Mostrando las entradas con la etiqueta ANALISIS.. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta ANALISIS.. Mostrar todas las entradas

sábado, 14 de enero de 2017

La globalización y los trabajadores del mundo

La globalización fue anunciada como algo beneficioso para todos, como un vigoroso paso adelante hacia una mejora económica universal. Era claramente falso, y no fueron solo los economistas de izquierdas, sino también muchos economistas de la línea “dominante” como Paul Samuelson los que lo dijeron desde el primer momento.
El motivo que aducían era muy sencillo: si el régimen económico mundial permitía la libre importación en Estados Unidos de mercancías procedentes de China o de la India, ello afectaría negativamente a los salarios reales de los trabajadores norteamericanos, porque los trabajadores norteamericanos, con unos salarios mucho más altos, tendrían que competir, en detrimento suyo, con los salarios más bajos de los trabajadores chinos o indios.

 Por consiguiente, el hecho de que la globalización perjudicaría necesariamente a los trabajadores de Estados Unidos y de otros países avanzados, les parecía obvio a ellos, y de hecho a todos, de lo que se seguía que no era posible que beneficiase a todos los segmentos de la clase trabajadora mundial. Ahora bien, de acuerdo con esta argumentación, se consideraba que la globalización beneficiaría a los trabajadores de países como China o la India, es decir, de aquellos países del tercer mundo con los salarios bajos.
Formulando este argumento de otro modo, ya que la libre circulación de mercancías y de capitales por todo el mundo intensifica la competencia entre los trabajadores de los diferentes países, se produciría una tendencia hacia una disminución de las diferencias salariales entre estos países, y si bien esto representaría un cierto incremento en los salarios reales de los trabajadores del tercer mundo, también representaría una reducción en los salarios reales de los trabajadores metropolitanos.
Este mismo argumento puede formularse de un modo más preciso, de acuerdo con las categorías de la economía marxiana, del siguiente modo: la globalización, al transferir determinadas actividades económicas desde los países avanzados a los países del tercer mundo (debido a los salarios más bajos de estos últimos) agotaría las reservas de mano de obra en estos últimos al tiempo que produciría un aumento de las reservas de mano de obra en los primeros. Esto, si no cambian otras circunstancias, provocará una subida de los salarios en los últimos y un descenso de los mismos en los primeros. La globalización, por ejemplo, mientras que no beneficia a todos los trabajadores, reduce las diferencias relativas entre los trabajadores de los países avanzados y los trabajadores del mundo subdesarrollado. Pero, según este argumento, no es posible que empeoren las condiciones de los trabajadores en las dos partes del mundo.


EL EMPEORAMIENTO DE LAS CONDICIONES

Esto es, sin embargo, lo que ha sucedido. La globalización, por supuesto, ha empeorado las condiciones de los trabajadores en los países metropolitanos, un hecho recientemente puesto de relieve por el economista Joseph Stiglitz. Casi un 90 por ciento de norteamericanos, lo que significa la casi totalidad de la población trabajadora en aquel país, tiene actualmente unos ingresos reales apenas superiores a los que tenían hace treinta años. Actualmente, el salario mínimo de los trabajadores norteamericanos está en términos reales muy poco por encima de donde estaba hace 60 años. Dado que ha habido ciertas mejoras en estas magnitudes durante la primera parte de los años transcurridos, lo que esto significa es que se ha producido un deterioro en el período más reciente, que coincide con el apogeo de la globalización. Un dato estadístico aún más revelador es el relacionado con el fuerte descenso en la esperanza de vida entre los varones norteamericanos en los últimos tiempos, un descenso que recuerda la fuerte caída en la esperanza de vida que se produjo en Rusia después del colapso de la Unión Soviética. Un descenso en la esperanza de vida cuando no hay ninguna epidemia obvia a la vista es un asunto muy grave, y que este descenso se dé en el país capitalista más avanzado del mundo es una prueba fehaciente del ataque a los medios de vida de la clase trabajadora que ha traído consigo la globalización.
Una historia muy similar es la que puede contarse de otros países capitalistas avanzados. Estados Unidos es considerado normalmente como una de las economías más exitosas, el lugar donde se produjeron los booms de los años noventa del siglo XX y de la primera década del siglo actual, que originaron respectivamente las burbujas de las empresas punto.com y la del mercado inmobiliario, y también la economía que está experimentando aparentemente una recuperación después del colapso de la burbuja inmobiliaria. Dicho esto, el hecho de que la población trabajadora de este país esté pasando tantas dificultades es muy significativo. En los últimos años, en el Reino Unido se ha producido una fuerte caída de los índices salariales reales de los trabajadores No tiene nada de extraño, pues, que el descontento con la globalización esté cada vez más extendido entre los trabajadores de las economías metropolitanas, y dado que la izquierda no ha tenido hasta ahora un conocimiento adecuado de ello, el descontento está siendo explotado por la derecha. Fenómenos como el voto en el Brexit y la emergencia de Donald Trump se explican desde este punto de vista.
Lo que resulta inexplicable en el marco del debate que estamos teniendo hasta aquí, sin embargo, es el hecho de que la situación de los trabajadores ha empeorado incluso en una gran franja de los países del tercer mundo con los salarios bajos, entre los cuales la India es un buen ejemplo. Las pruebas más concluyentes en este sentido las proporcionan los datos sobre el consumo de alimentos básicos. Partiendo de los estudios realizados por el NSS en los períodos 1993-1994 y 2009-2010 , que corresponden en líneas generales al período de políticas neoliberales asociadas con la globalización, los porcentajes de la población rural total con una ingesta calórica de menos de 2200 calorías por persona y día (el “parámetro” que define la pobreza rural) de estos dos períodos anuales fue de un 58,6 y un 76 por ciento respectivamente. Los porcentajes de población urbana por debajo de las 2100 calorías por persona y día (el “parámetro” para definir la pobreza urbana) en estas dos fechas fueron de un 57 y un 73 por ciento respectivamente.

Tan sorprendente fue este incremento, especialmente durante un período en el que se suponía que la India estaba experimentando un crecimiento sin precedentes de su PIB, que el gobierno encargó un nuevo estudio al NSS para el período 2011-2012, durante el cual había habido una cosecha extraordinaria, con la idea de que las cifras de la ingesta calórica en el período 2009-2010, un año con una cosecha pobre, habían sido excepcionalmente bajas debido precisamente a esta escasez en la cosecha. Una vez completado el estudio, las cifras que arrojaba, aunque sin duda eran mejores que las del período 2009-2010, todavía mostraban un notable incremento en los porcentajes de población que estaban por debajo de este umbral de ingesta calórica durante el período de la globalización: en el caso de la población rural, el porcentaje era del 68 por ciento (comparado con el 58,5 por ciento de 1993-1994) y en el de la población urbana era de un 65 por ciento (comparado con el 57 por ciento de 1993-1994). Tanto la ingesta de calorías como la de proteínas per cápita en la población había sufrido un descenso durante el período estudiado.
Este incremento del déficit alimenticio se trató de explicar de diferentes formas, incluida la sugerencia de que tal vez era un indicio de que la gente estaba aprendiendo a diversificar su consumo, reduciendo el de comida en beneficio de otras cosas como la educación y la salud. Pero esta explicación era a todas luces falaz: en cualquier parte del mundo, a medida que los ingresos reales aumentan, la gente consume una mayor cantidad de cereales tanto directa como indirectamente (en forma de alimentos procesados y de productos animales en cuya elaboración entran los cereales como forraje). Así pues, el descubrimiento de que en la India se había producido un descenso real en el consumo de cereales en todos sus usos, y en consecuencia un descenso en la ingesta de calorías y proteínas durante el período de la globalización, indicaba claramente que los ingresos per cápita reales de los trabajadores, después de calcular la incidencia de la inflación, especialmente la subida de precios que acompaña a la privatización de servicios esenciales como la educación y la salud, estaban por término medio disminuyendo en vez de aumentar. Dicho de otro modo, un fenómeno similar al que se producía en los países capitalistas avanzados estaba teniendo también lugar en la India y en otros países del tercer mundo, lo que contradice el argumento presentado más arriba, hasta el punto de que son muy pocos ya los que creen que este sea un argumento correcto. ¿Cómo podemos explicar esta contradicción?




