El libro beige de la Reserva Federal, publicado el pasado miércoles, ofrece una sobria mirada a una economía que se desjarreta en el vacío. Prácticamente todos los distritos del país dan noticia de una reducción de la actividad en medio de “signos de desaceleración generalizados”. El rebote alimentado por los estímulos públicos, que llevó al PIB por encima del 5% hace dos trimesres, se ha disipado progresivamente, recortando drásticamente el crecimiento hasta dejarlo en un anémico 1,6%. Puesto que el subempleo se ha disparado hasta el 16,5% y la deflación ha seguido cerrando su garra, se han acabado todos los discursitos sobre la “recuperación” y los cargos políticos se han vuelto más tentativos, incapaces de hacer nada que pudiera costarles votos en las próximas elecciones de medio mandato.
Los precios de la vivienda –que se habían mantenido en el último año— han empezado a perder pie al haber expirado a finales del pasado junio el crédito fiscal a los propietarios de vivienda. De acuerdo con el economista Joseph Stiglitz: “crecen las tasas de desahucio. Dos millones de norteamericanos perdieron sus hogares en 2008; en 2009, fueron 2,8 millones, pero se espera que en 2010 sean todavía más”. La actividad de la construcción residencial ha caído en picado en todo el país por las malas perspectivas de la vivienda.
Ningún sector de la economía levanta cabeza. La demanda es débil por doquiera: desde la venta al por menor hasta los bienes raíces, desde la venta de automóviles hasta la electrónica, desde la manufactura hasta las exportaciones. Es un erial.
La administración Obama se ha dado por vencida en materia de estímulos públicos, lanzándose a una nueva estrategia de campaña. Han abandonado “el verano de la recuperación” y se han puesto en ademán de ataque. El viernes, en Ohio, Obama pronunció un incendiario discurso destinado a cerrar filas entre los fieles del Partido Demócrata y a dejar estupefacto al GOP [siglas de Great Old Party, el viejo gran partido, como suele denominarse al Partido Republicano; T.]. Lo que sigue es un extracto de ese discurso.
El incendiario discurso de Obama en Ohio el pasado miércoles
“Yo me presenté como candidato a Presidente porque durante buena parte de la pasada década había reinado una muy particular filosofía política sobre cómo tenían que funcionar los EEUU: con recortes fiscales, especialmente para millonarios y billonarios; con recortes regulatorios destinados a favorecer a intereses especiales; con recortes en las negociaciones sobre comercio exterior, aun si esos recortes no beneficiaban a nuestros trabajadores. Con recortes en las inversiones en nuestra gente y en nuestro futuro (en educación y energías limpias, en investigación y tecnología). La idea era que si tenemos fe ciega en el mercado; si dejamos que las empresas cumplan su papel; si dejamos que todo el mundo procure por sí mismo, América crecerá y prosperará.
“Por un tiempo, esa idea nos dio una ilusión de prosperidad. Vimos cómo las empresas financieras y los altos ejecutivos ingresaban beneficios récord y se hacían con bonificaciones récord. Vimos un boom inmobiliario que trajo consigo nuevos propietarios de viviendas y más empleo en el sector de la construcción. Los consumidores compraron más apartamentos y automóviles más grandes, y mejores televisores.
“Pero mientras todo eso pasaba, el conjunto de la economía se debilitaba. El crecimiento del empleo entre 2001 y 2008 fue menor de lo que había sido en cualquier otro período expansivo desde el final de la II Guerra Mundial: menor incluso que el registrado el pasado año. Los salarios y los ingresos de las familias de clase media trabajadora no dejaban de caer, mientras subían los costos de todo, desde la educación a la asistencia sanitaria. Las gentes se vieron forzadas a cargar con más deuda sus tarjetas de crédito y a tomar más préstamos poniendo como prenda de los mismos sus propias casas, unas casas que, por lo pronto, no podían permitirse. Y además de todo eso, las dificultades para financiar dos guerras y dos recortes fiscales para los ricos hicieron que un excedente récord trocara en un déficit récord.”
Obsérvese con qué pericia se absuelve Obama a sí propio, y a su propio partido, de cualquier culpa en el hundimiento de la clase media trabajadora y en el desjarretamiento de la economía. Muchos creen que los dos partidos son culpables por igual. ¿Por qué esta súbita transformación de presidente blandengue a pugnaz combatiente? ¿Está de verdad indignado Obama, o se trata sólo de más teatro político? ¿Piensa acaso Obama poder evitar una avalancha del GOP limitándose a castigar en público a los Republicanos, en vez de promover otra ley de estímulos públicos en el Congreso o de cerrar Guantánamo? Sea como fuere, un buen gancho político de izquierda siempre resulta más entretenido que dos meses de circuelocuente oratoria y grandiosas visiones de los Campos Elíseos.
El incendiario discurso de Obama levantó ampollas en los lugares habituales. El Wall Street Journal prestó atención al “combativo” estilo de Obama, despreciando su discurso como “carnaza” para los demócratas desencantados. La página editorial del WSJ, que sirve de base de partida a los ideólogos de extrema derecha de la nación, denunció el discurso como “retórica de baja estopa”. Y aunque el presidente ofreció detalles de una inversión de mejora de las infraestructuras por valor de 50 mil millones de dólares, así como de los recortes fiscales, por valor de 200 mil millones, para la pequeña empresa, nadie se llamó a engaño: el discurso estaba concebido como un tiro de salida de gran estilo para la campaña de 2010, un tiro dirigido a la cúpula del GOP.
