Por Marshall Auerback *
Se dice que la
Unión Europea es una organización notablemente ineficiente en punto a articular
los paquetes de rescates, pero cuando de lo que se trata es de subvertir la
democracia, son tan implacables y eficientes como cualquier otro sindicato del
crimen.
Reflexionen sobre
esto: en el espacio de menos de 2 semanas, los burócratas se las han arreglado
para eliminar a dos dirigentes políticos incómodos, cuyas acciones amenazaban
con interferir en un objetivo de mayor calado, y es a saber: culminar el
“Proyecto Europeo”, un proyecto que, para decirlo clara y llanamente, cada vez
se parece más a un golpe de Estado financiero.
Primero, Grecia,
que en cierto sentido proporcionó la pauta: el primer ministro, Papandreu, tuvo
la audacia de buscar el consenso por referéndum de su propio pueblo ante
decisiones que tenían que afectar decisivamente sus vidas. Bien, pues a juzgar
por las petulantes reacciones de la canciller alemana Angela Merkel y el
presidente francés Nicolas Sarkozy, eso desde luego no podía hacerse.
Interfiriendo palmariamente en los asuntos internos de un socio democrático (y,
encima, aliado), ambos cabildearon contra el –y amenazaron al— gobierno griego.
Resultado final: el señor Papandreu fue apartado del camino luego de
retractarse.
Y, mira por dónde, el nuevo primer ministro de Grecia, Lucas Papademos,
un antiguo alto funcionario del BCE (naturalmente, con un conveniente
curriculum de hombre de Goldman Sachs), va a ser ahora el caballero encargado
de poner por obra el último paquete de “reformas estructurales” que, se calla
por sabido, tendrán con toda seguridad el efecto de seguir hundiendo en la
deflación a la economía griega. Las privatizaciones, obvio es decirlo, seguirán
viento en popa, y los oligarcas griegos, célebre por su rapacidad en la evasión
fiscal, se harán con los activos privatizados a precio de saldo
(presumiblemente con el dinero contante y sonante que hay han colocado
oportunamente en el extranjero, en el mercado inmobiliario londinense o en la
banca suiza): consolidarán así su control de una vida económica, la griega, más
y más disfuncional. La inmensa mayoría de los griegos sufrirá horriblemente. No
tienen voz en eso: se les ha dejado con la sola alternativa de darse muerte por
propia mano o ser fusilados. No es, empero, lo último que perderán. La cosa no
ofrece duda: Goldman Sachs ingresará todavía muchos honorarios por su
contribución a la subasta de esos mismos activos públicos.
Del otro lado del Adriático, parece que el tándem “Merkozy” ha sabido
jugar también sus cartas con éxito en la Ronda 2, esta vez eliminando con éxito
a su perturbadora Némesis, el primer ministro italiano Silvio Berlusconi.
Dígase lo que se quiera del señor Berlusconi, lo cierto es que en esta ocasión
llevaba razón al resistirse a un crudo complot político, urdido contra él por
el BCE, los franceses y los alemanes, para que aceptara un programa, tan
irracional como económicamente contraindicado, de austeridad fiscal a cambio
del “apoyo” de sus pares en el FMI. Pregunten a cualquier argentino qué
significa el “apoyo” del FMI.
Todo lo que Berlusconi tenía que hacer era echar un vistazo a Atenas
para percatarse de los probables efectos que tendría un nuevo asalto al Estado
de Bienestar italiano. Pero la eufórica reacción de los mercados a su dimisión
era surrealista: como la de los pavos votando a favor de la celebración del Día
de Acción de Gracias.
En Roma, este
juego de poder franco-alemán ha sido circunspectamente supervisado por un aplicado excomunista, el presidente
Giorgio Napolitano, que está en vías de convertir a un burócrata de toda la
vida, Mario Monti, en el próximo primer ministro de Italia. No pierdan de vista
la trayectoria
de Monti: credenciales impecables: un “habitante” virtual en las estructuras tecnocráticas
de gobierno de la UE, con alguna “experiencia” en el sector privado como
director de entidades como Coca Cola y, claro, como “consultor internacional”
de Goldman Sachs.
