Dos tipos de reacción a la crisis parecen predominar en el Presidente García: la resistencia a reconocer primero su existencia y ahora la gravedad de la crisis en curso. Están representadas por el estamos blindados y por el será corta. También por el voluntarismo expresado en llamamientos como !inviertan! o !no despidan! Por un tiempo hemos estado ante una política que consistía en ahuyentar a gritos una crisis sobre cuya existencia se dudaba. Finalmente, acosado por los reclamos de empresarios que ya constatan el cambio en los mercados ha lanzado un Plan Anticrisis.
Conforme se sigue revisando la sustancia tras las cifras y los prerrequisitos institucionales para ponerlo en marcha, hay crecientes razones para pensar que dicho plan sigue expresando la resistencia del gobierno para reconocer la magnitud del problema. Las declaraciones oficiales parecen seguir el clásico caminar del FMI que conocemos bien de crisis pasadas: ante los primeros síntomas se declara que no pasa nada; de ahí, cuando no se hacen evidentes, se pasa a que es de poca importancia; cuando la caída es general, se sigue con un será de corta duración. Luego, cuando las políticas de ajuste administran la caída y distribuyen los costos de la crisis, se indica que hay que tragarse la medicina. Finalmente, cuando no dan resultado se indicará que la dosis de empobrecimiento no fue suficiente para equilibrar las cuentas. Por eso hemos necesitado en el pasado tantos “paquetes” para estabilizar la economía.
El debate sobre políticas macroeconómicas para atenuar la crisis es imprescindible pero, por lo dicho, la inercia del gobierno es grande. Por eso, mientras se pone en marcha el plan anticrisis y las políticas macroeconómicas mejoran, sería importante movilizar todo lo que en la sociedad y en los distintos niveles del gobierno se pueda con iniciativas a niveles sectoriales, intermedios y de base.
En esta oportunidad, vamos a proponer que cada organización social cada gobierno local y regional así como cada ministerio debe prepararse creando “comités de crisis” para enfrentarla. Cuando hay preparación hay menos daños. No pretendemos entrar en grandes precisiones que requieren diagnósticos detallados de líneas de base y de las características sectoriales, sociales o territoriales que tendrá la crisis y que sólo in situ se pueden hacer rápidamente. Sugeriremos, a manera de ejemplo, algunas ideas para la acción privada y pública, público-privada como se estila decir ahora.
• En el campo de la educación pública, una de las múltiples consecuencias previsibles es que muchas familias tendrán que cambiar a sus hijos e hijas del sistema privado al público. En algunos casos, será retornar, en otros ocurrirá por primera vez. ¿Qué harán los padres de familia, los colegios y escuelas? ¿Esta preparándose el Ministerio de Educación y los colegios para ello? ¿Se podrían reforzar los desayunos y almuerzos escolares, comprar a microempresas uniformes para todos?
• Mientras se declara para las tribunas que las MYPES son las grandes generadoras de empleo, los despidos resultantes de la crisis internacional aumentarán el número de los competidores en esos mercados y bajarán los márgenes destinados a la supervivencia. ¿Se están organizando los microempresarios para capear el temporal? Y esto viene después de una “ley MYPES” que aumenta la competencia que tienen las microempresas desde el frente interno ya que las pequeñas y las medianas empresas que compiten en los mismos mercados con ellas lo harán en mejores condiciones al habérseles equiparado la legislación. ¿Están adecuándose los gobiernos locales y regionales, y el Ministerio de la Producción para contrarrestar los efectos negativos de la crisis y de la ley MYPES sobre el empleo?
• En el agro, se acabarán los altos precios que le dieron rentabilidad a muchos pequeños productores. ¿Seguirán dispersos y sin defensa? ¿Qué política pondrá en marcha el Ministerio de Agricultura? ¿Se aprovechará para instalar una política amplia y persistente de, por ejemplo, compras estatales o de subsidio a insumos claves para sostener la productividad? ¿Será, más bien, la ansiada oportunidad para que las grandes y medianas les “compren” sus tierras aprovechando que estarán en crisis? La agresividad exhibida por el gobierno contra la pequeña propiedad agrícola augura una interesada indolencia al respecto.
• En vivienda, se puede prever una mayor dificultad para seguir pagando las cuotas de las recientes adquisiciones y para muchos la necesidad de abandonar los departamentos comprados. ¿Qué harán los vecinos? ¿Qué está planeando al respecto el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento? Sabemos de las construcciones presentadas como parte de la política anticrisis; bienvenidas. ¿Se ha calculado que se llevarán a cabo en medio del deterioro del poder de compra de los potenciales beneficiarios? ¿Habrá una política que beneficie especialmente la autoconstrucción para renta?
• Las crisis hacen más difícil sostener el empleo en las empresas. ¿Qué política facilitará la retención de asalariados y el sostenimiento de sus familias? Por ejemplo, por qué no subsidiar una parte de la contribución a la seguridad social, a condición de que no haya despidos?
• En el campo de la atención a la enfermedad, el sistema público recibirá más carga debido al empobrecimiento de las familias que se atendían por su cuenta y la pobreza hará que otros ni se acerquen por los costos que supone recibir la atención “gratuita”. ¿Podría ser realmente gratuita la atención? ¿Qué planea el Ministerio de Salud? ¿Llegará a tiempo el aseguramiento universal? ¿Se podría hacer que ESSALUD mantenga el seguro por más tiempo después de que se pierda el trabajo? ¿Porqué no contratar a 30,000 promotores de salud nombrados por los centros poblados de más de 50 habitantes?
Reiteramos, nos parece imprescindible organizar comités de crisis en vecindarios, escuelas, postas y hospitales, en zonas comerciales, igualmente en empresas y entidades del sector privado, para pensar a tiempo sobre las consecuencias y la protección posible en la eventualidad de una crisis cada vez mayor. Pero también en gobiernos locales, regionales y ministerios. Es necesario imaginar maneras de ayudarse que no esperen ayuda para actuar, que la reclamen y que hagan más eficiente la ayuda pública cuando llegue.
Quizá las reuniones familiares, laborales, en la escuela y vecinales en esta Navidad puedan servir para formar comités que piensen juntos. Después de todo, el mejor huaico es el que no viene, el peor es el que no nos encuentra preparados.
AUTOR :Javier Iguiñiz Echeverría
FUENTE : ACTUALIDAD ECONOMICA DEL PERU
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