La depresión de los votantes Demócratas
Obama tiene que saber a estas alturas que sus pésimos resultados han dejado deprimidos a los Demócratas, privándoles de razones para acudir a las urnas en noviembre. En estas últimas semanas, la administración ha buscado frenéticamente vincular entre sí varios acontecimientos minúsculos, a fin de crear la impresión de que Obama va en serio con lo del “cambio”. La aparición de Mahmoud Abbas y Benjamin Netanyahu en la Casa Blanca fue un intento particularmente cínico de mostrar a un Obama comprometido con un asunto de vital importancia para sus seguidores. La llamada “cumbre” no fue otra cosa que una foto concebida para afirmar la buena fe de Obama como pacificador. Pero Obama fue incapaz de sacar la menor concesión a Israel, de manera que el montaje de relaciones públicas fracasó sin dejar el menor indicio de mejora real.
Tal vez no importen mucho los asuntos del Oriente Próximo, salvo, acaso, para el pequeño grupo de “izquierdistas profesionales” a los que Obama ya había repudiado públicamente. Lo que importa al grueso de los votantes es la economía, y obvio es decirlo, el resultado de las elecciones de medio mandato se decidirá conforme a la situación de la economía, y más particularmente, del empleo. En ese frente, hay buenas y malas noticias. La no partidista Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés) publicó hace poco un informe corroborando que la Ley de Recuperación Norteamericana –el estímulo fiscal de Obama— consiguió exactamente aquello para lo que fue concebida: rebajó el desempleo en cerca de un 1,5%, creó puestos de trabajo para entre 2,5 y 3 millones de personas y contribuyó a incrementar el PIB entre un 1,7% y un 4,2%. Asimismo, el antiguo gobernador de la Fed Alan Blinder y el economista Mark Zandi publicaron un informe mostrando que, sin las medidas de emergencia tomadas por la Fed y por la administración Obama, el PIB se habría desplomado un 12% en vez de un 4%, y el desempleo se habría disparado hasta un 16,5%, en vez del 9,6% actual. Los dos economistas conservadores concluyeron que, sin el estímulo monetario y fiscal, los déficits presupuestarios habrían rebasado los 2,6 billones de dólares en el año fiscal 2011, cerca del doble de las actuales proyecciones. Lo básico: el estímulo y los programas de recapitalización bancaria funcionaron (aunque el TARP, el programa de rescates, huelga decirlo, premió a los banqueros fraudulentos que habían disparado la crisis financiera).
Obama puede también jactarse de que –conforme al economista Robert Shapiro— de los 8,5 millones de puestos de trabajo perdidos en el desplome, 7,8 de esos puestos, el 92%, se perdieron o bajo el mandato de Bush o durante los 6 primeros meses de la administraci´n Obama (antes, pues, de poner por obra sus políticas). En otras palabras, a Obama sólo puede hacérsele responsable de la pérdida de unos 41.000 puestos de trabajo, mientras que los Republicanos cargan con cerca de 8 millones de puestos de trabajo perdidos.
La recesión con más baja creación de empleo de la historia
Con todo y con eso, no hay indicios de que la situación vaya a revertirse en poco tiempo. El pasado viernes, el Departamento de Trabajo informaba de que habían sido creados 67.000 nuevos puestos de trabajo en el sector privado en agosto, un mejora notable. Desgraciadamente, se habrían necesitado al menos 125.000 para compensar el crecimiento de la fuerza de trabajo potencial. Eso quiere decir que la economía tendría que crecer a un 2% o 2,5% del PIB antes de ver caer realmente las curvas de desempleo. Y ahora que la Fed y la administración se empeñan en “apretar el cinturón”, es harto improbable que el gobierno suministre los recursos necesarios para sacar al país del hoyo en que se encuentra. David Rosenberg, economista del grupo Gluskin Scheff, lo resume así:
“Lo que ahora estamos viviendo es la recesión con más baja creación de empleo de la historia. Si nos basamos en estimaciones anteriores, podemos decir que la recesión durará todavía 85 meses, antes de regresar a la tasa de empleo que teníamos a comienzos de diciembre de 2007.”
Entretanto, la red de seguridad social es cada vez más frágil a medida que persiste el desplome. Los refugios para gentes sin techo y los comedores para pobres están saturados, y Programa de Asistencia para Alimentación Suplementaria, dependiente del Departamento de Agricultura (el programa de los cupones de comida), informa de que una de cada ocho personas precisa ahora mismo de asistencia pública para alimentarse y alimentar a su familia. Eso significa un 10% más que el año pasado.
La población trabajadora común y corriente está sufriendo mucho y aun espera que el profeta Obama les lleve a la tierra prometida. Pero Obama ha abandonado la idea de un Estado interventor como solución: nada de una segunda ronda de estímulos públicos, no de programas públicos de empleo, ni de una asistencia pública mayor en materia de bienestar social. No ofrecerá nada de eso. Desde luego pegará duro a sus rivales del GOP, pero no se saldrá seriamente de la ruta trazada por su gemelo ideológico, Ronald Reagan. AUTOR : Mike Whitney es un analista político independiente que vive en el estado de Washington y colabora regularmente con la revista norteamericana CounterPunch.
Traducción Leonor Març
FUENTE : SIN PERMISO
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