LA PRESIÓN SOBRE LA PEQUEÑA PRODUCCIÓN

El argumento presentado más arriba suponía básicamente que la esencia de la globalización consiste en la transferencia de actividades económicas desde los países avanzados a las economías del tercer mundo, y que esta transferencia reduciría drásticamente las reservas de mano de obra del tercer mundo y provocaría una subida de salarios. Lo que no se decía es que la globalización también tiene otros efectos, incluido sobre todo una restricción de la pequeña producción por parte del sector capitalista. El resultado es que varios pequeños productores dejan sus ocupaciones tradicionales para emigrar a las ciudades en busca de empleo, lo que incrementa el ejército total de mano de obra a disposición del capitalismo. Esta migración, junto con el incremento natural de la población activa, no puede ser totalmente absorbida por el ejército laboral activo debido a que las políticas neoliberales asociadas a la globalización también llevan a la eliminación de todas las restricciones relativas al ritmo del cambio estructural y tecnológico, lo que aumenta el ritmo de crecimiento de la productividad del trabajo a expensas del crecimiento del empleo.
Se produce de este modo un círculo vicioso. En la medida en que aumenta la reserva de mano de obra respecto a la población activa, esto lleva a un estancamiento o incluso a una disminución en la media de salarios reales (y ciertamente a una disminución de los ingresos reales de los trabajadores, que es igual al índice salarial diario multiplicado por el número de días de empleo). El estancamiento o la disminución del salario real en una situación de mayor productividad laboral tienen como consecuencia un incremento en la tasa de excedentes en la producción. Dado que el superávit, incluso si suponemos que se realiza completamente (es decir, que no hay problemas de insuficiencia de demanda agregada) se gasta normalmente en artículos de consumo que generan menos empleo a nivel nacional que en artículos que se compran con los ingresos salariales, esta transferencia de los salarios a los excedentes tiene también el efecto de producir una contracción en el empleo y en consecuencia contribuye todavía más al incremento del tamaño relativo en las reservas de mano de obra, a una nueva transferencia de salarios a excedentes, y así sucesivamente.
Este círculo vicioso, que se intensifica todavía más cuando se produce una crisis (debido a que las reservas de mano de obra respecto a la población activa crecen todavía más) implica que el efecto de la globalización de agudizar la pobreza absoluta afecta también a los trabajadores de los países del tercer mundo y no se limita solo a los trabajadores metropolitanos, como pretenden los economistas liberales como Samuelson.
Afirmar esto no equivale a sugerir que todos los segmentos de la población activa se ven igual de adversamente afectados por la globalización. Obviamente, el segmento que disfruta de mayores oportunidades de empleo debido a la transferencia de actividades experimenta un incremento en su nivel de vida, y en la India este segmento consiste habitualmente en trabajadores cualificados del sector servicios, como los relacionados con las tecnologías de la información. Este incremento en el nivel de vida de un sector tiene a su vez efectos multiplicadores en el nivel de empleo de otros sectores, y así sucesivamente. Así, un segmento normalmente clasificado como de clase media y cuyo tamaño absoluto es bastante grande (pese a ser pequeño respecto al conjunto de la población activa), se vuelve partidario incondicional de la globalización. Dado que este segmento suele estar bien articulado y tiene un peso desproporcionadamente grande en los medios de comunicación y de creación de opinión pública, resulta un instrumento útil en manos de la oligarquía empresarial y financiera integrada en el proceso de la globalización para propagar sus efectos beneficiosos.
La mejora en las condiciones de un segmento de la clase media de la población activa, y su consiguiente apoyo a la globalización, se utiliza para crear la falsa impresión de que la globalización ha sido positiva para el pueblo indio en su conjunto. Un uso similar es el que hacen segmentos de la clase media en otros lugares del mundo que se han beneficiado entre otras cosas de la enorme “financiarización” que ha acompañado a la globalización. Todo esto ha generado un ruido que nos impide reconocer que la globalización ha tenido realmente como consecuencia un empeoramiento general de las condiciones de los trabajadores, tanto en los países avanzados como en los países en vías de desarrollo.

AUTOR: Prabhat Patnaick
FUENTE: Peoples Democracy

sábado, 10 de diciembre de 2016

La ofensiva del gran capital y las amenazas para Latinoamérica

Por Theotonio do Santos*



La discusión en marcha en el mundo hoy se concentra en comprender la profundidad de la crisis financiera iniciada en 2007 y su relación con el conjunto de graves limitaciones del actual sistema mundial para garantizar la sobrevivencia de la humanidad. Estaríamos en una crisis final del capitalismo que hasta 2016 no ha alcanzado una recuperación suficiente, por lo menos en sus centros más importantes. En este contexto general, las economías hoy llamadas "emergentes" se desprenden de una posición subordinada del sistema mundial y conducen al surgimiento de muchos grupos de investigación que trabajan sobre la crisis mundial.
Como resultado de este giro de preocupaciones, emergen nuevos temas antes menospreciados en los centros de investigación conservadores, como la importancia de la concentración de la producción, del ingreso y de las riquezas, así como del intercambio mundial de bienes y valores. Podría deducirse que sería casi imposible prever e interpretar estos fenómenos antes despreciados o, inclusive, suprimidos del centro de las preocupaciones científicas.
No creo que debamos hacer un trabajo demasiado grande para localizar las principales tendencias que se están desarrollando en la economía mundial para tener una capacidad de previsión y de identificación de sus posibles direcciones. La verdad es que la crisis iniciada en 2007 era relativamente previsible, pero su profundidad y duración sí se hizo más difícil de prever, debido a la existencia de muchos factores condicionantes de la misma. Si analizamos globalmente las últimas estadísticas macroeconómicas, veremos que emergen nuevos poderes económicos, sobre todo en Asia y, particularmente, China e India. El gobierno chino, principalmente, está activando sus reservas (de cerca de 400 billones de dólares, o trillones en inglés) que representan un enorme volumen de liquidez en un mundo donde prevalecen las deudas en los antiguos centros de poder. El antiguo grupo de las siete mayores economías y la Trilateral (Estados Unidos, Europa y Japón) son cada vez más incapaces de pagar sus deudas que son, por lo general, mayores que el valor de sus Productos Internos Brutos (PIB), pues se trata de economías donde prevalecen los déficits comerciales externos y los déficits fiscales internos.