A lo que estamos
asistiendo, ni más ni menos, es a un golpe de estado financiero por la clase
rentista de la Eurozona. Una de las más tristes ironías de esta historia es
que, al menos en el caso de Italia, todo esto lo está cociendo un excomunista
que probablemente habría pertenecido a un gobierno italiano que, bajo la
dirección de Enrico Berlinguer, podría haber sido derrocado por un
golpe de estado de la CIA, si esto hubiera ocurrido hace 30 años.
¿Cómo ha podido
llegarse a tanto en la UE? Es
difícil señalar a una sola persona. Hemos visto moverse a este vasto proyecto
de la mano de un puñado de burócratas inelectos durante décadas, si no más.
Jacques Delors fue una figura verdaderamente seminal, pero no actuó solo. Todo
el proyecto europeo ha sido cada vez más dirigido por esos burócratas de por
vida sin elección de por medio que rotan y rotan en distintas posiciones de las
estructuras de gobierno de la UE luego de haber recibido unos cuantos años de
entrenamiento en entidades privadas como Goldman Sachs o JP Morgan.
Podría acaso
decirse que eso empezó cuando el presidente francés François Miterrand llegó al
poder a comienzos de los 80 dispuesto imprimir una dirección económica fresca y
genuinamente progresista a Francia. No tardó en verse saboteado, hasta que comprendió
a jugar entre bambalinas con los poderes que actúaban a trasmano Desde
entonces, el plan de juego ha sido, y por mucho, el mismo: los miembros de la
Comisión Europea emiten una miríada de diktats,
reglas, regulaciones y directivas, salvo, ni que decir tiene, cualquier cosa
que tenga que ver con recursos democráticos reales cuando tropiezan con la
resistencia popular. Empiezas de a poquito, y vas construyendo gradualmente y
creando faits accomplis por doquiera.
Cuando hay un
revés en forma de referendum, el parón es sólo transitorio. Países que, como
Irlanda, osaron votar de manera “equivocada” en un referéndum nacional, no han
visto respetados sus resultados. Las autoridades de la UE han solido responder,
no reflexionando sobre una expresión popular de la voluntad democrática, sino
ignorando los resultados hasta que los ignorantes campesinos se percaten de sus
clamorosos errores vuelvan a votar
de manera correcta.
Si eso significan
dos, tres referenda, pues así sea.
Políticamente, la interpretación de cualquier aspecto de los Tratados relativos
a la gobernanza europea siempre se ha dejado en manos de cargos burocráticos no
electos que operan desde instituciones desprovistas de la menor legitimidad
democrática. Eso ha llevado, a su vez, a una creciente sensación de alienación
política y al correspondiente crecimiento de partidos extremistas, hostiles a
toda unión política o monetaria, en otras partes de Europa. Bajo oras
circunstancias políticas, esos partidos extremistas podrían llegar a ser mayoritarios.
Una figura que ha
terminado siendo trágica aquí es la de Papandreu. Aun si con ínfimos
resultados, Papandreu se comprometió profundamente con la puesta por obra de
los acuerdos alcanzados en octubre. Pero como observado el economista de
Harvard (y asesor del gobierno griego) Richard Parker, Papandreu tuvo que
enfrentarse a un incendio declarado simultáneamente en varios frentes:
competidores en su propio partido que ambicionaban su cargo; parlamentarios de
su partido que amenazaban con abroquelarse ante nuevas medidas de austeridad;
la intranigencia cerrada de Samara y su partido [conservador] de Nueva
Democracia; por no hablar de la economía, en proceso de tumba abierta
deflacionaria sin que llegara ninguna ayuda real. Convocar un referéndum llegó a
ser su único instrumento para sofocar todos los focos del incendio a la vez: se
trataba de obligar a allanarse a los políticos griegos y a sus poderosos
valedores, así como de forzar a los dirigentes europeos a volver a negociar de
inmediato para elaborar definitivamente un plan de rescate que pudiera
funcionar.
Obvio es decirlo, estaba condenado al fracaso, dada la poderosa
oposición que tenía a su espalda. A sus “aliados” de la UE les bastó una mano
para castigar al primer ministro griego que había impuesto un castiago
colectivo al puebo griego a causa de décadas de corrupción incrustada en el
sistema, una corrución, no obstante, de la que estaba limpio este primer
ministro. Hacer de Grecia una genuina democracia, había sido la razón
fundamental de la entrada de Papandreu en la política griega.
