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lunes, 1 de julio de 2013

La crisis del capital, sus ciclos y el proceso mundial de acumulación

  




Por Manuel Sutherland 
ECOPORTAL



Quiebras, despidos masivos, fraudes y una recesión (en términos ortodoxos: estancamiento en el crecimiento del PIB por 2 o más trimestres seguidos) amenazan con soliviantar las bases del modo de producción capitalista a nivel mundial. Dicho fenómeno suele intitularse como “crisis sistémica del capital”, porque podría decirse que su carácter es omnímodo. Como la ideología que portan la mayoría de personas, es la ideología de la clase dominante (la capitalista), es lugar común escuchar las frases más desternillantes en relación a la crisis del capital y su imposible solución. En el top five de esos delirios, resaltan: la ideología de que la crisis es meramente financiera, que se pueden evitar los ciclos recesivos, que la acumulación de capital puede ser “nacional” o “independiente”, que hay “liberaciones económicas” nacionales y que la crisis NO afectará a las naciones cuyos gobiernos que administren el capital social, sean “progresistas”. Tamaños dislates son amargamente frecuentes y representan un duro escollo en la emancipación de la clase obrera, de la tiranía capitalista. Sin entender lo que se quiere transformar, es imposible hacerlo. Veamos.

 La acumulación mundial de capital: forma y fondo


La acumulación de capital es un proceso mundial por su contenido, pero nacional por su forma.
Juan Iñigo Carrera[1]
El proceso de acumulación capitalista toma la forma concreta nacional en su representación política: el Estado. Ése complejo institucional es el representante del capital social que trata de acumularse desde el ámbito que abarca el mercado nacional. Al plantear alianzas o acuerdos comerciales, el equipo diplomático sale a defender en exclusividad a sus representados (la burguesía local) frente a otros representantes de la burguesía extranjera. Así, al tratar de imponer lo que más le conviene a la burguesía local, el cuerpo negociante muestra la apariencia invertida de que dirige un proceso de acumulación nacional que sólo se enfrenta a otros como externalidades competitivas. Pero no es así. El proceso de acumulación de capital es en esencia mundial y está fundamentado en una serie de capitales que desarrollan una escala ampliada que les permite valorizarse a través del mundo sin distingo de nacionalidad.
La diferenciación en cuanto a la magnitud de acumulación por cada parte alícuota del capital, deviene del monto que puede valorizar en el mercado mundial. El monto, está íntimamente ligado a la escala de acumulación de dicho capital. Por ello, los capitales medios (de escala competitivamente adecuada para competir en el mercado mundial) están generalmente integrados por las burguesías de varios países y son los que debido a su envergadura económica, ejercen una capacidad mayor de influencia política en el planeta. Así, en la competencia internacional por la apropiación de plusvalía convertida en tasa de ganancia media, es donde se manifiesta abiertamente la unidad mundial en el proceso de acumulación capitalista.
La crisis del capital no se circunscribe a las finanzas (una parte), la crisis radica en latotalidad
Para los economistas de perspectivas estrechas, el “sistema” es natural y perfecto, pero la avaricia excesiva de unos cuantos lleva a la ruina a millones. Así, las crisis suelen justificarse por las malas decisiones, la falta de inversión, el capitalismo de “casino”-especulador y un vulgar etc. Sin excepción, insisten en negar las recurrencias cíclicas de las crisis y el funcionar caótico del capital.
Para el capital, que el mundo detente más de mil millones de personas en situación de hambre severa y que posea más de 4 mil millones de personas en la pobreza, es un asunto normal. No es considerado negativo ni crítico. Por lo tanto, la crisis que se les manifiesta como el estallido de las contradicciones inherentes del modo de producción capitalista, se les aparece como una caída en la inversión, bancarrotas y cesación de pagos en los créditos (default). Al respecto, Marx comentaba con cierto aire jovial, que la crisis era la explosión que hacía ver a la burguesía las contradicciones intrínsecas del capital:
“Donde más patente y más sensible se le revela al burgués práctico el movimiento lleno de contradicciones de la sociedad capitalista, es en las alternativas del ciclo periódico recorrido por la industria moderna y en su punto culminante: el de la crisis general”[2]
Al ver en sus manos sus billetes evaporarse, consultan la prensa y miran el desplomar de las bolsas de valores y dicen: es una crisis financiera. Atrapado en la nebulosa apariencia, el burgués no puede entender que las finanzas son apenas la piel del modo de producción capitalista, es decir, un espacio en el cual se recicla la plusvalía producida en el agro, los servicios y en la industria. Un ámbito donde se titularizan créditos, deudas y papeles, y se confecciona un pingüe edificio decapital ficticio.
Por tanto, esta área específica por donde rota el capital (el terreno financiero), no puede ser jamás el centro, ni el corazón esencial del funcionar capitalista. Creerlo, es ser víctima de la fetichización del dinero y suponer que el dinero puede producirse así mismo de la nada. Admitir este desvarío es dar por buena una insólita sinécdoque que erige a las finanzas (una parte) como la relación social general capitalista (el todo).
Hablamos de crisis sistémica ya que podemos considerar que la crisis general de sobreproducción capitalista, ocupa todas las áreas que componen el mosaico estructural (producción industrial, agropecuaria, servicios etc.) y la parte supraestructural (política, ética, cultura, etc.) del modo de producción capitalista, por ello, la crisis es sistémica y no financiera.
El aparente y “sorpresivo” irrumpir de la crisis sistémica del capital En voz de Marx, entendemos que el modo de producción capitalista se desarrolla en una serie de ciclos no isócronos. La vida de la industria se convierte en una serie de períodos de animación media, de prosperidad, de superproducción, de crisis y de estancamiento. De lo anterior podemos entrever que de la más amplia prosperidad capitalista, es decir, de la expansión de la producción y por ende de la ganancia; se desprende la crisis de sobreproducción general, que trae aparejada la agudización de la ristra de desgracias que comentamos en el párrafo anterior.
 Así las cosas, aunque parezca contraintuitivo, la crisis emana de un exceso de riqueza, de una superabundancia de capitales que se abalanzan a perseguir la tasa de ganancia media incrementada. Por tanto, podemos afirmar que esta crisis general de superproducción, dimana de un auge de la tasa ganancia, que puede ser explicado por el movimiento cíclico decenal del capital. Ésta ciclicidad determina el grado de utilización de las fuerzas productivas y el trabajo en la sociedad. Parafraseando a Fourier: la miseria emana de la más fabulosa riqueza(concentrada en muy pocas manos). En el momento de mayor auge (ojo, no quiere decir que en ese instante se superen las contradicciones del capital o la clase obrera alcance el “bienestar”) es la antesala a la más honda depresión. Ésta ciclicidad determina el grado de utilización de las fuerzas productivas y el trabajo en la sociedad. En palabras de Marx:

