Hace cuatro décadas y media, Lyndon Johnson consiguió reformas en el Congreso que deberían darle vergüenza a Barack Obama y que, a diferencia de las suyas, no reforzaron el poder de quienes las hicieron necesarias. Johnson también heredó una guerra imposible de ganar que luego intensificó e hizo suya, al igual que Obama ha hecho con el asalto, motivado por la venganza, de George Bush a Afganistán. Solo que Johnson tuvo la suerte de haber heredado sólo una guerra imposible de ganar y contraproducente; Obama heredó dos. Y, con considerable insinceridad, declaró culminada “la fase de combate” de la guerra de elección de Bush en Irak, pero, realmente, lo único que hizo fue cambiarle el nombre. ¡Vaya candidato de la paz y Premio Nóbel! También ha iniciado o intensificado otras guerras, aunque de menores dimensiones, en lugares como Yemen, Somalia y las regiones tribales de Pakistán, a la vez que se mantiene la perspectiva de guerra contra Irán y en otras regiones islámicas ricas en petróleo. Dado que, hoy en día, ejecutamos nuestras guerras con reclutas económicos y mercenarios y con dinero prestado, y puesto que muchos liberales siguen decididos a darle holgura sin límites a Obama, básicamente se ha acallado toda voz de condena pública. Era distinto hace cuarenta años. En ese entonces, la Guerra de Vietnam fue suficiente para destronar a la Gran Sociedad, y hacer de Lyndon Johnson una figura odiada entre quienes, de otro modo, habían elogiado sus reformas. Por eso no era raro ver, entonces, pegatinas en los parachoques que decían: “Lee Harvey Oswald, ¿dónde estás ahora que te necesitamos?”
La reciente cháchara acerca de cómo "los extremistas", tanto de la izquierda como de la derecha, son culpables de la masacre de la semana pasada en Tucson, me hizo recordar el lema. Como era de esperar, algunas personalidades de la derecha están liderando la acusación. Además, como [también] era de esperar, algunos ¿expertos? liberales vociferan similar cantaleta. Un ejemplo notable es el del "objetivo" periodista de Newsweek, Jonathan Alter, autor de La Promesa, una crónica del primer año de Obama como presidente. Al aparecer, en el show de Brian Lehrer (en National Public Radio, una fuente de sabiduría convencional y de propaganda a favor del régimen un poco más ‘elegante’ que la revista Newsweek), argumentó la culpabilidad de la izquierda, citando un comentario que apareció hace varias semanas en el sitio web The Daily Kos. Allí, el blogger que lleva el nombre de Blue Boy escribió que, debido al apoyo de Gabrielle Gifford a la "avenencia" de Obama en el tema de los impuestos, "ella está muerta para mí". ¿Podría alguien familiarizado con la forma de hablar de la gente tomar eso como un llamado al asesinato de Gifford? Tal vez Alter tiene problemas con los giros idiomáticos. Sin embargo, lo más probable es que, al igual que otros propagandistas del régimen y repartidores de sabiduría convencional, estaba buscando ‘la quinta del gato’.
Incluso en los días de LBJ, cuando la retórica de la izquierda -la izquierda real, no la variedad de The Daily Kos– se puso realmente incendiaria, y cuando hubo atentados (nunca tiroteos), se tuvo cuidado de atacar siempre a la propiedad, no a las personas. Algunos militantes del Weather Underground se inmolaron mientras fabricaban bombas. Fuera de eso, la izquierda blanca fue responsable sólo de una muerte: un estudiante de posgrado que estaba, en el momento equivocado, en un edificio del campus de la Universidad de Wisconsin que albergaba al nefasto Centro de Investigación Matemática del Ejército. Los logros de la izquierda negra eran comparables, a pesar de los increíbles niveles de represión policial dirigida contra el partido Black Panther y otras organizaciones militantes. Hubo algo de violencia, sí, pero era casi siempre defensiva, y nunca terrorista. Comparemos eso con la violencia suscitada por figuras prominentes de la derecha y en los movimientos sociales asociados a ella, especialmente el movimiento anti-aborto. Ellos han estado trabajando el tema durante años y, periódicamente, sus incitaciones fructifican. A menos que el tirador de Tucson, Jared Loughner, estuviera delirando y que una congresista demócrata se convirtió en un objetivo de conveniencia, una historia que ha ganado espacio últimamente, mientras Obama y otros piden que se "baje el tono" de la retórica y se hagan las paces, los hechos de la semana pasada son sólo el episodio más reciente.
AUTOR : Andrew Levine es Senior Scholar en el Institute for Policy Studies. Es autor de The Americna Ideolgy (Routledge) y Political Key Words (Blackwell), así como de muchos otros libros de filosofía política. Fue profesor en la University of Wisconsin-Madison.
FUENTE : SIN PERMISO
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