miércoles, 6 de enero de 2010

El Golpe de Estado Financiero




Simon Johnson fue economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI) los años 2007 y 2008, y ahora es profesor en la Sloan Management School del MIT. Es también uno de los tres fundadores de Baseline Scenario -un blog que el premio Nobel Paul Krugman califica de imprescindible para entender la actual crisis financiera- y publica regularmente en Economix del New York Times. Digo todo esto para que el lector tenga presente que las palabras de Simon Johnson a las que me referiré más adelante no son las de un radical antisistema, ni nada que se le parece, sino las de un respetado y respetable economista del establishment , escritas en una de las revistas de mayor prestigio de EEUU.

En un reciente artículo en Atlantic Monthly, titulado 'The Quiet Coup' (El Golpe Silencioso), Johnson compara su experiencia en el FMI haciendo frente a las crisis de países emergentes como Indonesia, Ucrania, Rusia o Corea del Sur, con la crisis financiera de los Estados Unidos. En estos países emergentes, dice, los gobiernos y sus aliados del sector privado gestionan la economía del país como si fuera una empresa de la que ellos son los accionistas, buscando siempre su máximo beneficio monetario. Hacen inversiones arriesgadas y se endeudan porque saben que sus conexiones políticas les permitirán traspasar al gobierno los problemas si las cosas no van como deberían ir.

Inevitablemente, los oligarcas de estos países acaban para construir imperios económicos enormes sobre una gran montaña de deuda. Los bancos locales, a menudo presionados por gobiernos, conceden a esta élite todo el crédito que piden para ir ampliando sus imperios privados. Como todo exceso de endeudamiento, ya sea a nivel particular, empresarial o nacional, acaba mal, lo que inicialmente llamaban "cooperación pública-privada" pasa a ser un "capitalismo de delincuentes", y el gobierno se ve forzado a utilizar las reservas de divisas para cubrir la falta de crédito y las pérdidas privadas. Eventualmente, debe acudir al FMI en busca de un préstamo de último recurso, y esta institución entonces les exige que los poderosos oligarcas que han llevado al país a la ruina absorban buena parte de las pérdidas y no vuelvan a dominar la economía.

Lo que ha pasado en EEUU, dice Johnson, es peligrosamente similar: unas élites financieras han hecho apuestas cada vez más arriesgadas, con el apoyo implícito del gobierno, hasta hundir la economía real. Y, lo que es más alarmante aún, ahora utilizan todo su poder e influencia para evitar las reformas necesarias para detener el curso descendente de la economía. El gobierno estadounidense o no quiere actuar contra estos intereses, o bien se siente impotente para hacerlo.

Los banqueros y financieros dan la culpa a la política de bajos intereses que se utilizó para combatir la burbuja tecnológica del 2000, o bien al exceso de ahorro de China. La derecha más rancia dice que han tenido la culpa las políticas públicas de promoción de la vivienda en propiedad, empezando por Fannie Mae y Freddie Mac, y obviamente, todo el mundo está de acuerdo en que los reguladores también tienen culpa por no haber vigilado suficientemente los mercados. Pero todas estas explicaciones y una regulación insuficiente, dinero barato, o la alianza económica entre China y los Estados Unidos-tienen algo en común: han beneficiado enormemente al sector financiero, y cualquier iniciativa para enderezar la situación hubiera supuesto una merma importante de sus beneficios. Por ello se descartó todas estas iniciativas. Entre 1973 y 1985, los beneficios del sector financiero nunca habían supuesto más 16% de los beneficios totales de la economía. Los años 90 se subió hasta el 30% y antes de la crisis eran el 41%.

De la misma manera que los Estados Unidos tienen la tecnología, el ejército y la economía más avanzada, dice Johnson, también tienen la oligarquía más avanzada. En sistemas políticos primitivos el poder se ejerce mediante la violencia, en países emergentes ya se hace con dinero: sobornos, cuentas corrientes en el extranjero, corrupción, etc. El sector financiero norteamericano, en cambio, ha acumulado un gran poder gracias a un capital cultural, un sistema de creencias. Si antes los americanos creían que "lo que es bueno para General Motors es bueno para el país", ahora han pasado a creer que "lo que es bueno para Wall Street es bueno para el país". Toda una generación de políticos han sido cautivados por Wall Street, hasta el punto que el intercambio entre cargos políticos y financieros ha sido una constante. Sólo hay que recordar los nombres de Robert Rubin, Henry Paulson, John Snow, etc.

Por esta razón, en el transcurso de esta crisis financiera el gobierno estadounidense ha tenido muy en cuenta no tocar los intereses de la comunidad financiera, al no cuestionar las bases de todo el sistema. Un ejemplo claro es el último plan de Geithner que supone una socialización de todas las pérdidas a cargo de los contribuyentes.

"El punto de vista convencional", dice Johnson, "es que la recesión actual no puede ser tan grave como la Gran Depresión, cuando es justo al contrario, puede llegar a ser peor [...] Si nuestros líderes abren los ojos y ven las posibles consecuencias tal vez tomarán medidas drásticas sobre el sistema bancario y desmontarán la vieja élite. Esperemos que no sea ya demasiado tarde ".

AUTOR : Marcel Coderch i Collell

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