sábado, 2 de abril de 2011

El estado federal estadounidense no es un estado liberal: es un estado profundamente keynesiano


 Por Vicenc Navarro





Uno de los errores que se hacen con mayor frecuencia en los debates de economía política por parte de los economistas liberales (mejor definirlos como neoliberales) es considerar a Estados Unidos como un país liberal, con un estado federal de orientación liberal, contraponiendo este modelo de estado al estado de los países europeos a los que se les considera (al menos hasta hace poco) como estados keynesianos, es decir, estados que intervienen activamente en el quehacer económico del país. Esta visión es profundamente errónea. El estado federal de EEUU interviene mucho más en la economía estadounidense que los estados de la UE-15. Un detalle, por ejemplo, que los economistas neoliberales españoles parecen desconocer, es que EEUU es el país de la OCDE que tiene el mayor programa de creación de empleo público existente en la OCDE. Tal programa se ha situado en el centro del desarrollo económico de aquel país, convirtiendo al gobierno federal de EEUU en uno de los gobiernos actuales más keynesianos del mundo desarrollado. Lo que ocurre es que no se presenta o define como tal. Ni que decir tiene que su impacto económico es enorme. Las regiones urbanas en EEUU, donde las rentas familiares han aumentado, han sido aquellas donde se ha concentrado la creación de tal empleo. Este programa se llama: las fuerzas armadas de EEUU. El país, tiene 1.400.000 personas empleadas en servicio activo, 833.000 en la reserva, 1.600.000 trabajando en el territorio de EEUU, en las industrias relacionadas con tales fuerzas armadas. En realidad, si no existieran tales fuerzas, el desempleo en EEUU sería el 11.5% de la población activa, en lugar del 9,5% actual.
Tal empleo continúa creciendo sin que exista una lógica militar que la sostenga. En realidad, el propio secretario de estado de defensa (el cargo equivalente al de Ministro de Defensa en España) el republicano Gates, desea reducir sustancialmente el gasto militar pero no puede. La resistencia del Congreso de EEUU es enorme y tal resistencia tiene poco que ver con las necesidades de defensa del país, y más con la creación de empleo. Existe consenso entre los expertos del propio Ministerio de Defensa, por ejemplo, que el avión cargo C-17 utilizado por el Ejército del Aire debiera retirarse, pues no es necesario y ha sido sustituido por otros aviones cargos más útiles. Pero no puede retirarse porque produce 34.000 puestos de trabajo en gran número de estados, cuyos representantes se oponen frontalmente a tal cancelación. Ni que decir tiene que como ocurre siempre con los superpatriotas en cualquier país (incluyendo España), los argumentos que utilizan para sostener los enormes gastos públicos que consumen tales programas son la necesidad de defender EEUU y apoyar a las tropas que están en guerra en Afganistán, Irak o donde sea. EEUU está en una guerra nueva cada ocho años en algún lugar del mundo, siendo tal evento una de las maneras como los ciudadanos estadounidenses aprenden geografía.
Tal programa de creación de empleo explica también la activa promoción de armamentos, siendo EEUU el país, y de mucho, que exporta más equipamiento militar, pues tales exportaciones crean puestos de trabajo en EEUU. La India, Arabia Saudita y otros países están siendo presionados para que compren el avión de cargo C-17, que el propio secretario de estado de defensa considera desaconsejable para el propio país.
Esta es la lógica del enorme tamaño de lo que el Presidente Eisenhower llamó en su día el complejo militar industrial que está en el centro de la economía de EEUU. Y parece imparable. En realidad, el Presidente Obama, temeroso de que lo definieran como una persona blanda en defensa, ha incrementado todavía más el presupuesto militar siendo un 6.1% más elevado que durante la administración del Presidente Bush Jr., alcanzando un total de 708.000 millones de dólares. Esta cifra no incluye, por cierto, sectores afines como los servicios sanitarios para los veteranos que han servido en las fuerzas armadas, la inteligencia militar, el programa de gestión nuclear y otros servicios. Es importante subrayar que los republicanos y los conservadores dentro del Partido Demócrata que están deseando reducir el déficit público federal (en un 11% del PIB) no incluyen en sus propuestas la reducción del gasto militar.
Ni que decir tiene, tal complejo militar industrial está detrás de un enorme aparato mediático que promueve activamente un sentimiento que identifica patriotismo con intereses económicos de tal complejo industrial-militar, visión del patriotismo que se reproduce entre las clases populares, en parte porque obtiene ventajas directas, tal como la creación de empleo. De ahí que no sea de extrañar que los estado “más patrióticos” de EEUU sean los estados del sur (donde las derechas son más fuertes) y que tienen una mayor inversión militar.
El gran reto de las izquierdas en EEUU –un reto enorme, considerando el enorme poder del complejo industrial –militar- es redefinir lo que se entiende por seguridad y contraponer el keynesianismo social al keynesianismo militar. Como bien ha argumentado el que fue Ministro de Trabajo en la administración del Presidente Clinton, Robert Reich, tales inversiones en las áreas sociales, además de crear mucho más empleo, llenarían los enormes agujeros existentes en el estado del bienestar estadounidense, responsables de la escasa calidad de vida de la mayoría de las clases populares en el país. Hoy, por ejemplo, todavía no existe (y continuará sin existir, una vez se haya aplicado la reforma sanitaria del Presidente Obama) el derecho de los ciudadanos a acceder a los servicios médicos en momentos de necesidad, consecuencia de la privatización en la financiación y gestión del sistema sanitario estadounidense.
En realidad, algunos de los programas de inversiones sociales más importantes realizados en EEUU se han hecho recurriendo a la necesidad de garantizar la seguridad del país. La mayor inversión educativa hecha en EEUU fue después de la II Guerra Mundial, cuando con la ley Nacional de Seguridad Educacional, se creó en colaboración con los estados, un programa masivo de financiación de maestros. El sostenimiento de tal complejo militar industrial, aunque parezca favorecer al pueblo estadounidense, en realidad lo perjudica, pues tal población (y muy particularmente las clases populares) se beneficiarían mucho más si en lugar de tener un keynesianismo militar, EEUU tuviera un keynesianismo social. Esta observación adquiere especial importancia porque existe una creencia ampliamente extendida en sectores progresistas fuera de EEUU que asume que la clase trabajadora ha sido coartada por el sistema industrial-militar, convirtiéndose en parte del problema, al sacar beneficio de tal sistema, ignorando que la clase trabajadora conseguiría mayores beneficios con otro sistema más afín a sus necesidades. El hecho de que no lo tenga es indicador de que tales clases populares son las primeras víctimas de aquel sistema.

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