Las noticias macroeconómicas más recientes de los Estados Unidos, otras economías avanzadas y los mercados emergentes confirman que la economía global se enfrentará a un recesión grave en 2009. En los Estados Unidos, la recesión comenzó en diciembre de 2007 y durará al menos hasta diciembre de 2009 – la recesión más larga y profunda en el país desde la Segunda Guerra Mundial, con una caída acumulada del PIB que tal vez supere el 5%.
La recesión en otras economías avanzadas (la zona del euro, el Reino Unido, la Unión Europea, Canadá, Japón, Australia y Nueva Zelanda) empezó en el segundo trimestre de 2008, antes de que los problemas financieros de septiembre y octubre agravaran la contracción global del crédito. Desde entonces, esta contracción se ha hecho aun más severa.
Ahora, los mercados emergentes están experimentando también el principio de un aterrizaje brusco a medida que los efectos negativos de la recesión en las economías avanzadas, la caída de los precios de los productos básicos y la fuga de capitales se empiezan a sentir en el crecimiento. En efecto, el mundo debe esperar algo cercano a una recesión en Rusia y Brasil en 2009, debido a los bajos precios de los productos básicos y una abrupta desaceleración en China y la India que será el equivalente de un aterrizaje brusco (crecimiento muy por debajo del potencial) para estos países.
A otros mercados emergentes de Asia, África, América Latina y Europa no les irá mejor y algunos podrían sufrir crisis financieras plenas. En efecto, más de una docena de economías de mercados emergentes se enfrentan ahora a presiones financieras severas: Belarús, Bulgaria, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Rumania, Turquía y Ucrania en Europa; Corea, Indonesia y Pakistán en Asia; y Argentina, Ecuador y Venezuela en América latina. La mayoría de estas economías pueden evitar lo peor si aplican los ajustes de política adecuados y si las instituciones financieras internacionales (incluyendo al FMI) les dan créditos suficientes para cubrir sus necesidades de financiamiento externo.
Con la certeza casi total de una recesión global, la deflación –más que la inflación—se convertirá en la preocupación principal de los encargados del diseño de políticas. La caída de la demanda agregada, mientras que la oferta agregada potencial ha estado aumentando debido a la inversión excesiva de China y otros mercados emergentes, reducirá abruptamente la inflación. Los mercados laborales deprimidos, con tasas de desempleo crecientes, limitarán los salarios y los costos de la mano de obra. Las caídas adicionales de los precios de los productos básicos –que ya disminuyeron un 30% de su punto más elevado en el verano—aumentarán estas presiones deflacionarias.
Los encargados del diseño de políticas tendrán que preocuparse por una bestia rara llamada “estancamiento con deflación” (una combinación de estancamiento económico, recesión y deflación); por las trampas de liquidez (cuando las tasas de interés oficiales se acercan tanto a cero que la política monetaria tradicional deja de ser efectiva); y por la deflación de la deuda (el aumento del valor real de las deudas nominales, que aumenta el riesgo de quiebra de los hogares, empresas, instituciones financieras y gobiernos en problemas).
Al hacerse menos efectiva la política monetaria tradicional, será necesario hacer uso de herramientas no tradicionales de política orientadas a generar mayor liquidez y crédito (mediante la facilitación cuantitativa y las compras directas por los bancos centrales de activos privados no líquidos). Y si bien la política fiscal tradicional (gasto gubernamental y recortes de los impuestos) se aplicará agresivamente, la política fiscal no tradicional (gasto para rescatar a las instituciones financieras, los prestamistas y los deudores) será cada vez más importante.
En este proceso se ampliará enormemente el papel de los Estados y los gobiernos en la actividad económica. Tradicionalmente, los bancos centrales han sido los prestamistas de último recurso, pero ahora se están convirtiendo en los de primero y único recurso. A medida que los bancos restringen sus préstamos mutuos, y los que conceden a otras instituciones financieras y al sector empresarial, los bancos centrales se están convirtiendo en los únicos prestamistas que existen.
Igualmente, con el colapso del consumo de los hogares y de la inversión de las empresas, los gobiernos pronto serán los primeros y únicos que gasten para estimular la demanda y rescatar bancos, empresas y hogares. Las consecuencias a largo plazo del resultante aumento súbito de los déficit fiscales son graves. Si los bancos centrales monetizan los déficit, la inflación seguirá las presiones deflacionarias a corto plazo; si se financian con deuda, la solvencia a largo plazo de algunos gobiernos podría estar en riesgo, a menos que se restablezca la disciplina fiscal a mediano plazo.
No obstante, a corto plazo deben emprenderse medidas muy agresivas de política monetaria y financiera –tanto tradicionales como no tradicionales—para asegurar que el inevitable estancamiento con deflación de 2009 no se extienda a 2010 o más. Hasta ahora, la respuesta de los Estados Unidos parece ser más agresiva que la de la zona del euro, puesto que el Banco Central Europeo se ha quedado por debajo de la curva en materia de tasas de interés y la postura fiscal de la UE sigue siendo débil.
Dada la gravedad de esta crisis económica y financiera, los mercados financieros no mejorarán durante un tiempo. Los riesgos de deterioro de los precios que plantean una amplia gama de activos riesgosos (acciones, bonos de empresas, productos básicos, viviendas y clases de activos de los mercados emergentes) perdurarán hasta que haya señales verdaderas –hacia finales de 2009—de que la economía global se podrá recuperar en 2010.
AUTOR : Nouriel Roubini es profesor de economía en la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York y presidente de RGE Monitor (www.rgemonitor.com) una consultoría sobre temas económicos.
FUENTE : PROJECT SYNDICATE
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