Por Manuel Freytas *
La hambruna mundial es un tema que no figura en ningún debate prioritario de discusión internacional, sencillamente, porque el pobre, el hambriento, no es mercancía rentable, está fuera del circuito del consumo y no genera dividendos. En el desenlace de este proceso de catástrofe humanitaria (con concentración de riqueza en pocas manos y exterminio de "población sobrante") se incuban las bases y el detonante de un "Apocalipsis social" que el sistema y sus analistas todavía no registran ni prestan atención.
El fantasma de la escalada global en los precios de los alimentos vuelve a asomar y con ello los temores de que se repitan los estallidos y protestas sociales masivas en contra de los aumentos, como sucedió en 2008.
La hambruna mundial es un tema que no figura en ningún debate prioritario de discusión internacional, sencillamente, porque el pobre, el hambriento, no es mercancía rentable, está fuera del circuito del consumo y no genera dividendos. En el desenlace de este proceso de catástrofe humanitaria (con concentración de riqueza en pocas manos y exterminio de "población sobrante") se incuban las bases y el detonante de un "Apocalipsis social" que el sistema y sus analistas todavía no registran ni prestan atención.
El fantasma de la escalada global en los precios de los alimentos vuelve a asomar y con ello los temores de que se repitan los estallidos y protestas sociales masivas en contra de los aumentos, como sucedió en 2008.
En un primer capítulo, en el 2008, y
a causa del aumento de los precios del petróleo, hubo una escalada mundial
del precio de los alimentos que incrementó el proceso de hambruna que
padecen habitualmente las poblaciones más desprotegidas de Asia, África y
América Latina.
En un segundo capítulo, con el
desarrollo de la crisis recesiva global, ese proceso se agudizó arrojando
a más población desposeída a la marginalidad y a la carencia de alimentos
para subsistir aunque sólo sea a escala precaria.
Mientras
las potencias centrales discuten multimillonarios programas de salvamento
financiero para sus Estados, y florecen los súper millonarios y la concentración
de riquezas en pocas manos, se extiende la pobreza mundial y en el llamado
Cuerno de África —Somalia, Kenia y Etiopía— se vive una grave hambruna que,
según la ONU, tiene en riesgo la vida de cerca de 10 millones de personas.
No obstante, nadie habla de esta catástrofe humanitaria.
Además, la desaceleración global –el Fondo
Monetario Internacional acaba de bajar nuevamente su estimación del crecimiento
global de 2012– pone en peligro el nivel de empleo en un mundo que tiene más de
1.300 millones de personas que viven con ingreso de 1,25 dólares por día.
A esta situación recesiva, sumarle una inflación de productos no sustituíbles como los alimentos, equivale a una fórmula perfecta para un desenlace de crisis social con hambruna masiva a nivel global
A esta situación recesiva, sumarle una inflación de productos no sustituíbles como los alimentos, equivale a una fórmula perfecta para un desenlace de crisis social con hambruna masiva a nivel global
Según
la subsecretaria general para Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), Valerie
Amos, Naciones Unidas se prepara para hacer frente a una larga crisis
humanitaria a nivel mundial.
El
año pasado el organismo declaró en situación de hambruna a dos regiones del sur
de Somalia, Bakool y Bajo Shabele, una circunstancia que no se daba en este país
desde 1992. "Esta no va a ser una crisis corta", señaló entonces
la subsecretaria general para Asuntos Humanitarios
de la ONU.
La
cronología así lo demuestra: en 1967 la guerra y el hambre causaron en Biafra
un millón y medio de víctimas. Un año después, el turno fue para los países
que conforman el llamado “cinturón del hambre”, con cerca de un cuarto de millón
de fallecidos.
La
lista nunca se detuvo, afectando en especial a Senegal, Malí, Mauritania,
Guinea, Burkina Faso, Argelia, Níger, Nigeria, Chad, Camerún, Yibuti, Eritrea y
Sudán, y tres de estos países están hoy en el ojo del huracán. Una funcionaria
de Unicef, Mia Cox, escandalizada ante la impavidez de la comunidad
internacional, alertó sobre lo que denomina como el "hambre, un tsunami
silencioso".
La
ONU viene advirtiendo que el hambre aumentó "significativamente" y ha
batido un récord en los tres últimos años.
En un primer capítulo, en el 2008, y
a causa del aumento de los precios del petróleo, hubo una escalada mundial
del precio de los alimentos que incrementó el proceso de hambruna que
padecen habitualmente las poblaciones más desprotegidas de Asia, África y
América Latina.
Según la ONU, con "menos del 1%" de
los fondos económicos que han utilizado los gobiernos capitalistas centrales
para salvar al sistema financiero global (bancos y empresas que han desatado la
crisis económica), se podría resolver la calamidad y el sufrimiento de miles de
millones de personas (casi la mitad de la población mundial) que son víctimas de
la hambruna a escala mundial.
¿Y porqué no se hace? Por una razón
de fondo: Los pobres, los desamparados, la "población sobrante", no son un
"producto rentable" para el sistema capitalista.
El comercio del hambre
En la realidad, la producción de
alimentos está fuera de la órbita del control estatal de los gobiernos.
Los recursos esenciales para la
supervivencia están supeditados a la lógica de rentabilidad capitalista de un
puñado de corporaciones trasnacionales (con capacidad informática,
financiera y tecnológica) que los controlan a nivel global, y con protección
militar-nuclear de EEUU y las superpotencias.
En ese escenario, la producción y
comercialización de alimentos no está supeditada a la lógica del "bien
social", sino a la más cruda lógica de la rentabilidad capitalista.
Según la propia FAO, diez
corporaciones trasnacionales controlan actualmente el 80% del comercio mundial
de los alimentos básicos, y similar número de mega empresas controlan el mercado
internacional del petróleo, de cuyo impulso especulativo se nutre el proceso
de suba de los alimentos, causal de la hambruna, que ya se extiende por todo
el planeta.
El
marzo de 2010, al iniciarse en Guadalajara, México, una conferencia técnica
sobre la biotecnología agrícola, Pat Mooney, director ejecutivo del Grupo ETC de
Canadá, dijo al diario La Jornada que lo único que le interesa a las
multinacionales del sector es obtener ganancias.
El experto señaló que las
transnacionales nunca se interesaron en la alimentación de los pobres, debido a
que no representan un mercado.
Pat Mooney dijo que en este tipo de reuniones de la FAO siempre están presentes firmas como la Dupont y Monsanto, con patentes monopólicas de producción y expresó que por encima de los representantes de los gobiernos, son ellas las que dicen la última palabra.
Pat Mooney dijo que en este tipo de reuniones de la FAO siempre están presentes firmas como la Dupont y Monsanto, con patentes monopólicas de producción y expresó que por encima de los representantes de los gobiernos, son ellas las que dicen la última palabra.
Entre los primeros pulpos
trasnacionales de la alimentación, se encuentran la empresa suiza Nestlé SA.,
la francesa Groupe Danone SA. y la Monsanto Co., que lideran
mundialmente la comercialización de alimentos y que, además de controlar la
comercialización y las fuentes de producción, poseen todos los derechos a
escala global sobre semillas e insumos agrícolas.
Despojados de su condición de "bien
social" de supervivencia, esos recursos se convierten en mercancía capitalista
con un valor fijado por la especulación en el mercado, y los precios no
se fijan sólo por la demanda del consumo masivo, sino básicamente por la demanda
especulativa en los mercados financieros y agro-energéticos.
El director general de la FAO, Jose Graziano da
Silva, apunta el dedo firmemente hacia la especulación en los mercados
financieros y asegura que "se necesita saber más" sobre su impacto en la
volatilidad de los precios de los alimentos.
"Hablamos sobre una especulación excesiva en mercados de derivados, que pueden incrementar las oscilaciones en los precios y la velocidad a la que ocurren.
"Una volatilidad excesiva de los precios de los alimentos, especialmente a la velocidad a la que ha ocurrido desde 2007, tiene un impacto negativo sobre los consumidores y los productores pobres de todo el mundo", precisó Graziano da Silva.
"Hablamos sobre una especulación excesiva en mercados de derivados, que pueden incrementar las oscilaciones en los precios y la velocidad a la que ocurren.
"Una volatilidad excesiva de los precios de los alimentos, especialmente a la velocidad a la que ha ocurrido desde 2007, tiene un impacto negativo sobre los consumidores y los productores pobres de todo el mundo", precisó Graziano da Silva.
Por lo tanto, no hay "crisis
alimentaria" (como sostienen la misma FAO, la ONU, el Banco Mundial, y
las organizaciones del capitalismo como el G-8) sino un incremento de la
hambruna mundial por la especulación financiera y la búsqueda de rentabilidad
capitalista con el precio del petróleo y los alimentos.
El control de las fuentes, de la
producción, de la comercialización internacional y de la masa de recursos
financieros emergentes por las corporaciones trasnacionales, tornan
impotentes a los gobiernos dependientes (sin poder de gerenciación sobre
esos recursos) para resolver los problemas de la hambruna que aqueja a sus
pueblos.
Y por más apelaciones que hagan las
instituciones "asistencialistas" del sistema capitalista como la ONU y la FAO
(que suceden a la caridad religiosa) las corporaciones transnacionales
establecen su dinámica productiva a partir de la relación costo-beneficio.
Esto es, y atendiendo a la lógica
esencial que guía el desarrollo histórico del capitalismo, sólo producen
atendiendo a la ley de la rentabilidad, a la ley del beneficio privado,
y no atendiendo a la lógica del beneficio social.
Por otra parte, los fondos que
destinan la ONU, el Banco Mundial y demás organizaciones del capitalismo
trasnacional, son mendrugos comparados con la ganancias multimillonarias
de los pulpos petroleros y de la alimentación y el crecimiento de las fortunas
personales de sus directivos y accionistas.
Según analistas especializados de
Wall Street, un 60% del precio del petróleo crudo y de las materias primas
alimentarias tiene como causal a la especulación en futuros no
regulada, de fondos precisamente autodenominados "especulativos", bancos y
grupos financieros que utilizan las bolsas de futuros ICE de Londres y NYMEX de
Nueva York y el comercio inter-bancos.
En este tercer frente del negocio
agro-energético financiero (productor directo de la hambruna y la inflación
mundial) se encuentran en primera línea Goldman Sach y Morgan Stanley,
súper-gigantes de la especulación financiera en alta escala del capitalismo
trasnacional con asiento en Wall Street.
En este escenario, los precios no se
fijan sólo por la demanda del consumo, sino básicamente por las necesidades
comerciales y la demanda especulativa en los mercados financieros
agro-energéticos.
De este accionar monopólico y de la
acción especulativa en los principales mercados de materias primas, entre cuyas
herramientas financieras se encuentra el ICE [Intercontinental Exchange] de
Londres y las bolsas mercantiles de Nueva York y Chicago, provienen
principalmente las ganancias siderales del mega-consorcio financiero Goldman
Sach.
En el 2008, los grandes pulpos
concentrados huyeron de la crisis financiera y comenzaron la especulación en
alta escala con los alimentos y materias primas convertidos en estrellas de la
rentabilidad financiera.
El
mercado del hambre
Los acuerdos internacionales a través
de la Organización Mundial del Comercio (OMC), los Acuerdos de Libre Comercio (FTA)
y los Acuerdos de Asociación Económica (EPA), impulsados por programas del Banco
Mundial y del FMI, permiten que el apoyo incondicional a los agro negocios sea
una prioridad en las políticas alimentarias y agrícolas de los gobiernos en
el mundo subdesarrollado.
Los subsidios gubernamentales destinados a las transnacionales agroalimentarias están orientados a la agricultura industrial, eliminando granjas en el Norte y en el Sur por medio de precios bajos de dumping.
Los subsidios gubernamentales destinados a las transnacionales agroalimentarias están orientados a la agricultura industrial, eliminando granjas en el Norte y en el Sur por medio de precios bajos de dumping.
Mediante la "revolución verde", las
transnacionales de agro negocios excluyen los conocimientos locales en la
agricultura e imponen nuevas tecnologías e insumos agrícolas artificiales
que los campesinos tienen que comprar, dependiendo de ellos de forma permanente.
En su búsqueda de rentabilidad a
cualquier costo, las transnacionales buscan controlar el mercado mundial de los
alimentos y convertir la producción campesina en producción industrial,
controlando la fijación de precios a escala global.
En su rapacidad las transnacionales
de la agroalimentación se apoderan de tierras para convertirlas en monocultivos
de agro combustibles.
O sea, cultivan alimentos para los
automóviles mientras la mitad de la población mundial vive en estado de
pobreza y de desnutrición.
Y los gobiernos, al no tener poder de
gerenciación sobre sus recursos agroenergéticos se convierten en títeres de las
corporaciones que los controlan y que se apoderan de la renta del producido
por el trabajo social de esos países.
Y como el capitalismo trasnacional
(las corporaciones que controlan el petróleo y los alimentos) sólo produce para
quien está en capacidad de comprar esos productos, la falta de poder
adquisitivo de las mayorías empobrecidas del planeta, lleva su vez a que las
corporaciones reduzcan la producción para achicar costos y preservar la
rentabilidad vendiendo menos pero más caro.
El mundo atraviesa por una
sobredemanda de alimentos y de petróleo que, a su vez, multiplica la
rentabilidad de los grupos que hegemonizan el poder sobre la producción y
comercialización, y sobre los mercados de la especulación financiera de las
materias primas.
De esta manera, a los pulpos
petroleros y alimentarios no les interesa producir más, sino ganar más
produciendo lo mismo con baja de costos de personal e infraestructura.
En consecuencia, controlados por las
corporaciones trasnacionales, y despojados de su condición de "bien social", los
alimentos se convierten en mercancía capitalista con un valor fijado por la
especulación financiera, convirtiéndose en la causa principal de las
hambrunas y conflictos sociales que azotan a muchos regiones del planeta.
En este escenario, y dentro de los
parámetros funcionales del sistema capitalista (establecido como "civilización
única") la "población sobrante" (los desposeídos y famélicos de la
tierra) son las masas expulsadas del circuito del consumo como emergente de la
dinámica de concentración de riqueza en pocas manos.
Estas masas desposeídas, que se
multiplican por las periferias de Asia, África y América Latina, no reúnen los
estándares del consumo básico (supervivencia mínima) que requiere la estructura
funcional del sistema para generar rentabilidad y nuevos ciclos de
concentración de activos empresariales y fortunas personales.
Por una estricta valoración de la
ecuación "costo-beneficio" capitalista esos seres desposeídos ya fueron
abandonados a su suerte y condenados a muerte sin juicio previo. Y el
Apocalipsis social ya no es una teoría conspirativa
(*) Manuel
Freytas es periodista, investigador, analista de estructuras del poder,
especialista en inteligencia y comunicación estratégica. Es uno de los autores
más difundidos y referenciados en la Web.
FUENTE: IARNOTICIAS
No hay comentarios.:
Publicar un comentario