radicalmente equivocada y funcional al imperialismo de Hardt y Negri ver Boron, 2002.

5) Al momento de escribir su libro nuestro autor era profesor de la Northwestern University, una universidad de elite radicada nada menos que en Chicago y muy influenciada por el prestigio intelectual que por entonces gozaba la Escuela de Chicago de donde saldría, entre otros, uno de los grandes ideólogos de la contrarrevolución neoliberal de los años setentas. Nos referimos a Milton Friedman, por supuesto.

6) Antes de proseguir con nuestra argumentación se impone una aclaración. Las usinas ideológicas de la derecha, con el auxilio invalorable de algunos ex -izquierdistas, ha impuesto un lugar común que podría sintetizarse así: si bien se produjo en América Latina un "giro a la izquierda" Washington no debe reaccionar indiscriminadamente ante el peligro que esto podría entrañar para la "seguridad nacional" norteamericana, el normal funcionamiento de los mercados y la seguridad jurídica de las inversiones extranjeras en la región. Existen, según los Castañedas, Vargas Llosas, Fuentes y tantos otros, dos izquierdas: una "seria y racional", que comprende la importancia de no interferir con la lógica de los mercados y otra, anatemizada como "radical", "populista" o "demagógica" según los diversos autores, empeñada en contradecirla. La primera vertiente incluye como ejemplos paradigmáticos los casos de la Concertación chilena y el gobierno de Lula en Brasil, si bien hay otros en la región que también podrían encuadrarse en este modelo como el de Tabaré Vázquez en Uruguay y Alan García en el Perú. Ejemplos rotundos de la segunda serían los de Cuba y Venezuela, a los que posteriormente se agregó el de Evo Morales en Bolivia y, más recientemente todavía, el de Rafael Correa en el Ecuador. El caso de Kirchner ocupa un lugar muy especial porque si bien por su retórica podría encasillárselo junto a Chávez y Evo, la orientación de sus políticas económicas -hecha excepción de la quita en los bonos de la deuda externa- se encuadra en los grandes lineamientos del Consenso de Washington. En realidad, cuando se habla de "izquerda" en América Latina tal caracterización le cabe exclusivamente a los gobiernos de Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador. Los demás son, en el mejor de los casos, gobiernos de centro a los cuales el rótulo de "centro izquierda" les queda demasiado grande y constituye una distinción inmerecida en función de sus pobres desempeños en materia de justicia social.

7) Sobre este tema, ver Katz, 2004b.

8) Recordar la visita de Milton Eisenhower a la Argentina, testificando el cambio en las relaciones con los Estados Unidos, luego de que el gobierno peronista admitiera el ingreso de las firmas petroleras norteamericanas y abandonara las políticas heterodoxas utilizadas en el período 1946-1951. Para testimoniar esa reorientación, que implicaba un primer acercamiento al FMI, Eisenhower, enviado personal de su hermano Ike, a la sazón presidente de los Estados Unidos, fue condecorado con la medalla de la lealtad peronista, el máximo galardón otorgado por el partido a quienes sobresalían en su lucha por los principios de justicia social que supuestamente encarnaba el peronismo.

9) El superministro de las fuerzas armadas brasileñas en ese período no fue otro que Delfím Netto quien, en la actualidad, se cuenta como uno de los principales asesores del Presidente Lula. Este ha repetidamente señalado la excelente vinculación que lo une con el ex -funcionario del régimen militar. En una entrevista reciente Lula dijo que 'Pasé más de 20 años criticando a Delfim (cuando Lula militaba en el sindicato metalúrgico y luego en la Central Unica de Trabajadores) y ahora él es mi amigo y yo soy su amigo', afirmó. Luego aseguró que 'quien va más de derecha, va quedando más de centro. Quien está más de izquierda, va quedando más socialdemócrata, menos a la izquierda'. En esa misma entrevista Lula declaró que, habiendo cumplido los 60 años, "ya no está en edad para ser de izquierda." (Clarín, 2006)

10) Pese a que, bajo fuerte presión de EEUU, la OECD le confirió esa condición a México una vez que firmó el TLC con Estados Unidos y Canadá. Pero se trató de una maniobra propagandística del imperio y nada más. Los 500.000 mexicanos que cada año arriesgan su vida para cruzar la frontera demuestran con elocuencia la falacia de esa calificación.

11) Es preciso recordar que más allá de las etapas de altas tasas de crecimiento de corta duración un país como la Argentina registró muy elevados índices durante el período 1880-1914, sin que ello fuera suficiente para dar lugar a un capitalismo desarrollado. Otro tanto ocurrió con Brasil y México a lo largo de gran parte del siglo veinte, y los resultados fueron los mismos. Está fuera de toda discusión el hecho de que el crecimiento produjo una transformación económica importante en la periferia del sistema, pero en ningún caso ese desempeño sirvió para instalar a esos tres países en el selecto club de los capitalismos desarrollados.

