Por Raymond Torres
La situación del empleo se está deteriorando en Europa y ha dejado de mejorar en muchos otros países ...
Durante
el año pasado, los mercados de trabajo se vieron afectados por la
desaceleración del crecimiento mundial. Un hecho que resulta
especialmente problemático si se tiene en cuenta que los mercados
laborales no se habían recuperado totalmente de la crisis mundial que
estalló en 2008: todavía existe un déficit de aproximadamente 50
millones de empleos en comparación a la situación anterior a la
crisis. Es poco probable que durante los próximos dos años la
economía mundial crezca a un ritmo suficiente para reducir el actual
déficit de empleo, y ofrecer trabajo a más de 80 millones de personas
que se calcula que entrarán en el mercado laboral durante este
período.
Esta
tendencia es particularmente preocupante en Europa, donde la tasa de
desempleo aumentó en cerca de dos tercios de estos países desde 2010;
pero la recuperación del mercado de trabajo se ha estancado también
en otras economías avanzadas como Japón y Estados Unidos. En otras
regiones, los progresos en materia de empleo fueron débiles con
respecto a las necesidades de una población en edad de trabajar cada
vez más numerosa y mejor educada, como en China. Y el déficit de
empleo sigue siendo considerable en gran parte de la región árabe y
África.
...como resultado, la crisis mundial del empleo ha entrado en una nueva fase, de carácter más estructural.
Esta
no es una desaceleración normal del desempleo. Después de cuatro
años de crisis mundial, los desequilibrios en el mercado del trabajo
son más estructurales, y por lo tanto, más difíciles de erradicar.
Ciertos grupos de personas, como los desempleados de larga duración,
corren el riesgo de quedar excluidos del mercado laboral. Esto significa
que no podrían obtener un nuevo empleo incluso aunque se produzca una
fuerte recuperación.
Además,
para una parte cada vez mayor de los trabajadores que sí tienen
trabajo, el empleo es más inestable o precario. El empleo a tiempo
parcial y temporal de carácter involuntario aumentó en dos tercios y
en más de la mitad de las economías avanzadas, respectivamente. La
proporción de empleo informal permanece alta, y se sitúa en más del
40 por ciento en dos tercios de los países emergentes y en desarrollo
para los cuales se dispone de datos. Además, las mujeres y los
jóvenes se ven afectados de manera desproporcionada por el desempleo y
la precariedad laboral. En concreto, las tasas de desempleo juvenil
aumentaron en cerca del 80 por ciento de las economías avanzadas y en
dos tercios de las economías en desarrollo.
La
inestabilidad laboral es, sobre todo, una tragedia humana para los
trabajadores y sus familias; pero además supone un desperdicio de la
capacidad productiva, ya que hay una tendencia a perder las competencias
como resultado de una rotación excesiva entre empleos y largos
períodos de desempleo o inactividad. Una mayor inestabilidad laboral
significa, por lo tanto, una productividad más débil en el futuro y
menos oportunidades para prosperar y ascender profesionalmente.
El
déficit de empleo va de la mano de un déficit prolongado de
inversión, otra señal de que la crisis ha entrado en una nueva fase.
La cantidad de dinero sin invertir en las cuentas de grandes empresas ha
alcanzado niveles sin precedentes. Mientras que, en el caso de las
economías avanzadas, las pequeñas empresas siguen teniendo
dificultades de acceso al crédito, que les permitiría invertir y
crear puestos de trabajo. Es importante destacar que el Informe
constata que las inversiones son más volátiles, y que esto ha
exacerbado la precariedad del empleo tanto en las economías avanzadas
como en las emergentes y en desarrollo.