“(“) [es un] ciclo decenal de períodos de animación medía, producción a todo vapor, crisis y estancamiento, descansa en la constante formación, absorción más o menos intensa y reanimación del ejército industrial de reserva o superpoblación obrera.”
Con el trabajo del Profesor Juan Iñigo, podemos contribuir a dilucidar esta aparente contradicción:
“El presente avance de la crisis de superproducción general no se corresponde con la caída inmediata de la tasa de ganancia, sino con su aumento. No se trata que produzca poca plusvalía y, por lo tanto, poco capital, sino de que se produce demasiada riqueza social bajo la forma de capital”[3]
El auge económico mundial del período 2011-2012, aunque ligero, debe venir aparejado con una severa disminución en la producción para más tardar el año 2014 ó 2015, de acuerdo al comportamiento cíclico de la economía.
El proceso mundial de acumulación y la creencia de que la crisis es el ?norte? De las frecuentes tergiversaciones populistas, nos llega a los oídos, la tenebrosa idea de la”desconexión”, o el “desgaje” del proceso mundial de acumulación capitalista. La “desconexión” es un trabajo teórico que fue desarrollado primigeniamente por el marxista egipcio Samir Amín[4] y que está siendo utilizado por una caterva socialdemócrata que plantea una quimérica desvinculación ?nacional? al proceso mundial de acumulación capitalista. Pero el escape no estriba en construir el socialismo científico (como lo señala de algún modo Amín), sino en erigir, como expresa Wim Dierckxsens:
“(?) relaciones internacionales bajo principios de solidaridad, reciprocidad, complementariedad cooperación y sustentabilidad, es decir hacia un mayor equilibrio internacional ["] desconexióndel proceso de anexión económica a EEUU [?] recuperación de la soberanía nacional ["] Ya con varios países desconectados, la idea (“) comienza a tener factibilidad.[5]
¿Cuáles son esos países desconectados? ¿Cómo se desconectan económicamente países que son absolutamente interdependientes, es decir, cuya determinación central estriba en la mundialización de los procesos productivos y en un intercambio comercial incesante? ¿Será que existen países autárquicos que producen todo lo que consumen al interior de sus fronteras nacionales? Si Marx planteó que la revolución socialista puede estallar primeramente en un solo país, el socialismo como modo de producción tiene que erigirse necesariamente de forma mundial. Por ello, la tarea revolucionaria fundamental es construir ese sujeto histórico revolucionario (la clase obrera directamente internacional), y empezar a unificarla bajo un plan de producción internacionalmente consolidado. El planteamiento de la ?desconexión?, aparte de ser falaz, plantea una situación reaccionaria y retrograda para la construcción socialista. ¿América Latina no será tocada por la crisis del ?norte??
Es una triste fantasía creer que la crisis de sobreproducción capitalista, no afectará a América Latina, por el alto precio actual de sus mercancías primarias de exportación (soya, petróleo, gas etc.) o porque (como erróneamente argumenta Dierckxsens) se pueda ?desconectar? de la debacle capitalista, por la vía de acuerdos comerciales o tratados de cooperación. Creer que esto sucederá es conjeturar al mundo como un montón de economías autárquicas que se relacionan esporádicamente por la vía comercial. Es imaginar a las sociedades como componentes agregativos que se yuxtaponen (si mezclarse) en relaciones de intercambio. Dejarse llevar por esa apariencia, es clave en el error que estriba en la ilusoria protección latinoamericana a la crisis general de sobreproducción.
En los países cuyo proceso de acumulación capitalista sigue su curso más general (EEUU), en los países cuya dinámica económica gira principalmente alrededor de la renta del suelo (Venezuela, Argentina, Chile) y en los países cuya acumulación de capital estriba en la explotación de fuerza de trabajo (con bajos salarios) dedicada a la manufactura simple (Sudeste Asiático), la crisis de sobreproducción general, incidirá fuertemente, pero en escalas y profundidades diferentes. No hay milagrosas defensas ni salidas a este fenómeno inherente al propio funcionamiento del capital. No hay salvatajes (transferencias directas de dinero ?Estatal? a los quebrados bancos), ni expansiones del gasto público (keynesianos), ni contracciones del gasto público (ultraliberales) que puedan detener los masivos efectos destructivos de la crisis. Las manifestaciones más visibles de la crisis capitalista: caída abrupta de la tasa de ganancia, caída de la inversión, cierre de fábricas, despidos masivos, quiebras generalizadas; son sólo expresiones de destrucción de capital o derruir de fuerzas productivas. Esta eliminación de capital sobrante, es el ÚNICO mecanismo mediante el cual el modo de producción capitalista metaboliza a las empresas más ineficientes y a los capitalessuperabundantes que ya no pueden valorizarse, y que ralentizan con su obsolescencia el proceso de acumulación mundial de capital. Por ende, de forma cíclica las crisis se suceden y sucederán, dejando efectos más devastadores en la depauperada la clase obrera.
Las economías de América Latina cuya dinámica central dependa de la renta de la tierra, verán como los precios de sus mercancías de exportación se desploman y como la demanda internacional que genera sus divisas se derrumba. Ello traerá problemas para cubrir los gastos estatales corrientes, se paralizará el crecimiento económico y aumentarán los niveles de pobreza e indigencia, que deben venir aparejados de las corrientes medidas ultraliberalesque tomarán los gobiernos en esas circunstancias: maxi devaluación de la moneda (devaluación del 100%), aumento del IVA, aumento en las tarifas de los servicios públicos, despidos masivos en el sector estatal, disminución del gasto social y paralización de la construcción de infraestructura etc. En Venezuela las divisas las provee en 95% la industria petrolera, el 80% de ese petróleo es de bajo procesamiento. Con un incremento de 300% en sus importaciones totales en la última década, debe resentir con enorme e inusitada fuerza una eventual contracción de la demanda energética, que depende directamente de la producción industrial en el mundo y de la especulación financiera que con esa plusvalía se genera.
Lo mismo puede aplicarse a países cuya centralidad económica oscila a través del precio de commodities como el gas natural, la soja, el cobre etc. Dicha crisis amenaza con ser mucho más grave que la de 1929, 1974, 2001 y 2008, teniendo en cuenta que las dos últimas grandes crisis han sido apenas pausadas, a fuerza de enormes expansiones de la deuda global. Si el gran gendarme del mundo (EEUU), cuya economía es casi un quinto de la economía mundial, tiene una deuda global que alcanza el 400% de su PIB, posee más de 37 millones de desempleados y más de 44 millones de pobres, ¿Que quedará para las demás naciones capitalistas cuyos niveles de acumulación son notoriamente más débiles? El aumento en la belicidad de las naciones con mayor poderío militar y los probables estallidos sociales que esas crisis generarán, son un tópico importante que trabajaremos en próximos escritos.

Notas
[1] Iñigo Carrera, Juan, El capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia. -1ra- Edición, Edit. Imago Mundi, Argentina. (2008). Pág. 59.
[2] Marx, Carlos, El Capital, Tomo I, Edit. Fondo de Cultura Económica, 2da Ed. México, 1959. Potsfacio a la Segunda Edición. Pág. XXIV
[3] Juan Iñigo Carrera, El capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia. 1ra Edición, Edit. Imago Mundi, Ed. Argentina. 2008. Pág. 88.
[4] Amin, Samir, ?La desconexión. Hacia un sistema mundial policéntrico?, Editorial IEPALA, Madrid, 1998.
[5] Dierckxsens, Wim, El proceso de desconexión y transición del capitalismo mundial, Fecha de publicación 15/8/2006, Artículo disponible en http://www.lahaine.org/index.php?p=16519

jueves, 20 de diciembre de 2012

2007-2012: 6 años en que los bancos se tambalearon

Por Eric Toussaint
CADTM 



Desde 2007-2008, los grandes bancos centrales (BCE, Banco de Inglaterra, Fed en los Estados Unidos, Banco de Suiza) dan prioridad absoluta a intentar evitar el hundimiento del sistema bancario privado. Contrariamente al discurso dominante, el riesgo principal que amenaza a los bancos no es la suspensión de pagos de la deuda soberana [3] por parte de los Estados. Ninguna de las quiebras bancarias desde 2007 ha sido provocada por tal falta de pago. Ninguno de los rescates bancarios organizados por los Estados fue necesario debido a una suspensión de pago de parte de un Estado sobreendeudado. Lo que amenaza a los bancos desde 2007 es la cantidad de deudas privadas que los bancos han acumulado progresivamente a partir de las grandes desregulaciones que comenzaron a finales de los años 70 y que concluyeron en el transcurso de los años 90. Los balances de los bancos privados están cargados de activos [4] dudosos: estos comprenden desde activos tóxicos que son verdaderas bombas de relojería, a activos no líquidos (es decir que no pueden ser vendidos o traspasados en los mercados financieros), pasando por los activos cuyo valor está completamente sobrevalorado en los balances bancarios.

sábado, 10 de noviembre de 2012

¿Por qué la economía mundial no se recupera? Un mundo sin el Minotauro Global

 Por Yanis Varoufakis


Han pasado dos años desde que se escribió la primera edición de El Minotauro Global. El pronóstico hecho allí no auguraba nada bueno para la bestia. ¿Ha confirmado lo ocurrido desde entonces que las heridas del Minotauro Global eran demasiado profundas como para permitirle seguir con su milagroso reciclaje del excedente global? ¿Sigue siendo esa la mejor explicación disponible para entender por qué la economía norteamericana, la europea y aun el conjunto de la economía mundial se tambalean? ¿Para entender por qué la inseguridad generalizada se ha convertido en la "nueva normalidad"? Esas son las cuestiones que me planteo en la segunda edición del libro.

Para ser digna de una estimación seria, una teoría sobre lo que funcionó mal en la economía global no sólo debe ofrecer una explicación lógica del pasado; está también obligada a describir los desarrollos futuros que podrían refutarla. A la vista de lo ocurrido durante estos dos últimos años, ¿pasa la prueba el argumento central de este libro? Antes de responder a esta cuestión, será útil reformular con claridad (y con ayuda de un diagrama) la "Hipótesis del Minotauro Global" que subyace al libro. Tras recordar al lector la hipótesis, pasaremos revista a una serie de "hechos" que habrían refutado la hipótesis, caso de suceder. Como espero mostrar luego, el sentido explicativo originario, la Hipótesis del Minotauro Global, sobrevive muy bien a la prueba de refutación. Y al pasar esa prueba, arroja una útil luz sobre los debates políticos actuales en el drama que se desarrolla ante nuestros ojos por tres vías paralelas: Norteamérica, Europa, China.

domingo, 21 de octubre de 2012

El comercio del hambre y el desenlace de las catástrofes sociales

  Por Manuel Freytas *


La hambruna mundial es un tema que no figura en ningún debate prioritario de discusión internacional, sencillamente, porque el pobre, el hambriento, no es mercancía rentable, está fuera del circuito del consumo y no genera dividendos. En el desenlace de este proceso de catástrofe humanitaria (con concentración de riqueza en pocas manos y exterminio de "población sobrante") se incuban las bases y el detonante de un "Apocalipsis social" que el sistema y sus analistas  todavía no registran ni prestan atención. 

El fantasma de la escalada global en los precios de los alimentos vuelve a asomar y con ello los temores de que se repitan los estallidos y protestas sociales masivas en contra de los aumentos, como sucedió en 2008.
En un primer capítulo, en el 2008, y a causa del aumento de los precios del petróleo, hubo una escalada mundial del precio de los alimentos que incrementó el proceso de hambruna que padecen habitualmente las poblaciones más desprotegidas de Asia, África y América Latina.

En un segundo capítulo, con el desarrollo de la crisis recesiva global, ese proceso se agudizó arrojando a más población desposeída a la marginalidad y a la carencia de alimentos para subsistir aunque sólo sea a escala precaria.

miércoles, 27 de junio de 2012

El papel de los hedge funds: desigualdad e inestabilidad financiera

 Por Alberto Garzón Espinosa


Los hedge funds, conocidos como fondos de cobertura o fondos de inversión libre, son un tipo de fondos de inversión colectiva que no están apenas sometidos a regulación y que precisamente por ello han jugado un papel crucial en prácticamente todas las crisis financieras desde los años noventa. Debido a su relativa complejidad son plenamente desconocidos para la mayoría de la población. Una población que es, paradójicamente, la principal afectada por la actuación de estas entidades financieras. Para evitar que eso siga siendo así en este artículo trataré de arrojar suficiente luz, por supuesto siguiendo el estilo pedagógico de siempre, en el oscuro mundo de los hedge funds.
El funcionamiento de los fondos de inversión colectiva es la recogida de dinero de muchas fuentes (personas individuales, ahorro empresarial o incluso de otros fondos) y la inversión del mismo en cualquier producto financiero (acciones, por ejemplo). Al cabo de un tiempo, cuando ha habido un beneficio y el dinero se ha revalorizado, el fondo devuelve a los propietarios últimos el nominal (el dinero invertido) más los intereses, quedándose el banco con una importante comisión.

miércoles, 20 de junio de 2012

Una tormenta global perfecta

 Por Nuriel Roubini *



Parece ser que oscuras y amenazantes nubes financieras y económicas avanzan desde todas direcciones: la eurozona, Estados Unidos, China y otras áreas. De hecho, es posible que la economía mundial en 2013 resulte ser un ambiente donde resulte muy difícil encontrar abrigo.
Para empezar, la crisis de la eurozona se está agravando: al tiempo que el euro sigue siendo muy fuerte, una carga frontal de austeridad fiscal profundiza la recesión en muchos países miembros, y la contracción del crédito en la periferia y los altos precios del petróleo socavan las perspectivas de recuperación. El sistema bancario de la eurozona se está balcanizando, a medida que se cortan las líneas de crédito transfronterizas e interbancarias. La fuga de capitales podría convertirse en una corrida bancaria total en la periferia si, como es probable, Grecia acaba por salir desordenadamente del euro en los próximos meses.
Más aún, las tensiones fiscales y de la deuda soberana están empeorando a medida que los diferenciales de las tasas de interés para España e Italia regresan a sus insostenibles niveles máximos. De hecho, puede que la eurozona precise no solo de un rescate bancario internacional (como ocurrió hace poco en España), sino también de un plan de rescate soberano pleno en un momento en que los "muros de protección" internacionales y de la eurozona son insuficientes para la tarea de respaldar a España e Italia. Por ello, sigue siendo posible la ruptura desordenada de la eurozona.

domingo, 20 de mayo de 2012

Sin país para los ricos


 Por Sam Pizzigati *


Tiempo atrás, en 1863, una pequeña historia sorprendió a los lectores americanos. En “El hombre sin país”, Edward Everett Hale contó la historia de un pobre traidor sentenciado a pasar el resto de su vida navegando por el mundo sin cesar, en un exilio perpetuo, como prisionero a bordo de buques de la armada.

Los super-ricos de la actualidad son igualmente transeúntes, por elección.

Tomemos por ejemplo al cofundador de Facebook, Eduardo Saverin. Este multimillonario renunció a su nacionalidad estadounidense en 2011, un movimiento perfectamente calculado para ahorrarle potencialmente cientos de millones de impuestos cuando Facebook pasara a cotizar en bolsa.

Saverin no está solo. El número de norteamericanos que han renunciado formalmente a su nacionalidad estadounidense aumentó desde 235, en 2008, hasta 1.780 el año pasado.

¿Cuál es el desencadenante de este repentino aumento? Las autoridades fiscales estadounidenses han estado tomando medidas drásticas contra la evasión de impuestos. Esta pequeña molestia ha hecho que algunos americanos ricos, como Saverin, de origen brasileño, cortaran sus lazos con el querido Tío Sam. Simplemente pagan 450 $ por el trabajo burocrático y un “impuesto de salida” sobre ganancias no realizadas de capital si tienen activos por valor de más de 2 millones $ o si han pagado más de 151.000 $ al IRS (Hacienda) en los últimos años.

viernes, 11 de mayo de 2012

La crisis global del capitalismo: de quien es la crisis y ¿quienes se benefician de ella?

 Por James Petras.




Tanto el Financial Times como la extrema izquierda, han vertido toneladas de tinta para describir alguna variante de la “crisis global del capitalismo”. Mientras que los escritores difieren en las causas, consecuencias y remedios, según su respectivo punto de vista, existe acuerdo en que la crisis amenaza con poner final al sistema capitalista tal y como lo conocemos. En este artículo, James Petras proporciona una aguda visión sobre la crisis y los desafíos que enfrenta la humanidad para superarla.

No hay duda de que entre 2008-2009, el sistema capitalista en Europa y los Estados Unidos sufrió un duro golpe que sacudió los cimientos de su sistema financiero y amenazó con la quiebra de sus principales sectores.

Sin embargo, voy a argumentar que la crisis del capitalismo se convirtió en una crisis del trabajo. El capital financiero, el detonador de la crisis, se recuperó, la clase capitalista ha salido reforzada, y lo más importante es que se aprovecha de las nuevas condiciones políticas, sociales e ideológicas creadas como consecuencia de la crisis para consolidar aún más su dominio y explotación sobre el resto de la sociedad.

En otras palabras, la crisis del capital se ha convertido en una ventaja estratégica para promover los intereses del capital: ampliación de beneficios, consolidación de la dominación capitalista, mayor concentración de la propiedad, profundización de las desigualdades entre el capital y mano de obra y la creación de enormes reservas de mano de obra para aumentar aún más sus ganancias.

Además, la noción de una crisis global homogénea del capitalismo pasa por alto diferencias profundas en rendimiento y condiciones, entre países, clases, y grupos de edad.

domingo, 18 de marzo de 2012

La soberanía monetaria, el monopolio público de la moneda y su significado para la democracia. Parte I: cuestiones conceptuales

 Por Dan Kervick*



"Si una nación pierde su monopolio público monetario, entonces sus ciudadanos corren el riesgo de una mayor subordinación a centros de concentración de riqueza que escapan totalmente a su control. (…) Ahora mismo vemos cómo está desarrollándose este triste proceso en Europa. Para que un monopolio monetario público sea plenamente eficaz, tanto la autoridad monetaria como la autoridad fiscal han de estar sujetas al control democrático y deberían andar, en uno u otro grado, maridadas, a fin poder actuar de manera racional y coordinada en la solución de los desafíos públicos. La tragedia de la Europa contemporánea es que, buscando colmar la ambición idealista de crear una moneda común y un continente unificado, lo que se ha conseguido es el divorcio, en la Eurozona, entre la autoridad fiscal y la autoridad monetaria última, cediendo así en gran medida el control democrático de su sistema monetario. Eso es un retroceso de la democracia en Europa, y ahora estamos asistiendo a sus secuelas y ramificaciones. Tecnócratas tan poco democráticamente careables como, en cambio, ligados a los amos financieros del continente se sirven de sus privilegiadas posiciones para subordinar a muchos gobiernos electos de Europa a un control externo que no responde ante nadie. Se sirven de un brutal programa de austeridad para imponer este nuevo sistema de disciplina centralizada y no democrática; y su celo en instituir ese nuevo orden es tan grande, que han hundido al continente en un desempleo masivo aún más hondo y en una segunda recesión."
La Teoría Monetaria Moderna (TMM) destaca el papel central de los Estados en los sistemas monetarios soberanos. Uno de los principales impulsores de la TMM, Warren Mosler, por ejemplo, ha descrito el sistema estadounidense del dólar como un "simple monopolio público". Y Randall Wray ha escrito que "en los EEUU, el dólar es la moneda estatal de cuenta, y el dinero primario (monedas, billetes y reservas bancarias), nuestra moneda monopolizada por el Estado". A veces, esta tesis crucial de la TMM se expresa con mayor generalidad diciendo que el gobierno de los EEUU es el suministrador, en régimen de monopolio, de "activos financieros netos" a los sectores no-públicos de la economía del dólar.
Estas tesis siguen generando mucha confusión y resistencia cuando se discute la TMM, y han sido objeto de mucho malentendido; a veces, de malentendidos egregios. Defenderé aquí la tesis de la TMM, según la cual el gobierno de los EEUU es el suministrador, en régimen de monopolio, del dólar, y por lo mismo, el responsable en última instancia de cualquier aumento o descenso netos en dólares de activos financieros denominados en dólares en el sector no-público de la economía. Comenzaré describiendo la base jurídica e institucional de ese monopolio, para entrar luego en la discusión de lo que implica y lo que no implica la tesis de que el gobierno de los EEUU dispone de un monopolio público sobre el dólar.
Huelga decir que hay mucha gente que, aun aceptando sin mayores problemas la tesis descriptiva, según la cual hay un monopolio público, gestionado por el gobierno, sobre el dólar, creen que ese monopolio es una monstruosidad, una horrible transformación de un Estado razonablemente sano en un Estado hipertrofiado. En mi opinión, sin embargo, la existencia de esos monopolios en países monetariamente soberanos es, todo contado, una cosa buenísima, al menos cuando el Estado en cuestión tiene instituciones democráticas. Los ciudadanos de los países democráticos deberían hacer todo lo que esté en sus manos para conseguir un monopolio público monetario democráticamente controlado, si es que no lo tienen, y deberían hacer todo lo que esté en sus manos para conservar y mejorar su monopolio público monetario, si son lo suficientemente afortunados como para disponer ya de ese monopolio.

viernes, 23 de septiembre de 2011

La economía mundial, al borde de la depresión

Por Yonie Moreno

El agitado mes de agosto ha marcado un punto y aparte en el empeoramiento generalizado de la recesión. La caída de la economía real y la profundización de la crisis de la deuda en Europa, que ya ha provocado un tremendo descalabro de las bolsas mundiales, amenaza con transformarse en una depresión en el conjunto de las naciones desarrolladas. 

Crisis del modo de producción capitalista

La irracionalidad y anarquía del capitalismo se están poniendo de manifiesto ante millones de trabajadores: los sacrificios, despidos masivos y recortes sociales en nombre del bienestar común o para “transmitir señales de confianza” a los mercados, lejos de aplacar su codicia, están empujando a la economía mundial hacia un callejón sin salida.
Los especuladores, es decir, el conjunto del sistema financiero y los grandes capitalistas que son al fin y al cabo los que mueven miles de millones de euros en este tipo de operaciones, no se han aplacado: ni la aprobación del último paquete de ajuste social en Grecia, ni las maniobras para comprar deuda pública española e italiana por parte del Banco Central Europeo (BCE), han calmado la situación. Todo lo contrario. Lo más peligroso para la burguesía europea y mundial, dentro de esta nueva escalada de desestabilización, es que la codicia financiera por obtener grandes dividendos con la deuda soberana pone en entredicho el futuro de economías fundamentales: Italia, el Estado español, pero también Francia o Bélgica se han visto amenazadas. Y la causa de esta espiral que no parece tener fin es, simple y llanamente, el estancamiento, cuando no el retroceso de la economía real.
Para empeorarlo todo, y al mismo tiempo como reflejo de la época, la rebaja de calificación de la deuda norteamericana realizada por Standard & Poors ha descubierto, para el que no lo supiera o imaginase, que la mayor potencia capitalista del planeta no está a salvo de la crisis de la deuda. El detonante de esta rebaja lo han provocado los negativos resultados de la economía norteamericana y el agrio enfrentamiento entre republicanos y demócratas y, particularmente dentro del partido republicano con el sector del Tea Party, que evidenció las fuertes divisiones dentro de la burguesía norteamericana. EEUU se situó al borde de la suspensión de pagos, algo insólito en la historia del capitalismo internacional moderno1.

Una comparación histórica

Tal como hemos señalado los marxistas en numerosos materiales, la profundidad y extensión de la actual recesión mundial no sólo es comparable al crack de 1929, en algunos aspectos es aún más preocupante. Historiadores económicos como Barry Eichengreen y Kevin O’Rourke afirman: “globalmente estamos en situación análoga, si no peor, que en la Gran Depresión, tanto si la métrica es la producción industrial, como si son las exportaciones o los valores de las acciones (…) Estamos ante un acontecimiento que tiene todas las dimensiones de una depresión”2. A diferencia de 1929, la interdependencia de las economías nacionales es muy superior y el poder absoluto del sistema financiero se ha hecho todavía más omnipresente.
La historia nunca se repite de la misma forma. La actual crisis de sobreproducción, aumentada por el hundimiento del sistema financiero después de años de frenética especulación, ha hecho saltar todos los muros de contención. La posibilidad de una coordinación de las grandes potencias para sacar al mundo del actual atolladero ha quedado en nada, como también ocurrió en la Gran Depresión. El fracaso continuo de las cumbres del G-20 ha puesto de relieve las profundas contradicciones del sistema capitalista. La lucha por cada palmo del mercado mundial ha enfrentado a EEUU con la UE, a China y EEUU, a las grandes naciones y las potencias emergentes, que no han dudado, pese a las proclamas en sentido contrario, en volver a la política de devaluaciones competitivas y guerras comerciales. El hecho de que el G-20 no se haya vuelto a reunir en estos meses convulsos es una prueba de la extrema gravedad de la situación: escenificar un nuevo fracaso sólo puede aumentar el carácter explosivo de la crisis.

EEUU se desliza de nuevo por la pendiente

El secreto de la impotencia capitalista para salir de la crisis actual reside no en el Olimpo de la Bolsa o los fondos de inversión, sino en un terreno mucho más concreto, en la economía real, en la evolución de la industria, el empleo y el comercio.
Un ejemplo de ello es el recrudecimiento de la recesión en EEUU, constatando que se siguen destruyendo fuerzas productivas por un lado y, por otro, que las medidas de recorte del gasto público lejos de impulsar la economía la está hundiendo. Como señalaba el diario El País en un artículo publicado el 7 de agosto: “Hay 25,1 millones de estadounidenses para los que la recesión no ha terminado. Son en concreto 13,9 millones de parados (el 44,4%, de larga duración), 8,4 millones de empleados obligados a trabajar a tiempo parcial y 2,8 millones que en la situación actual ni se molestan en buscar trabajo. En julio, la tasa de paro se situó en el 9,1% y lleva 30 meses por encima del 8%”.
Respecto al mercado de la vivienda, donde se había refugiado buena parte del ahorro de las familias y que representó el principal motor de la economía norteamericana, la situación es dramática: “Los precios están a nivel de 2002 y no tocan fondo tras cuatro años de desplome. En zonas de Arizona, California, Florida y Nevada, o ciudades como Detroit, los precios cayeron un 50%”3. Para dar dimensión al desplome, el valor de las propiedades inmobiliarias de las familias cayó de 13,5 billones de dólares en 2006 a 5,3 billones en 2009, según la Reserva Federal. Según el citado artículo, el colapso del mercado inmobiliario ya supera al de la Gran Depresión: el precio de la vivienda en EEUU ha caído más de un 26% desde junio de 2006, porcentaje que supera en una décima el 25,9% de reducción que registró el sector inmobiliario durante los años comprendidos entre 1928 y 1933.
La situación del sector bancario, lejos de mejorar después de las multimillonarias ayudas públicas, vive una nueva crisis sembrada por los rumores de quiebra de Bank of América, el banco más grande de EEUU que fue rescatado hace dos años pero que en apenas un mes ha perdido un 37% de su valor en bolsa. En definitiva, las perspectivas económicas para la principal potencia capitalista del planeta no pueden ser más desalentadoras: “En EEUU, el panorama es aún peor que en Europa. La primera economía mundial ha crecido en los últimos seis meses apenas un 0,8% en términos interanuales, un ritmo claramente insuficiente para crear empleo. El consumo sigue sin remontar y la producción industrial está estancada. La tasa de paro, que lleva 30 meses por encima del 8%, está en el 9,1%. Este dato, difundido el viernes, fue algo mejor de lo esperado, pero ayudó poco a rebajar el pesimismo. El semanario The Economist cifra en un 50% las probabilidades de que EEUU entre en zona negativa en los próximos seis meses”4.
Ante esta alarmante situación Obama ha presentado un nuevo plan de estímulo fiscal, el 8 de septiembre, como la panacea para conseguir reactivar el crecimiento y el empleo5. No ha dudado en bautizarlo como un “seguro contra la recesión” y de “plan antiparo” ya que “vamos a poner a más gente a trabajar y más dinero en los bolsillos de los que están trabajando”. En un intento de animar el asfixiado consumo interno, del que depende el 70% de la economía. Sin embargo, este plan no es más que una gota de agua en el océano. Si de poco han servido los anteriores planes de estímulo, mucho más cuantiosos, que se llevan aprobando desde el inicio de la crisis económica, éste tendrá un mínimo o nulo impacto en la economía real y no resolverá la profunda crisis económica que vive el país. Además, es probable que los republicanos, en el clima de polarización política existente y lanzados ya a la carrera presidencial, ni siquiera permitan que se apruebe.

El caos de la Unión Europea

Si en EEUU el panorama es desalentador, el caos se ha apoderado de la Unión Europea. La tendencia hacia una nueva depresión de la zona euro es una realidad: a la quiebra cantada de Grecia —que parece no evitará la suspensión de pagos a pesar del último “plan de rescate”6—; a la crisis de la deuda de Italia y el Estado español; y a la debacle en que se mueve de nuevo el sistema financiero del continente, se añade, para redondear la ecuación, la recaída de sus principales economías empezando por Alemania.
La burguesía alemana, que había conseguido sortear los momentos más aciagos de la crisis debido a la potencia de su comercio exterior y la sobreexplotación de su clase obrera, no es inmune: “Alemania registra el peor dato de crecimiento desde la Gran Recesión: Entre un tren de alta velocidad y uno de vapor hay diferentes categorías. Sin embargo, Alemania ha pasado de ser uno a otro en tres meses sin pasos intermedios. En el primer trimestre del año registró un incremento de su PIB del 1,3%, pero en el segundo la locomotora de Europa anotó un leve aumento del 0,1%. La crisis de deuda de la eurozona y la debilidad de EEUU frenaron a la economía germana”. Y si cae Alemania cae el resto: “El crecimiento de la zona euro se limita a un avance del 0,2% entre abril y junio (…) El parón de Alemania y Francia hace retroceder la tasa interanual del 2,5% al 1,7%”7. 
Paralelamente, la crisis de la deuda y los malos datos económicos han empujado las bolsas hacia mínimos que no se recuerdan desde 20098. Y a este panorama se añade el seísmo provocado por el ataque contra la deuda española e italiana, que sólo se pudo contrarrestar cuando el Banco Central Europeo empezó a comprar bonos de ambos países, un desembolso que ya ha alcanzado los 50.000 millones de euros. En cualquier caso no fue el amor a Italia o España lo que empujó al BCE a tomar esta decisión. Ante el riesgo de una extensión descontrolada de la crisis —incluida la posibilidad de un “rescate” para Italia y España—, las amenazas de rebajar la calificación de la deuda francesa, y los rumores sobre la solvencia de los bancos alemanes y el inicio del ataque especulativo contra su deuda, la burguesía alemana se decidió a actuar aceptando que el BCE empezara a comprar deuda española e italiana. Una decisión, por otra parte, que ha encontrado opositores cualificados hasta llegar a la dimisión de Jürgen Stark, el economista jefe, alemán, del BCE. Gestos que ponen de relieve la desesperación de un sector importante de la burguesía germana que, a pesar de los discursos de Merkel, piensa que las cosas irían mejor sin las obligaciones que les impone la moneda común: “En Alemania hace muchos meses que influyentes economistas como Hans-Werner Sinn contemplan la ruptura del euro como un mal menor”9.
Así, lejos de resolver el problema con la aprobación del segundo paquete de ayuda a Grecia, los mercados no dieron ni un solo respiro y arreciaron en sus ataques. La ira divina no había sido aplacada. En una semana, la propia existencia del euro se puso en entredicho.

El futuro de la UE en la picota

El nivel de endeudamiento de Grecia no es superior al de California, sin embargo la UE a diferencia de EEUU no es un mercado unificado con una sola burguesía al frente. Como predijimos los marxistas, cuando la crisis arreciara predominarían los intereses de la potencia económica más poderosa —la alemana— que obviamente utiliza el BCE según sus intereses. El BCE presta al 1% a los bancos europeos, mientras regatea cada euro a los Estados más débiles.
En un contexto así, las costuras estallan por todas partes. Sectores de la burguesía y de los gobiernos de las economías más débiles, imploran que se instauren los eurobonos para frenar la especulación. Esto significaría que los países de la UE no emitirían deuda pública a título particular, sino a través del sistema de bonos con la garantía del BCE. Pero ¿qué representa esta medida en realidad? Que Alemania, como Estado que más aporta a la UE y economía dominante, respalde esta deuda y se haga cargo de la situación crítica que podrían atravesar muchos países de la UE. Por eso la clase dominante alemana no quiere eurobonos, es decir, no quiere salvar al resto de la UE a costa de sus ganancias y padecer las consecuencias que eso tendría para su propia economía doméstica. Sin embargo, la crisis de agosto ha demostrado que Alemania no puede dejar a países más grandes, como España o Italia, caer en un default (suspensión de pagos) o aproximarse a él, porque el futuro del euro y de la propia UE estaría completamente comprometido, y la economía alemana se vería seriamente afectada. Así que quizás intenten llegar a algún tipo de acuerdo, temporal e inestable, que espante el fantasma de la quiebra a corto plazo para los países más grandes de la UE.
Sea como fuere, con eurobonos o no, cualquier acuerdo será sobre la base de un mejor posicionamiento de la burguesía alemana en el continente, que ha estado utilizando la crisis de la deuda como un medio de meter en cintura a los países que no cumplían los límites de deuda, y presionando sobre la política interior de todos ellos. Es evidente que el poder de la burguesía alemana saldrá reforzado frente al del resto de naciones de la UE. Un ejemplo de ello es la reciente reforma de la Constitución española para garantizar el pago de los intereses de la deuda pública a la banca europea, a costa de un recorte salvaje de los gastos sociales. Otro, los planes que han puesto en marcha, con sus propios recursos, para cubrir a los bancos alemanes ante la posible quiebra de Grecia. La recesión ha dejado claro que la integración económica europea, y también la política, se subordina a los intereses de la burguesía nacional dominante.

La clase obrera en lucha

Tal como señalamos en anteriores escritos, los paquetes económicos de recorte del gasto público, que representan una declaración de guerra a la clase obrera, lejos de resolver el problema del capitalismo recrudecerá la crisis existente. Durante la Gran Depresión de los años treinta la Reserva Federal dejó caer el sector bancario de tal modo que en 1936 buena parte de la banca privada norteamericana había quebrado. En la actualidad, la burguesía norteamericana se decidió por no permitir que la banca siguiera el camino de los años treinta, entregando miles de millones de dólares para tapar la estafa financiera y provocando, al mismo tiempo, la crisis de la deuda y la quiebra de países. Una estrategia que, basada en la lógica del capitalismo y en asegurar el máximo lucro al capital bancario y especulativo, hará que la depresión mundial sea más aguda y estalle con más virulencia en el futuro.
En un artículo en Rebelión, el premio Nobel de Economía Stiglitz refuerza esta idea: “¿Cómo evitar el prolongado letargo de la economía? A comienzos de la recesión, escuchamos muchas amables palabras acerca de que habíamos aprendido lecciones de la Gran Depresión y del prolongado letargo japonés. Ahora sabemos que no habíamos aprendido nada. No se ha obligado a los bancos a volver a prestar. Nuestros dirigentes han intentado camuflar las debilidades de la economía, temiendo tal vez que hablando francamente se corría el riesgo de destruir totalmente una confianza ya demasiado frágil. Pero la partida ya está perdida… Ahora la amplitud del problema ha salido a la luz y ha surgido una nueva certeza: cualesquiera que sean las medidas que se adopten, las cosas van a empeorar. Un prolongado letargo parece ser el escenario más optimista”10.
Como economista keynesiano, Stiglitz piensa que el Estado burgués está por encima de los intereses de la clase que domina la sociedad, la clase capitalista. Propone que se premie a las empresas que invierten productivamente y que se obligue a los bancos a prestar para así salir de la crisis. Pero la crisis no es para todos: esta crisis está siendo un gran negocio para los capitalistas, para el capital financiero que es el que domina la economía mundial; en su búsqueda de beneficios genera esta inestabilidad, anarquía y desequilibrio. Y esto lo hacen los capitalistas, aunque se desbarate el aparato productivo y se reduzca la capacidad de consumo de las masas. Son los grandes negocios a corto plazo los que propulsan esta turbulencia económica, fruto de la fuerte corriente descendente del capitalismo como modo de producción social.
En un artículo del diario El País, publicado el 8 de agosto y titulado Las manos que mecen los mercados, se mostraba el mecanismo por el cual un sector clave del capital financiero introducía el pánico y el desorden apostando a la caída de un activo. Una evidencia más del carácter parasitario del modo de producción capitalista: “El cuarto actor del mercado es el más pequeño por tamaño pero quizás el más influyente: los hedge funds o fondos de alto riesgo. Al cierre del primer semestre de 2011 esta industria manejaba activos por valor de un billón y medio de euros, aunque el uso del apalancamiento (deuda) y derivados multiplica por varias veces su impacto real en el mercado. Las mayores gestoras de hedge funds del mundo son la británica Man Group (50.000 millones) y la estadounidense Bridgewater (44.000 millones). El presidente de esta última, Ray Dalio, advertía recientemente que las políticas monetarias expansivas de los mayores bancos centrales ‘provocarán un colapso de las divisas y de los mercados de bonos’ en 2013. El desarrollo de la ingeniería financiera ha puesto al servicio de los hedge funds un amplio abanico de productos que les permiten apostar por la caída de un activo. Estas estrategias suelen lograr su objetivo: causar el pánico en el resto del mercado”.
Se gana mucho dinero apostando en bolsa a la quiebra de países y especulando con la deuda pública. Gracias a esto es posible que una enorme masa de capital, que no se puede valorizar en el proceso productivo y con la venta de mercancías (fruto de la sobrecapacidad en la industria y la sobreproducción), obtenga plusvalías fabulosas. Pero esta situación es una bomba de relojería. El sueño capitalista de generar dinero sin pasar por el proceso productivo se ha transformado en realidad, pero este sueño además de imponer el caos en el sistema, es para la clase trabajadora y las masas pobres de todo el mundo una auténtica pesadilla. El sistema capitalista ha sobrepasado sus límites y ya no juega ningún papel progresista; las fuerzas productivas se rebelan contra las fronteras nacionales y la propiedad privada de los medios de producción, acaparados por una élite financiera que los pone al servicio de la especulación y la estafa.
Las políticas de recorte del gasto público, tan aplaudidas por todos los gobiernos sean del signo que sean, merman aún más la capacidad de consumo de la clase trabajadora, restringiendo aún más el mercado y exacerbando la crisis de sobreproducción. Del mismo modo, la crisis está siendo utilizada como chantaje para recortar derechos históricos de la clase trabajadora, desmantelar el Estado del Bienestar y privatizar servicios sociales esenciales como la sanidad, la educación pública, etc. La crisis está significando la caída de la participación de la clase obrera en la renta nacional de todos los países y un trasvase de fondos de la mayoría oprimida a la clase capitalista.
La perspectiva para los próximos meses está clara: una nueva profundización de la crisis económica se está preparando y, paralela a ella, una agudización de la inestabilidad política y nuevos estallidos sociales en todo el mundo a una escala superior. El intento infructuoso de equilibrar la economía capitalista, sobre la base del mayor ataque a los trabajadores desde la Segunda Guerra Mundial, está significando una sacudida colosal. Las huelgas generales en Grecia, Portugal, Francia, Italia, los motines en Londres, las manifestaciones del 15-M en el Estado español, la revolución árabe, el movimiento de las masas en Israel, las luchas juveniles y obreras en Chile y América Latina…, son la mejor muestra de que los trabajadores y la juventud no están dispuestos a ser sacrificados en el altar de los mercados. Se ha abierto la época de la revolución social, en Europa, en EEUU y en todo el mundo. La experiencia de millones de trabajadores, bajo los golpes de la crisis y la represión reatará las lecciones y tradiciones del pasado, recuperando el programa del marxismo revolucionario y la única causa que puede acabar con este sinsentido: la lucha por la transformación socialista de la sociedad.