12) Alguien podría aducir, sin embargo, que el desarrollo de España, Portugal, Grecia e Irlanda demuestra que el tren del desarrollo capitalista retorna recurrentemente posibilitando que nuevos países se incorporen al mundo desarrollado. Pero, en realidad, esto no es así. España y Portugal fueron grandes metrópolis imperiales durante siglos, y su prolongada decadencia de ninguna manera puede equipararse a la situación de cualquiera de las sociedades coloniales de América Latina y el Caribe. Grecia fue durante siglos volátil botín del Imperio Otomano, Francia, Inglaterra y Rusia, e Irlanda una provincia sometida de la corona británica pero integrada a ese espacio económico. En todo caso el desarrollo de estos cuatro países es una proyección del proceso de acumulación capitalista en curso primero en las grandes potencias europeos y, posteriormente, en la Unión Europea. Lo que ésta ha hecho es equivalente a lo ocurrido cuando, por ejemplo, Italia aplicó desde los años sesenta del siglo pasado una política específica para promover el desarrollo de sus regiones más atrasadas, el Mezzogiorno. Eso mismo hizo la UE con los cuatro países mencionados. En el caso de América Latina, ¿quién está interesado en promover y financiar nuestro desarrollo?

13) Existe ya una abundante bibliografía en torno a la cuestión del socialismo del siglo XXI. Aparte de las diferentes intervenciones del Presidente Hugo Chávez Frías consúltese Katz, 2004 a, Katz, 2006; Kohan 2002; Martínez Heredia, 2005; Monedero, 2005; Petras, 2006; Puerta, 2006; Regalado Alvarez, 2005 Valdés Gutiérrez, 2006.

Bibliografía:

Baron, Ana 2006 "Cristina defendió el capitalismo y cuestionó otra vez el papel del FMI", en Clarín (Buenos Aires) 19 de Septiembre, p. 5

Boron, Atilio A. 2002 Imperio & Imperialismo. Una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio Negri (Buenos Aires: CLACSO)

Chibber, Vivek 2005 "El mito del estado desarrollista", en Socialist Register en Español (Buenos Aires: CLACSO) Clarín 2006

"Declaraciones del Presidente de Brasil: Lula dice que es viejo para ser de izquierda", 13 de Diciembre.

de Schweinitz Jr, Karl 1964 Industrialization and Democracy. Economic necessities and political possibilities (Glencoe: The Free Press)

Frank, André Gunder 1964 Capitalism and Underdeveloment in Latin America: Historical Studies of Chile and Brazil (New York: Monthly Review Press)

Gago, Verónica 2006 "América Latina está viviendo el momento de una ruptura. Entrevista a Toni Negri y Giuseppe Cocco" en Página/12 (Buenos Aires) |Lunes 14 de Agosto.

Garcés, Homar. 2006 "El socialismo del siglo XXI" Argenpress, 31 de Enero

Hardt, Michael y Antonio Negri, 2000 Imperio (Buenos Aires: Paidós)

Katz, Claudio 2004 a El porvenir del Socialismo (Buenos Aires: Herramienta)

Katz, Claudio 2004 b "Argentina: burguesías imaginarias y existentes", en www.rebelion.org 8 de Febrero

Katz, Claudio 2006 "Socialismo o neodesarrollismo", www.rebelion.org 28 de Noviembre.

Kohan, Néstor 2002 Marx en su Tercer Mundo. Hacia un socialismo no colonizado (Buenos Aires: Biblos)

Martínez Heredia, Fernando 2005 "Movimientos sociales, política y proyectos socialistas", en En el horno de los 90 (La Habana, Editorial Ciencias Sociales)

Monedero, Juan Carlos 2005 "Socialismo del siglo XXI: modelo para armar y desarmar", en Red Voltaire, 16 de Septiembre.

Petras, James.2006 "Propuesta para el nuevo orden social, económico y cultural" www.rebelion.org 21 de Mayo

Puerta, Jesús 2006 "Socialismo y desarrollo endógeno" en Participación y socialismo, N° 2, Abril-Mayo.

Regalado Alvarez, Roberto 2005 "La izquierda latinoamericana hoy", Cuadernos del CEA (La Habana, Cuba)

Rodríguez Yebra, Martín 2006 "Kirchner hizo promesas en Wall Street" en La Nación (Buenos Aires) 21 de Septiembre.

Roffinelli, Gabriela y Néstor Kohan, entrevista a Samir Amin, 'He sido y sigo siendo comunista', en www.rebelion.org 27 de Septiembre.

Valdés Gutiérrez, Gilberto.2006 "Desafíos de la sociedad más allá del capital". www.emancipación.org,

Zibechi, Raúl 2003 ALAI-AMLATINA, Octubre 9. http://alainet.org/listas/info/alai-amlatina

AUTOR : ATILION BORON
FUENTE : ARGENPRESS