Por Paul Krugman
El discurso de Bill Clinton en la Convención Nacional Demócrata fue una excelente combinación de análisis técnico bastante serio —¿ha habido alguna vez un discurso en una convención con tanto detalle político?— y de ocurrencias memorables. Quizás una de las mejores fuese su sarcástico resumen del argumento republicano para rechazar la reelección del presidente Obama: “Le dejamos un desaguisado total, y no lo ha arreglado con la suficiente rapidez. Por eso despídanle y póngannos de nuevo en el poder”.
Gran frase. ¿Pero se está arreglando realmente el desaguisado?
Yo sostendría que la respuesta es que sí. Los próximos cuatro años van a ser posiblemente mucho mejores que los últimos cuatro, a no ser que unas políticas equivocadas creen otro desaguisado.
Al decir esto, no estoy poniendo excusas al pasado. El crecimiento del empleo ha sido mucho más bajo y el desempleo ha sido mucho más alto de lo que debería haber sido, a pesar del desbarajuste que heredó Obama. Me extenderé más sobre eso más adelante. Pero, en primer lugar, veamos qué se ha logrado.
El día de la investidura en 2009, la economía estadounidense se enfrentaba a tres problemas principales. El primero, y el más acuciante, era que había una crisis en el sistema financiero, en la que muchos de los canales de crédito fundamentales estaban congelados; a efectos prácticos, estábamos sufriendo la versión del siglo XXI de los pánicos bancarios que provocaron la Gran Depresión. En segundo lugar, la economía se estaba viendo afectada gravemente por el pinchazo de una enorme burbuja inmobiliaria. En tercer lugar, los altos niveles de la deuda familiar, una gran parte de la cual se había estado generando durante la burbuja de la época de Bush, estaban reduciendo el gasto de los consumidores.
El discurso de Bill Clinton en la Convención Nacional Demócrata fue una excelente combinación de análisis técnico bastante serio —¿ha habido alguna vez un discurso en una convención con tanto detalle político?— y de ocurrencias memorables. Quizás una de las mejores fuese su sarcástico resumen del argumento republicano para rechazar la reelección del presidente Obama: “Le dejamos un desaguisado total, y no lo ha arreglado con la suficiente rapidez. Por eso despídanle y póngannos de nuevo en el poder”.
Gran frase. ¿Pero se está arreglando realmente el desaguisado?
Yo sostendría que la respuesta es que sí. Los próximos cuatro años van a ser posiblemente mucho mejores que los últimos cuatro, a no ser que unas políticas equivocadas creen otro desaguisado.
Al decir esto, no estoy poniendo excusas al pasado. El crecimiento del empleo ha sido mucho más bajo y el desempleo ha sido mucho más alto de lo que debería haber sido, a pesar del desbarajuste que heredó Obama. Me extenderé más sobre eso más adelante. Pero, en primer lugar, veamos qué se ha logrado.
El día de la investidura en 2009, la economía estadounidense se enfrentaba a tres problemas principales. El primero, y el más acuciante, era que había una crisis en el sistema financiero, en la que muchos de los canales de crédito fundamentales estaban congelados; a efectos prácticos, estábamos sufriendo la versión del siglo XXI de los pánicos bancarios que provocaron la Gran Depresión. En segundo lugar, la economía se estaba viendo afectada gravemente por el pinchazo de una enorme burbuja inmobiliaria. En tercer lugar, los altos niveles de la deuda familiar, una gran parte de la cual se había estado generando durante la burbuja de la época de Bush, estaban reduciendo el gasto de los consumidores.