Por Paul Krugman *
Para cualquiera que realmente haya estado siguiendo los acontecimientos económicos estos últimos años, leer la transcripción del debate republicano del pasado martes sobre la economía es como caer dentro de la madriguera de un conejo. De repente, uno se encuentra en un mundo de fantasía en el que nada tiene el mismo aspecto que en la vida real, ni se comporta del mismo modo.
Y como la política económica tiene que ver con el mundo en el que vivimos, no con el mundo de fantasía que imagina el Partido Republicano, la perspectiva de que una de estas personas pueda convertirse fácilmente en nuestro próximo presidente es, francamente, terrorífica.
En el mundo real, los acontecimientos recientes han sido una refutación devastadora de la ortodoxia del libre mercado que ha regido la política estadounidense en estas tres últimas décadas. Por encima de todo, la larga cruzada contra la regulación financiera, el fructuoso esfuerzo por desbaratar las normas de prudencia establecidas tras la Gran Depresión con el argumento de que eran innecesarias, terminó demostrando -con un inmenso coste para el país- que esas normas eran necesarias, después de todo.
Pero en el fondo de la madriguera del conejo no pasaba nada de eso. No nos encontrábamos en una crisis por culpa de entidades crediticias privadas desbocadas como Countrywide Financial. No nos encontrábamos en una crisis porque Wall Street hubiese fingido que rebanar, trocear y reorganizar los préstamos de mala calidad podría de algún modo generar activos de triple A (ni porque las agencias de calificación privadas le hubiesen seguido el juego). No nos encontrábamos en una crisis porque los "bancos en la sombra" como Lehman Brothers se aprovechasen de las lagunas legales en la regulación financiera para generar amenazas de tipo bancario para el sistema financiero sin estar sujetos a límites de tipo financiero sobre la asunción de riesgos.
No, en el universo del Partido Republicano nos encontrábamos en una crisis porque el representante Barney Frank obligó a los indefensos banqueros a prestar dinero a pobres que no se lo merecían.
Vale, estoy exagerando un poco, pero no mucho. El nombre de Frank salió a colación varias veces como el del malo de la crisis, y no solo en el contexto del proyecto de ley de reforma financiera de Dodd-Frank, que los republicanos quieren revocar. Hay que maravillarse por esta supuesta influencia, dado el hecho de que es un demócrata y la inmensa mayoría de los préstamos de mala calidad que afligen ahora a nuestra economía se hicieron cuando George W. Bush era presidente y los republicanos controlaban la Cámara con mano de hierro. Pero es su villano favorito de todas formas.
Aparte de satanizar a Frank, ahora, la ortodoxia evidente en el bando republicano es que el Gobierno ha sido el causante de todo el problema. Así que lo que tienen que saber es que esta ortodoxia se ha radicalizado, aun cuando la supuesta prueba de que el Gobierno es el protagonista malo de la crisis ha sido desautorizada. El hecho es que las normas gubernamentales no obligaron a los bancos a conceder préstamos de mala calidad y que las entidades crediticias respaldadas por el Gobierno, aunque actuaron mal en muchos sentidos, representan una pequeña parte de los préstamos con un riesgo verdaderamente alto que alimentaron la burbuja inmobiliaria.
Pero eso es historia. ¿Qué quieren hacer ahora los republicanos? En concreto, ¿qué quieren hacer respecto al paro?
Bueno, quieren despedir a Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal (no por hacer demasiado poco, que es un argumento que se puede defender, sino por hacer demasiado). Así que, obviamente, no están proponiendo ninguna medida de creación de empleo mediante la política monetaria.
Por cierto, durante el debate del martes, Mitt Romney nombró a N. Gregory Mankiw, de Harvard, como uno de sus asesores. ¿Cuántos republicanos saben que Mankiw por lo menos solía defender -acertadamente, en mi opinión- una inflación deliberada por parte de la Reserva para resolver nuestros males económicos?
Así que nada de alivio monetario. ¿Qué más? Bueno, Rick Perry, que es como el gato de Chesire -parece que va desapareciendo, poco a poco, hasta que solo quede el pelo- afirmó, muy poco convincentemente, que podía crear 1,2 millones de puestos de trabajo en el sector energético. Romney, mientras tanto, pedía unas bajadas de impuestos permanentes (en esencia, ¡repitamos los años de Bush!). ¿Y Herman Cain? Bueno, qué más da.
Por cierto, ¿alguien más se ha dado cuenta de la desaparición de los déficits presupuestarios como preocupación fundamental para los republicanos, una vez que han empezado a hablar de rebajas de impuestos para las corporaciones y los ricos?
Es todo muy divertido. Pero, como he dicho, también es terrorífico.
La Gran Recesión debería haber sido una gran llamada de atención. Se suponía que nada como esto era posible en el mundo moderno. Todo el mundo, y quiero decir todo el mundo, debería hacer un serio examen de conciencia y preguntarse cuántas de las cosas que pensaba que eran ciertas en realidad no lo son.
Pero el Partido Republicano ha respondido a la crisis no replanteándose su dogma, sino adoptando una versión aún más radical de ese dogma, convirtiéndose en una caricatura de sí mismo. Durante el debate, los presentadores pusieron un vídeo de Ronald Reagan pidiendo un aumento de los ingresos; hoy en día, ningún político que aspire a llegar a algo dentro del partido de Reagan se atrevería a decir algo así.
