domingo, 21 de octubre de 2012

El comercio del hambre y el desenlace de las catástrofes sociales

  Por Manuel Freytas *


La hambruna mundial es un tema que no figura en ningún debate prioritario de discusión internacional, sencillamente, porque el pobre, el hambriento, no es mercancía rentable, está fuera del circuito del consumo y no genera dividendos. En el desenlace de este proceso de catástrofe humanitaria (con concentración de riqueza en pocas manos y exterminio de "población sobrante") se incuban las bases y el detonante de un "Apocalipsis social" que el sistema y sus analistas  todavía no registran ni prestan atención. 

El fantasma de la escalada global en los precios de los alimentos vuelve a asomar y con ello los temores de que se repitan los estallidos y protestas sociales masivas en contra de los aumentos, como sucedió en 2008.
En un primer capítulo, en el 2008, y a causa del aumento de los precios del petróleo, hubo una escalada mundial del precio de los alimentos que incrementó el proceso de hambruna que padecen habitualmente las poblaciones más desprotegidas de Asia, África y América Latina.

En un segundo capítulo, con el desarrollo de la crisis recesiva global, ese proceso se agudizó arrojando a más población desposeída a la marginalidad y a la carencia de alimentos para subsistir aunque sólo sea a escala precaria.


Mientras las potencias centrales discuten multimillonarios programas de salvamento financiero para sus Estados, y florecen los súper millonarios y la concentración de riquezas en pocas manos, se extiende la pobreza mundial y en el llamado Cuerno de África —Somalia, Kenia y Etiopía— se vive una grave hambruna que, según la ONU, tiene en riesgo la vida de cerca de 10 millones de personas. No obstante, nadie habla de esta catástrofe humanitaria.
Además, la  desaceleración global –el Fondo Monetario Internacional acaba de bajar nuevamente su estimación del crecimiento global de 2012– pone en peligro el nivel de empleo en un mundo que tiene más de 1.300 millones de personas que viven con ingreso de 1,25 dólares por día.

A  esta situación recesiva, sumarle una inflación de productos no sustituíbles como los alimentos, equivale a una fórmula perfecta para un desenlace de crisis social con hambruna masiva a nivel global
Según  la subsecretaria general para Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), Valerie Amos, Naciones Unidas se prepara para hacer frente a una larga crisis humanitaria a nivel mundial.

El año pasado el organismo declaró en situación de hambruna a dos regiones del sur de Somalia, Bakool y Bajo Shabele, una circunstancia que no se daba en este país desde 1992. "Esta no va a ser una crisis corta", señaló entonces la subsecretaria general para Asuntos Humanitarios de la ONU.
La cronología así lo demuestra: en 1967 la guerra y el hambre causaron en Biafra un millón y medio de víctimas. Un año después, el turno fue para los países que conforman el llamado “cinturón del hambre”, con cerca de un cuarto de millón de fallecidos.
La lista nunca se detuvo, afectando en especial a Senegal, Malí, Mauritania, Guinea, Burkina Faso, Argelia, Níger, Nigeria, Chad, Camerún, Yibuti, Eritrea y Sudán, y tres de estos países están hoy en el ojo del huracán. Una funcionaria de Unicef, Mia Cox, escandalizada ante la impavidez de la comunidad internacional, alertó sobre lo que denomina como el "hambre, un tsunami silencioso".
La ONU viene advirtiendo  que el hambre aumentó "significativamente"  y ha batido un récord en los tres últimos años.
En un primer capítulo, en el 2008, y a causa del aumento de los precios del petróleo, hubo una escalada mundial del precio de los alimentos que incrementó el proceso de hambruna que padecen habitualmente las poblaciones más desprotegidas de Asia, África y América Latina.
Según la ONU, con "menos del 1%" de los fondos económicos que han utilizado los gobiernos capitalistas centrales para salvar al sistema financiero global (bancos y empresas que han desatado la crisis económica), se podría resolver la calamidad y el sufrimiento de miles de millones de personas (casi la mitad de la población mundial) que son víctimas de la hambruna a escala mundial.
¿Y porqué no se hace? Por una razón de fondo: Los pobres, los desamparados, la "población sobrante", no son un "producto rentable" para el sistema capitalista.
 El comercio del hambre
 
En la realidad, la producción de alimentos está fuera de la órbita del control estatal de los gobiernos.
Los recursos esenciales para la supervivencia están supeditados a la lógica de rentabilidad capitalista de un puñado de corporaciones trasnacionales (con capacidad informática, financiera y tecnológica) que los controlan a nivel global, y con protección militar-nuclear de EEUU y las superpotencias.
En ese escenario, la producción y comercialización de alimentos no está supeditada a la lógica del "bien social", sino a la más cruda lógica de la rentabilidad capitalista.
Según la propia FAO, diez corporaciones trasnacionales controlan actualmente el 80% del comercio mundial de los alimentos básicos, y similar número de mega empresas controlan el mercado internacional del petróleo, de cuyo impulso especulativo se nutre el proceso de suba de los alimentos, causal de la hambruna, que ya se extiende por todo el planeta.
El marzo de 2010, al  iniciarse en Guadalajara, México, una conferencia técnica sobre la biotecnología agrícola, Pat Mooney, director ejecutivo del Grupo ETC de Canadá, dijo al diario La Jornada que lo único que le interesa a las multinacionales del sector es obtener ganancias.
El experto señaló que las transnacionales nunca se interesaron en la alimentación de los pobres, debido a que no representan un mercado.

Pat Mooney dijo que en este tipo de reuniones de la FAO siempre están presentes firmas como la Dupont y Monsanto, con patentes monopólicas de producción y expresó que por encima de los representantes de los gobiernos, son ellas las que dicen la última palabra.
Entre los primeros pulpos trasnacionales de la alimentación, se encuentran la empresa suiza Nestlé SA., la francesa Groupe Danone SA. y la Monsanto Co., que lideran mundialmente la comercialización de alimentos y que, además de controlar la comercialización y las fuentes de producción, poseen todos los derechos a escala global sobre semillas e insumos agrícolas.
Despojados de su condición de "bien social" de supervivencia, esos recursos se convierten en mercancía capitalista con un valor fijado por la especulación en el mercado,  y los precios no se fijan sólo por la demanda del consumo masivo, sino básicamente por la demanda especulativa en los mercados financieros y agro-energéticos.
El director general de la FAO, Jose Graziano da Silva, apunta el dedo firmemente hacia la especulación en los mercados financieros y asegura que "se necesita saber más" sobre su impacto en la volatilidad de los precios de los alimentos.

"Hablamos sobre una especulación excesiva en mercados de derivados, que pueden incrementar las oscilaciones en los precios y la velocidad a la que ocurren.

"Una volatilidad excesiva de los precios de los alimentos, especialmente a la velocidad a la que ha ocurrido desde 2007, tiene un impacto negativo sobre los consumidores y los productores pobres de todo el mundo", precisó Graziano da Silva.
Por lo tanto, no hay "crisis alimentaria" (como sostienen la misma  FAO, la ONU, el Banco Mundial, y las organizaciones del capitalismo como el G-8) sino un incremento de la hambruna mundial por la especulación financiera y la búsqueda de rentabilidad capitalista con el precio del petróleo y los alimentos.
El control de las fuentes, de la producción, de la comercialización internacional y de la masa de recursos financieros emergentes por las corporaciones trasnacionales, tornan impotentes a los gobiernos dependientes (sin poder de gerenciación sobre esos recursos) para resolver los problemas de la hambruna que aqueja a sus pueblos.
Y por más apelaciones que hagan las instituciones "asistencialistas" del sistema capitalista como la ONU y la FAO (que suceden a la caridad religiosa) las corporaciones transnacionales establecen su dinámica productiva a partir de la relación costo-beneficio.
Esto es, y atendiendo a la lógica esencial que guía el desarrollo histórico del capitalismo, sólo producen atendiendo a la ley de la rentabilidad, a la ley del beneficio privado,  y no atendiendo a la lógica del beneficio social.
Por otra parte, los fondos que destinan la ONU, el Banco Mundial y demás organizaciones del capitalismo trasnacional, son mendrugos comparados con la ganancias multimillonarias de los pulpos petroleros y de la alimentación y el crecimiento de las fortunas personales de sus directivos y accionistas.
Según analistas especializados de Wall Street,  un 60% del precio del petróleo crudo y de las materias primas alimentarias  tiene como causal a la especulación en futuros no regulada, de fondos precisamente autodenominados "especulativos", bancos y grupos financieros que utilizan las bolsas de futuros ICE de Londres y NYMEX de Nueva York y el comercio inter-bancos.
En este tercer frente del negocio agro-energético financiero (productor directo de la hambruna y la inflación mundial)  se encuentran en primera línea Goldman Sach y Morgan Stanley, súper-gigantes de la especulación financiera en alta escala del capitalismo trasnacional con asiento en Wall Street.
En este escenario, los precios no se fijan sólo por la demanda del consumo, sino básicamente por las necesidades comerciales y la demanda especulativa en los mercados financieros agro-energéticos.
De este accionar monopólico y de la acción especulativa en los principales mercados de materias primas, entre cuyas herramientas financieras se encuentra el ICE [Intercontinental Exchange] de Londres y las bolsas mercantiles de Nueva York y Chicago, provienen principalmente las ganancias siderales del mega-consorcio financiero Goldman Sach.
En el 2008, los grandes pulpos concentrados huyeron de la crisis financiera y comenzaron la especulación en alta escala con los alimentos y materias primas convertidos en estrellas de la rentabilidad financiera.

 El mercado del hambre

 
Los acuerdos internacionales a través de la Organización Mundial del Comercio (OMC), los Acuerdos de Libre Comercio (FTA) y los Acuerdos de Asociación Económica (EPA), impulsados por programas del Banco Mundial y del FMI, permiten que el apoyo incondicional a los agro negocios sea una  prioridad en las políticas alimentarias y agrícolas de los gobiernos en el mundo subdesarrollado.

Los subsidios gubernamentales destinados a las transnacionales agroalimentarias están orientados a la agricultura industrial, eliminando granjas en el Norte y en el Sur por medio de precios bajos de dumping.
Mediante la "revolución verde", las transnacionales de agro negocios excluyen los conocimientos locales en la agricultura e imponen nuevas tecnologías e insumos agrícolas artificiales que los campesinos tienen que comprar, dependiendo de ellos de forma permanente.
En su búsqueda de rentabilidad a cualquier costo, las  transnacionales buscan controlar el mercado mundial de los alimentos y convertir la producción campesina en producción industrial, controlando la fijación de precios a escala global.
En su rapacidad  las transnacionales de la agroalimentación se apoderan de tierras para convertirlas en monocultivos de agro combustibles.
O sea, cultivan alimentos para los automóviles mientras la mitad de la población mundial vive en estado de pobreza y de desnutrición
Y los gobiernos, al no tener poder de gerenciación sobre sus recursos agroenergéticos se convierten en títeres de las corporaciones que los controlan y que se apoderan de la renta del producido por el trabajo social de esos países.
Y como el capitalismo trasnacional (las corporaciones que controlan el petróleo y los alimentos) sólo produce para quien está en capacidad de comprar esos productos, la  falta de poder adquisitivo de las mayorías empobrecidas del planeta, lleva su vez a que las corporaciones reduzcan la producción para achicar costos y preservar la rentabilidad vendiendo menos pero más caro.
El mundo atraviesa por una sobredemanda de alimentos y de petróleo que, a su vez, multiplica la rentabilidad de los grupos que hegemonizan el poder sobre la producción y comercialización, y sobre los mercados de la especulación financiera de las materias primas.
De esta manera, a los pulpos petroleros y alimentarios no les interesa producir más, sino ganar más produciendo lo mismo con baja de costos de personal e infraestructura.
En consecuencia, controlados por las corporaciones trasnacionales, y despojados de su condición de "bien social", los alimentos se convierten en mercancía capitalista con un valor fijado por la especulación financiera, convirtiéndose en la causa principal de las hambrunas y conflictos sociales que azotan a muchos regiones del planeta.
En este escenario, y dentro de los parámetros funcionales del sistema capitalista (establecido como "civilización única") la "población sobrante" (los desposeídos y famélicos de la tierra)  son las masas expulsadas del circuito del consumo como emergente de la dinámica de concentración de riqueza en pocas manos.  
Estas masas desposeídas, que se multiplican por las periferias de Asia, África y América Latina, no reúnen los estándares  del consumo básico (supervivencia mínima) que requiere la estructura funcional del sistema para  generar rentabilidad y nuevos ciclos de concentración de activos empresariales y fortunas personales.
Por una estricta valoración de la ecuación "costo-beneficio" capitalista esos seres desposeídos ya fueron abandonados a su suerte y condenados a muerte sin juicio previo. Y el Apocalipsis social ya no es una teoría conspirativa


 (*) Manuel Freytas es periodista, investigador, analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y comunicación estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados en la Web.

FUENTEIARNOTICIAS


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