NOTAS
1. Estas divisiones de la clase dominante, fruto de la profunda crisis del capitalismo norteamericano se han reflejado tanto en su política exterior como en su política interior de los últimos años. Y a todo ello no es ajeno el profundo cambio que se está produciendo en la conciencia de las masas y que es preludio de grandes acontecimientos revolucionarios: el equilibrio social que la burguesía norteamericana ha conseguido mantener los últimos sesenta años tras la Segunda Guerra Mundial está roto.
2. Citado en el artículo de Joaquín Estefanía, ‘Una recesión dentro de la depresión’, El País, 11/09/2011.
3. Ambas citas en EEUU, miedo a la recesión, 7/8/2011.
4. J. P. Velásquez-Gaztelu, ‘Impotentes ante la recaída’, El País, 7/08/2011.
5. Valorado en 450.000 millones de dólares, más de la mitad irá a reducción de impuestos y 200.000 millones a inversiones en infraestructuras públicas (140.000) y ayudas a desempleados (62.000). El País, 10/09/11.
6. Cuando este artículo se estaba escribiendo el gobierno de Papandreu anunciaba que sólo tenía liquidez para pagar los salarios de los empleados públicos y las pensiones del mes de octubre.
7. Ambas citas de El País, 17/08/2011.
8. Las pérdidas por la crisis bursátil obligaron a no permitir en las bolsas de varios países las operaciones en corto. Los valores de las bolsas mundiales han caído una media del 15% desde julio. “En siete días de agosto las bolsas de EEUU y Europa perdieron 930.000 millones de euros. Los índices de EEUU pierden un 7% de media, mientras que en Europa tan sólo el FTSE-100 británico consigue frenar su castigo por debajo del 12%, en la que se ha convertido en la peor racha de las bolsas mundiales en ocho años. El Dax alemán, hasta entonces el más resistente a las embestidas del mercado por su alto carácter cíclico, se ha desplomado un 17,35% en diez sesiones consecutivas en rojo” (Expansión, 10/07/11). Pero el desplome bursátil no se ha detenido, se han sucedido jornadas negras en los primeros diez días de septiembre.
9. ‘El primer gran cisma que sufre el Banco Central Europeo agrava la crisis del euro’ (El País, 10/09/2011). De hecho, los informes que cuestionan el euro no han dejado de sucederse: “El euro no funciona. No debería existir tal y como fue concebido. Para algunos países habría sido mejor no adoptarlo, pero ahora ya no hay marcha atrás porque el abandono de la unión monetaria sería increíblemente costoso para todos los miembros del club. Es la conclusión a la que ha llegado esta semana el banco UBS. Pero no todos los expertos están de acuerdo. Algunos creen que a Grecia no le queda otra alternativa que suspender el pago de su deuda, salir del euro y decretar una devaluación brutal de su recobrada moneda nacional para salvarse de una larguísima recesión. Una vez fuera del euro, sólo quedaría un paso para el corralito...” (‘Europa siente el vértigo del abismo’, El País, 11/09/2011).
10. Rebelión, 17 de agosto de 2011.

sábado, 17 de septiembre de 2011

¡Es la deuda privada, estúpidos!

 Por Steve Keen *









"… la deuda, el dinero y el propio sistema financiero no desempeñan el menor papel en los modelos económicos neoclásicos convencionales. Muchos legos creen que los economistas son expertos en dinero, pero la creencia de que el dinero es meramente "el velo que cubre el intercambio" –y que, por lo mismo, la economía puede ser modelada sin tomar en cuenta ni el dinero ni la forma en que se crea— es un dogma fundamental de la teoría económica neoclásica. Sólo los economistas disidentes toman el dinero en serio."