De esta manera prevalece la tendencia a la valorización del yuan. Al valorizarse el yuan, China gana el poder de emitir su propia moneda con circulación internacional. Esto se multiplica cuando el gobierno de China busca fortalecer su economía creando "fondos soberanos" juntamente con otras potencias superavitarias con el objetivo de ampliar mundialmente sus inversiones. El gobierno chino ya lo viene haciendo desde algún tiempo atrás, mientras el yuan tiene circulación internacional creciente (del 2% de las divisas en el mercado internacional en 2012 el yuan alcanza el 8% en 2016). Es así como países de la OPEP y de Asia que están actuando en la misma dirección pueden aumentar su preferencia por la divisa China. Venezuela, como veremos, disminuyó mucho su capacidad de influencia internacional con la drástica caída del precio del petróleo y perdió mucha capacidad de crear un fondo soberano poderoso, porque ya no tiene reservas importantes en este momento. Pero esta situación provisoria debe cambiar. Se hace necesario que economías poderosas como la brasileña se liberen de la dictadura ejercida por sus bancos centrales que impiden la creación de estos fondos, además de sabotear la creación del Banco del Sur y del Banco de los BRICS, que los pondrían en el centro del desarrollo de las Américas del Sur y Central, del Caribe y del Atlántico Sur. Sin despreciar una audaz política de aproximación del comercio con el Pacífico —centro privilegiado de los cambios de la economía mundial—.

Los cambios en el cuadro mundial y el destino de la humanidad

Después de un período de confrontación con estos cambios tan perjudiciales para los antiguos centros de poder hegemónico, se inició una ofensiva comandada por los Estados Unidos de presión sobre las economías del antiguo Tercer Mundo con un movimiento concentrado en la baja del precio internacional del petróleo. Este cuadro llevó a intentos de golpes e invasiones contra los centros alternativos al poder de estas potencias. Es así que Estados Unidos desata una situación de caos en el Oriente Medio, centrándose en Irán, Irak, Siria, Libia y extendiéndose a Paquistán y Afganistán, pero perdiendo poder en toda la región. Al naufragar en sus intentos de dominar el Oriente Medio, intenta frenar el crecimiento de Rusia y su influencia creciente en la región que históricamente se vinculó con la Unión Soviética. Su intento de arrinconar a Rusia a través de un golpe en Ucrania desemboca en la pérdida de Crimea. Pero todo se hará más grave con el fin de la debacle petrolera, con la dificultad de integrar Turquía en un frente fracasado en el Oriente Medio y en Siria, en particular. Toda la ofensiva desatada en la región está en grave crisis en razón del aumento del precio del petróleo. Si Venezuela consigue estar aún bajo la dirección de la izquierda, en los próximos años, seguramente va a entrar en ese esquema de aprovechamiento productivo de las reservas ya descubiertas y su utilización como fondo de inversión que sirva de base, incluso, para fondos de inversión privados y compra de empresas mixtas. Es muy interesante anticipar esta situación porque, como veremos, el uso estratégico de estas reservas puede revertir rápidamente los impases de la presente coyuntura.

El mundo latinoamericano (incluido Brasil) y caribeño se encuentra en este momento sobre-determinado por la amenaza de la rebaja de las inmensas reservas que aún posee en este momento. Sin embargo, estos países han vivido, desde inicios de este siglo hasta hace tres o cuatro años, una situación de aumento espectacular de sus reservas monetarias que contrastan con las enormes deudas internacionales con que convivían en los años 80 y 90 del siglo pasado. Un mundo de países debilitados por deudas colosales y que no tenían dinero para impulsar una política de desarrollo debido a una deuda paralizante, se encontraban con grandes excedentes financieros, que permitían instalar gobiernos capaces de unir crecimiento económico y redistribución de renta, aunque moderada. Pero la miseria en que vivía y aún vive un tercio de la población de estos países permite que la reorientación de 2 a 3% de sus Productos Internos Brutos hacia estas poblaciones produzca cambios radicales en las vidas de millones de personas.
Es difícil aprender a convertir sus propios títulos de deuda en fuerzas para el desarrollo. Claro que hay poca gente dispuesta a comprar, en ese momento, los títulos de deuda sin ningún respaldo en producción de bienes o inclusive, valores ligados a servicios públicos o privados. Sin embargo, los Estados Unidos se mantienen con la emisión de títulos de deuda estatales que no tienen ninguna perspectiva de ser pagados por un gobierno que no tiene posibilidades de cubrir sus deudas, ya que no tiene ninguna propuesta a la vista de obtener un superávit fiscal que pueda permitir la disminución de su deuda. Con esta aventura, los Estados Unidos están recorriendo un camino muy peligroso porque se aguarda una gran devaluación que derrumbaría los valores del dólar masivamente. Podríamos prever que no solamente se trata de una hipótesis, sino que se siente, se sabe, que vamos a tener una gran devaluación del dólar. En un país que paga 0% de intereses por sus títulos públicos, comprar estos títulos que se emiten en una moneda en devaluación es un claro suicidio económico, cuyo costo solo puede ser asumido por países que tienen poderosos intereses geopolíticos comunes con el país de moneda decadente.
Esta situación nos muestra que tenemos que repensar mucho y estudiar mucho, no solamente con una visión regional del mundo, sino con una visión que se aproxime más a la realidad. Este fenómeno global, si lo analizamos con lo que está pasando en 2016, indica que estamos viviendo una alteración en la correlación de fuerzas dentro del sistema económico mundial, en el cual los centros de poder económico mundial están convirtiéndose en países comandados por grandes concentraciones financieras que dependen cada vez más de poderosas empresas estatales y colosales transferencias de recursos estatales. Este es un fenómeno realmente inesperado para aquellos economistas formados por el discurso neoliberal, e influenciados por una campaña contra las empresas públicas y por las ventajas de la privatización que predominaron desde la década del 80 hasta inicios del siglo XXI, cuando esta ofensiva entra en decadencia.

Las mayores empresas

A pesar de la campaña privatista, estas ideas fueron rápidamente reconvertidas a partir de los años 2000. Si nos basamos en las 10 primeras empresas, según el valor de sus acciones, veremos que la primera empresa en el mundo, en 2007, era Petro China con una diferencia bastante grande en relación a la segunda empresa. Mientras Petro China se acercaba a un trillón de dólares de acciones, (en inglés, un billón, en español), la Exxon de Estados Unidos, que es una empresa privada, pero muy relacionada al sistema estatal y particularmente al Pentágono, aparecía en segundo lugar. La demanda de los productos de esta empresa proviene de instituciones estatales, financiados con recursos públicos.

