martes, 2 de abril de 2013

La economía mundial al vuelo

 Por Nouriel Roubini
Project Syndicate


En las últimas cuatro semanas, viajé a Sofía, Kuala Lumpur, Dubái, Londres, Milán, Fráncfort, Berlín, París, Pekín, Tokio, Estambul y por todo Estados Unidos. Así, nunca me sentí demasiado lejos de la infinidad de desafíos que enfrenta la economía mundial.
En Europa, el riesgo de una excepcional ruptura de la zona del euro y la pérdida de acceso a los mercados para España e Italia disminuyó gracias a la decisión del Banco Central Europeo de crear una red de protección para la deuda soberana el verano pasado. Pero los problemas fundamentales de la unión monetaria –bajo crecimiento potencial, recesión sostenida, pérdida de competitividad y grandes volúmenes de deuda pública y privada– no han sido resueltos.
Por otra parte, el gran acuerdo entre el núcleo de la zona del euro, el BCE y la periferia –dolorosa austeridad y reformas a cambio de asistencia financiera a gran escala– está resquebrajándose a medida que la fatiga por austeridad en la periferia choca con la fatiga por rescate en los países centrales de la zona del euro, como Alemania y los Países Bajos.
La fatiga por austeridad en la periferia se percibe claramente en el éxito de fuerzas antiestablishment en la reciente elección italiana; en las grandes demostraciones callejeras en España, Portugal y otros sitios; y también en el malogrado rescate de los bancos chipriotas, que ha alimentado un intenso enojo popular. En toda la periferia, los partidos populistas de izquierda y derecha ganan terreno.
Mientras tanto, la insistencia de Alemania en imponer pérdidas a los acreedores de los bancos en Chipre es el último síntoma de fatiga por rescate en el centro. Otros miembros centrales de la zona del euro, ansiosos por limitar los riesgos para sus contribuyentes, han señalado de manera similar que los rescates mediante reestructuración de la deuda con pérdidas para los acreedores (bail-in) son lo que se viene.
Fuera de la zona del euro, incluso el Reino Unido lucha por recuperar el crecimiento debido al daño causado por los esfuerzos de consolidación fiscal concentrados al principio del período, mientras que el sentimiento antiausteridad gana fuerza en Bulgaria, Rumania y Hungría.
En China, la transición en el liderazgo ha sido suave. Pero el modelo económico del país continúa, según las famosas palabras del ex primer ministro Wen Jiabao, «inestable, desequilibrado, falto de coordinación e insostenible».
Los problemas de China son muchos: desequilibrios regionales entre sus regiones costeras y el interior, y entre las zonas urbanas y rurales; ahorro e inversión fija excesivos e insuficiente consumo privado; aumento de la desigualdad en el ingreso y la riqueza; y una enorme degradación ambiental que pone a la salud pública y alimentaria en peligro por la contaminación del aire, el agua y el suelo.
Los nuevos líderes del país hablan seriamente de profundizar las reformas y reequilibrar la economía pero, por su inclinación, mantienen la cautela, el gradualismo y el conservadurismo. Además, el poder de los intereses creados que se oponen a la reforma –las empresas estatales, los gobiernos provinciales y los militares, por ejemplo– aún debe ser derrotado. Como consecuencia, es posible que las reformas necesarias para reequilibrar la economía no ocurran lo suficientemente rápido para evitar una caída brusca cuando, el año que viene, la inversión se derrumbe.
En China –así como en Rusia (y parcialmente en Brasil e India)– el capitalismo de estado se ha afianzado más y esto no augura nada bueno para el crecimiento. En general, se exageró el desempeño de estos cuatro países (los BRIC). Otras economías emergentes pueden mostrar mejores resultados durante la próxima década: Malasia, las Filipinas e Indonesia en Asia; Chile, Colombia y Perú en Latinoamérica; y Kazajistán, Azerbaiyán y Polonia en Europa del Este y Asia Central.
Más hacia el Este, Japón intenta un nuevo experimento económico para detener la deflación, impulsar el crecimiento económico de recuperar la confianza de las empresas y los consumidores. La «Abenomía» tiene varios componentes: estímulos monetarios agresivos del Banco de Japón; un estímulo fiscal este año para cebar la demanda, seguido por austeridad fiscal en 2014 para poner límite a los déficits y la deuda; un empuje para aumentar los salarios nominales e impulsar la demanda interna; reformas estructurales para desregular la economía; y nuevos acuerdos de libre comercio –comenzando con el Acuerdo Transpacífico– para impulsar el comercio y la productividad.
Pero los desafíos son sobrecogedores. No queda claro si se puede vencer a la deflación con política monetaria; el estímulo fiscal excesivo y la austeridad diferida pueden hacer que la deuda se torna insostenible; y los componentes de la reforma estructural de la Abenomía son vagos. Por otra parte, las tensiones con China por reclamos territoriales en el Mar de China Oriental pueden afectar adversamente al comercio y a la inversión directa extranjera.
Luego está el Oriente Medio, que se mantiene como un arco de inestabilidad desde Magreb hasta Pakistán. Turquía –con una población joven, gran potencial de crecimiento y un dinámico sector privado– busca convertirse en una importante potencia regional. Pero enfrenta muchos desafíos propios. La propuesta turca para unirse a la Unión Europea está actualmente estancada, al tiempo que la recesión en la zona del euro desalienta su crecimiento. Su déficit de cuenta corriente aún es grande y su política monetaria ha sido confusa, ya que el objetivo de impulsar la competitividad y el crecimiento entra en conflicto con la necesidad de controlar la inflación y evitar una excesiva expansión del crédito.
Además, si bien han aumentado las probabilidades de un acercamiento con Israel, Turquía enfrenta graves tensiones con Siria e Irán, y el partido Islámico en el poder aún debe demostrar que puede coexistir con la tradición política secular del país.
En este frágil entorno mundial, ¿se ha convertido EE. UU. en un faro de esperanza? Los estadounidenses han experimentado varias tendencias económicas positivas: la vivienda se recupera, el gas y el petróleo de pizarra reducirán los costos energéticos e impulsarán la competitividad; la creación de empleos mejora; los crecientes costos laborales en Asia y la llegada de la robótica y la automatización apuntalan un resurgimiento manufacturero; y la agresiva flexibilización cuantitativa ayuda tanto a la economía real como a los mercados financieros.
Pero aún existen riesgos. El desempleo y la deuda de los hogares continúan obstinadamente altos. La carga del aumento impositivo y los recortes del gasto impactarán sobre el crecimiento; y el sistema político es disfuncional: la polarización partidaria impide lograr compromisos sobre el déficit fiscal, la inmigración, la política energética y otros temas clave que influyen sobre el crecimiento potencial.
En suma, entre las economías avanzadas, EE. UU. es la que está en mejor situación relativa, seguida por Japón, donde la Abenomía impulsa la confianza. La zona del euro y el RU continúan sumidos en recesiones, empeoradas por restrictivas políticas monetarias y fiscales. Entre las economías emergentes, China podría enfrentar una caída brusca a fines de 2014 si se posponen las reformas estructurales críticas; y los demás BRIC deben alejarse del capitalismo de estado. Si bien otros mercados emergentes en Asia y Latinoamérica muestran un mayor dinamismo que los BRIC, su empuje no será suficiente para revertir la marea mundial.

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