Por Yanis Varoufakis
Han
pasado dos años desde que se escribió la primera edición de El
Minotauro Global. El pronóstico hecho allí no auguraba nada bueno para
la bestia. ¿Ha confirmado lo ocurrido desde entonces que las heridas
del Minotauro Global eran demasiado profundas como para permitirle
seguir con su milagroso reciclaje del excedente global? ¿Sigue siendo
esa la mejor explicación disponible para entender por qué la economía
norteamericana, la europea y aun el conjunto de la economía mundial se
tambalean? ¿Para entender por qué la inseguridad generalizada se ha
convertido en la "nueva normalidad"? Esas son las cuestiones que me
planteo en la segunda edición del libro.
Para
ser digna de una estimación seria, una teoría sobre lo que funcionó
mal en la economía global no sólo debe ofrecer una explicación lógica
del pasado; está también obligada a describir los desarrollos futuros
que podrían refutarla. A la vista de lo ocurrido
durante estos dos últimos años, ¿pasa la prueba el argumento central de
este libro? Antes de responder a esta cuestión, será útil reformular
con claridad (y con ayuda de un diagrama) la "Hipótesis del Minotauro
Global" que subyace al libro. Tras recordar al lector la hipótesis,
pasaremos revista a una serie de "hechos" que habrían refutado la
hipótesis, caso de suceder. Como espero mostrar luego, el sentido
explicativo originario, la Hipótesis del Minotauro Global, sobrevive
muy bien a la prueba de refutación. Y al pasar esa prueba, arroja una
útil luz sobre los debates políticos actuales en el drama que se
desarrolla ante nuestros ojos por tres vías paralelas: Norteamérica,
Europa, China.
La Hipótesis del Minotauro Global: un sumario [1]
A
partir de los años 70 los EEUU comenzaron a absorber una gran porción
del excedente de productos industriales del resto del mundo. Las
importaciones netas norteamericanas eran, naturalmente, las
exportaciones netas de países excedentarios como Alemania, Japón y
China; su principal fuente de demanda. A su vez, los beneficios
obtenidos por los empresarios de las naciones excedentarias regresaban
diariamente a Wall Street en busca de mayores retornos. Wall Street,
entonces, se servía de esos aflujos de capital extranjero para tres
cosas: a) proporcionar crédito a los consumidores norteamericanos; b)
invertir directamente en las grandes corporaciones empresariales
norteamericanas; y por supuesto, c) comprar bonos del Tesoro
estadounidense (es decir, financiar los déficits del gobierno
norteamericano).
Central
en este Mecanismo de Reciclaje del Exdedente Global al que he llamado
Minotauro Global eran los dos déficits gargantuescos de los EEUU: el déficit comercial y el déficit presupuestario
del gobierno federal. Sin ellos, sostenía en mi libro, el flujo
circular global de bienes y capital (véase, más abajo, el diagrama) no
habría "cerrado", lo que habría traído consigo la desestabilización de
la economía global.
Este
sistema de reciclaje quebró, porque Wall Street se aprovechó de su
posición central en él para construir colosales pirámides de dinero
privado a partir de los beneficios netos que afluían a los EEUU
procedentes del resto del mundo. El proceso de creación de dinero
privado por parte de los bancos de Wall Street, también conocido como financiarización,
inyectó mucha energía en el esquema de reciclaje, en la medida en que
rezumaba vitalidad financiera permanentemente renovada, lo que
alimentaba un nivel de demanda más y más acelerado en los EEUU, en
Europa (cuyos bancos no tardaron en subirse al carro de la creación
privada de dinero) y Asia. Pero eso fue lo que trajo consigo su
quiebra.
Cuando,
en otoño de 2008, las pirámides de dinero privado erigidas por Wall
Street se autoconsumieron convirtiéndose en ceniza, se desvaneció
también la capacidad de Wall Street para seguir "cerrando" el círculo
del reciclaje global. El sector bancario norteamericano ya no podía
seguir utilizando los dos déficits gemelos de los EEUU (comercial y
presupuestario), a fin de financiar una demanda norteamericana
suficiente para mantener a flote las exportaciones netas del resto del
mundo (un proceso de financiación que, hasta el otoño de 2008,
aprovechaba los beneficios excedentarios del resto del mundo generados
por esas exportaciones netas). A partir de ese negro momento, la
resultaría imposible a la economía mundial recuperar posición: y no
podrá hacerlo en lo venidero, sin un Mecanismo de Reciclaje del
Excedente Global (MREG) que venga a reemplazar al Minotauro Global
herido de muerte.
Tal era, en substancia, la hipótesis central de la primera edición del libro. ¿Pasó la prueba de la historia?
El Minotauro ha muerto, ¡larga vida a los déficits norteamericanos!
Si
la economía global hubiera conseguido hacer pie y recuperar posición
sin algún MREG que viniera a reemplazar al Minotauro, no habría habido
segunda edición de este libro; habrían bastado unas disculpas por haber
publicado la primera. Análogamente, si la Eurozona se hubiera
recuperado mínimamente cabalgando a lomos de sus drásticas políticas de
austeridad, o si China hubiera descubierto alguna fuerza interna con
que frenar la declinante tasa de consumo de su población, el pilar
central del libro habría quedado irremediablemente arruinado.
Desgraciadamente, nada de eso ha ocurrido: el mundo sigue su travesía
por las aguas sin cartografiar de un renegrido océano inclementemente
azotado por los malignos vientos del terror y el pavor.
Huelga
decirlo: el hecho de que los aires de la recuperación no nos hayan
bendecido no prueba que la Hipótesis del Minotauro Global sea correcta.
Para llegar a la conclusión de que los dos últimos años han mantenido
esa hipótesis con vida haciéndola potencialmente iluminadora,
necesitamos formular cuidadosamente con cierto detalle sus predicciones
y compararlas con los hechos sucedidos. Comencemos, pues: ¿qué
tendríamos que haber observado en los dos últimos años para poder
concluir que la Hipótesis del Minotauro Global era falsa? [2]
Supongamos
que, a pesar de la Crisis, los déficits norteamericanos siguieran
siendo altos, pero siguieran absorbiendo las exportaciones netas de
bienes y capital procedente del resto del mundo, y a un ritmo no
demasiado distinto del de la era anterior a 2008. Si eso es lo que
observáramos en 2009 y luego, entonces la Hipótesis del Minotauro Global
habría sido refutada: porque sería imposible sostener a) que el
Minotauro Global está liquidado, y b) que los estropicios de la
economía mundial son atribuibles a los achaques de la bestia.
Bien,
pues vayamos a los hechos. La primera observación digna de nota es que
los déficits gemelos de Norteamérica siguen vivitos y coleando. En el
momento culminante del reinado de Minotauro, en 2005, el gobierno
federal de los EEUU reveló un déficit de 574 mil millones de dólares.
Ese mismo año, los consumidores y las empresas norteamericanos
absorbieron la imponente cantidad de 781 mil
millones de importaciones netas procedentes del resto del mundo. Casi
el 70% de los beneficios realizados por los productores no
norteamericanos de esos bienes regresaron a Wall Street. Una vez en
manos de los banqueros, eran turbocargados (a través de la llamada
"ingeniería financiera") y, por esa vía, usados para financiar los
déficits de EEUU, destinándose los remanentes a exportación de
restantes a las cuatro esquinas del globo (en donde contribuían a
hinchar distintas burbujas).
Tras
la catástrofe de 2008, los déficits de Norteamérica divergieron
enormemente. Puesto que todos los tipos de ingresos (del trabajo, del
capital y de las rentas) colapsaron y los valores de los activos
cayeron a ras de suelo, puesto que se dispararon los desahucios y subió
desorbitadamente el desempleo, resultaba inevitable que los
norteamericanos redujeran drásticamente su consumo de bienes
importados. En efecto, en 2009, el déficit comercial cayó de 281 mil
millones en 2005 a 506 mil millones de dólares. Sin embargo, en el
mismo año, el déficit federal estadounidense se disparó (de 574 mil
millones en 2005) hasta 1,4 billones de dólares, resultado del intento
del gobierno de sostener Wall Street sin dejar de estimular Main Street
[la economía productiva real; T.]. Hacia 2011, el déficit comercial
había recuperado, sobre poco más o menos, su nivel de 2005 (llegando a
738 mil millones], mientras que el déficit presupuestario se estabilizó
en la marca históricamente ciclópea de 1,228 billones de dólares.
Dado
que la Crisis no mermó los déficits norteamericanos (más bien disparó
su suma), la cuestión pertinente es esta: ¿lograron los EEUU post-2008
seguir reciclando los excedentes de bienes y beneficios de terceros a
un ritmo que, comparado con el anterior a 2008, resultara necesario
para mantener boyante la demanda total mundial de bienes producidos? La
respuesta que salta a la vista en las estadísticas oficiales es
inequívocamente negativa. En suma: los hechos confirman la hipótesis de
que el Minotauro Global ha fallecido. Dos tipos de datos lo confirman.
Primero,
Norteamérica ha perdido su capaciadd para reciclar las exportaciones
netas del resto del mundo a un ritmo equivalente al anterior a 2008.
Más precisamente, en 2011 Norteamérica generaba una demanda de las
exportaciones netas del resto del mundo un 23,7% menor
de lo que habría sido el caso sin el desplome de 2008. (Véase la Figura
1, en donde resulta evidente que en 2011 los EEUU absorbían casi un 24%
menos de las exportaciones netas de los principales exportadores en
relación con el valor de la tendencia subyacente.)
Segundo, y
simultáneamente: Norteamérica no conseguía atraer (a través de Wall
Street) el nivel de flujos de capital necesarios para mantener el ritmo
pre-2008 de inversión en su sector privado. En particular, hacia 2011,
los EEUU habrían perdido el 28,6% de los activos en manos de tenedores
extranjeros en relación con el nivel (tendencial) que se habría
alcanzado de no haber ocurrido el desplome de 2008 (véase la Figura 2).
Además, y esto
es crucial, los flujos netos de capital exterior que terminaban como
préstamos a empresas norteamericanas cayeron drásticamente, desde una
cifra en torno a los 500 mil millones de dólares en 2006, hasta los 50
mil millones de 2001 (véase Figura 3).
Así
pues, en resolución, tenemos ante nuestros ojos una imagen
inequívocamente clara: la Crisis no alteró la posición deficitaria de
los EEUU. El déficit presupuestario federal se multiplicó por dos,
mientras que el déficit comercial norteamericano, tras una caída
inicial, se estabilizó al mismo nivel. Sin embargo, los
déficits de los EEUU ya no son capaces de sostener el mecanismo que
mantiene equilibrados a escala planetaria los flujos de bienes y
beneficios. Mientras que, hasta 2008, Norteamérica era capaz de
atraer al país montañas de bienes e importaciones netas y un similar
volumen de flujos de capital (de modo que ambas cosas se equilibraban),
eso ya no ocurre después de 2008. Los mercados norteamericanos
absorben un 24% menos de importaciones netas (con lo que sólo generan
un 66% de la demanda a la que el resto del mundo se acostumbró antes
del desplome de 2008) y atraen hacia el sector privado norteamericano un
29% menos de capital de lo que atraerían, si Wall Street no hubiera
colapsado en 2008.
En
suma: el único remanente del poderoso Minotauro Global son los flujos
–todavía en aceleración— de capital exterior hacia la deuda pública
norteamericana (véase la Figura 4), prueba inconfundible de que el mundo
anda revuelto y el dinero busca desesperadamente refugio en el regazo
de la moneda de reserva en estos tiempos convulsos.
Pero
en la medida en que el resto del mundo está reduciendo sus inyecciones
de capital en el sector empresarial y en los bienes raíces
norteamericanos, al tiempo que Norteamérica está reduciendo sus
importaciones de sus exportaciones netas, podemos estar seguros de que
la bestia está muerta y nada ha ocupado su lugar en punto a capacidad
para reinstaurar el esencial proceso del reciclaje de excedente. De
aquí la desconsolada llantina: El Minotauro ha muerto, ¡larga vida a los déficits norteamericanos!
Continuará...
NOTAS: [1]
La mayoría de los datos ofrecidos en la primera edición terminaban en
2009. La segunda edición se ha beneficiado de datos que incluían los
años fiscales 2010, 2011 y los tres primeros trimestres de 2012. [2]
Para hacerse una idea más completa de la hipótesis, se recomienda al
lector una relectura hay del Capítulo 6 de la primera edición.
Yanis Varoufakis
es un reconocido economista greco-australiano de reputación científica
internacional. Es profesor de política económica en la Universidad de
Atenas y consejero del programa económico del partido griego de la
izquierda, Syriza. Actualmente enseña en los EEUU, en la Universidad de
Texas. Su último libro, El Minotauro Global, para
muchos críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución
del capitalismo en las últimas 6 décadas, está a punto de ser publicado
en castellano por la editorial española Capitán Swing, a partir de la
2ª edición inglesa revisada. Una extensa y profunda reseña del Minotauro, en SinPermiso Nº 11, Verano-Otoño 2012.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario