domingo, 23 de enero de 2011

El sufrimiento no desaparecerá pronto


Si hay una verdad económica que espero que la gente comprenda este año es la siguiente: aunque es posible que por fin hayamos dejado de cavar, seguimos estando cerca del fondo de un hoyo que es muy profundo.
¿Por qué tengo que recalcar esto? Porque me he dado cuenta de que muchas personas están reaccionando de forma exagerada ante las buenas noticias económicas. Concretamente, lo que me inquieta es el riesgo de caer en el optimismo de la autonegación; es decir, me preocupa que los responsables políticos se fijen en unos pocos indicadores económicos favorables, decidan que ya no tienen que fomentar la recuperación y tomen medidas que nos devuelvan directamente al fondo del agujero.
Así que, en relación con esas buenas noticias: diversos indicadores económicos, que van desde unas ventas navideñas relativamente buenas hasta las nuevas peticiones de prestaciones por desempleo (que finalmente han bajado de las 400.000 semanales), indican que la gran reducción de gastos posterior a la burbuja podría estar finalmente terminando.
Pero no es como para presumir de que "EE UU va bien". La construcción no da muestras de estar volviendo a los niveles de la época de la burbuja, ni tampoco hay indicios de que las familias abrumadas por las deudas estén recuperando la vieja costumbre de gastar todo lo que ganan. Pero todo lo que necesitábamos para que hubiese una pequeña recuperación económica era que la construcción dejase de caer y que el ahorro dejase de aumentar; y parece que eso está sucediendo. Las previsiones se han estado corrigiendo al alza; este ejercicio parece posible alcanzar un crecimiento de nada menos que el 4%.
¡Hurra! Pero, una vez más, no es para tanto. Son los puestos de trabajo, no las cifras del PIB, lo que importa a las familias estadounidenses. Y cuando uno parte de una tasa de paro de casi el 10%, la aritmética de la creación de empleo -la cantidad de crecimiento que se necesita para volver a un panorama laboral aceptable- es desalentadora.
Ante todo, tenemos que crecer alrededor de un 2,5% al año solamente para seguir el ritmo del aumento de la productividad y de la población, y así evitar que el paro siga subiendo. Esa es la razón por la que el último año y medio ha sido técnicamente una recuperación, pero daba la impresión de ser una recesión: el PIB estaba creciendo, pero no lo bastante deprisa como para reducir el desempleo.
Una tasa de crecimiento superior al 2,5% reducirá el paro a medida que pase el tiempo. Pero las mejoras no son directamente proporcionales: por diversos motivos, históricamente han hecho falta unos dos puntos adicionales de crecimiento en el transcurso de un año para recortar un punto la citada tasa de paro.
Ahora, hagan las cuentas. Imaginen que la economía de EE UU creciese un 4% al año a partir de ahora y siguiese haciéndolo durante los próximos años. La mayoría de la gente lo consideraría un comportamiento excelente, incluso una expansión económica; sin duda, supera casi todos los pronósticos que he visto.
Pero los números dicen que, incluso con un crecimiento así, la tasa de paro rondaría el 9% a finales de este año y seguiría superando el 8% a finales de 2012. No alcanzaríamos algo parecido al pleno empleo hasta la última parte del primer mandato presidencial de Sarah Palin.
Hablando en serio, lo que tenemos por delante durante los próximos años, aun con un crecimiento bastante bueno, son unas tasas de desempleo que hace no mucho se habrían considerado catastróficas (porque lo son).
Tras esas frías estadísticas se oculta un inmenso panorama de sufrimiento y sueños rotos. Y los números dicen que el sufrimiento va a continuar hasta donde alcanza la vista.
¿Y qué se puede hacer para acelerar este proceso de curación excesivamente lento? Un sistema político racional habría creado hace mucho una versión para el siglo XXI de la Administración para la Mejora del Trabajo (pondríamos a los parados a trabajar haciendo aquello que hay que hacer: reparar y mejorar nuestras desgastadas infraestructuras).
Sin embargo, en el sistema político que tenemos, la senadora electa Kelly Ayotte, que pronunció el discurso republicano semanal el día de Año Nuevo, declaraba que "la primera tarea consiste en poner fin al derrochador gasto de Washington".
Siendo realistas, lo mejor que podemos esperar de la política fiscal es que Washington no socave activamente la recuperación. Hay que tener un cuidado especial con los idus de marzo: por esas fechas, el Gobierno federal probablemente habrá alcanzado su límite de endeudamiento y el Partido Republicano tratará de obligar al presidente Barack Obama a realizar unos recortes perjudiciales para la economía.
También me preocupa la política monetaria. Hace tres meses, la Reserva Federal anunció un nuevo plan para fomentar el crecimiento del empleo comprando bonos a largo plazo; en aquel momento, muchos observadores creían que la compra inicial de 600.000 millones de dólares era solo el comienzo de la historia. Pero ahora parece el final, en parte porque los republicanos están tratando de intimidar a la Reserva para que se eche atrás, pero también porque la racha de noticias económicas ligeramente mejores brinda una excusa para no hacer nada.
Existe incluso una posibilidad considerable de que la Reserva suba los tipos de interés este año (o, al menos, eso es lo que el mercado de futuros parece creer). Con el paro por las nubes y la inflación por los suelos, el hacerlo sería una locura, pero eso no significa que no vaya a suceder.
Así que, volviendo a mi argumento inicial: independientemente de las últimas noticias económicas, seguimos cerca del fondo de un hoyo muy profundo. Solamente podemos esperar que haya suficientes responsables políticos que comprendan este hecho. -

AUTOR  :  Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel de Economía 2008.
 
FUENTE : EL PAIS

No hay comentarios.:

Publicar un comentario