Project Syndicate
En las últimas cuatro semanas, viajé a Sofía, Kuala Lumpur, Dubái, Londres, Milán, Fráncfort, Berlín, París, Pekín, Tokio, Estambul y por todo Estados Unidos. Así, nunca me sentí demasiado lejos de la infinidad de desafíos que enfrenta la economía mundial.
En
Europa, el riesgo de una excepcional ruptura de la zona del euro y la
pérdida de acceso a los mercados para España e Italia disminuyó gracias a
la decisión del Banco Central Europeo de crear una red de protección
para la deuda soberana el verano pasado. Pero los problemas
fundamentales de la unión monetaria –bajo crecimiento potencial,
recesión sostenida, pérdida de competitividad y grandes volúmenes de
deuda pública y privada– no han sido resueltos.
Por
otra parte, el gran acuerdo entre el núcleo de la zona del euro, el BCE
y la periferia –dolorosa austeridad y reformas a cambio de asistencia
financiera a gran escala– está resquebrajándose a medida que la fatiga
por austeridad en la periferia choca con la fatiga por rescate en los
países centrales de la zona del euro, como Alemania y los Países Bajos.
La
fatiga por austeridad en la periferia se percibe claramente en el éxito
de fuerzas antiestablishment en la reciente elección italiana; en las
grandes demostraciones callejeras en España, Portugal y otros sitios; y
también en el malogrado rescate de los bancos chipriotas, que ha
alimentado un intenso enojo popular. En toda la periferia, los partidos
populistas de izquierda y derecha ganan terreno.
Mientras
tanto, la insistencia de Alemania en imponer pérdidas a los acreedores
de los bancos en Chipre es el último síntoma de fatiga por rescate en el
centro. Otros miembros centrales de la zona del euro, ansiosos por
limitar los riesgos para sus contribuyentes, han señalado de manera
similar que los rescates mediante reestructuración de la deuda con
pérdidas para los acreedores (bail-in) son lo que se viene.
Fuera
de la zona del euro, incluso el Reino Unido lucha por recuperar el
crecimiento debido al daño causado por los esfuerzos de consolidación
fiscal concentrados al principio del período, mientras que el
sentimiento antiausteridad gana fuerza en Bulgaria, Rumania y Hungría.
En
China, la transición en el liderazgo ha sido suave. Pero el modelo
económico del país continúa, según las famosas palabras del ex primer
ministro Wen Jiabao, «inestable, desequilibrado, falto de coordinación e
insostenible».
Los
problemas de China son muchos: desequilibrios regionales entre sus
regiones costeras y el interior, y entre las zonas urbanas y rurales;
ahorro e inversión fija excesivos e insuficiente consumo privado;
aumento de la desigualdad en el ingreso y la riqueza; y una enorme
degradación ambiental que pone a la salud pública y alimentaria en
peligro por la contaminación del aire, el agua y el suelo.
Los
nuevos líderes del país hablan seriamente de profundizar las reformas y
reequilibrar la economía pero, por su inclinación, mantienen la
cautela, el gradualismo y el conservadurismo. Además, el poder de los
intereses creados que se oponen a la reforma –las empresas estatales,
los gobiernos provinciales y los militares, por ejemplo– aún debe ser
derrotado. Como consecuencia, es posible que las reformas necesarias
para reequilibrar la economía no ocurran lo suficientemente rápido para
evitar una caída brusca cuando, el año que viene, la inversión se
derrumbe.
En China –así
como en Rusia (y parcialmente en Brasil e India)– el capitalismo de
estado se ha afianzado más y esto no augura nada bueno para el
crecimiento. En general, se exageró el desempeño de estos cuatro países
(los BRIC). Otras economías emergentes pueden mostrar mejores resultados
durante la próxima década: Malasia, las Filipinas e Indonesia en Asia;
Chile, Colombia y Perú en Latinoamérica; y Kazajistán, Azerbaiyán y
Polonia en Europa del Este y Asia Central.
Más
hacia el Este, Japón intenta un nuevo experimento económico para
detener la deflación, impulsar el crecimiento económico de recuperar la
confianza de las empresas y los consumidores. La «Abenomía» tiene varios
componentes: estímulos monetarios agresivos del Banco de Japón; un
estímulo fiscal este año para cebar la demanda, seguido por austeridad
fiscal en 2014 para poner límite a los déficits y la deuda; un empuje
para aumentar los salarios nominales e impulsar la demanda interna;
reformas estructurales para desregular la economía; y nuevos acuerdos de
libre comercio –comenzando con el Acuerdo Transpacífico– para impulsar el comercio y la productividad.
Pero
los desafíos son sobrecogedores. No queda claro si se puede vencer a la
deflación con política monetaria; el estímulo fiscal excesivo y la
austeridad diferida pueden hacer que la deuda se torna insostenible; y
los componentes de la reforma estructural de la Abenomía son vagos. Por
otra parte, las tensiones con China por reclamos territoriales en el Mar
de China Oriental pueden afectar adversamente al comercio y a la
inversión directa extranjera.
Luego
está el Oriente Medio, que se mantiene como un arco de inestabilidad
desde Magreb hasta Pakistán. Turquía –con una población joven, gran
potencial de crecimiento y un dinámico sector privado– busca convertirse
en una importante potencia regional. Pero enfrenta muchos desafíos
propios. La propuesta turca para unirse a la Unión Europea está
actualmente estancada, al tiempo que la recesión en la zona del euro
desalienta su crecimiento. Su déficit de cuenta corriente aún es grande y
su política monetaria ha sido confusa, ya que el objetivo de impulsar
la competitividad y el crecimiento entra en conflicto con la necesidad
de controlar la inflación y evitar una excesiva expansión del crédito.
Además,
si bien han aumentado las probabilidades de un acercamiento con Israel,
Turquía enfrenta graves tensiones con Siria e Irán, y el partido
Islámico en el poder aún debe demostrar que puede coexistir con la
tradición política secular del país.
En
este frágil entorno mundial, ¿se ha convertido EE. UU. en un faro de
esperanza? Los estadounidenses han experimentado varias tendencias
económicas positivas: la vivienda se recupera, el gas y el petróleo de
pizarra reducirán los costos energéticos e impulsarán la competitividad;
la creación de empleos mejora; los crecientes costos laborales en Asia y
la llegada de la robótica y la automatización apuntalan un
resurgimiento manufacturero; y la agresiva flexibilización cuantitativa
ayuda tanto a la economía real como a los mercados financieros.
Pero
aún existen riesgos. El desempleo y la deuda de los hogares continúan
obstinadamente altos. La carga del aumento impositivo y los recortes del
gasto impactarán sobre el crecimiento; y el sistema político es
disfuncional: la polarización partidaria impide lograr compromisos sobre
el déficit fiscal, la inmigración, la política energética y otros temas
clave que influyen sobre el crecimiento potencial.
En
suma, entre las economías avanzadas, EE. UU. es la que está en mejor
situación relativa, seguida por Japón, donde la Abenomía impulsa la
confianza. La zona del euro y el RU continúan sumidos en recesiones,
empeoradas por restrictivas políticas monetarias y fiscales. Entre las
economías emergentes, China podría enfrentar una caída brusca a fines de
2014 si se posponen las reformas estructurales críticas; y los demás
BRIC deben alejarse del capitalismo de estado. Si bien otros mercados
emergentes en Asia y Latinoamérica muestran un mayor dinamismo que los
BRIC, su empuje no será suficiente para revertir la marea mundial.