Es bueno dudar. Es señal de que uno está vivo. Aristóteles concebía laduda como el comienzo de la sabiduría y Anatole France propuso quehabía que dudar hasta de la duda misma. Las certezas pueden venir dela flojera y la inercia, de la tradición y hasta de la herencia, perola duda siempre requiere una mente activa y una temeridad en ejercicio.Renán inventó una novena bienaventuranza en un discurso de la Academiafrancesa: "Bienvenidos los ciegos, porque ellos no dudarán de nada".Hamlet es, literariamente, el típico hombre que duda. Pero él padecede esa variante de la duda que paraliza y aniquila. Su duda es másinsolvencia afectiva que capacidad de dudar. Porque una cosa es el malde los irresolutos –que no dudan sino que no pueden elegir– y otra elbien de la duda metódica, ese gatillo de nuestro mecanismo defensivoque nos aleja de la credulidad.No lo olvidemos nunca: la credulidad es el peor de los crímenescolectivos. Porque de la credulidad comen los que más hanensangrentado al mundo. La credulidad es el sí estúpido de losfanatismos, desde el que se cuelga de Cristo hasta el que late en latribu que culpa a otra de todos sus males y arremete contra ellamachete en mano.La credulidad es el aullido de una masa hitleriana. La duda es lo queha atormentado todos estos años a Günter Grass. La soberbia erizada decertezas es el Estado terrorista de Israel. Las dudas fueron delMahatma Gandhi cuando dijo que no podía tratar a los musulmanes comolos británicos habían tratado a los indios. Las certezas napoleónicascostaron ríos de sangre. La desconfianza de Buda en las verdadesabsolutas sólo han hecho más vivible al mundo. A Buda se le atribuyela mejor expresión del amor por la duda: "Dudad de todo y sobre todode lo que voy a deciros…"No hay nada que más repulsión me provoque que las certidumbreselefantiásicas (y, por lo general, fingidas) de los políticos. Ellosson racimos de certezas absolutas colgando del árbol de la locura.Apodícticos eran los comunistas del Marx canonizado y el Muro deBerlín justificado (con su Budapest explicadito y su Praga-68 biencallado). Hirsutos de certezas como los puercoespines son losneoconservadores, esos que creen que el gángster Dick Cheney es unempresario que sabe hacer sus cosas.Entrar en años significa renunciar a las más prestigiosascertidumbres. Lo que no quiere decir que uno deba cambiar las certezasde ayer por los fundamentalismos de hoy, como le ha sucedido alpretendidamente oceánico doctor Alan García.Cuando escucho hablar al doctor García, por ejemplo, voy en busca demi revólver.Porque el doctor García parece amenazar las corduras del mundopontificando, como un loco acabado de imprimir por Espasa, sobre todolo humano y casi todo lo divino.Sabe y decreta sobre economía (escalofrío). Es el mayor expertomundial en napas freáticas. Ha obtenido doctorados fantasmas perovigentes en Educación, Agricultura, Ingeniería de Riego y de Sistemas,Relaciones Internacionales, Sinología, Filosofía Comparada, EconomíaContracíclica, Educación Cívica, Paternidad Responsable y ZoroastrismoPropio, que debe de ser su especialidad (me imagino).Hasta cuando habló de Cuqui y Federico Danton hubo de hablar en unpodio y todos le oímos tratando de darnos una lección sobre el deberde la responsabilidad. Por poco no cita a San Agustín o a Pascal.García no tiene dudas sobre su predestinación y su enormidad histórica.Lo que no sabe es que en algunas décadas cabrá en un párrafo delLarousse, así como Piérola cupo en unas líneas y Belaundeprobablemente en ninguna. García se cree un estadista pero lo que esde verdad, y sin saña, es un virrey de la Casa Blanca. Y aunque sussobones disfrazados de arlequín y de eco le digan lo contrario, locierto es que el civilismo al que sirve no lo considera uno de lossuyos y no lo tratará con demasiada generosidad. Porque el civilismoes el que siempre escribe la historia del Perú.Y todo eso le pasa a García por no dudar. Fíjense qué grave es eso de no dudar.
AUTOR : CESAR HILDEBRANT, DIARIO LA PRIMERA-PERU,4/1/2008
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