jueves, 22 de octubre de 2009

Juegos de siglas emergentes


Las cosas que se dan por ciertas sin mayor examen raramente sobreviven a una buena prueba de esfuerzo, y pocas pruebas han sido tan fuertes como lo que la economía global ha debido sufrir en los últimos 24 meses. Somos testigos ahora de una saludable temporada de reevaluaciones que ha dado nuevas luces sobre nociones de tiempos de auge como el valor de los mercados opacos, la condición de intocable del consumidor estadounidense, o la sabiduría de la desregulación.

Sin embargo, una noción vacía que ha escapado relativamente inerme es el supuesto de que los países “BRIC” (Brasil, Rusia, India y China) marcarán cada vez más el tono de la economía mundial en los próximos años. El término BRIC, acuñado en un informe de Golden Sachs de 2003, no es del todo malo: con un 75% de acierto, sale bastante más airoso que varias predicciones económicas de aquellos días.

Y sin embargo, la crisis económica que comenzó en 2008 expuso a uno de estos cuatros países como un impostor. Si se ponen las estadísticas vitales de las economías del BRIC lado a lado, queda en lamentable evidencia el que, igual que en las palabras del viejo juego de Plaza Sésamo: “Una de estas cosas no es como las otras, una de estas cosas no es igual”.

La debilidad de la economía rusa y el alto nivel de apalancamiento de sus bancos y corporaciones, en particular, que en los últimos años se ocultó con la borrachera de dinero provocada por las alzas de los precios del gas y el petróleo, quedó penosamente al desnudo cuando la economía global trastabilló. Con una infraestructura obsoleta, Rusia además se aparta ella misma con sus políticas disfuncionales y revanchistas, y una tendencia demográfica que se encuentra en un declive casi terminal.

Incluso con la modesta recuperación de los precios de las commodities en los últimos seis meses, el sector energético ruso ha experimentado un declive en la producción en años recientes, en parte debido a temores de los inversionistas extranjeros a sufrir expropiaciones. El fondo de riqueza soberana, factor importante en la cada vez más re-centralizada economía rusa, se está vaciando rápidamente. Si la tendencia negativa continúa, el fondo de reserva ruso podría terminar por agotarse.

Mientras tanto, el descenso de Rusia generó una especie de juego de palabras entre académicos, especialistas en política exterior e inversionistas educados, para reemplazar al país en el club de las mayores economías de mercados emergentes. Se ha sugerido una variedad de acrónimo, desde el simpático BRICET (añadiendo Europa Oriental y Turquía) a BRICKETS (los anteriores más Corea del Sur) y, para estirar más aún la cosa, el BRIMC, que intenta pasar de contrabando a México en el grupo.

Rusia sobrevive en todas estas nuevas propuestas, a pesar de la inquietud que genera su economía. Al mismo tiempo, mantiene el mayor arsenal de armas nucleares del mundo (si bien esta algo obsoleto), así como un asiento permanente (y con él, la capacidad de veto) en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Eso sí que es más absurdo que cualquier acrónimo ingenioso.

Sólo desde el punto de vista del potencial y la solidez de las bases de su economía, Corea del Sur es un candidato mucho más creíble: una potencia económica sofisticada cuyo principal y único riesgo es que el régimen de su gemelo malvado del norte pueda colapsar e inundarla de refugiados hambrientos.

Lo mismo se puede decir de Turquía, con su sólido sector bancario, su floreciente mercado interno, la creciente importancia que ha adquirido para Oriente Próximo y las políticas energéticas, su apuesta a ser miembro de la Unión Europea, y sus vínculos con sus parientes étnicos de toda Asia Central.

Quizás el mayor y más atractivo candidato de todos sea Indonesia, el mayor estado musulmán del mundo, con una clase media en rápida expansión, un sistema político democrático y relativamente estable, y una economía que ha destacado en Asia a pesar de la recesión global. Desde una perspectiva estadounidense, Indonesia es una alternativa atractiva a Rusia, que recientemente se ha echado a competir con Venezuela por liderar las huestes de quienes adoran entonar cánticos propiciatorios del declive del Tío Sam.

Más aún, Indonesia ha mostrado capacidad de resistencia no solamente en lo económico, sino también como nación. A pesar de la diversidad de grupos étnicos y la multitud de islas que lo componen, el país ha hecho una rápida transición desde la dictadura militar y ha superado numerosos retos y dificultades, como la crisis financiera asiática de 1997, el tsunami de 2004, el surgimiento del islamismo radical, y también disturbios de origen interno. Si bien su PGB per cápita sigue siendo bajo, en asuntos económicos lo que importa es el potencial de un país, y en este aspecto Indonesia no hace más que brillar.

Indonesia depende menos de las exportaciones que sus vecinos asiáticos (por no mencionar a Rusia) y los mercados para sus recursos (madera, aceite de palma y carbón, en particular) han atraído una importante inversión extranjera. Mientras tanto, el gobierno de Yakarta ha adoptado duras medidas contra la corrupción y dado pasos para enfrentar problemas estructurales. Incluso las tendencias demográficas favorecen a Indonesia, que, con 230 millones de personas, ya es el cuarto mayor país del mundo en términos de población: una Alemania completa (más de 80 millones) más que Rusia.

Sin embargo, es difícil combatir las ideas vistosas y gratas al oído, y Rusia ha dado pasos para que el actual concepto de los BRIC se convierta en una realidad irreversible. En julio pasado se dio un paso determinante para crear a partir de la sigla una institución global de facto , cuando los líderes de los cuatro países se reunieron (por supuesto, en Rusia) para celebrar la primera "Cumbre del BRIC”.

La reunión generó una importante acometida contra los Estados Unidos, ya que cada miembro declaró su deseo de desbancar al dólar como moneda de reserva global. Unos pocos meses antes, los cuatro países sintieron la necesidad de anunciar un comunicado conjunto con vistas a la Cumbre del G-20 de abril, haciendo notar su determinación conjunta de cambiar las reglas del sistema económico global.

En el sector privado, han proliferado los fondos del índice BRIC, aunque Goldman Sachs ha compensado radicalmente su propia apuesta por el BRIC al introducir un segundo término (los “Nuevos 11”, o N-11) al debate. Esta agrupación añade a Bangladesh, Egipto, Indonesia, Irán, México, Nigeria, Pakistán, Filipinas, Corea del Sur, Turquía y Vietnam al radar económico y, junto con los cuatro países del BRIC, forma un “primer nivel” más lógico y defendible de economías emergentes.

A Rusia no le gusta nada la idea de perder categoría, y las autoridades estadounidenses parecen haber decidido mantenerse al margen del debate semántico. Aún así, a nadie debería sorprenderle el que Rusia haya presionado tanto para realizar la cumbre del BRIC en Ekaterimburgo, y que además haya pagado gran parte de la cuenta. ¿Por qué correr el riesgo de ponerse en evidencia tan pronto?

AUTOR : Nouriel Roubini es Presidente de RGE Monitor (www.rgemonitor.com) y Profesor de la Escuela Stern de Negocios de la Universidad de Nueva York.

FUENTE : PROJECT SYNDICATE

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