Por
último, la sociedad se está volviendo cada vez más ansiosa ante la
falta de trabajos decentes. En 57 de los 106 países, el Índice de
Descontento Social, construido a efectos de este Informe, aumentó en
2011 en comparación con 2010. En Europa, Oriente Medio, África del
Norte y África Subsahariana se registraron los índices más altos de
riesgo de descontento social. En promedio, América Latina – donde ha
habido un cierto grado de recuperación del empleo y, en algunos casos,
mejoras en la calidad del trabajo – ha experimentado una disminución
del riesgo de descontento social.
El deterioro de la situación refleja la trampa de la austeridad en las economías avanzadas, sobre todo en Europa ...
Desde
2010, y a pesar de las declaraciones a favor del empleo en las
sucesivas reuniones del G20 y otros foros globales, la estrategia
política cambió sus prioridades alejándose de la creación y mejora
del empleo, y concentrándose en cambio en la reducción de los
déficits fiscales a toda costa. En los países europeos, la reducción
del déficit fiscal ha sido considerada esencial para calmar los
mercados financieros. Pero incluso en países que no han sufrido los
efectos de la crisis, esta estrategia está siendo aplicada por razones
preventivas, reduciendo los déficits fiscales para evitar cualquier
reacción negativa por parte de los mercados financieros. Este enfoque
pretendía preparar el camino para mayores inversiones y crecimiento,
junto con déficits fiscales inferiores.
Además,
como parte del cambio político, la mayoría de las economías
avanzadas han flexibilizado las normas del trabajo y debilitado las
instituciones del mercado laboral, y además se han anunciado más
medidas de liberalización. Estas medidas están siendo adoptadas con
la esperanza de que los mercados financieros reaccionen de manera
positiva, y así reforzar la confianza, el crecimiento y la creación
de empleo.
Sin
embargo, estas expectativas no han sido satisfechas. En los países
que aplicaron el enfoque de la austeridad y de la liberalización en su
mayor extensión, principalmente en los países del sur de Europa, el
crecimiento económico y del empleo continuó deteriorándose. Además,
en muchos casos, estas medidas también fracasaron a la hora de
estabilizar la situación fiscal. La razón fundamental para estos
fracasos es que estas políticas – implementadas en un contexto de
perspectivas de demanda limitada y con la complicación adicional de un
sistema bancario en medio de su proceso de "desapalancamiento" - no
tienen la capacidad de estimular la inversión privada. La trampa de la
austeridad se está accionando. La austeridad, en efecto, ha producido
un crecimiento económico más débil, incrementado la volatilidad y
empeorando el balance financiero de los bancos ocasionando una mayor
contracción del crédito, menores inversiones y, en consecuencia,
mayores pérdidas de empleos. Paradójicamente esto ha afectado de
manera negativa a los presupuestos de los gobiernos y, por lo tanto, ha
aumentado las exigencias de mayor austeridad. La realidad es que ha
habido pocos progresos en los déficit fiscales de los países que
aplicaron enérgicamente las políticas de austeridad.
En
relación a las políticas de liberalización, el Informe señala que
fracasarán en el objetivo de impulsar el crecimiento y el empleo a
corto plazo, el horizonte temporal clave en una situación de crisis. De
hecho, los efectos de las reformas de los mercados laborales en el
empleo dependen en gran medida del ciclo coyuntural. Ante una
recesión, normas menos rígidas pueden dar lugar a más despidos sin
apoyar la creación de empleo. Del mismo modo, un debilitamiento de la
negociación colectiva es probable que genere una espiral descendente
de los salarios y, por consiguiente, retrase aún más la
recuperación.
En
general, el Informe confirma las conclusiones de estudios anteriores
que muestran que no existe una relación evidente entre las reformas
del mercado laboral y los niveles de empleo. De manera interesante,
dentro del rango en el cual la mayoría de los países se encuentran,
regulaciones laborales adecuadas tienden a estar relacionadas
positivamente con el empleo. Y lo que es más importante, las
regulaciones laborales mal diseñadas pueden afectar negativamente al
funcionamiento del mercado laboral. En estos casos hay motivos para
considerar reformas como parte del diálogo social y adoptadas
conjuntamente con medidas de protección social. Esta política ha sido
aplicada con éxito en el pasado reciente en países como Austria y
Brasil.
