jueves, 7 de abril de 2011

La caída del gobierno de Sócrates y el cinismo neoliberal en Portugal



Por Manuel Loff 


El blairista José Sócrates, que lideró el Gobierno portugués en los últimos 6 años, dimitió el miércoles, día 23, ante del rechazo parlamentario de su (irónicamente llamado) 4º Programa de Estabilidad y Crecimiento (PEC), la más reciente (sin que, previsiblemente, fuera a ser la última) pieza de una catastrófica política de ajuste presupuestario impuesta a las políticas públicas, siguiendo la más estricta normativa neoliberal. El pretexto parece haber sido, además, creado por el propio Gobierno para forzar a la oposición a provocar su caída. Después de meses chantajeando a los actores sociales y políticos con que había que aceptar toda serie de medidas de la brutal austeridad, amenazando la opinión pública con el espantajo de la intervención del FMI y de los casos irlandés y griego, todo apunta a que, resultando inevitable el recurso al Fondo Europeo de Estabilización Financiera, asociado al FMI, Sócrates haya elegido abandonar el gobierno para no tener que ser el que personalmente lo solicite, acusando a los partidos de la oposición de irresponsabilidad ante la inminencia de la catástrofe... Son mayoría los que creen que Sócrates creó deliberadamente una situación inadmisible a la oposición, al presentarse en Bruselas con un nuevo programa de ajuste – el PEC IV – sin haberlo negociado, ni siquiera anunciado, con el Parlamento, la Presidencia de la República o los sindicatos y la patronal, comprometiendo el Estado portugués delante del BCE y la Comisión Europea.

1. Maniobrismo en tiempos de desesperación social

El contexto en el que todo esto ocurre es del más puro maniobrismo político:

1.     El PS ganó las últimas legislativas, hace un año y medio, con un 36,6% de los votos, después de haber perdido medio millón de electores desde 2005. Con los partidos a su izquierda (Bloco de Esquerda, BE, y la coalición CDU de comunistas y verdes) a subir hasta los 18% y la derecha clásica contenida en los 39,5%, Sócrates prefirió conservar el poder sin abrir el gobierno a una coalición con alguno de los partidos de la derecha (PSD o CDS/PP) con los que comparte visión del papel del Estado y filosofía económica. Con el casi sistemático apoyo de los representantes de las patronales y del Presidente de la República (el recién-reelegido Cavaco Silva, conservador) a sus políticas económicas, y sin apenas oposición interna en su partido, Sócrates creyó que podría seguir creando sucesivas contradicciones en el interior de los partidos de la derecha, empeñados, ellos también, en agradar a los medios empresariales que buscan, en Portugal y en todos sitios, aprovechar la crisis para corregir 60 años de políticas sociales. Fue suficiente que éstos, y especialmente el PSD, entendiesen haber llegado el momento de rechazar comprometerse más con Sócrates sin poder beneficiar de la ocupación en toda regla del aparato del Estado, para que optaran a forzar su caída, con una votación en el Parlamento, en la que sumaron sus votos a los de bloquistas y comunistas, gesto que habían rechazado hacer cuando, hace menos de dos semanas, el BE había presentado una moción de censura al gobierno socialista.
2.     El Gobierno, y en especial en ministro de Finanzas, se especializaron en un irrealismo deliberado en sus ejercicios de previsión económica, empeñados en transformar toda la política presupuestaria en pura propaganda. En 2009, año en el que se convocaron las últimas elecciones legislativas, mientras socialistas y derecha se rasgaban las vestiduras prometiendo o exigiendo transparencia en las cuentas públicas, el Gobierno, con la connivencia del ex-gobernador del Banco de Portugal (Vítor Constâncio, hoy vice-gobernador del Banco Central Europeo), establecía 2,2%como previsión oficial de déficit público en los Presupuestos aprobados en el año anterior; en mayo, los datos indicaban 5,9%; en diciembre, dos meses después de las elecciones, el Gobierno ya preveía que habría subido al 8,5%; la evaluación final lo fijó en 9,3%! Lo que se viene haciendo con las previsiones de crecimiento económico, hasta tal punto se asemeja a puro voluntarismo, nos permite hablar de ejercicios de macroeconomía creativa, diseñados para permitir reivindicar pequeños triunfos de la política gubernamental, para luego, en cada momento en el que la situación empeora, responsabilizar un mercado internacional a cuyos objetivos políticos se le concede prácticamente todo. En semejante cuadro, no puede sorprender que ninguna medida, que ningun PEC, sea suficiente, porque cada uno agrava la situación socioeconómica ya agravada por el anterior y reduce la posibilidad del Estado portugués pagar la deuda que está contrayendo a niveles astronómicos junto de los especuladores internacionales!
3.     Por último, como ocurrió en otros casos, el cinismo con el que las élites políticas neoliberales en el poder gestionan su relación con la opinión pública pasa por lo que se podría designar el modelo Pétain, es decir, la simulación de que es mejor que sea una autoridad portuguesa legítima y democráticamente representativa a imponer sacrificios sociales como no hay memoria desde la Revolución de 1974 antes de que una entidad descrita como una potencia extranjera - es decir, el FMI – los imponga. Lo patético de todo este razonamiento, ya lo sabemos, es que es suficiente recordar las declaraciones de los responsables gubernamentales cada vez que presentaron cada uno de los cuatro PEC, a lo largo de solamente doce meses, para darnos cuenta de que han negado siempre pretender asumir las mismas medidas que meses despues acababan imponiendo. No resulta complicado entender como todo este proceso ha acentuado la descredibilización del sistema representativo; los estudios de opinión indican sobre todo que la confianza en el Gobierno y en su jefe en particular ha bajado a niveles mínimos.