La General Electric se colocaba en tercer lugar, según el valor de sus acciones. Empresa muy ligada también al Pentágono y toda la estructura militar de EEUU, con inversiones a nivel global también. Luego se coloca la China Mobil e Industria y en quinto lugar la Microsoft, seguida de Gazprom, empresa estatal de Rusia. Habría que destacar que el Estado ruso retoma recientemente esta empresa que había sido privatizada por políticas de conversión de empresas públicas en privadas, generando súbitamente grandes riquezas, que promovió que los especuladores empezaran a comprar la Gazprom. No queda claro cómo fueron exactamente privatizadas esta y varias otras empresas.
Al re-nacionalizarla, el presidente Putin logró retomar el eje principal de la economía rusa, cambiando drásticamente la correlación de fuerzas de la economía mundial. No solamente por la situación del petróleo y gas, la presencia rusa inaugura una fase muy complicada, porque su participación aumentó mucho la competencia en la explotación petrolera y gasífera mundial. La presencia de Gazprom permitió, por ejemplo, que en ese momento se realicen reuniones de Rusia con Arabia Saudita, que es una acción fuera de lo común, excepto por los intereses comunes en relación a los hidrocarburos.
China también se ubica en este juego de poder en el Oriente Medio, y probablemente esto tiene que ver con una estrategia petrolera que no se administra solamente desde la OPEP, sino que articula el apoyo de otros centros petroleros para conseguir, realmente, tener una posición de fuerza mundial. La obsesión de los Estados Unidos de mantenerse como líder incontestable de la economía petrolera mundial lo pone en confrontación con casi todos los países del mundo.
En el caso de América Latina, estas ambiciones desmedidas de los grupos dominantes en Estados Unidos llevaron al gobierno de ese país a forzar situaciones políticas en la región. Frente al decisivo hecho de que no cuentan más con apoyo militar para sus aventuras totalitarias, tienen que promover golpes de Estado apoyados fundamentalmente en congresos deslegitimizados, leyes absurdas improvisadas para servir a sus intereses, intervenciones jurídicas que convierten a la policía y a los tribunales en poderes medievales, así como en el dominio y monopolio absoluto de los medios de comunicación.
Es grave observar cómo las fuerzas de izquierda latinoamericanas se ablandaron con los pocos años de ejercicio del poder. Frente a la ofensiva general del gran capital en decadencia, se acomodan a su propuesta de retroceso ideológico y cultural que pretende transformar estas acciones desesperadas en fuente de una nueva legalidad que confunde la democracia con la movilización monopólica de los medios de comunicación y la restricción a los poderes populares que venían acumulándose en el siglo XXI, para desespero del gran capital en general.
El intento de "restringir" la cuestión democrática a una posibilidad de escoger un candidato entre los ya definidos por partidos sin participación popular; una incorporación formal de los pueblos sometidos desde las colonias, negándoles las cuotas para integrarse en los verdaderos centros de decisión; unas restricciones a la moral patriarcal que se restringe a la libertad y realización parcial de las mujeres sin darles el derecho de decidir sobre su propio cuerpo. En fin, transformando conquistas parciales en objetivos finales y buscando ocultar la radicalidad del moderno ideal democrático según el cual la plena realización de los individuos no solamente debe ser "reconocida" socialmente, sino que debe buscar el pleno ejercicio de su condición de ser humano y de su poder para orientar los destinos de la humanidad, liberándola del sometimiento a las fundamentales contradicciones sociales que la oprimen. Se trata, en fin de cuentas, de restringir la plenitud del ideal democrático a simulacros de democracia.


Además, está claro que no se puede aceptar la reducción del concepto de democracia a los principios liberales que contradicen históricamente los principios democráticos. La libertad de los explotadores y violentos dominadores no puede ser un principio ordenador de un mundo cada vez más interactivo. No podemos aceptar como principio el de explotar a las grandes mayorías y acumular el 50% de la riqueza en manos del ya famoso 1% de la población mundial, en nombre de una eficiencia económica muy discutible. Si no fuera por el terror organizado y promovido por un sistema de poder en crisis profunda, sería jocoso pretender que la humanidad deba someterse a un mundo marcado por colosales desequilibrios económicos, crisis humanas y ambientales, permanentes amenazas de violencia y amenazas dramáticas a la sobrevivencia de la humanidad y del propio planeta tierra.
Está, pues, al orden del día una batalla de ideas que se dibuja en el planeta con fuertes colores. Nuestra capacidad de movilización contra la ofensiva del gran capital es crucial. Pero ésta debe reivindicar la defensa de una nueva sociedad, de una nueva economía y de una nueva cultura, así como la creación de los instrumentos necesarios para que cada ser humano se convierta en el dueño de su propio destino.


*Theotonio Dos Santos es Profesor Emérito de la UFF; Investigador Nacional Senior de la UERJ; Presidente de la Cátedra UNESCO sobre Economía Global y Desarrollo Sustentable (REGGEN); Premio Mundial Economista Marxiano 2013, de la Asociación Mundial para la Economía Política (WAPE); Director del CEPPES; Premio Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales de CLACSO (2015); Premio Cátedra Mestro Torres Gaitán, del IIEc / UNAM (2016).

sábado, 9 de noviembre de 2013

Bancocracia: De los templarios a Goldman Sachs

  




Por Eric Toussaint
CADTM
 
Traducido por Alberto Nadal



Desde el siglo XII hasta comienzos del siglo XIV, la Orden de los Templarios, presente en una gran parte de Europa, se convirtió en banquero de los poderosos. Contribuyó a financiar varias cruzadas. A comienzos del siglo XIV, se había convertido en la principal acreedora del rey de Francia Felipe el Hermoso. Frente al peso de una deuda que gravaba sus recursos, Felipe el Hermoso se libró de sus acreedores y, de la misma, de su deuda, demonizando la Orden de los Templarios, acusándola de múltiples crímenes |1|. La Orden fue prohibida, sus jefes ejecutados y sus bienes confiscados. La Orden de los Templarios carecía de un estado y de un territorio para hacer frente al rey de Francia. Su ejército (15.000 hombres, de ellos 1.500 caballeros), su patrimonio y sus créditos con los dirigentes no la protegieron de la potencia de un estado decidido a eliminar a su principal acreedor.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Aspectos teóricos de la crisis capitalista

  




