Por Eric Toussaint
CADTM
Traducido por Alberto Nadal
Desde el siglo XII hasta comienzos del siglo XIV, la Orden de los
Templarios, presente en una gran parte de Europa, se convirtió en
banquero de los poderosos. Contribuyó a financiar varias cruzadas. A
comienzos del siglo XIV, se había convertido en la principal acreedora
del rey de Francia Felipe el Hermoso. Frente al peso de una deuda que
gravaba sus recursos, Felipe el Hermoso se libró de sus acreedores y, de
la misma, de su deuda, demonizando la Orden de los Templarios,
acusándola de múltiples crímenes |1|.
La Orden fue prohibida, sus jefes ejecutados y sus bienes confiscados.
La Orden de los Templarios carecía de un estado y de un territorio para
hacer frente al rey de Francia. Su ejército (15.000 hombres, de ellos
1.500 caballeros), su patrimonio y sus créditos con los dirigentes no la
protegieron de la potencia de un estado decidido a eliminar a su
principal acreedor.
En la misma época (siglos XI-XIV), los banqueros venecianos
financiaban también cruzadas y prestaban dinero a los poderosos de
Europa, pero maniobraron mucho más hábilmente que la Orden de los
Templarios. En Venecia, se apoderaron de la cabeza del estado dándole la
forma de una república. Financiaron la transformación de Venecia,
ciudad-estado, en un verdadero imperio que comprendía Chipre, Eubea
(Negrepont) y Creta. Adoptaron una estrategia imparable para
enriquecerse duraderamente y garantizar el reembolso de sus créditos:
fueron ellos quienes decidieron endeudar al estado veneciano con los
bancos que poseían. Los términos de los contratos de los préstamos
fueron definidos por ellos puesto que eran a la vez propietarios de los
bancos y dirigentes del estado.
Mientras Felipe el Hermoso tenía interés en librarse físicamente de
sus acreedores para liberarse del peso de la deuda, el estado veneciano
devolvía hasta la última moneda de la deuda a los banqueros. Éstos
tuvieron por otra parte la idea de crear títulos de la deuda pública que
podían circular de un banco a otro. Los mercados financieros comenzaban
entonces a ponerse en pie |2|.
Este tipo de préstamo es el precursor de la forma principal de
endeudamiento de los estados tal como se conoce en el siglo XXI.
Siete siglos después del aplastamiento de la Orden de los Templarios
por Felipe el Hermoso, hoy los banqueros de Europa, igual que sus
predecesores venecianos o genoveses, no tienen manifiestamente que estar
inquietos por los gobiernos actuales.
Los estados nacionales y el protoestado que es la Unión Europea de
hoy son quizás más complejos y sofisticados que las repúblicas de
Venecia (o de Génova) de los siglos XIII al XVI, pero son con igual
crudeza los órganos de ejercicio del poder de la clase dominante, el 1%
opuesto al 99%. Mario Draghi, antiguo responsable de Goldman Sachs en
Europa, dirige el Banco Central Europeo. Los banqueros privados han
colocado a sus representantes o a sus aliados en puestos clave en los
gobiernos y las administraciones. Los miembros de la Comisión Europea
están muy atentos a la defensa de los intereses de las finanzas
privadas, y el trabajo de lobby que los bancos ejercen ante parlamentarios, reguladores y magistrados europeos es de una eficacia temible.
Que un puñado de grandes bancos capitalistas ocupe el primer plano
estos últimos años, no debe ocultar el papel de las grandes empresas
privadas de la industria y del comercio, que usan y abusan de su
proximidad a las estructuras del estado de forma tan hábil como los
banqueros. La interconexión y la imbricación inextricables entre los
estados, los gobiernos, los bancos, las empresas industriales y
comerciales, y los grandes grupos privados de comunicación constituyen,
por otra parte, una de las características del capitalismo, tanto en su
fase actual como en las precedentes.
Efectivamente, desde la victoria del capitalismo como modo de
producción y como formación social dominante, el poder es ejercido por
los representantes de los grandes grupos privados y sus aliados.