Y del otro lado, los parasitarios oligarcas griegos, que entendieron
las acciones políticas de Papandreu como un ataque frontal a su inveterado
control de la economía griega, se libraron a un combate feroz para destruirle
políticamente y situar a Grecia un paso más cerca de convertirse en un Estado
fracasado.
Y ahora Grecia ha venido a proporcionar el modelo adecuado. Tenemos
ahora una crisis manufacturada (que habría podido resolverse fácilmente hace años por el BCE, siendo
como es Grecia apenas un 2,5% del PIB europeo) que, propagándose a toda
velocidad, ofrece muchas oportunidades para librarse de políticos incómodos que
no hacen lo que se les dice que hagan, y es a saber: abrazar esa “cultura de
estabilidad” que predican los alemanes, pero que no es, en realidad, otra cosa
la consolidación de la toma de control de los distintos gobiernos por parte de
los rentistas.
Análogamente en Italia: el BCE ha estado comprando bonos italianos,
pero de manera renuente y, desde luego, no los suficientes como para detener el
ineluctable aumento de sus tasas de interés. El nuevo jefe del BCE, Mario
Draghi –otro hombre procedente de Goldman Sachs— comenzó su andadura en el
cargo con una terminante
advertencia (camuflada en distintos y dudosos tecnicismos jurídicos) de que el
Banco Central europeo no actuaría como “prestamista de último recurso”, lo que
ponía a sus compatriotas en una situación en la que la resignación era el único
curso de acción posible para salvar al país de un colapso financiero inmediato.
Berlusconi era también un blanco fácil, dado su pintoresco y aberrante
historial privado. Y su más que probable substituto, Mario Monti, resulta el
perfecto recaudador para los oligarcas financieros de Europa. Monti es, en realidad,
parte de lo que muy fundadamente podría llamarse una “mafia financiera” que ha
puesto al mundo patas arriba desde 2008. A los sicarios, como Monti, de ese
mundo financiero tenebroso y opaco se les nombra ahora para que impongan
programs de austeridad a los hogares trabajadores pobres, a fin de salvar al
sector financiero de la deflación por sobreendeudamiento: una crisis artificial
dimanante de la arquitectura del Eurosistema que tanto celebraron esos mismos
“mercados” financieros cuando se lazó el euro en 1999. Desgraciadamente, muchos
italianos ven todavía al euro como su escudo protector frente a la corrupción
del pasado, que muchos asocian en Italia a la lira y a sus elevadas tasas de
interés, a pesar de que el corrupto Berlusconi anda íntimamente vinculado con
la misma euroelite.
El propio Draghi tiene un pasado harto
dudoso: como tuvimos ocasión de observar hace poco, históricamente Italia
explotó la ambigüedad en las reglas de contabilidad para las transacciones swap, [1] a fin de engañar a las instituciones de la UE, a otros
gobiernos de los Estados miembros de la UE y a su propia población respecto de
la verdadera dimensión de su déficit presupuestario.
Parece, en
efecto, muy a propósito el que Draghi tenga ahora que lidiar con las consecuencias
de su propio fraude en la contabilidad nacional. Pero difícilmente puede
decirse que es justo para los pueblos de Europa, todos los cuales seguirán
estando bajo la asfixiante bota de una austeridad fiscal creciente impuesta por
una elite cada vez más distante y democráticamente incareable. No es raro que
por las calles de Madrid, de Atenas, de Roma y por doquiera haya empezado el
incendio.
NOTA T.:
[1] Son las transacciones operadas en
los mercados CDS (Credit Default Swaps), mercados de derivados financieros de
impagos crediticios. En esos mercados financieros, terriblemente opacos y
prácticamente desrregulados (las transacciones en los cuales superan ya con
creces el volumen del PIB mundial), se supone que se cubren los riegos, entre
otras, de las inversiones en deuda soberana. La semana pasada, por ejemplo,
cubrir el riesgo de una inversión de 10 millones de euros en bonos españoles o
italianos a diez años, llegó a valer más de 400 mil euros. Apostar, en esos mercados,
a que la deuda soberana de un país –o los valores de una compañía privada—va ir
mal, hace subir el precio de cobertura.
Uno
de los analistas económicos más respetados de los EEUU, es miembro consejero
del Instituto Franklin y Eleanor Roosevelt, en donde colabora con el proyecto
de política económica alternativa new
deal. 2.0 *.
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