2. Una campaña previsiblemente cínica

Resultando imposible constituir un nuevo gobierno en el actual marco parlamentario – una mayoría puede ser constituída solamente sumando un partido de la derecha al PS, y ninguno de los dos está interesado en hacerlo antes de sacar partido de nuevas elecciones; la alternativa sería un tripartido PS/BE/CDU, absolutamente imposible en las actuales condiciones y en un marco histórico de rechazo total del PS en hacer coaliciones a su izquierda -, no le resta más remedio al Presidente que convocar nuevas elecciones para primeros de junio. La única duda, cuanto a los comicios es saber si la derecha elegirá presentarse en listas conjuntas, lo que ampliaría una casi cierta victoria, o si los dos partidos se presentarán por separado. Los sondeos, y la lógica irrecusable de las cosas, apuntan hacia el hundimiento del PS, probablemente abajo de los 30%, lo que resultaría muy significativo ya que el PS obtuvo ya en 2009 el peor (36,6%) resultado de las cinco legislativas que se realizaron desde 1995, en las que ganó por tres veces con cifras alrededor de los 45%, y perdió unas (2002) con 37,9%.

Con la significativa bajada de la votación comunista desde 1987, estabilizada alrededor de los 7%-9% desde 1991, y la casi desaparición de la llamada extrema-izquierda, el PS de Sampaio (Presidente en 1996-2006) y de Guterres (Primer Ministro en 1995-2002) no tuvo especial competencia electoral a su izquierda hasta la constitución, en 1999, del BE, resultando de la convergencia de sectores trotskistas y ex-maoístas con algunos disidentes comunistas. La primera victoria electoral de Sócrates, en 2005, con mayoría absoluta, ya fue inéditamente acompañada de subidas electorales tanto del BE, como de la CDU dominada por el PCP, lo que muestra bien la ineficacia de Sócrates, como líder del PS, en forzar electores a su izquierda (sobre todo los del BE, ideológicamente menos compactos que los de la CDU) en darle el voto en contra de la amenaza de una victoria derechista. Dicho fenómeno se acentuó significativamente en 2009, cuando el PS perdió más votos hacia la izquierda que hacia la derecha, aunque conservando la mayoría relativa. Es claramente previsible, por tanto, que la próxima campaña electoral se dispute en los mismos términos formales que la de 2005: el partido más votado de la oposición (esta vez, el PSD) es claramente percibido como disponiendo de la posibilidad de una victoria tan segura y tan amplia (dudándose sencillamente si con o mayoría absoluta parlamentaria o no) que su tradicional contrincante (en este caso, el PS) no tendrá éxito en su proverbial intento de chantajear electores a su izquierda con el miedo del regreso de la derecha al poder.

Sócrates, quien, a los tres días de su dimisión, acaba de ser reelegido secretario-general socialista con más de 93% de los votos de la militancia, sorprendió a algunos sectores anunciando su recandidatura a la jefatura del gobierno, lo que le transforma en el segundo caso de un Primer Ministro en funciones que, preveyéndose su derrota, insiste en volver a presentarse a unas elecciones portuguesas (lo que no ocurrió en cinco otros casos). Pese a impresionar los tradicionales voceros de la política profesional con su apariencia de fiera política, él es, sin embargo, reconocidamente, el candidato socialista peor situado para conseguir simular una contienda izquierda-derecha, enfocada, como cínicamente es probable que lo intente, en la salvación del Estado Social.