Desde un punto de vista histórico, la New Deal iniciada por el
presidente F. Roosevelt en 1933 y los treinta años que siguieron a la
II Guerra Mundial aparecen como un paréntesis durante el cual la clase
dominante tuvo que hacer concesiones, ciertamente limitadas pero reales,
a las clases populares. Los grandes patronos tuvieron que disimular un
poco su dominio sobre el estado. Con el giro neoliberal emprendido a
finales de los años 1970, abandonaron la discreción. Los años 80 ponen
en un primer plano una clase dominante completamente desinhibida que
asume y proclama con cinismo la carrera por la ganancia y la explotación
generalizada de los pueblos y de la naturaleza. La fórmula, tristemente
célebre, de Margaret Thatcher “There is no alternative” marca
hasta hoy el paisaje político, económico y social, a través de los
ataques violentos a los derechos y conquistas sociales. Mario Draghi,
Angela Merkel, Silvio Berlusconi (gran patrón italiano), José Manuel
Barroso, aparecen como figuras emblemáticas de la prosecución del
proyecto thatcheriano. La complicidad activa de los gobiernos
socialistas (de Schröeder a Hollande, pasando por Tony Blair, Gordon
Brown, Papandreu, Zapatero, Socrates, Letta, Di Rupo, y muchos otros)
muestra hasta qué punto se insertaron en la lógica del sistema
capitalista, hasta qué punto forman parte del sistema igual que Barack
Obama del otro lado del Atlántico. Como afirmaba el multimillonario
americano Warren Buffet, “es una guerra de clases, y es mi clase la que va ganando”.
El sistema de la deuda pública tal como funciona en el capitalismo
constituye un mecanismo permanente de transferencia de riquezas
producidas por el pueblo hacia la clase capitalista. Este mecanismo se
ha reforzado con la crisis comenzada en 2007-2008, pues las pérdidas y
las deudas de los bancos privados han sido transformadas en deudas
públicas. A una gran escala, los gobiernos han socializado las pérdidas
de los bancos a fin de permitirles continuar haciendo beneficios que
redistribuyen a sus propietarios capitalistas.
Los gobiernos están directamente conchabados con los grandes bancos y
ponen a su servicio los poderes y las arcas públicas. Hay un va y viene
permanente entre los grandes bancos y los gobernantes. El número de
ministros de finanzas y de economía, o de primeros ministros, que
provienen directamente de los grandes bancos o que van a ellos cuando
abandonan el gobierno no deja de aumentar desde 2008.
El oficio de la banca es demasiado serio para ser dejado en manos del
sector privado, es necesario socializar el sector bancario (lo que
implica su expropiación) y colocarlo bajo control ciudadano (de los
asalariados de los bancos, de los clientes, de las asociaciones y de los
representantes de los actores públicos locales), pues debe estar
sometido a las reglas de un servicio público |3| y las rentas que su actividad genera deben ser utilizadas para el bien común.
La deuda pública contratada para salvar a los bancos es
definitivamente ilegítima y debe ser repudiada. Una auditoría debe
determinar las demás deudas ilegítimas y/o ilegales y permitir una
movilización tal que una alternativa anticapitalista pueda tomar forma.
La socialización de los bancos y la anulación/repudio de las deudas ilegítimas deben inscribirse en un programa más amplio |4|.
Como durante la república de Venecia, hoy en la Unión Europea y en la
mayoría de los países más industrializados del planeta, el estado está
en ósmosis con la gran banca privada y paga dócilmente la deuda pública.
El no pago de la deuda ilegítima, la socialización de la banca así como
otras medidas vitales serán el resultado de la irrupción del pueblo
como actor de su propia historia. Se tratará de poner en pie un gobierno
tan fiel a los oprimidos como los gobiernos de Merckel y Hollande lo
son a las grandes empresas privadas. Tal gobierno del pueblo deberá
hacer incursiones en la sacrosanta gran propiedad privada para
desarrollar los bienes comunes a la vez que respeta los límites de la
naturaleza. Ese gobierno deberá igualmente realizar una ruptura radical
con el estado capitalista y erradicar todas las formas de opresión. Una
auténtica revolución es necesaria.
Notas
|1| Ver David Graeber, En deuda. Una historia alternativa de la economía, Editorial Ariel, Barcelona, 2012, 714 pp ; Thomas Morel et François Ruffin, Vive la Banqueroute!, Paris, Fakir Editions, 2013.
|2| Fernand BRAUDEL, Civilisation matérielle, économie et capitalisme. XVe-XVIIIe siècle. Paris, Armand Collin, 1979 ; David Graeber, En deuda. Una historia alternativa de la economía, Editorial Ariel, Barcelona, 2012, 714 pp
|3| El sector bancario debería ser enteramente público con excepción de un sector cooperativo de pequeña talla con el que podría cohabitar y colaborar.
|4| Ver Damien Millet y Eric Toussaint, Europa, ¿qué programa de urgencia frente a la crisis? http://cadtm.org/Europa-Que-programa-de-urgencia. Ver también Thomas Coutrot, Patrick Saurin y Eric Toussaint, Anular la deuda o gravar al capital: ¿Por qué elegir? http://cadtm.org/Anular-la-deuda-o-gravar-al . Finalmente, ver ¿Qué hacer con la deuda y el euro?, http://cadtm.org/Que-hacer-con-la-deuda-y-el-euro publicado el 30 de abril de 2013.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario