martes, 20 de octubre de 2009

Revolución keynesiana y contrarrevolución neoliberal


Una mirada al retrovisor para comprender el presente

Con la crisis de los años treinta se desarrolló pragmáticamente una nueva ola de críticas a las tesis neoclásicas. El movimiento de crítica fue internacional y participaron de él políticos, economistas de diferentes filiaciones, burgueses progresistas, socialistas, marxistas. Frente al desempleo de masas y a la depresión, medidas como las propuestas de ejecución de grandes obras públicas, planes presupuestarios de reactivación anticíclica, e incluso la expropiación de bancos fueron puestas en marcha por personalidades y movimientos muy diversos: el doctor Schacht en Alemania; el plan del socialista Deman en Bélgica (1933); las propuestas de los fundadores de la escuela de Estocolmo sostenidas por los socialdemócratas suecos; las de los socialistas fabianos y de J. M. Keynes en Gran Bretaña; los trabajos de J. Tinbergen en los Países Bajos; los de Frisch en Noruega; las investigaciones en Francia del Grupo X-crisis; la presidencia de Lázaro Cárdenas en México (1935-1940); el New Deal en Estados Unidos del presidente Roosevelt, elegido en 1932.

Estas diferentes propuestas y políticas pragmáticas tuvieron, en parte, una formulación teórica en la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero de J. M. Keynes en 1936.

La revolución keynesiana

Los trabajos preparatorios de Keynes (1883-1946) que convergen en la Teoría General estuvieron marcados por la necesidad de encontrar una solución, compatible con el mantenimiento del sistema capitalista, para la crisis generalizada del sistema. Fueron parcialmente el fruto de un amplio trabajo colectivo y dieron lugar a elaboraciones colectivas e individuales que culminaron en corrientes keynesianas diferentes, a veces totalmente opuestas. Algunas se aproximan al análisis de Marx (por ejemplo, el polaco M. Kalecki, que además ya había formulado antes de Keynes algunos elementos clave de la Teoría General , y la inglesa Joan Robinson ), mientras que otros se fueron aproximando progresivamente a las tesis liberales combatidas por Keynes.

J. M. Keynes declara en uno de sus textos que debía mucho al filósofo inglés Georges Edward Moore, ya que éste le enseñó a liberarse de la moral predominante de su época y «protegió al conjunto de nosotros de esta reductio ad absurdum final del benthanismo conocido bajo el nombre de marxismo».[2]

Keynes desarrolló una actividad política activa desde la Primera Guerra Mundial. Empleado del Tesoro británico, participó activamente en las negociaciones del Tratado de Versailles que dio fin a la primera guerra mundial (1918). Al oponerse a la magnitud de las reparaciones exigidas a Alemania, renunció a la delegación británica y a continuación publicó la obra titulada Las Consecuencias Económicas de la Paz (Keynes, 1919).

En 1926, en su ensayo titulado El final del laisser-faire, afirmaba, refutando a Adam Smith: «No es correcto de ningún modo deducir de los principios generales de la economía política que el interés personal debidamente entendido obra siempre en favor del interés general».[3]

En los años veinte, Keynes atacó la política del gobierno conservador dirigido por Winston Churchill. Se opuso a la política liberal, que había desencadenado una huelga de mineros y posteriormente una huelga general en 1926. Desde ese momento defendió una política de fuertes inversiones públicas. Apoyó al partido liberal, pero mantuvo relaciones de simpatía con el partido laborista. En 1929 fue nombrado por el gobierno laborista, surgido de la derrota de conservadores y liberales, miembro de la Comisión McMillan , encargada de estudiar la situación económica. En 1930 sería consejero del mismo gobierno. La crisis económica, que se acentuó tras el crash de Wall Street de 1929, lo condujo a elaborar un análisis del empleo, del interés y de la moneda que refuerza su convicción en favor de una intervención activa de los poderes públicos. Para suplir la insuficiencia de la demanda, estos deben aumentar sus gastos y relanzar así la economía y el empleo.

A partir de esta época mantuvo una amplia polémica con von Hayek. Aunque éste rechazaba algunas tesis de Smith, Ricardo, Walras y Jevons, que lo hace coincidir con algunas posiciones de Keynes, desarrolló junto a Ludwig von Mises (1881-1973) un pensamiento ultraliberal opuesto en lo esencial a la revolución keynesiana. Para Keynes y sus partidarios, la causa última de la gran depresión era el hundimiento de la inversión. Por el contrario, para von Hayek y sus colegas la causa de la crisis económica era la superinversión provocada por una política monetaria laxista. Para Keynes era necesario desarrollar el consumo y la inversión mediante una fuerte intervención pública. Para von Hayek, la intervención pública desviaba los fondos disponibles para la inversión privada. Para Keynes había que subir los salarios para estimular el consumo. Para von Hayek, era preciso bajar los salarios si se quería restablecer el pleno empleo. La polémica se publicaba en la prensa británica en 1932 (The Times, 17 y 19 de octubre de 1932).

Keynes opinaba que se debía desarrollar una política que redujera al mismo tiempo una tasa de desempleo muy elevada y una distribución muy desigual de los ingresos. Si los poderes públicos no perseguían los objetivos de pleno empleo y de reducción de las desigualdades, según él, era grande el riesgo de ver un fascismo triunfante, o el comunismo bolchevique. Uno de los objetivos de las políticas públicas debía ser la reducción de los tipos de interés elevados que desvían hacia las finanzas los recursos disponibles. Disminuyendo los tipos de interés se procuraba tender a la eutanasia de los rentistas, plaga del capitalismo. Al mismo tiempo, Keynes declaraba que las consecuencias de su teoría «son moderadamente conservadoras dado que si bien indica la importancia vital de establecer algunos controles centrales en ámbitos que hoy se dejan completamente en manos de la iniciativa privada, deja aún en estas manos muchos campos de actividad». Plantea que su teoría «no defiende francamente un sistema de socialismo de Estado, que controlaría la mayor parte de la vida económica de la comunidad».[4]

Las posiciones de Keynes encontraron una aplicación práctica en diferentes regiones del mundo hasta los años setenta y siguieron influyendo en numerosos economistas tales, como Samuelson, Galbraith, Tobin, Prebish.



La preparación de la contrarrevolución ultraliberal


Se produjo una fuerte reacción a las políticas de intervención activa de los poderes públicos para sostener la demanda y aproximarse al pleno empleo desde el momento en que fueron concebidas. F. von Hayek y L. von Mises se emplearon a fondo intentando demoler las propuestas de Keynes desde inicios de la década del treinta. «Desde 1945, en diversos medios académicos y círculos del mundo de los negocios, surgen en paralelo proyectos buscando reunir defensores cualificados del liberalismo a fin de organizar una respuesta de conjunto a los partidarios del intervencionismo del Estado y del socialismo. Citamos tres centros donde se organiza esta nueva resistencia de postguerra: el Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales (IUAEI) de Ginebra, la London School of Economics (LSE) y la Universidad de Chicago».[5]. Al finalizar la segunda guerra mundial, von Hayek enseñaba en la London School , y fundó con von Mises, en 1947, la Sociedad del Mont-Pèlerin. La primera reunión, en la que participaron 36 personalidades liberales, tuvo lugar en abril de 1947 en el Hôtel du Parc en la localidad de Mont-Pèlerin, cerca de Vevey, Suiza. Fue financiada por banqueros y patronos de la industria suiza. Tres importantes publicaciones de Estados Unidos (Fortune, Newsweek y The Reader’s Digest) enviaron delegados. Por otra parte, The Reader’s Digest acababa de publicar una versión resumida de una obra clave de von Hayek, Camino de servidumbre, donde se encuentra el pasaje siguiente: «Es la sumisión del hombre a las fuerzas impersonales del mercado que, en el pasado, hizo posible el desarrollo de una civilización que sin esto no habría podido hacerlo; es por la sumisión que participamos cotidianamente en la construcción de algo más grande que lo que todos nosotros podemos comprender plenamente».[6] En dicho encuentro participaron economistas y filósofos de derecha de diferentes «escuelas de pensamiento». «Al terminar este encuentro se fundó la Sociedad de Mont-Pèlerin, una especie de francmasonería neoliberal, bien organizada y consagrada a la divulgación de las tesis neoliberales, con reuniones internacionales regulares».[7] Citaremos entre los miembros activos de esta sociedad desde los primeros años a von Hayek, von Mises, Maurice Allais, Karl Popper, Milton Friedman.

La Sociedad de Mont-Pèlerin se constituirá en un think tank de la contraofensiva neoliberal. Muchos de sus miembros obtendrían el premio «Nobel de economía» (Hayek en 1974, Friedman en 1976, Allais en 1988).

AUTOR : ERIC Toussaint
FUENTE : Global Research

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