Por Richard Wolff *
El testimonio del pasado miérocles del presidente de la Reserva Federal Ben Bernanke ante el comité de presupuesto de la Casa Blanca básicamente repitió los enunciamentos que ha hecho recientemente. Su deposición fue interesante en el sentido de que sus también repetidos silencios siguen diciendo mucho más. El mayor de estos silencios fue el relacionado con la posibilidad de aplicarle impuestos a las corporaciones y a los ricos en los Estados Unidos. Muchas oraciones fueron dedicadas a la necesidad de reducir el inmenso déficit que está corriendo el gobierno estadounidense dado la carga que estos representan. Bernanke advirtió sobre el potencial de que en un futuro los prestamistas dejen de proveer inmensos flujos de dinero al tesoro de Estados Unidos. Ni una sola palabra le dedicó a la posibilidad de que se reduza ese déficit vía los mencionados impuestos a las corporaciones y a los individuos que pertenecen a las clases más acaudaladas del país.
El pasado martes, el canciller británico George Osborn anunció un modesto incremento en las tasas impositivas a los bancos ingleses para lograr “una contribución justa” para “nuestra recuperación”. No hemos visto una acción, ni mucho menos una idea, en esa dirección en los Estados Unidos.
Lo que sí hemos visto son pronunciamientos como los de Bernanke de que la solución radica en recortar gastos gubernamentales. El debate entonces se centra sobre cuales gastos recortar. Bernanke es claro en que quiero que los recortes se vean reflejados en el sistema de salud. Hay que notar que los Estados Unidos actualmente gasta más que cualquier otra nación desarrollada para obtener unos resultados pobres según las estadísticas de salud nacionales. Bernanke no dice nada sobre reducir las ganancias de los productores de medicinas y de los que proveen servicios de salud. Tampoco merece un comentario de Bernanke los posibles impactos que pueda tener en el bienestar y productividad de la fuerza laboral norteamericana una baja en los servicios de salud proveídos.
Es importante recordar que cuando los Estados Unidos coge prestado trillones de dólares para cubrir sus déficits, una porción significante de ese dinero es prestado al gobierno por las grandes corporaciones e individuos ricos que aparentemente no pueden pagarle en impuestos a ese mismo gobierno. Queda clara la deseabilidad de estos individuos y corporaciones de prestar y cobrar una tasa de interés en vez de tener que pagar los impuestos. Evidentemente esta situación se ve diferente desde la óptica del resto de nosotros.
El silencio hacia la posibilidad de aplicar impuestos a las corporaciones y ricos debe ser expuesto y opuesto.
Otro gran silencio está relacionado con la situación de los estados y ciudades. Lo recortes proyectados en servicios y empleos públicos va a tener un efecto devastador en la educación, mantenimiento de infraestructura, seguridad y demás servicios públicos. Sus efectos posiblemente van a contrarestar las pequeñas iniciativas que Obama anunció en su mensaje presidencial sobre el estado de la nación y que se van a materializar, en parte, debido a la división en el control político del Congreso. Bernanke, al igual que Obama, no tuvo nada que decir u ofrecer sobre el estado anémico de los presupuestos estatales y de las ciudades.
Por último, consideremos el silencio sobre el desempleo. Bernanke explicó que si se mantiene el ritmo actual de creación de empleos se seguirán sufriendo varios años de alto desempleo. Ni una sola palabra fue dicha sobre la posibilidad siquiera de que el propio gobierno cree empleos- de nuevo un silencio como si esa idea o programa no existiera (aun con la evidencia de lo contrario dada por el Nuevo Trato de Roosevelt en la década de los 30).
Por supuesto, el gravar impuestos sobre las grandes corporaciones va a tener sus efectos positivos y negativos en la economía en general. En cualquier debate racional, esos efectos tendrían que ser considerados y comparados a base de esos efectos con las alternativas, que incluyen a aquellas que han sido utilizadas desde que la crisis comenzó y aquellas que están por ser adoptadas. En su lugar tenemos un silencios provenientes de Bernanke y Obama, silencios que cierran y limitan, en vez de abrir y ampliar, la discusión sobre la crisis y el futuro de la nación.