(…) En diciembre de 2005 llegué a la conclusión de que estaba en ciernes una gran crisis económica. Sentí que alguien debía hacer sonar la alarma y que –al menos en Australia— ese alguien era yo.
Dos años después, la crisis golpeó. Llamada "la Crisis Financiera Global" por los australianos y "la Gran Recesión" por los norteamericanos, todo el mundo la considera ahora la peor crisis económica desde la Gran Depresión.
La crisis tomó completamente por sorpresa a la inmensa mayoría de los economistas, incluidos todo estos "economistas de mercado" que no paran de aparecer por televisión, no menos que los grandes peces de la economía académica y regulatoria profesional.
En fecha tan tardía como junio de 2007, el economista jefe de la OCDE observaba lo siguiente:
"… en muchos sentidos, la situación económica es la mejor experimentada en años (…). Nuestros pronósticos siguen siendo, en efecto, harto benignos: un suave aterrizaje en los EEUU, una recuperación robusta y sostenida en Europa (…) En línea con las tendencias recientes, el crecimiento sostenido en las economías de la OCDE se cimentará en una enérgica creación de puestos de trabajo y en una caída del desempleo." (Jean-Philippe Cotis, 2007, p. 7.) (…)
El premio a la peor previsión es para Oliver Blanchard, editor y fundador de la revista científica de la American Economic Association, AER: Macro. El 12 de agosto de 2008, Blanchard publicaba una ardida defensa panorámica de la macroeconomía convencional:
"Durante mucho tiempo, tras la explosión de la macroeconomía en los años 70, el campo parecía un campo de batalla. Sin embargo, con el tiempo, y en buena medida porque los hechos permanecen, ha aparecido una visión ampliamente compartida tanto de las fluctuaciones como de la metodología. No todo es perfecto. Como todas las revoluciones, esta ha venido con la destrucción de conocimientos adquiridos y anda aquejada de extremismo y gregarismo. Nada, en todo caso, necesariamente mortal. El estado de la macro es bueno. (Olivier Blanchard, 2009p. 210; las cursivas son mías, Olivier J. Blanchard, 2008)
¡Qué equivocados estaban! La crisis económica y financiera que está ahora definiendo el contexto social de nuestra época comenzó meses después de que la OCDE declarara "benigno" el futuro, días después de que el Banco Central australiano predijera un crecimiento por encima de la media y un año antes de la desnortada apología de Blanchard. El desempleo creció, no cayó, y de manera espectacular en los EEUU. Cuatro años después, el desempleo en los EEUU sigue siendo asombrosamente alto, a despecho de los ciclópeos paquetes de estímulos, los mayores de la historia (…).
Figura 1: Las predicciones de la teoría económica convencional sobre la caída del desempleo en 2007-2008 fueron espectacularmente erróneas.
¿Por qué los economistas convencionales no vieron venir la crisis, mientras que un buen número de economistas no ortodoxos sí la predijeron (Dirk J Bezemer, 2009, Dirk J. Bezemer, 2011, 2010)? Pues porque nosotros nos centramos en el papel de la deuda privada, mientras que ellos la ignoran. Y la ignoran por tres razones substanciales.
Tres razones substanciales por las que los economistas convencionales no vieron venir la crisis
Primero, porque creen que el sector privado es racional en todo lo que hace, incluido el volumen de deuda que contrae. Por eso Ben Bernanke, el "experto" neoclásico en la Gran Depresión, ignoró la Hipótesis de la Inestabilidad Financiera de Minsky:
"Hyman Minsky (1977) y Charles Kindleberger (1978) explicaron muchas veces la inestabilidad inherente al sistema financiero, pero para hacerlo, tuvieron que abandonar el supuesto del comportamiento económico racional. Yo no niego la posible importancia de la irracionalidad en la vida económica; pero me parece que la mejor estrategia de investigación pasa por llevar el postulado de la racionalidad hasta sus últimas consecuencias." (Ben S. Bernanke, 2000, p. 43; las cursivas son mías.)
En segundo lugar, ellos creen que el nivel de la deuda privada –y por lo tanto, también el de la tasa de cambio de la misma— no tienen mayor significado macroeconómico:
"Pero la idea de Fisher alcanzó menos influencia académica, porque se prestaba al contraargumento de que la deflación por deuda no representaba sino una redistribución de un grupo (deudores) a otro (acreedores). Sin la presencia de impluasiblemente grandes diferencias en las propensiones del gasto marginal entre los grupos, se replicaba, las meras redistribuciones no deberían tener efectos macroeconómicos significativos…".  (Ben S. Bernanke, 2000, p. 24; las cursivas son mías.)
Y en tercer lugar, la más notable de las razones: la deuda, el dinero y el propio sistema financiero no desempeñan el menor papel en los modelos económicos neoclásicos convencionales. Muchos legos creen que los economistas son expertos en dinero, pero la creencia de que el dinero es meramente "el velo que cubre el intercambio" –y que, por lo mismo, la economía puede ser modelada sin tomar en cuenta ni el dinero ni la forma en que se crea— es un dogma fundamental de la teoría económica neoclásica. Sólo los economistas disidentes de otras escuelas de pensamiento, como los postkeynesianos y los austriacos, toman en serio el dinero, y sólo un puñado de ellos –incluido un servidor (Steve Keen, 2010)—construyen modelos formales de la creación de dinero en su teoría macroeconómica. 
Ni siquiera los economistas neoclásicos más "vanguardistas": Paul Krugman sólo muy recientemente ha empezado a considerar el papel que la deuda puede jugar en la economía:
"Dada la prominencia de la deuda en la discusión popular de nuestras presentes dificultades económicas, y dada la larga tradición de invocar la deuda como factor clave en las grandes contracciones económicas,  podría esperarse que la deuda estuviera en el núcleo de la mayoría de modelos de la macroeconomía ortodoxa, singularmente en los análisis de las políticas monetaria y fiscal. Sin embargo, y acaso sorprendentemente, lo más común es abstraerse de ese rasgo de la economía." (Paul Krugman y Gauti B. Eggertsson, 2010, p. 2)
Incluso cuando trató de romper ese molde, Krugman lo hizo desde el mismo punto de vista que el antes mencionado de Bernanke: el nivel de la deuda no importa, sólo su distribución, y uno se puede abstraer completamente del proceso de creación de dinero:
"Ignorando el componente exterior, o considerando el mundo como un todo, el nivel general de la deuda no añade nada al valor neto agregado: el pasivo de una persona es el activo de otra (…) En lo que sigue, comenzaremos por exponer un modelo de endeudamiento de precios flexibles, en el que los agentes 'impacientes' toman prestado de agentes 'pacientes' [y en donde lo prestado no es dinero, sino 'bonos libres de riesgo denominados en el bien de consumo'], pero están sujetos a un límite de deuda…". (Paul Krugman y Gauti B. Eggertsson, 2010, pp. 3 & 5)
En cambio, yo he dedicado mi vida académica a elaborar y extender la Hipótesis de la Inestabilidad Financiera pioneramente desarrollada por Hyman Minsky, razón por la cual siempre he sido consciente de que la deuda privada juega un papel en la economía mucho más importante del que están dispuestos a concederle los economistas neoclásicos. Encargado de explicar (en una comisión oficial de expertos) hasta qué punto un empréstito predatorio podía tener consecuencias catastróficas para terceros que no eran parte en la relación de préstamo, no tardé en dirigir mi mirada al nivel y a la tasa de cambio del crecimiento de la deuda privada.
Lo que vi en diciembre de 2005 me llenó de asombro. Aunque cinco años antes, cuando escribía mi libro Debunking Economics, ya esperaba en el futuro una crisis financiera generada por la deuda (Steve Keen, 2001, pp. 311-312), lo cierto es que el enorme volumen y la tasa de crecimiento de la deuda habían cobrado entretanto un aspecto terrorífico. La tendencia durante 40 años había sido la de crecimiento de la deuda un 4,2% más rápido que el crecimiento del PIB, y esa tendencia no podía durar eternamente: sentí que el desplome era inminente. Cuando efectivamente se desplomó, pensé que la economía australiana caería en un marasmo peor que el de comienzos de los 90. (Luego discutiré porqué me equivoqué en eso.)
Figura 2: La deuda privada australiana creció un 4.2% más rápido que el PIB entre 1965 y 2006
Comprobé inmediatamente los datos de los EEUU, para ver si se trataba sólo de un fenómeno australiano, o de un fenómeno global. La razón entre la deuda privada y el PIB estaba creciendo más lentamente en los EEUU, aunque a lo largo de un período de tiempo mucho más dilatado (a un promedio del 2,5% desde 1945). Esa razón era en los EEUU casi dos veces la australiana, y cinco veces la del final de la II Guerra Mundial.
Figura 3: La razón entre deuda privada y el PIB estadounidenses se quintuplica desde 1945
Cuando esas tendencias al crecimiento de la deuda privada terminaron, tuve la certeza de que íbamos a experimentar un desplome económico sin precedentes en el período posterior a la II Guerra Mundial, un desplome que podría rivalizar incluso con la Gran Depresión.
La razón por la que creí que un cambio en la tasa de crecimiento de la deuda iba a causar una crisis –mientras que los economistas convencionales (incluido Paul Krugman […]) no veían el menor problema en un mayor nivel de deuda privada— es porque la tradición económica en la que estoy reconoce claramente que el crecimiento de la deuda privada dispara la demanda agregada. Cuando un banco presta dinero, crea capacidad de gasto al crear simultáneamente un depósito. Ese dinero adicional viene a sumarse a la capacidad de gasto del prestatario, sin reducir la capacidad de gasto de los ahorradores.
La teoría económica neoclásica, por contra, trata a los bancos como simples intermediarios entre ahorristas y prestatarios. Un empréstito, pues, aumentaría la capacidad de gasto del prestatario, pero reduciría la capacidad de gasto del ahorrista.
Si el modelo bancario neoclásico fuera verdadero, entonces los efectos macroeconómicos de la deuda quedarían cancelados, como sostienen Krugman y Bernanke. Sin embargo, hay pruebas empíricas abrumadoras de que ese modelo es falso. Esas pruebas empíricas fueron exhaustivamente analizadas por vez primera por el economista postkeynesiano Basil Moore (Basil J. Moore, 1979, 1988a, 1995, 1988b, 1997, 2001, 1983), pero fueron también reconocidas ya en 1969 por el entonces vicepresidente decano de la Rerserva Federal de Nueva York, Alan Holmes. Al explicar el fracaso de los intentos filomonetaristas de controlar la inflación controlando el crecimiento de oferta monetaria, Holmes ironizó: "En el mundo real, los bancos extienden el crédito, creando depósitos en el proceso, y luego miran las reservas."
Yendo más a fondo, Holmes resumió el objetivo monetarista de controlar la inflación controlando el crecimiento de la base monetaria como un "supuesto ingenuo", según el cual:
"… el sistema bancario sólo incrementa los préstamos luego de que la Reserva Federal (o los factores del mercado) hayan puesto reservas en el sistema bancario. En el mundo real, los bancos extienden el crédito, creando depósitos en el proceso, y luego miran las reservas. La cuestión, entonces, es si y cómo la Reserva Federal adecuará la demanda a las reservas. En el muy corto plazo, la Reserva Federal apenas tiene posibilidades, si es que tiene alguna, de acomodar la demanda a las reservas; con el tiempo, su influencia puede llegar a dejarse sentir (…) y las reservas que el sistema bancario precisa mantener están predeterminadas por el nivel de los depósitos existentes dos semanas antes." (Holmes 1969, p. 73) (Alan R. Holmes, 1969, p. 73; las cursivas son mías.)
