Los
EE.UU. ha registrado un déficit comercial masivo desde hace más de 30
años. En los últimos tiempos, un coro cada vez mayor de comentaristas
tratan de echar la culpa de ello a nuestros socios comerciales, en
especial China, como en otra época acusaron a Japón y Alemania. Su
argumento es que la causa del problema no es nuestra menor
competitividad internacional, sino la manipulación de los tipos de
cambio que efectúan nuestros socios comerciales con mayor éxito.
Esta
afirmación no se basa en ninguna prueba directa, sino más bien es una
inferencia derivada de la teoría estándar del comercio internacional,
que predice que el libre comercio conduce automáticamente a un comercio
equilibrado. Desde esta particular perspectiva teórica, nuestro enorme
y persistente déficit comercial debe tener su origen en la existencia
de obstáculos al libre comercio. Los grandes excedentes de nuestros
socios comerciales, como China, les convierten en candidatos naturales
de nuestro oprobio. Por supuesto, si la teoría estándar es incorrecta,
esta cadena de inferencia se rompe. Me gustaría argumentar que la
teoría estándar es errónea, tanto teórica como empíricamente, y que el
libre comercio no elimina automáticamente los desequilibrios
comerciales. Por el contrario, el libre comercio refleja la competencia internacional y los déficit comerciales continuados son síntoma de una persistente reducción de competitividad.
La
teoría del comercio internacional es en realidad parte de la teoría
general de la competencia. En un mundo en el que el motor son las
empresas de negocios, el comercio internacional es en buena medida
llevado a cabo por empresas para hacer negocio. Los exportadores
nacionales venden a los importadores extranjeros, que a su vez venden a
sus clientes residentes, mientras que los importadores nacionales
compran a los exportadores extranjeros y nos venden a nosotros. En cada
paso de la cadena, el motivo que esta detrás de la decisión
empresarial de hacer negocio es la obtención de beneficios. La teoría
estándar (del coste comparativo) se basa en la premisa de que el
déficit comercial de un país acabará por reducir el precio real de su
moneda, que a su vez reducirá el déficit, hasta que al final, en algún
momento, tanto la balanza comercial como la balanza de pagos
automáticamente deben sumar cero. Un superávit comercial tendría
inicialmente el efecto opuesto, derivando a este mismo doble
equilibrio. Cuando la tasa de cambio nominal es fija, como en la época
de Bretton Woods, un déficit comercial generaría una salida de dinero, y
ello implicaría una reducción del nivel de precios nacional, con lo
que la fabricación de bienes del país se haría más competitiva a escala
mundial. Cuando el tipo de cambio es flexible, como ha sido el caso
desde el colapso de los acuerdos de Bretton Woods en la década de 1970,
un déficit comercial conllevaría una depreciación de la moneda,
haciendo de nuevo que el país sea más competitivo en el mercado
mundial. Se supone, en cualquier caso, que el proceso opera hasta que
se ha eliminado el déficit comercial.
En su libro Economía Internacional
(1957), el eminente economista de Oxford Roy Harrod (1) llegó a una
conclusión muy diferente: en un país con déficit comercial, la salida
de dinero disminuye la liquidez y eleva la tasa de interés, mientras
que en un país con superávit comercial el efecto contrario produce una
caída de la tasa de interés, a través de la reacción normal de los
mercados financieros. Nada de ello altera sustancialmente la balanza
comercial. Por el contrario, inducen flujos de capital a corto plazo,
que son muy sensible a los diferenciales de las tasas de interés,
buscando el país con el tipo de interés más alto (por déficit
comercial), saliendo del país con el interés más bajo (por superávit
comercial). Este proceso continuará hasta que la balanza de pagos de
cada país está en equilibrio. En otras palabras, el normal
funcionamiento de los mercados libres tiende a cubrir los déficits
comerciales con deuda internacional, y compensar los excedentes
comerciales a través de prestamos internacionales. Siempre y cuando
ninguna de las partes intervenga, Las diferencias en la balanza
comercial que se derivan de diferencias de competitividad internacional
se mantendrán siempre y cuando ninguna de las partes haga nada por
evitarlo . Esta es la razón por la que los países con mayor éxito
comercial siempre han sabido que lo primero es cimentar la
competitividad del país. Esta fue la política inicial del Reino Unido,
Alemania, Francia y los EE.UU.. Y más recientemente la de Japón, Corea
del Sur y China.