... pero se está extendiendo a otros países.
Muchos
países emergentes y en desarrollo adoptaron la estrategia de
estimular la demanda interna con el objetivo de compensar las débiles
perspectivas de exportación a las economías avanzadas. Existen
señales de que en algunos de estos países, como India, América
Latina, Sudáfrica y, más recientemente, China, los salarios han
aumentado para recuperar terreno en relación a la productividad. La
inversión pública y la protección social también fueron
fortalecidas y la integración regional ha demostrado ser favorable en
este sentido.
No
obstante, incluso en estos países, los mercados laborales y las
inversiones reales no son inmunes al debilitamiento económico mundial.
Los flujos volátiles de capital también han agravado la
inestabilidad de la economía real y la posibilidad de crear mejores
empleos.
Por
lo tanto, es crucial insistir en el enfoque actual de estimular la
demanda interna, asociado con una mejor aplicación de las normas
fundamentales del trabajo y medidas para evitar flujos de capital
desestabilizadores.
Existe un enfoque alternativo ...
Es
posible escapar de la trampa de la austeridad. El Informe sobre el
Trabajo en el Mundo del año pasado presentaba un enfoque triple, que
se mantiene vigente. Primero, las instituciones del mercado laboral
deberían fortalecerse de manera que los salarios crezcan al mismo
ritmo que la productividad, comenzando en los países con superávit.
En la situación actual, es necesario tener en cuenta un aumento
riguroso y coordinado del salario mínimo. También podrían ser
útiles mayores esfuerzos para implementar las normas fundamentales del
trabajo, sobre todo en los países emergentes y en desarrollo donde
existen problemas. La ratificación de los Convenios fundamentales de
la OIT por parte de todos los países del G20 daría una señal
positiva en este sentido.
Segundo,
es esencial reanudar el acceso al crédito y crear un ambiente
empresarial más favorable para las pequeñas empresas. Esto es
particularmente urgente en los países de la zona Euro, donde la
política del Banco Central de ofrecer liquidez a los bancos ha fracaso
a la hora de incentivar el crédito destinado a la economía real.
Podría también ser necesaria una imposición más alta para las
empresas que no reinvierten sus ganancias, y/o una imposición menor
para aquellas empresas que dan prioridad a las inversiones y a la
creación de empleo.
Tercero,
es posible promover el empleo y al mismo tiempo cumplir con los
objetivos fiscales. El Informe demuestra que un cambio neutral desde el
punto de vista fiscal en la composición de los gastos y los ingresos
crearía entre 1,8 y 2,1 millones de empleos en un plazo de 1 a 2 años.
En el caso de los países emergentes y en desarrollo, los esfuerzos
deberían concentrarse en la inversión pública y en la reducción de
la pobreza y las desigualdades de los ingresos y en estimular la
demanda agregada. En las economías avanzadas, la prioridad deberían
ser las personas desempleadas, especialmente los jóvenes, a fin de
garantizar que reciban el apoyo adecuado para encontrar nuevos empleos.
Ante
todo, es el momento de avanzar hacia una estrategia orientada hacia el
crecimiento y hacia el empleo. Esto ayudaría a coordinar las
políticas y a evitar el contagio ocasionado por la austeridad fiscal.
En Europa, la estrategia podría incluir un enfoque coordinado a fin de
solucionar la crisis de la deuda, para lo cual unos mecanismos de
financiación innovadores y una mejor utilización de los Fondos
Estructurales Europeos – adecuadamente reformados para enfrentar mejor
el problema – podrían ser instrumentos fundamentales.
...
que requiere adoptar la idea de que las políticas que favorecen el
empleo tienen un efecto positivo en la economía y que la voz de las
finanzas no debería guiar la toma de decisiones.