Por Reinaldo A. Carcanholo*
HERRAMIENTA



La sociedad capitalista vive actualmente una crisis estructural. Esa es una afirmación que constituye punto de partida para la interpretación de algunos autores actuales que se sitúan en el amplio campo del pensamiento crítico. En este momento, por otra parte, desarrollase, en ámbito mundial, una crisis económico-financiera cuyo elemento detonador fueron los créditos subprime norteamericanos, en el interior de una situación de sobreendeudamiento de las familias consumidoras norteamericanas.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la actual crisis económica mundial generada por los créditos subprime no es, en verdad, la crisis estructural del sistema capitalista. No puede ser confundida con ella. Constituye simplemente una de sus manifestaciones; la más notoria en los últimos meses debido al destaque dado a ella por la prensa del mundo entero y, además, por el hecho de que afecta directamente el conjunto de países del centro del capitalismo, en particular su sistema financiero y el mercado de capitales.
Al lado de la crisis financiera actual, cuyo seguimiento en los próximos meses no es previsible, convivimos con otras manifestaciones de la crisis estructural: la del desempleo, la energética, la ecológica, la de los alimentos y, con esta última, el agravamiento de la miseria de enormes contingentes de la población mundial.
Esas manifestaciones de la crisis estructural del sistema capitalista, incluyendo las de carácter directamente económico, no son tan difíciles de ser reconocidas como tales, de ser identificadas. Basta un mínimo de sentido crítico y podemos llegar a un consenso más o menos amplio sobre la existencia de ellas. Incluso, en lo que respecta a sus causas más inmediatas, no es tan difícil encontrar personas, aún con ciertas diferencias de enfoque científico, que lleguen a un mínimo de acuerdo.
Algo mucho más difícil ocurre con la crisis estructural, en particular, con la crisis económica estructural. Su misma existencia, aunque aceptada por algunos, es ampliamente discutida por aquellos que se sitúan en una perspectiva teórica o ideológica distinta. Y es eso lo que ocurre actualmente. No son tantos los que tienen la osadía de sostener su existencia y de caracterizarla en toda su complejidad. Además de eso, la verdad es que no son muchos aquellos que, desde un punto rigurosamente científico, están en condiciones de antever las perspectivas futuras de un sistema que padece de una crisis estructural, como es el sistema capitalista actual.
Desde un punto de vista en que predomine nuestra emoción y nuestra perspectiva ideológica, nuestra formación y principios humanistas, es fácil hablar de esa crisis y de sus eventuales consecuencias trágicas; no es difícil pensar en el derrumbe del sistema y de su sustitución por una nueva sociedad en la que predomine la justicia, la solidaridad, la igualdad y la verdadera y no formal democracia, en una sola palabra, no es difícil creer que después de la tragedia advendrá el socialismo.
Sin embargo, una actitud como esa, aunque adecuada para el trabajo político, especialmente el de divulgación y agitación ideológica, no es lo que más nos interesa aquí, ni es el especial propósito que deben tener aquellos que quieran mantenerse en el campo científico.
Aquí, queremos una actitud que sin negar la necesaria divulgación de las ideas para amplias camadas de la población esté basada en una perspectiva realmente rigurosa y en fundamentos teóricos serios.
Siendo así ¿por qué estamos en condiciones de sostener científicamente que el capitalismo actual sufre una crisis económica estructural? ¿Cuál es la teoría que está por detrás de nuestra convicción sobre la existencia de esa crisis? ¿Cuáles son los elementos esenciales de esa teoría? ¿En que medida hay una cierta homogeneidad entre quienes defienden, en líneas generales, esa misma teoría? ¿Cuáles son los aspectos sobre los que teóricamente tenemos algunas divergencias y en cuáles de ellos podemos avanzar en nuestras discusiones para una mejor comprensión del sistema, de sus contradicciones y de sus perspectivas para el futuro?
De partida hay que decir que no se puede pretender una homogeneidad de pensamiento entre tantas personas que pueden aportar significativamente para la tarea de explicación de la actual etapa capitalista, aún cuando se sitúen en el mismo campo teórico. Sin embargo hay una cosa que es fundamental y es que en cada una de las posiciones que se presente, en cada manifestación que ocurra, en cada texto que se escriba, en cada posición que se defienda, no se escamotee, no se niegue la teoría que está por detrás y que sostiene cada una de esas expresiones. Cuando la perspectiva teórica no esté presente de manera explícita, es tarea nuestra preguntarnos por ella, identificarla y explicitarla.
Con la explicitación de la base teórica que sostiene cada una de nuestras interpretaciones o conclusiones, auque no se pueda pretender encontrar una identidad, una homogeneidad teórica, es posible que logremos una aproximación a ella, por lo menos entre los que nos situemos en la misma tradición científica.
Por nuestra parte, hay algunos aspectos teóricos que nos parecen fundamentales y que deben ser explicitados. En primer lugar está nuestra convicción de que el sistema capitalista es único y global. De la misma manera que la economía alemana y la norteamericana son dos de sus elementos, y en el caso, elementos fundamentales, la realidad económica de Etiopía y del Haití, también son sus elementos, y elementos indispensables para que se pueda adecuadamente comprender el sistema como un todo. Las características económicas y sociales de Etiopía y del Haití, en líneas generales, no son el resultado de un no desarrollo capitalista o de un subdesarrollo. Al contrario, son consecuencias directas e inevitables del pleno desarrollo del régimen mundial del capital; esenciales para que la Alemania y los USA sean lo que son. Desarrollo económico de unos y subdesarrollo de otros son dos caras del mismo proceso global.
En ese sentido nos identificamos totalmente con la perspectiva de la teoría de la dependencia, en su tendencia representada especialmente por los trabajos de Ruy Mauro Marini[1]. ¿Cuáles son los aspectos centrales de esa teoría? En ella se destaca la cuestión de la transferencia de riqueza-valor desde los países dependientes, a través de varios mecanismos, siendo uno de ellos el sistema internacional de precios, es decir, el conocido fenómeno del intercambio desigual y el deterioro de los términos de ese intercambio. Íntimamente relacionado con eso se encuentra el concepto de superexplotación, fenómeno característico de la dependencia.
Es importante destacar aquí que la teoría de la dependencia no es solamente relevante para la comprensión del "subdesarrollo" de los países periféricos, sino que también lo es para la interpretación del conjunto del sistema capitalista contemporáneo y, por lo tanto, de la riqueza de los estados centrales. La dependencia y el imperialismo son dos caras de la misma moneda; dos aspectos complementares de una misma teoría.
Para muchos de nosotros, aceptar los aspectos centrales de la teoría de la dependencia es un punto de poca o ninguna dificultad, pues no parecen existir mayores diferencias o divergencias en ese aspecto en nuestras perspectivas.
Ahora bien, la perspectiva de la dependencia es sólo un aspecto de la teoría que establece la base de nuestra interpretación sobre el capitalismo, y sobre el capitalismo contemporáneo. Creemos que el aspecto decisivo de nuestra perspectiva teórica es la adhesión incondicional a los principios científicos de la teoría dialéctica del valor trabajo. En verdad, la teoría de la dependencia, entendida adecuadamente, presupone esa visión dialéctica del valor y de la riqueza económica.
Al contrario de lo que muchos pueden pensar, la teoría del valor, dentro de esa perspectiva, no es una teoría de los precios, de la determinación de los precios en condiciones de equilibrio. Posee una mucho más grande significación. La teoría dialéctica del valor, en primer lugar, considera el trabajo humano como concepto central en el análisis del sistema capitalista; dicho concepto es determinante en lo que se refiere al origen de la riqueza económica en cualquier análisis económico, ya sea más coyuntural o estructural. La tecnología o, mejor, el avance tecnológico, no es un aspecto que deba ser desechado, pero se refiere sobre todo al contenido material de la riqueza capitalista y menos a su forma social, que es el aspecto decisivo. Así, para esa teoría, la ganancia solo puede ser el resultado de la explotación del trabajo[2].
Esa perspectiva teórica exige, de partida, la respuesta a dos preguntas fundamentales: ¿quién y cómo se produce la riqueza? por un lado, y por otro, ¿por quién y cómo es apropiada esa riqueza producida?. Dichas preguntas, como es obvio, suponen la fundamental distinción entre los conceptos de producción y apropiación de la riqueza económica producida por el trabajo y exigen que sean identificados los mecanismos de transferencia desde aquellos que producen hacia los que finalmente se apropian o apropiarán de ella.
En verdad, radicalizar la perspectiva dialéctica sobre el valor económico implica entender que la riqueza capitalista exige especial atención tanto en su contenido material cuanto en su forma de social, es decir, presupone considerarla en su doble determinación.
En lo que se refiere al contenido material, sería absolutamente fuera de propósito desconocer el papel del avance tecnológico en la producción de la riqueza capitalista contemporánea. Sin duda que el avance tecnológico es el responsable por el crecimiento desmedido de esa riqueza material pero, al mismo tiempo, también es el responsable por su contrafaz, por la expansión, profundización y exacerbación de la miseria en muchas partes constitutivas de la estructura mundial del sistema. Y eso justamente por la desigual distribución espacial del desarrollo tecnológico.