En
un artículo reciente sobre China, David Leonhardt escribe que "no hay
duda de que la moneda china sigue subvalorada" porque "la enorme
demanda de bienes chinos debería encarecer el precio de su moneda".
Dado que el enorme superávit comercial de China no ha elevado su tasa
de cambio, concluye que "Beijing ha intervenido para evitarlo" (2). Hay
que subrayar que esta afirmación se basa explícitamente en la teoría
estándar. Leonhardt también cita estimaciones de en que medida la tasa
de cambio de la moneda china esta supuestamente subvalorada. Sin
embargo, todas estas estimaciones también se derivan de modelos que
asumen que el equilibrio comercial es el resultado normal del libre
comercio. El renombrado y laureado teórico del comercio internacional
Paul Krugman mantiene la misma posición, y
acusa a China de obstruir los "mecanismos automáticos" del comercio
internacional que de otra manera provocarían ese equilibrio
automáticamente (3). Krugman también vincula explícitamente su
inferencia a la expectativa subyacente de que el libre comercio conduce
automáticamente a un equilibrio comercial, una proposición que en
otros escritos ha calificado de "principio sagrado" de la teoría
estándar.
Es
precisamente este principio el que Harrod cuestiona. Era muy
consciente de que el volumen absoluto de la balanza comercial de un
país también se ve afectado por los volúmenes de salida del flujo
monetario (nacional y extranjero) , y viceversa. Sin embargo, este
efecto retroactivo no implica que el comercio se equilibre
automáticamente exclusivamente la través de efecto de esas salidas. En
efecto, en el mundo real, los desequilibrios continuados en la balanza
comercial son perfectamente normales, incluso en la era post Bretton
Woods de tipos de cambio flexibles. Una implicación central de este
argumento es que la competitividad es esencial. La posición comercial
de un país es un precio relativo, el precio de sus exportaciones en
relación con el precio de las importaciones expresado en una moneda
común. La posición de la teoría del comercio
estándar es que se ajustará automáticamente para garantizar el
comercio. Pero en el marco teórico alternativo que propongo, la posición
comercial de un país en el comercio está regulada por costes reales
relativos, de la misma manera en buena parte que un precio relativo
dentro de un país. Esto se puede demostrar empíricamente, y explica
varias tendencias que resultan desconcertantes a la teoría comercial
estándar. Lo que es más importante, proporciona
un punto de referencia empírico para la tasa de cambio real, que podría
ser muy relevante a efectos de política comercial (4).
El
argumento anterior no excluye la posibilidad de que China fije su tasa
de cambio por debajo del nivel del mercado libre. Lo que sí nos dice
es que no podemos hacer inferencia alguna a partir de la mera
existencia de un superávit comercial de China y del déficit comercial
de EE.UU. Y entonces, tras consultar a diferentes estrellas, puede ser
que resulte que una parte de la culpa sea nuestra.
Notas:
(1) Roy Harrod, Economía Internacional, Ed. Sociedad de Estudios y Publicaciones 1963, páginas 90-96, 112-116, 130-138
(2) David Leonhardt, "The Long View of China´s Currency", New York Times, 21 de septiembre de 2010.
(3) Paul Krugman, varios artículos en el New York Times, 2007, 2009, 2010. Véase, por ejemplo "China, Japan, America" en 2010.
(4) Shaikh, Anwar y Antonopoulos Rania. 2012. "Explaining
Long-Term Exchange Rate Behavior in the United States and Japan " en
Alternative Theories of Competition: Challenges to the Orthodoxy, ed.
j. Moudud, C. Bina and P. L. Mason. Abingdon: Routledge.
Anwar Shaikh es
profesor del Departamento de Economía del The New School for Social
Research of New York, economista marxista de origen pakistaní, ha
dedicado gran parte de su obra al análisis de las teorías económicas
neoclásicas y post-keynesianas.
FUENTE: SIN PERMISO
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