viernes, 18 de noviembre de 2011

Grecia y la salida del euro

Por Michael R. Krätke *


De abandonar Grecia la zona euro, habría que esperar un terremoto de grave a muy grave para el resto de países europeos. 

En Grecia viven en torno a once millones de personas. La Unión Europea tiene una población de 492 millones, de los cuales 324 viven en la zona euro. La economía griega se encuentra en la 32ª posición de la clasificación mundial y genera un Producto Interior Bruto (PIB) de 222 mil millones de euros (cifras de 2010). Grecia es cualquier cosa menos un gigante, sobre todo si se la compara con la locomotora económica de la Unión Europea: Alemania contribuye con unos 2.600 mil millones de euros a prácticamente un tercio del PIB de la zona euro. Una quiebra del estado griego y una salida de la zona euro quizá no convulsionen la economía mundial, pero desde hace dos años muchos tiemblan con la sola posibilidad de quiebra del socio heleno. En un sentido estricto, su bancarrota es desde hace tiempo una realidad, sólo se trataba de cómo gestionarla inteligentemente.

De abandonar los griegos la zona euro o de ser expulsados, se cerniría una catástrofe sobre Grecia y un terremoto de grave a muy grave para los 16 restantes países de la zona euro. Bancos franceses y alemanes, entre ellos algunas instituciones suizas, perderían dinero. Lo que sin duda más inquieta es la esperada reacción de pánico de los mercados, porque el “riesgo de contagio” es enorme.

De informar el gobierno de Atenas de un retorno al dracma, el flujo de capitales que ahora tiene sucede con toda fluidez se aceleraría en extremo. No sólo los oligarcas griegos, sino también los inversores comunes desplazarían todos sus créditos disponibles hacia el extranjero, los inversores extranjeros reclamarían a sus clientes griegos sus créditos o los cancelarían directamente. Los bancos griegos cerrarían para detener el asalto a sus cuentas. En pocas horas los griegos se verían asfixiados por una verdadera crisis monetaria.

Por debajo del punto de congelación

Si vuelve Grecia al dracma, el curso del euro caería desde el primer minuto en picado hasta aterrizar en el suelo. Los analistas de mercado calculan actualmente con al menos un 60%. En un suspiro se generaría una inflación galopante. De repente estallaría el crack de la deuda privada. No sólo en los estados, sino en todos los créditos en el interior y en el exterior. De la noche a la mañana se convertirían la mayoría de ellos en bonos “basura” si la crisis de deuda griega se extiende hasta convertirse en una crisis de deuda europea. Si el dracma se desploma, la mayoría de deudores no podría satisfacer el cumplimiento de sus pagos. No sólo el estado griego, todo el país entraría en bancarrota.

Como nadie sabe exactamente cuántos bonos “basura” tienen los bancos europeos en créditos griegos en sus carteras de inversiones, es de prever una crisis crediticia (credit crunch): en el negocio interbancario los ánimos caerían por debajo del punto de congelación y el BCE tendría que dar un paso al frente, y como para los bancos griegos no habría ninguna ayuda financiera de la zona euro, ésta se transformaría en una crisis bancaria y monetaria. El gobierno de Atenas tendría que detener el flujo de capitales para apoyar al dracma ni que fuera moderadamente. En consecuencia: un comercio reducido a un mínimo de transacciones con el extranjero.

El miedo a escenarios similares en Portugal, Irlanda, España e Italia –que recién comienza– haría dispararse al alza de manera vertiginosa los costes para una restructuración de la deuda del estado en todos estos países. “Apalancar” y “re-apalancar” una vez más el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) no alcanzaría para evitar una quiebra del estado de los cuatro países. En última instancia, los bancos se desharían de sus préstamos en masa, para vaciar tan rápido como les fuera posible en el mercado de reportos (repo market), donde podrían aparcar los préstamos en sus portafolios y obtener al mismo tiempo beneficios. Y si no hubiera ningún agente dispuesto a querer (y poder) especular con beneficios crecientes, éstos dormirían en el comercio “normal” del mercado secundario. Permanece en pie tan sólo la cuestión de si el BCE se postularía o no como principal comprador de estos títulos. Invendibles no tienen ningún valor. 

Todo será más caro

Una quiebra del estado de Grecia sería difícil de gestionar en el seno de la zona euro. Sin embargo, de salir Grecia de la zona euro, los países de Europa se precipitarían al abismo de una crisis financiera. Hasta el momento se han aprovechado del desastre de deuda de los países del sur de Europa los contribuyentes locales [en referencia al lector alemán, N.T.]. Nunca pudo un ministro de Finanzas alemán endeudarse tan barato como lo ha hecho Wolfgang Schäuble (que sea inteligente o no hacerlo, es harina de otro costal).

Hasta el momento los contribuyentes alemanes lamentan y se lamentan (igual que los franceses o holandeses) pero no han pagado ni un céntimo a los griegos. El gobierno alemán sólo ha dado garantías. Mientras Grecia permanezca en la zona euro y la quiebra del estado griego pueda gestionarse, Alemania dará garantías, pero no tendrá que pagar nada. Incluso si el fondo de rescate debiera contar con una quiebra del estado griego, la cuestión no le saldría a los alemanes especialmente cara si se tiene en cuenta las enormes ganancias del fisco alemán desde comienzos de la crisis de deuda. 

Mientras haya un mercado para los préstamos del estado de estas características, las depreciaciones “voluntarias” de los títulos de deuda griegos de un 50 hasta un 60% pueden absorberlas los grandes bancos europeos. BNP Paribas, Commerzbank, ING-Bank, Barclays y algunos otros recién lo han demostrado. Perder unos 100 millones de euros y cancelarlos, esto es, aceptar un descenso de las ganancias de un 70% y más equivale a sólo un semestre. Algo así no terminará desde luego con los grandes bancos internacionales. En el peor de los casos no alcanzarán sus objetivos de beneficios para el próximo año. La deuda privada griega será segura mientras los griegos permanezcan en la zona euro.

Sin embargo, de prestar la canciller Angela Merkel oídos a la sabiduría de Hans Olaf Henkel [1] y otros ideólogos profesionales parecidos y señalar a Grecia para una salida de la zona euro, la cuestión saldrá cara, también para los contribuyentes alemanes. Y no sólo para ellos: una crisis financiera europea –la segunda desde 2008, esto es, en el espacio de tres años–, nada menos que en medio de una recesión, terminaría mal. No sólo en una catástrofe económica mundial, sino en un crack europeo, al que habría que agradecer por largo tiempo los patriotas alemanes y su resentimiento anti-griego.

NOTA: [1] Hans-Olaf Henkel (Hamburg, 1940) fue presidente de la Bundesverband der Deutschen Industrie (BDI) entre 1995 y 2000 y miembro de los consejos de dirección de Bayer AG (farmacéutica) y Continental (automóvil) entre otras. Henkel se alzó como paladín del neoliberalismo en Alemania empuñando la bandera del “menos estado y más mercado”. Tertuliano habitual en varios talk-shows, Henkel, que calificó a la Unión Europea de una “Unión Europea de Repúblicas Socialistas Soviéticas”, recomendó en noviembre de 2010 en un artículo para Focus dividir la zona euro en dos áreas: una zona norte (Alemania, Benelux, Austria, Finlandia e Irlanda) caracterizada por su “estabilidad monetaria y disciplina presupuestaria” con un “euro fuerte” y una zona sur para la periferia europea con un “euro débil” bajo dirección de Francia, congruente con su “talento para la improvisación y naturaleza dispendiosa”.


 Miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido. *

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