La
explicación del actual enfoque político es la premisa de que el
crecimiento es el resultado de la austeridad y que los empleos, en
cambio, son una consecuencia del crecimiento. Por ello, los mayores
esfuerzos hasta la fecha se han concentrado en reducir los déficits y
restablecer el crecimiento mundial hacia valores positivos con la
creencia de que, en lo sucesivo, producirá la creación de empleos.
Como consecuencia, los esfuerzos más directos para estimular la
creación de empleo y potenciar los ingresos de los más vulnerables a
la crisis han tenido una importancia secundaria.
Puesto
que ahora existen indicios de que estas premisas han demostrado ser
contraproducentes, es esencial progresar con la alternativa, es decir,
un enfoque centrado en el empleo, tal y como se describió
anteriormente. Además es importante nutrir este enfoque alternativo con
ejemplos concretos de políticas que funcionan, para lo cual la OIT ha
desempeñado un papel fundamental a través de la adopción del Pacto
Mundial para el Empleo y podría contribuir aún más como foro de
análisis de políticas.
Otro
factor en juego es el desequilibrio entre la voz de la economía real y
la del sector financiero. Ambas son importantes y ambas necesitan ser
escuchadas. Para subsanar esto, primero debería prestarse atención a
la creación de observatorios sociales y del empleo a nivel nacional.
Esta medida puede ayudar a identificar un límite máximo de desempleo
que de ser superado serían necesarias nuevas medidas, de manera muy
similar a los objetivos de inflación. Esta tarea podría ser
facilitada gracias al establecimiento de observatorios independientes y
fiables a fin de supervisar y anticipar tendencias en el mercado
laboral, que podrían ser responsables de presentar evaluaciones
independientes del impacto sobre el empleo de las propuestas
políticas. Su misión sería advertir a los gobiernos contra la
adopción o continuación de políticas que no tienen probabilidades de
alcanzar los objetivos de desempleo.
Segundo,
existen argumentos sólidos para establecer foros de consulta
nacionales, donde se discutan las políticas económicas y sociales por
los gobiernos y los interlocutores sociales. Si bien los resultados no
serían vinculantes, este tipo de consultas pueden ofrecer a los
gobiernos información importante sobre la situación actual del
mercado laboral y una perspectiva del desempleo. El foro podría
también desempeñar un papel central en colaborar y consultar con el
observatorio o agencia nacional creada para supervisar y evaluar la
evolución del mercado laboral y el impacto de las políticas.
Finalmente,
los esfuerzos nacionales para pasar a políticas que garantizarán
niveles de empleo más altos se verán facilitados en gran medida por
las reformas en la gobernanza de la economía mundial. El objetivo
principal de esta reforma es ofrecer un nivel alto y estable de demanda
efectiva en la economía mundial. Esto implicaría (i) garantizar una
coordinación global eficaz de las políticas económicas para eliminar
políticas del tipo "molestar a mi vecino" que conducen a
desequilibrios mundiales y cohíben el potencial de crecimiento; (ii)
eliminar la amenaza constante a la estabilidad económica mundial
provocada por los flujos financieros transfronterizos volátiles y no
regulados; y (iii) desarrollar políticas macroeconómicas coordinadas
para hacer frente a futuras crisis económicas.
En
pocas palabras, el Informe exhorta a los países a instaurar las
condiciones necesarias para preparar un cambio drástico en el actual
enfoque político. Destaca la necesidad de un enfoque que reconozca la
importancia de colocar el empleo entre las prioridades de la agenda
política y la necesidad de coherencia entre las políticas
macroeconómicas, sociales y del empleo. Esto requiere cambios
significativos en la gobernanza interna y mundial, lo que supone una
labor compleja. Aunque la tarea es exigente, los avances en esa
dirección serán premiados con mejores perspectivas de empleo y una
economía más eficiente.
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