Desde el punto de vista del contenido material, el trabajo, en los espacios donde se presenta el desarrollo tecnológico, es altamente productivo. Y, por el contrario, en aquellos espacios del sistema de poco o ningún avance tecnológico, el trabajo, como creador de riqueza material, es poco efectivo.
Sin embargo, desde el punto de vista de la forma social, la cosa es muy diferente. Si radicalizamos la perspectiva dialéctica de la teoría del valor y, así, reconocemos que la riqueza económica es una relación social entre seres humanos, relación esa de dominación, tendremos forzosamente que sostener que no importa el grado diferenciado de desarrollo tecnológico de la región en que se encuentre o del sector que se trate, el hecho es que cualquier trabajo subsumido al sistema capitalista produce, en un determinado tiempo, la misma cantidad de valor y por tanto de riqueza capitalista. Si ese trabajo está o no subsumido directamente al capital, poco importa; es suficiente que exista alguna forma o tipo de subsunción. La única condición para que lo anterior sea correcto es que ese tipo de trabajo sea necesario para el sistema, aporte al mismo, y no sea totalmente marginal.
Marx es muy claro en cuanto a eso, aún en el capítulo sobre la mercancía, en El Capital:
Por el contrario, los cambios operados en la capacidad productiva no afectan de suyo el trabajo que el valor representa. Como la capacidad productiva es siempre función de la forma concreta y útil de trabajo, es lógico que tan pronto como se hace caso omiso de su forma concreta, útil, no afecte para nada a éste. El mismo trabajo rinde, por tanto, durante el mismo tiempo, idéntica cantidad de valor, por mucho que cambie su capacidad productiva [3].
Es verdad que podemos encontrar en el mismo libro de Marx lo que parece ser una contradicción en términos, eso en el capítulo 10 (tomo I), cuando el autor se refiere a la plusvalía extraordinaria:
El trabajo, cuando su fuerza productiva es excepcional, actúa como trabajo potenciado, creando en el mismo espacio de tiempo valores mayores que el trabajo social medio de la misma clase[4].
Sin embargo, en otra oportunidad tuvimos la posibilidad de esclarecer esa aparente contradicción en términos[5]. Digamos aquí, en resumen, que Marx se siente obligado, en esa parte de su exposición, a hacer una breve referencia a algo que sólo podrá explicar adecuadamente en un momento posterior. Nos referimos a la plusvalía extraordinaria, cuya comprensión exige la clara diferenciación entre producción y apropiación de valor, diferenciación esa que Marx aún no había considerado. Por eso, el autor se vale de una salida provisoria y, en verdad, inadecuada.
Así, la conclusión dialéctica sobre la cuestión tiene dos caras y es la siguiente. Por una parte, del punto de vista del contenido material, el trabajo menos productivo, como consecuencia del nivel tecnológico en que opera, produce en determinado tiempo menos riqueza que el trabajo que opera con tecnología superior; y eso parece más o menos obvio. Sin embargo, por otra parte, del punto de vista de la forma social y dentro de los límites necesarios para el sistema, aquel trabajo "menos productivo" en el mismo tiempo produce, lo que puede parecer un absurdo, la misma magnitud de riqueza que el trabajo "más productivo". Esa aparente contradicción en términos se explica justamente porque estamos tratando de dos puntos de vista distintos: produce menos riqueza dsde el punto de vista del contenido material (valores de uso), pero por otra parte, produce la misma magnitud de riqueza desde el punto de vista de la forma social (valor).
Destaquemos un aspecto esencial: en el capitalismo actual, ampliamente desarrollado, el polo dominante es la forma social. Así, cuando consideramos la tasa de ganancia o, en particular, la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, por ejemplo, lo que interesa del punto de vista de la teoría dialéctica del valor es el punto de vista de la forma y no el del contenido material, pues este último trata exclusivamente de la dimensión de valores de uso de la riqueza.
En relación con la tecnología, es importante decir que aunque ella no tenga significación directa desde el punto de vista de la forma social sobre la magnitud de la riqueza producida, llega a determinar la magnitud de la plusvalía por intermedio de la plusvalía relativa y, además, tiene significativa importancia como instrumento de apropiación por quien la detiene; opera, por medio del sistema de precios, como elemento que impone transferencia de riqueza. La plusvalía extraordinaria y la renta de monopolio constituyen los mecanismos fundamentales de esa apropiación.
Así, dentro de una perspectiva de la teoría dialéctica del valor, ¿cómo interpretar la actual etapa capitalista?
El Capitalismo Especulativo
Nuestra perspectiva privilegia la contradicción producción/apropiación de valor para interpretar la actual etapa del capitalismo.
Hay un cierto consenso en el sentido de que el capitalismo desde los años 70 vive una nueva etapa, muy distinta de la anterior. Llamamos a ella de capitalismo especulativo.
No pocos autores que se colocan en el terreno del pensamiento crítico sostienen que la característica principal de esa etapa capitalista es la financiarización[6], es decir, un cierto predominio de las finanzas sobre las actividades realmente sustantivas del capital, sobre las que realmente producen riqueza. Es el caso, por ejemplo de François Chesnais, Gerard Duménil y muchos otros.
Consideramos que desde el punto de vista de la teoría dialéctica del valor esa es una perspectiva adecuada, aunque es indispensable destacar las diferencias que nos alejan de otras interpretaciones similares.
Es también verdad que algunos autores que sostienen la idea del dominio de las actividades financieras pasaron a hcer uso, con un grado mayor o menor de profundidad teórica, de la categoría marxista de capital ficticio, para entender la naturaleza del llamado capital financiero. Sin embargo, la dificultad para la utilización adecuada de esa categoría científica se encuentra en el hecho de que ella supone un satisfactorio conocimiento de la teoría de Marx y, más específicamente, exige una adecuada interpretación de la teoría dialéctica del valor, raramente presente. Sin eso, la categoría de capital ficticio pierde significación y capacidad de explicar correctamente la realidad.
Si dicha categoría es entendida de manera satisfactoria, la conclusión debe ser, en primer lugar, que el capital ficticio es a la vez ficticio y real, según la dimensión observada. Además, se debe concluir que ese tipo de capital exige remuneración y nada contribuye, a diferencia del capital a interés, para la producción del excedente económico, para la extracción de la plusvalía. Así, el capital ficticio es parasitario. De esa manera, y de forma inevitable, caemos en las mencionadas preguntas fundamentales de la teoría dialéctica del valor, que parten de la distinción entre la producción y la apropiación de la riqueza capitalista, ésta desde el punto de vista de la forma social.
Entonces, si es cierto que la "financiarización" es una de las características significativas de la actual etapa capitalista y si la naturaleza del capital dominante es el capital ficticio, plantease la pregunta fundamental: ¿quién y cómo se produce la plusvalía suficiente para atender las exigencias de remuneración del capital, incluyéndose la del capital ficticio? Esa pregunta alcanza mayor significación si consideramos que lo que se conoce como reestructuración productiva en el capitalismo contemporáneo habría significado una reducción del papel del trabajo en la producción, por lo menos en lo que se refiere al trabajo formal y aquel relacionado directamente con las actividades productivas industriales del capital.
En verdad, la contradicción principal y básica de la actual fase del capitalismo y que se profundiza cada vez más, en nuestra opinión, es la contradicción entre la producción y la apropiación del valor, del excedente mercantil, de la plusvalía en sus diferentes formas. Es justamente por esa razón que la categoría de trabajo productivo (entendido como aquel que produce plusvalía o excedente en la forma mercantil y apropiable por el capital) llega a tener mucha relevancia teórica en los días actuales.
Es verdad que algunos autores, aunque consideran la financiarización como característica fundamental de la actual etapa capitalista, identifican como su contradicción principal la que existiría entre la propiedad y la gestión del capital, y no la que existe entre la producción y la apropiación. Consideran como relevante y aún fundamental la contradicción entre aquellas fracciones de la sociedad poseedoras de las diversas formas de títulos de propiedad sobre el capital y otra que sería la encargada de la gestión profesional de las empresas productivas; también sería mas significativa la contradicción entre empresas gestoras do capital parasitario y las empresas realmente productivas.
Sin negar la existencia de contradicciones entre los intereses de sectores propietarios y gestores del capital, se puede afirmar que es un error considerar que la oposición entre el capital sustantivo y el capital ficticio tiene como contraparte la existencia claramente diferenciada de sectores representantes de esas formas distintas de capital. Sin lugar a dudas, los gestores son también propietarios de capital y de ambas formas de capital. La verdad es que pensar la existencia de intereses claramente contradictorios y hasta antagónicos entre tales fracciones sociales propietarias y gerenciales del capital y la consideración de que se trata de la contradicción principal del sistema lleva a la posibilidad de propuestas de salidas reformistas para las dificultades del capitalismo actual.
Aunque la mencionada oposición entre propiedad y gestión de alguna manera se relacione con la contradicción entre producción y apropiación de valor, y sea la primera derivada de la segunda, esta última tiene implicaciones mucho más significativas.