3. Privatizaciones y menos gasto social en tiempos de crisis

El cinismo es, una vez más, en este campo, difícilmente superable. En 2005, cuando Sócrates subió al poder, 25,3% del PIB portugués, según Eurostat, representaba gasto en protección social, 2,4% por debajo de la media del conjunto de la Eurozona; en 2009, después del agravamiento muy evidente de la recesión económica y del paro, ese porcentaje había bajado a 21,9%, y en el primer de los cuatro PEC se apostaba a reducirlo en 0,5% al final de 2010. Los Presupuestos que los socialistas han aprobado, solos o con la derecha, a lo largo del último sexenio impusieron todos los años la reducción de los gastos con el paro y el Rendimento Social de Inserção concebido para aquellos individuos con renta mensual total inferior a 189 Eur. Si sumamos uno de los peores niveles de endeudamiento privado de la UE a la precarización generalizada del empleo, al nivel salarial medio más bajo de Europa Occidental y a la más alta tasa de pobreza del continente, nos podemos dar mínimamente cuenta de lo que significa la política deliberadamente asumida por un partido como el Socialista que, pese a nunca haber tenido las raíces obreras históricas de la mayoría de la socialdemocracia europea, sigue acogiendo el temeroso apoyo de una parte muy sustancial de los asalariados portugueses, sobre todo en el desreguladísimo sector de los servicios, que esperaba del PS en 2005 y 2009 el contrario de lo que le salió...

Componente esencial de las políticas sociales, los servicios y las empresas públicas están, más que nunca, amenazados por una nueva oleada de privatizaciones. Aquí, como en lo anterior, el PS y la derecha se limitan a competir entre ellos por el mayor número de propuestas de privatización. Los PEC del gobierno socialista preven la privatización de las compañías aérea (TAP), ferroviaria (CP) y aeroportuaria (ANA), de lo que queda de público en las eléctricas (EDP y REN), de los metros de Lisboa y Oporto, de la seguradora del grupo financiero público de CGD; el PSD les añade la privatización del resto de la banca pública (CGD, que sigue concentrando al 45% de los ingresos bancarios) y la televisión del Estado (RTP)... Sin sorpresas ni originalidad, desde hace años que la estrategia de Sócrates es repetir que toda su política de reforma del sector público no es más que un intento de salvación del Estado Social, y ahí se enfocará toda su campaña.

La única verdadera singularidad del marco en el que se celebran las próximas legislativas reside en la presión que desde los medios patronales se hace para conseguir un gobierno de salvación nacional que reúna, o a los dos grandes partidos en una gran coalición que en Portugal se suele designar por Bloco Central – o, despectivamente, o Centrão... -, solución a la que el socialista Soares recurrió en 1983 cuando llamó a la interveción del FMI con consecuencias sociales durísimas; o, todavía más inédito, a los tres partidos favorables a la economía de mercado (la expresión consta de la retórica oficial de estos sectores), para distinguirlos de comunistas y bloquistas. Semejante solución, acompañada de la enésima reforma de la Constitución de 1976, proceso que quedará temporalmente interrumpido con la disolución del Parlamento, puede significar el más devastador ataque a lo que queda de la herencia del 25 de abril de 1974.

La pregunta está en cómo reaccionará la masa creciente de obreros amenazados por el paro, centenares de miles de funcionarios y jubilados cuyos sueldos han sido recortados entre 3,5 y 10% y que se preparan para perder todavía más, trabajadores de los servicios en los que se integran inmigrantes y jóvenes que tienen las más inseguras situaciones contratuales desde los años '50, 800 mil parados más de cuya mitad no percibe ningun subsidio... Salvo algunos sectores más combativos de la Administración (Educación, parte de la Sanidad, funcionarios de la administración local) y de las empresas públicas (los ferroviarios, en huelga intermitente desde febrero), repetidamente movilizados por el sindicato mayoritario (CGTP) a lo largo de la última década (huelgas generales de 2002 y 2010, desfiles multitudinarios de 200-300 mil personas en varios momentos clave recientes), y la sorprendente capacidad de convocatoria de los jóvenes de la llamada Geração à Rasca (Generación en Aprieto) en las multitudinarias manifestaciones del 12 de marzo, el miedo, la desilusión y la resignación siguen asumiendo proporciones decisivas en una sociedad que, pese a éllo, reúne mejores condiciones sociopolíticas de resistencia al neoliberalismo que la mayoría de las demás sociedades europeas.

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