Por Noam Chomsky
David Barsamian: El nuevo imperialismo
estadounidense parece ser sustancialmente diferente a la variedad más
antigua en que Estados Unidos es una potencia economía en declive y por
lo tanto está viendo menguar su poder e influencia políticos.
Noam Chomsky: Yo pienso que hablar sobre la declinación estadounidense debería tomarse con reservas.
Es en la Segunda Guerra Mundial cuando
Estados Unidos realmente se convirtió en una potencia mundial. Había
sido la economía más grande del mundo por mucho desde antes de la
guerra, pero era una potencia regional en cierta forma. Controlaba al
Hemisferio Occidental y había hecho algunas incursiones en el Pacífico.
Pero los británicos eran la potencia mundial.
La Segunda Guerra Mundial cambió eso.
Estados Unidos se convirtió en la potencial mundial dominante. Estados
Unidos tenía la mitad de la riqueza del mundo. Las otras sociedades
industriales estaban debilitadas o destruidas. Estados Unidos estaba en
una posición de seguridad increíble. Controlaba el hemisferio, y tanto
el Atlántico como el Pacífico, con una enorme fuerza militar.
Por supuesto, eso declinó. Europa y
Japón se recuperaron, y tuvo lugar la descolonización. Para 1970,
Estados Unidos había descendido, si se le quiere llamar así, a alrededor
del 25 por ciento de la riqueza del mundo; aproximadamente como había
sido, digamos, en los años 20. Seguía siendo la potencia mundial
abrumadora, pero no como había sido en 1950. Desde 1970, está bastante
estable, aunque por supuesto hubo cambios.
En la última década, por primera vez en
500 años, desde la conquista española y portuguesa, Latinoamérica ha
empezado a hacer frente a algunos de sus problemas. Empezó a integrarse.
Los países estaban muy separados unos de otros. Cada uno estaba
orientado por separado hacia el Oeste, primero Europa y luego Estados
Unidos.
Esa integración es importante. Significa
que no es tan fácil tomar a los países uno por uno. Las naciones
latinoamericanas pueden unificarse en defensa contra una fuerza
exterior.
El otro acontecimiento, que es más
importante y mucho más difícil, es que los países de Latinoamérica están
empezando individualmente a enfrentar sus enormes problemas internos.
Con sus recursos, Latinoamérica debe ser un continente rico,
particularmente Sudamérica.
Latinoamérica tiene una enorme cantidad
de riqueza, pero está muy altamente concentrada en una élite pequeña,
regularmente europeizada y a menudo blanca, y existe al lado de una
enorme pobreza y miseria. Hay algunos intentos de empezar a hacer frente
a eso, lo cual es importante – otra forma de integración – y
Latinoamérica de alguna manera se está apartando del control
estadounidense.
Se habla mucho sobre el cambio del poder
mundial: India y China van a convertirse en las nuevas grandes
potencias, las potencias más ricas.
De nuevo, uno debería ser bastante reservado al respecto.
Por ejemplo, muchos observadores
comentan sobre la deuda estadounidense y el hecho de que gran parte de
ella está en manos de China. Hace unos años, en realidad, Japón tenía la
mayor parte de la deuda estadounidense, ahora superada por China.
Además, todo el marco para la discusión
de la declinación de Estados Unidos es engañoso. Se nos enseña a hablar
sobre un mundo de estados concebidos como entidades unificadas y
coherentes.
Si uno estudia la teoría de las
relaciones internacionales, hay lo que se llama la escuela “realista”,
que dice que hay un mundo de estados anárquico, y que los estados buscan
su “interés nacional”. Eso es en gran parte mitología. Hay algunos
intereses comunes, como la supervivencia. Pero, en su mayor parte, la
gente dentro de una nación tiene intereses muy diferentes. Los intereses
del director ejecutivo de General Electric y del conserje que limpia
sus pisos no son los mismos.
Parte del sistema doctrinal en Estados
Unidos es la pretensión de que todos somos una familia feliz, que no hay
divisiones de clases, y que todos estamos trabajando juntos en armonía.
Pero eso es radicalmente falso.
En el siglo XVIII, Adam Smith dijo que
la gente que posee la sociedad hace las políticas: los “mercaderes y
manufactureros”. El poder de hoy está en las manos de las instituciones
financieras y las multinacionales.
Estas instituciones tienen un interés en
el desarrollo chino. Así que si usted es, digamos, el director
ejecutivo de Walmart o Dell o Hewlett-Packard, se siente perfectamente
contento de tener una mano de obra muy barata en China trabajando bajo
condiciones horribles y con pocas restricciones ambientales. En tanto
China tenga lo que se llama crecimiento económico, está bien.
En realidad, el crecimiento económico de
China es un poco un mito. China es en gran medida una planta de
ensamblaje. China es un exportador importante, pero aun cuando el
déficit comercial estadounidense con China ha aumentado, el déficit
comercial con Japón, Taiwán y Corea ha descendido. La razón es que se
está desarrollando un sistema de producción regional.
Los países más avanzados de la región –
Japón, Singapur, Corea del Sur y Taiwán – envían tecnología avanzada,
partes y componentes a China, la cual usa su fuerza laboral barata para
ensamblar productos y enviarlos fuera del país.
Y las corporaciones estadounidenses
hacen lo mismo: Envían partes y componentes a China, donde la gente los
ensambla y exporta los productos finales. A esto se le llama
exportaciones chinas, pero son exportaciones regionales en muchos casos
y, en otros, es realmente un caso en que Estados Unidos se está
exportando a sí mismo.
Una vez que rompemos el marco de los
estados nacionales como entidades unificadas sin divisiones internas
dentro de las mismas, podemos ver que hay un cambio del poder mundial,
pero es de la fuerza laboral mundial a los dueños del mundo: el capital
transnacional, las instituciones financieras mundiales.
(El nuevo libro de Noam Chomsky es "Power Systems: Conversations on Global Democratic Uprisings and the New Challenges to U.S. Empire. Conversations with David Barsamian".
Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto
Tecnológico de Massachusetts en Cambridge, Massachusetts.)