Hagamos ahora un resumen de nuestra interpretación sobre la actual etapa del capitalismo, interpretación que hemos presentado ya en otros trabajos. Podemos decir que la tendencia a la baja de la tasa de ganancia tuvo una notoria manifestación en los años 70 y hasta el comienzo de los 80, especialmente en los EE.UU. y en Europa. Las nuevas inversiones sustantivas, es decir en capital industrial (productivo y comercial) se presentaban con una perspectiva de reducida remuneración y, por eso, los capitales, en magnitud considerable, buscaron como salida la especulación. Esa circunstancia se ha visto favorecida y, más que eso, ha quedado sancionada por las políticas neoliberales (políticas esas que expresan directamente los intereses del capital especulativo) y han tenido como contraparte indispensable la inestabilidad cambiaria y la deuda pública creciente de los estados (tanto en el primer mundo, cuanto en los periféricos). El capital, de esa manera, creyó haber encontrado su paraíso: rentabilidad sin necesidad de ensuciar sus manos con la producción. Y eso, de hecho, fue lo que ha ocurrido; lamentablemente, para él, por poco tiempo.
Es verdad que las remuneraciones del capital, a partir del inicio de los años 80 tendieron a crecer. Y aquí, para esa interpretación, parece existir una dificultad. ¿Cómo eso ha sido posible? Si, por un lado, el ritmo de la acumulación de capital sustantivo se redujo y si, al mismo tiempo, se amplió asustadoramente la tasa de crecimiento de la masa de capital ficticio, especulativo y parasitario en el mercado mundial, ¿cómo fue posible el crecimiento de las tasas de remuneración de los capitales, tanto la de los capitales sustantivos cuanto la de los parasitarios? ¿Qué factores llegaron a contrarrestar la tendencia a la baja de la tasa general de ganancia?
La explicación de eso, para ser coherente con la teoría dialéctica del valor, sólo puede ser encontrada, como factor principal, en el aumento de la explotación de trabajo. Y aquí nos debemos preocupar especialmente con la explotación del trabajo productivo, aunque también podemos hablar de la explotación del trabajo no productivo. Es cierto que el incremento de este último no implica aumentar la magnitud del excedente o plusvalía producidos, sin embargo al reducirse la parcela de la riqueza apropiada por los trabajadores improductivos, se amplía el margen disponible para la remuneración del capital.
De esa manera, para nosotros la explicación estaría en la elevación, a niveles sin precedentes, de la explotación del trabajo, sea por medio de la plusvalía relativa, sea por de la plusvalía absoluta (extensión de la jornada, múltiples jornadas, intensificación del trabajo), o mediante la superexplotación de los trabajadores, además de explotación de los trabajadores no asalariados.
No hay que olvidar, para la cuestión mencionada, el significativo crecimiento de las transferencias de valor desde la periferia y también el hecho de que, en el período, pudo haber contribuido de manera significativa el incremento de la rotación del capital. Este último aspecto es fundamental si tenemos en consideración el concepto de tasa anual de ganancia.
Sin embargo, todo eso no nos parece que sea suficiente para explicar el significativo incremento de la tasa general de remuneración del capital global (incluyendo en él la creciente parcela especulativa y parasitaria) observado a partir del inicio de los años 80.
Nuestra explicación para eso es que, al mismo tiempo que se amplió exageradamente la explotación del trabajo en todo el mundo (países centrales y periféricos) y se incrementó la rotación del capital, surgió de manera considerable algo nuevo, nuevo por lo menos en lo que se refiere a su magnitud y a su persistencia. Lo nuevo en el capitalismo actual es la magnitud que las ganancias ficticias adquieren en el total de la remuneración del capital.
Las ganancias ficticias no son algo sui generis en la lógica capitalista. Surgen naturalmente en períodos de especulación exacerbada, pero rápidamente desaparecen con el fin de ellos. Además, no logran alcanzar magnitudes muy elevadas. Pero en la etapa actual del capitalismo, la situación es diferente. Han persistido por prolongado período y han presentado volúmenes nunca antes observados, como consecuencia del dominio del capital especulativo y de la extensión de esa etapa, garantizada que estaba y sigue estando por la política de los estados más importantes del planeta. Justamente por eso, porque no han tenido relevancia en periodos anteriores, las ganancias ficticias no han sido incorporadas, hasta ahora, como categoría en el interior de la teoría dialéctica del valor[7].
En verdad, ese tipo de remuneración del capital, con dimensión ficticia, no se diferencia en la práctica de las ganancias derivadas de la explotación del trabajo, aunque no tenga ese origen. Por lo menos eso es cierto desde un punto de vista del acto aislado e individual, es decir, desde el punto de vista del mercado. No es posible saber cuánto de una determinada masa de ganancia de un capital es ficticio o real. Más que eso, desde ese punto de vista, no hay la más mínima diferencia práctica. No tiene sentido preguntarse por la dimensión ficticia. El monto de ganancia es absolutamente homogéneo.
La distinción entre lo que es excedente real apropiado como ganancia por el capital y las ganancias ficticias sólo es comprensible y significativo de un punto de vista global, desde una perspectiva macro. Eso significa que, del punto de vista individual, todo capital puede dar a sus ganancias, si quiere, un destino efectivamente real, sea el consumo o la inversión. Pero eso no es posible para el conjunto del capital. Aquella parte de su remuneración que tiene origen ficticio no puede ser convertida en algo sustantivo. Sólo puede incrementar la magnitud total del capital ficticio. Y aquí está el problema.
De esa manera, para nosotros y en resumen, la actual etapa capitalista especulativa se caracteriza por el hecho del dominio del capital especulativo y parasitario, que crece como resultado de un período de aguda manifestación de la tendencia a la baja de la tasa de ganancia. Los capitales, huyendo de las bajas remuneraciones, encuentran salida en la especulación, que se fortalece con por las políticas económicas adoptadas por los diferentes estados.
Paradójicamente esa salida, que incrementa el capital parasitario a costa del productivo, favorece los mecanismos que permiten contrarrestar la baja de la tasa general de ganancia. Eso porque resulta en crecimiento de la explotación de los trabajadores de todo el mundo, en incremento de la rotación del capital productivo y comercial y, especialmente, en el surgimiento en magnitud muy elevada de las ganancias ficticias.
Sin embargo, en economía no puede haber soluciones milagrosas. El problema está justamente en el hecho de que las ganancias ficticias resuelven circunstancialmente las dificultades del capital, ampliando la parcela especulativa del capital global, parcela esa que, por ser creciente exige cada vez mayor parcela de la remuneración que se destina al capital y, como antes mencionado, en nada contribuye para la producción del excedente, de la plusvalía.
Así, resuelven el problema en el momento, pero solo logran hacerlo amplificando la contradicción principal (producción/apropiación) y, por tanto, amplificando el problema para el futuro, una vez que las ganancias ficticias solo pueden traducirse en ulterior incremento del capital especulativo y parasitario.
Por todo eso, nuestra conclusión es de que la crisis económica estructural del sistema tiene como trasfondo la tendencia a la baja de la tasa de ganancia y que la fase especulativa del capitalismo que vivimos es el intento del capital de darle una respuesta. Dicha respuesta es el dominio del capital parasitario, el incremento a niveles sorprendentes de la explotación y el mantenimiento de magnitudes elevadas y crecientes de ganancias ficticias.
Esa etapa especulativa solo puede tener vida corta. Es verdad que la incorporación significativa de nuevos espacios para la explotación capitalista, como es el caso de China y de los países del ex-bloque soviético, le garantiza, por cierto tiempo, una adicional supervivencia. Y los niveles de remuneración del trabajo en esos espacios son suficientemente bajos para garantizar magnitudes significativas de excedente capitalista producido.
Sin embargo, y a pesar de eso, la vida corta está determinada por el hecho de que en algún momento el crecimiento desproporcionado del capital ficticio, como consecuencia de la relevancia año a año, de las ganancias ficticias, tiene que detenerse. La actual etapa capitalista especulativa, sólo sobrevive y seguirá sobreviviendo por más un tiempo sobre la base de un adicional incremento de la explotación de trabajo; pero eso tiene un límite. Y no estamos lejos de él.
Obviamente que el fin de esta etapa capitalista especulativa no necesariamente significa el fin del capitalismo y, como consecuencia, su sustitución por una forma social nueva. El capitalismo podrá sobrevivir sustituyendo eventualmente esa etapa por una de nuevo tipo, reconstruyendo la predominancia del capital sustantivo. Pero para lograr eso no sería por medio de un proceso fácil ni indoloro. Ello supondría niveles insospechables de explotación del trabajo, superior en mucho los niveles actuales, no sólo como forma de contrarrestar el bajo nivel de la tasa general de ganancia, pero también como resultado de una crisis capaz de inducir la desaparición del capital ficticio, por lo menos en gran medida.
¿Cómo se daría ese proceso? ¿Por medio de una explosiva crisis financiera y económica, de amplitud mundial y de magnitud superior, como consecuencia de la crisis estructural? ¿Sería la actual crisis de los créditos subprime el punto de partida para esa explosiva crisis financiera? ¿O el proceso podría darse, como está ocurriendo, por un largo proceso de estancamiento económico, sembrado de crisis aquí y allí, de magnitudes variables? Cualquiera que sea la respuesta, una cosa es cierta, la tragedia humana que ya vivimos se manifestará con aún más profundidad en el futuro.
Creer en la posibilidad de un retorno a un capitalismo más humano, si es que eso existió en algún momento, o por lo menos no tan violento como el actual, es en verdad creer en ilusiones. La perspectiva reformista nunca ha sido tan engañosa.