Profesor Emeritus en la Universidad de Massachusetts en Amherst y profesor visitante en el Programa de Asuntos Internacionales de la New School University en Nueva York.*
El testimonio del pasado miérocles del presidente de la Reserva Federal Ben Bernanke ante el comité de presupuesto de la Casa Blanca básicamente repitió los enunciamentos que ha hecho recientemente. Su deposición fue interesante en el sentido de que sus también repetidos silencios siguen diciendo mucho más. El mayor de estos silencios fue el relacionado con la posibilidad de aplicarle impuestos a las corporaciones y a los ricos en los Estados Unidos. Muchas oraciones fueron dedicadas a la necesidad de reducir el inmenso déficit que está corriendo el gobierno estadounidense dado la carga que estos representan. Bernanke advirtió sobre el potencial de que en un futuro los prestamistas dejen de proveer inmensos flujos de dinero al tesoro de Estados Unidos. Ni una sola palabra le dedicó a la posibilidad de que se reduza ese déficit vía los mencionados impuestos a las corporaciones y a los individuos que pertenecen a las clases más acaudaladas del país.
El pasado martes, el canciller británico George Osborn anunció un modesto incremento en las tasas impositivas a los bancos ingleses para lograr “una contribución justa” para “nuestra recuperación”. No hemos visto una acción, ni mucho menos una idea, en esa dirección en los Estados Unidos.
Lo que sí hemos visto son pronunciamientos como los de Bernanke de que la solución radica en recortar gastos gubernamentales. El debate entonces se centra sobre cuales gastos recortar. Bernanke es claro en que quiero que los recortes se vean reflejados en el sistema de salud. Hay que notar que los Estados Unidos actualmente gasta más que cualquier otra nación desarrollada para obtener unos resultados pobres según las estadísticas de salud nacionales. Bernanke no dice nada sobre reducir las ganancias de los productores de medicinas y de los que proveen servicios de salud. Tampoco merece un comentario de Bernanke los posibles impactos que pueda tener en el bienestar y productividad de la fuerza laboral norteamericana una baja en los servicios de salud proveídos.
Es importante recordar que cuando los Estados Unidos coge prestado trillones de dólares para cubrir sus déficits, una porción significante de ese dinero es prestado al gobierno por las grandes corporaciones e individuos ricos que aparentemente no pueden pagarle en impuestos a ese mismo gobierno. Queda clara la deseabilidad de estos individuos y corporaciones de prestar y cobrar una tasa de interés en vez de tener que pagar los impuestos. Evidentemente esta situación se ve diferente desde la óptica del resto de nosotros.
El silencio hacia la posibilidad de aplicar impuestos a las corporaciones y ricos debe ser expuesto y opuesto.
Otro gran silencio está relacionado con la situación de los estados y ciudades. Lo recortes proyectados en servicios y empleos públicos va a tener un efecto devastador en la educación, mantenimiento de infraestructura, seguridad y demás servicios públicos. Sus efectos posiblemente van a contrarestar las pequeñas iniciativas que Obama anunció en su mensaje presidencial sobre el estado de la nación y que se van a materializar, en parte, debido a la división en el control político del Congreso. Bernanke, al igual que Obama, no tuvo nada que decir u ofrecer sobre el estado anémico de los presupuestos estatales y de las ciudades.
Por último, consideremos el silencio sobre el desempleo. Bernanke explicó que si se mantiene el ritmo actual de creación de empleos se seguirán sufriendo varios años de alto desempleo. Ni una sola palabra fue dicha sobre la posibilidad siquiera de que el propio gobierno cree empleos- de nuevo un silencio como si esa idea o programa no existiera (aun con la evidencia de lo contrario dada por el Nuevo Trato de Roosevelt en la década de los 30).
Por supuesto, el gravar impuestos sobre las grandes corporaciones va a tener sus efectos positivos y negativos en la economía en general. En cualquier debate racional, esos efectos tendrían que ser considerados y comparados a base de esos efectos con las alternativas, que incluyen a aquellas que han sido utilizadas desde que la crisis comenzó y aquellas que están por ser adoptadas. En su lugar tenemos un silencios provenientes de Bernanke y Obama, silencios que cierran y limitan, en vez de abrir y ampliar, la discusión sobre la crisis y el futuro de la nación.
Profesor Emeritus en la Universidad de Massachusetts en Amherst y profesor visitante en el Programa de Asuntos Internacionales de la New School University en Nueva York.*
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