¿Por qué ignoran y pasan por alto los economistas neoclásicos este perfectamente razonable análisis y la muchedumbre de pruebas empíricas que, acumuladas por Moore y otros –incluidos neoclásicos tan ortodoxos como Kydland y Prescott (Finn E. Kydland and Edward C. Prescott, 1990, p. 4), lo avalan? Yo estaría tentado a decir que, "puestos a elegir entre la realidad y sus propios supuestos teóricos, los economistas neoclásicos eligen sus supuestos, pero estrictamente hablando eso no es verdad. Pues lo cierto es que la gran mayoría de los economistas neoclásicos no tienen siquiera la menor idea de la existencia de esas pruebas empíricas. Si hubieran oído hablar de ellas, la mayoría las habría rechazado de todos modos, habida cuenta de que socavan muchos artículos de fe centrales de la teoría económica neoclásica, incluida la creencia conocida como Ley de Walras. Y eso es así porque, una vez se reconoce que el crecimiento del crédito puede expandir la demanda agregada, entonces:
·       En vez producirse necesariamente una equivalencia entre la demanda agregada (nocional) y la oferta agregada (Robert W. Clower, 1969, Robert W. Clower y Axel Leijonhufvud, 1973), la demanda agregada excederá a la oferta agregada, si crece la deuda, y caerá por debajo de la oferta agregada, si cae la deuda.
·       El volumen nominal del dinero importa, y las dinámicas bancaria y de deuda han de incluirse en los modelos macroeconómicos, en vez de ignorarlas como hace la teoría económica neoclásica.
·       La separación neta entre la macroeconomíaa y las finanzas no puede seguir manteniéndose, puesto que el cambio en la deuda financia la compra de activos, así como compras de bienes y servicios de nueva producción.
·       Y lo peor de todo: la creencia de que todo lo que ocurre, ocurre en equilibrio, ha de abandonarse. El incremento de la deuda no es necesariamente un mal –de hecho, es un aspecto esencial de una economía en crecimiento—, pero sí es necesariamente un proceso de desequilibrio, como Schumpeter explicó hace mucho tiempo (Joseph Alois Schumpeter, 1934, pp. 95, 101).
Trabajando con la perspectiva de que la economía está movida por la demanda agregada y de que esa demanda agregada es el PIB más el cambio en la deuda, mi conjetura fue que la crisis comenzaría cuando la tasa de crecimiento de la deuda se desacelerara substancialmente. En agosto de 2007, cuando el Banco Central australiano publicó sus optimistas pronósticos para 2007 y 2008, yo publiqué la siguiente observación sobre la economía australiana:
"Reducir la tasa de crecimiento de la deuda desde su nivel actual del 15% al 7% de la tasa de crecimiento del PIB nominal significaría una reducción del gasto en el próximo año –comparado con el presente— de más de 100 mil millones de dólares (australianos). Eso equivale a un 8% de reducción de la demanda agregada en comparación con la tendencia, y representaría para la economía el mismo impacto que una caída del 10% del PIB nominal. De aquí que, al percatarme de eso, dije ya en 2006 que es inevitable que eso termine en una recesión y de aquí también que, honrando la famosa frase de Keating, me sirviera del marbete de 'La recesión que no podremos evitar'". (Steve Keen, 2007, p. 37)
Ese hipotético proceso comenzó en los EEUU a comienzos de 2008 (aunque Australia evitó la recesión por motivos que en otras ocasión comentaré). La demanda agregada cayó drásticamente en 2008, aun cuando la deuda seguía creciendo; luego, a mediados de 2009, el cambio en la deuda llegó a hacerse efectivamente negativo:
Figura 4: una desaceleración de la tasa de crecimiento de la deuda causó la Gran Recesión
Puesto que la demanda agregada determina el empleo, la tasa de desempleo se disparó a medida que colapsaba la porción de la demanda agregada financiada por la deuda.
Figura 5: El cambio en la demanda financiada por la deuda y el desempleo en los EEUU
Puesto que la deuda financia compras de activos, así como compras de bienes y servicios, conjeturé también que el declive en el crecimiento de la deuda causaría también el estancamiento de los mercados de activos, lo que efectivamente ocurrió, y por lo magnífico.
Pero aquí el proceso causal fue complejo: porque, así como el crecimiento de la deuda causa el aumento de los precios de los activos, así también el incremento de los precios de los activos estimula a especuladores potenciales a entrar en los mercados de valores y en los mercados inmobiliarios con dinero tomado a préstamo. Se daba, así pues, lo que los ingenieros llaman un "vínculo de retroalimentación positiva" entre el cambio en los precios de los activos y la deuda.
Figura 6: Una retroalimentación positiva entre la deuda creciente (y decreciente) y el crecimiento (y caída) de los precios de los activos
De este aspecto del capitalismo se abstrae completamente la teoría económica neoclásica, pues su análisis macroeconómico sólo considera la compra y venta de mercancías de nueva producción. Para integrar teóricamente este problema, hay que transcender el núcleo conceptual del pensamiento neoclásico, que es la Ley de Walras.
La Ley de Schumpeter
La piedra de toque del modelo de intercambios con que la teoría económica neoclásica modela el capitalismo es Ley de Walras. Para citar aquí Wikipedia:
"La Ley de Walras deriva de la noción matemática de que las demandas excesivas en el mercado (o, inversamente, las ofertas excesivas) tienen que sumar cero. Esto es: Sum[ExD]=Sum[ExO]=0."
La esencia de la Ley de Walras es la proposición, según la cual, para ser un comprador, uno tiene antes que encontrar un vendedor, de modo que la fuente de toda demanda es la oferta. En un ambiente de libre intercambio, en el que se supone que el grueso de los participantes en el mercado no son "ni ladrones ni filántropos", los economistas neoclásicos sostienen que "el valor neto de los intercambios comerciales planeados por un individuo es igual a cero" (Robert W. Clower y Axel Leijonhufvud, 1973, p. 146). Se supone que un vendedor vende sólo para comprar, esperando un retorno equitativo del intercambio, de modo que la suma de la oferta de toda persona iguala la suma de la demanda de esa persona. Llamando "exceso de demanda" al hiato entre la demanda y la oferta de la persona, los economistas neoclásicos sostienen que:
"El valor monetario de todos los excesos de demanda individuales, sumando todas las transacciones y todas las mercancías, es igual a cero." (Robert W. Clower and Axel Leijonhufvud, 1973, p. 152)
Hace setenta años, el gran economista evolutivo Joseph Shcumpeter mostró que la Ley de Walras es falsa en una economía con crédito, porque el crédito daba a los empresarios una capacidad de gasto que no venía de la venta de bienes existentes.
Un empresario, en el modelo de Schumpeter, era alguien con una idea pero sin dinero para ponerla en práctica. ¿Cómo se hace realmente con dinero esa persona?, ironizaba Schumpeter:
"… ¿de dónde vienen las sumas que se precisan para comprar los medios de producción necesarios para las nuevas combinaciones, si el individuo en cuestión no dispone ya de ellas?" (Joseph Alois Schumpeter, 1934, p. 72)
Tras descartar la respuesta convencional de que sólo podía venir de los ahorros con razones en parte empíricas y en parte lógicas, Schumpeter observó que:
"…hay otro método para obtener dinero (…) la creación de capacidad de compra por los bancos (…) Es siempre cuestión, no de transformar la capacidad de compra que ya existe en alguna posesión, sino de crear de la nada una nueva capacidad de compra (…) que viene a sumarse a la circulación existente." (Joseph Alois Schumpeter, 1934, p. 73)
El poder de los bancos para crear dinero endógenamente –"de la nada"— es crucial aquí. Dado ese poder –que Schumpeter toma como obvio, y que la investigación empírica posterior ha acreditado abundantemente—, la demanda agregada es mayor que la oferta agregada, siendo así que la diferencia corre a cuenta del cambio en volumen de la deuda.
El discípulo de Schumpeter Minsky añadió a esa observación que el crecimiento de la deuda era necesario para sostener el crecimiento económico:
"Si ha de crecer el ingreso, los mercados financieros, en donde se reconcilian los distintos planes de ahorro e inversión, deben generar una demanda agregada que, breves intervalos aparte, crezca de continuo. Para que la demanda agregada real crezca (…) es necesario que los planes de gasto corriente, todos los sectores sumados, sean mayores que el ingreso corriente recibido y que exista alguna técnica de mercado que permita financiar el gasto agregado que excede del ingreso agregado anticipado. De lo que se sigue que, durante un período en el que se da crecimiento económico, algunos sectores financian una parte de su gasto emitiendo deuda o vendiendo activos." (Hyman P. Minsky, 1982, p. 6; subrayado mío)
Minsky señaló también que el empresario no es el único que obtiene capacidad de gasto por esta vía: también la consigue el financiero à la Ponzi, es decir, el especulador que busca ganancias comprando y vendiendo activos en un mercado al alza:
"Una unidad de finanza Ponzi es una unidad de financiación especulativa para la que el componente de ingreso del flujo de efectivo a corto plazo cae por debajo de los pagos de interés de deuda a corto plazo, de modo que, por algún trecho de tiempo en el futuro, la deuda pendiente crecerá debido a los intereses sobre la deuda existente. Tanto las unidades especulativas como las unidades Ponzi pueden llegar a honrar sus compromisos de pago de deuda sólo por la vía del empréstito (o disponiendo de activos). El volumen que una unidad especulativa requiere para tomar prestado es más pequeña que la deuda de próximo vencimiento, mientras que una unidad Ponzi está obligada a incrementar sus deudas pendientes. Puesto que los ingresos totales en efectivo esperados por una unidad Ponzi tienen que exceder de los compromisos de pago totales para que la financiación esté disponible, la viabilidad de una unidad Ponzi representativa depende a menudo de la esperanza de vender algunos activos a un precio suficientemente alto en algún momento futuro."(Hyman P. Minsky, 1982, p. 24; subrayado mío)
Minsky, así pues, integra la dinámica de los mercados de activos en la visión schumpeteriana de una economía fundada en el crédito, en la que un componente importante de la demanda agregada procede de la expansión endógena de la capacidad de gasto por parte de los bancos. Eso arroja una ecuación que es verdadera en una economía fundada en el crédito, mientras que la Ley de Walras sólo es verdadera en alguna ficción neoclásica de economía de puro intercambio. (David Graeber, 2011).
La "Ley Schumpeter-Minsky" reza así:
La suma de todos los ingresos más el cambio en la deuda es igual a los ingresos por venta de bienes y servicios más las ventas netas de activos.
Dicho más estilizadamente:
Salario+Beneficios+Cambio en la deuda = Nivel de Precios*Producto+Venta neta de activos
En donde:
Venta neta de activos = Nivel de precios de los activos*Cantidad de activos*Fracción de activos vendidos
El cambio en la deuda está así relacionado con el nivel corriente de la actividad económica –tanto en los mercados de mercancías como en los de activos—, lo que explica las correlaciones antes observadas entre la tasa de cambio de la deuda, el nivel del producto (y por lo tanto, del desempleo) y el nivel de los precios de los activos.
Una obvia implicación de segundo orden de todo eso –pioneramente explorada por Michael Biggs et al., 2010 (véase: http://ssrn.com/paper=1595980)– es que la aceleración de la deuda está relacionada con la tasa de cambio del producto, del empleo y de los precios de los activos.




Bibliografía mencionada
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Bezemer, Dirk J. 2009. ""No One Saw This Coming": Understanding Financial Crisis through Accounting Models," Groningen, The Netherlands: Faculty of Economics University of Groningen,
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Economista matemático australiano de formación marxista que ha trabajado en los últimos años en modelar matemáticamente las premonitorias intuiciones de Hyman Minsky sobre la dinámica del capitalismo financiero actual. E l año pasado recibió el premio Revere de Teoría Económica, que distinguió a los economistas que habían sido capaces de predecir con mayor lucidez y penetración analítica la actual crisis económica y financiera.*