NOTAS


[1] Véase por ejemplo: Marini, R. M. Dialéctica de la dependencia, Ediciones Era, México, decimoprimera reimpresión, 1991.
[2] Más adelante se hará referencia al concepto de ganancias ficticias que, como podremos observar, aun no siendo resultado de la explotación del trabajo, no violenta la teoría dialéctica del valor. Es justamente por eso que son ficticias.
[3] Marx, K. El Capital. Tomo I. México, FCE, 1966. p. 13.
[4] Idem, pp. 255-256.
[5] Véase: Carcanholo, R.A. "Sobre o conceito de mais-valia extra em Marx" (versão preliminar). V Encontro Nacional de Economía Política. Brasil, Fortaleza, 21 a 23 de junho de 2000.
[6] Es verdad que también existen, en ese medio, autores que contestan dicha interpretación.
[7] Chesnais en el último trabajo que le conocemos hizo breve mención a ellas, pero sin la amplitud que le damos.Véase:. Chesnais, F. "El fin de un ciclo. Alcance y rumbo de la crisis financiera", en Herramienta Nº 37, Buenos Aires, marzo de 2008. pp. 07 a 36.


 Reinaldo A Carcanholo, Profesor del programa de graduados en politica social y del departamento de Economia de la Universidad Federal do Espírito Santo *

lunes, 16 de julio de 2012

La teoría monetaria moderna, el euro y la gran predicción económica de los últimos veinte años

 Por Randall Wray * 




Por si acaso usted piense que NEP está fanfarroneando un poco demasiado, debo advertir que tomé prestado el título de este post de un escrito del 2011 elaborado por alguien a quien la MMT (teoría monetaria moderna, por sus siglas en inglés) le resulta hostil, a pesar de reconocer su precisión predictiva.
(¡Prometo enviar cinco pantalones vaqueros a la primera persona que identifique al autor! Lo siento, no se acepta a los estudiantes de UMKC, pues tienen que trabajar una hora por cada pantalón vaquero para pagar sus impuestos).
El autor de ese escrito original comenzó proporcionando pruebas para justificar la hipótesis que trataba de exponer.
Tener la razón importa. Esto no se ha enfatizado lo suficiente en el mundo de las finanzas y de la economía en general. Demasiado a menudo, una mala teoría ha conducido a malas predicciones las cuales han podido contribuir a una mala política. Mientras la MMT sigue siendo una escuela de economía heterodoxa que ha sido ampliamente rechazada por los principales economistas, sus defensores modernos poseen un historial extraordinario en cuanto a la predicción de eventos económicos complejos… En los últimos años, la crisis del Euro ha demostrado ser un suceso marcadamente complejo y persistente. Además, ninguna escuela del pensamiento predijo de forma tan sucinta como la MMT sus causas y efectos. Tales predicciones no son vagas o generalistas en manera alguna. Cuando uno lee la investigación de los miembros de la MMT publicada en la época de la concepción del Euro, advierte que sus predicciones se muestran inquietantemente proféticas. Previeron la quiebra de un sistema monetario completo y describieron exactamente por qué su constitución llevaría a una crisis económica si la unión no evolucionaba.
Como ven, NEP nos fanfarroneó. Como evidencia seleccionó algunas citas jugosas:

lunes, 9 de julio de 2012

La lucha de clases en Europa y las raíces de la crisis económica mundial

 Por François Chesnais



La crisis financiera europea es la manifestación, en la esfera de las finanzas, de la situación de semiparálisis en que se encuentra la economía mundial. En este momento es su manifestación más visible, pero de ningún modo la única. Las políticas de austeridad aplicadas simultáneamente en la mayor parte de los países de la Unión Europea (UE) contribuyen a la espiral recesiva mundial, pero no constituyen su única causa. Fueron elocuentes los encabezamientos de la nota de perspectiva de septiembre de 2011 de la OCDE: “La actividad mundial está cerca del estancamiento”, “El comercio mundial se contrajo, los desequilibrios mundiales persisten”, “En el mercado del trabajo, las mejoras son cada vez menos perceptibles”, “La confianza ha disminuido”, etcétera. Luego de las proyecciones de Eurostat a mediados de noviembre de una contracción económica de la UE, a la que no escaparía ni siquiera Alemania, la nota de la OCDE del 28 de noviembre señala un “considerable deterioro”, con un crecimiento del 1,6% para el conjunto de la OCDE y del 3,4% para el conjunto de la economía mundial.
Comprensiblemente, la atención de los trabajadores y los jóvenes de Europa está centrada en las consecuencias del “fin de trayecto” y el “sálvese quien pueda” de las burguesías europeas. La crisis política de la UE y la zona euro, así como las interminables vacilaciones del BCE alrededor del financiamiento directo de los países en mayores dificultades, son sus manifestaciones más visibles. Se tiende a endurecer las políticas de austeridad y a montar un operativo de “salvataje total” del que no escape país alguno. Sin embargo, la situación europea no puede ser comprendida independientemente de la consideración de la situación de la economía mundial en su totalidad.