Es terrible que un individuo pierda la noción de la realidad. Pero es mucho peor que le pase lo mismo a un partido político entero, uno que ya tiene poder para bloquear cualquier cosa que el presidente proponga y que pronto podría controlar el Gobierno entero.
Profesor de Economía en Princeton y fue premio Nobel en 2008. *
Para cualquiera que realmente haya estado siguiendo los acontecimientos económicos estos últimos años, leer la transcripción del debate republicano del pasado martes sobre la economía es como caer dentro de la madriguera de un conejo. De repente, uno se encuentra en un mundo de fantasía en el que nada tiene el mismo aspecto que en la vida real, ni se comporta del mismo modo.
Y como la política económica tiene que ver con el mundo en el que vivimos, no con el mundo de fantasía que imagina el Partido Republicano, la perspectiva de que una de estas personas pueda convertirse fácilmente en nuestro próximo presidente es, francamente, terrorífica.
En el mundo real, los acontecimientos recientes han sido una refutación devastadora de la ortodoxia del libre mercado que ha regido la política estadounidense en estas tres últimas décadas. Por encima de todo, la larga cruzada contra la regulación financiera, el fructuoso esfuerzo por desbaratar las normas de prudencia establecidas tras la Gran Depresión con el argumento de que eran innecesarias, terminó demostrando -con un inmenso coste para el país- que esas normas eran necesarias, después de todo.
Pero en el fondo de la madriguera del conejo no pasaba nada de eso. No nos encontrábamos en una crisis por culpa de entidades crediticias privadas desbocadas como Countrywide Financial. No nos encontrábamos en una crisis porque Wall Street hubiese fingido que rebanar, trocear y reorganizar los préstamos de mala calidad podría de algún modo generar activos de triple A (ni porque las agencias de calificación privadas le hubiesen seguido el juego). No nos encontrábamos en una crisis porque los "bancos en la sombra" como Lehman Brothers se aprovechasen de las lagunas legales en la regulación financiera para generar amenazas de tipo bancario para el sistema financiero sin estar sujetos a límites de tipo financiero sobre la asunción de riesgos.
No, en el universo del Partido Republicano nos encontrábamos en una crisis porque el representante Barney Frank obligó a los indefensos banqueros a prestar dinero a pobres que no se lo merecían.
Vale, estoy exagerando un poco, pero no mucho. El nombre de Frank salió a colación varias veces como el del malo de la crisis, y no solo en el contexto del proyecto de ley de reforma financiera de Dodd-Frank, que los republicanos quieren revocar. Hay que maravillarse por esta supuesta influencia, dado el hecho de que es un demócrata y la inmensa mayoría de los préstamos de mala calidad que afligen ahora a nuestra economía se hicieron cuando George W. Bush era presidente y los republicanos controlaban la Cámara con mano de hierro. Pero es su villano favorito de todas formas.
Aparte de satanizar a Frank, ahora, la ortodoxia evidente en el bando republicano es que el Gobierno ha sido el causante de todo el problema. Así que lo que tienen que saber es que esta ortodoxia se ha radicalizado, aun cuando la supuesta prueba de que el Gobierno es el protagonista malo de la crisis ha sido desautorizada. El hecho es que las normas gubernamentales no obligaron a los bancos a conceder préstamos de mala calidad y que las entidades crediticias respaldadas por el Gobierno, aunque actuaron mal en muchos sentidos, representan una pequeña parte de los préstamos con un riesgo verdaderamente alto que alimentaron la burbuja inmobiliaria.
Pero eso es historia. ¿Qué quieren hacer ahora los republicanos? En concreto, ¿qué quieren hacer respecto al paro?
Bueno, quieren despedir a Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal (no por hacer demasiado poco, que es un argumento que se puede defender, sino por hacer demasiado). Así que, obviamente, no están proponiendo ninguna medida de creación de empleo mediante la política monetaria.
Por cierto, durante el debate del martes, Mitt Romney nombró a N. Gregory Mankiw, de Harvard, como uno de sus asesores. ¿Cuántos republicanos saben que Mankiw por lo menos solía defender -acertadamente, en mi opinión- una inflación deliberada por parte de la Reserva para resolver nuestros males económicos?
Así que nada de alivio monetario. ¿Qué más? Bueno, Rick Perry, que es como el gato de Chesire -parece que va desapareciendo, poco a poco, hasta que solo quede el pelo- afirmó, muy poco convincentemente, que podía crear 1,2 millones de puestos de trabajo en el sector energético. Romney, mientras tanto, pedía unas bajadas de impuestos permanentes (en esencia, ¡repitamos los años de Bush!). ¿Y Herman Cain? Bueno, qué más da.
Por cierto, ¿alguien más se ha dado cuenta de la desaparición de los déficits presupuestarios como preocupación fundamental para los republicanos, una vez que han empezado a hablar de rebajas de impuestos para las corporaciones y los ricos?
Es todo muy divertido. Pero, como he dicho, también es terrorífico.
La Gran Recesión debería haber sido una gran llamada de atención. Se suponía que nada como esto era posible en el mundo moderno. Todo el mundo, y quiero decir todo el mundo, debería hacer un serio examen de conciencia y preguntarse cuántas de las cosas que pensaba que eran ciertas en realidad no lo son.
Pero el Partido Republicano ha respondido a la crisis no replanteándose su dogma, sino adoptando una versión aún más radical de ese dogma, convirtiéndose en una caricatura de sí mismo. Durante el debate, los presentadores pusieron un vídeo de Ronald Reagan pidiendo un aumento de los ingresos; hoy en día, ningún político que aspire a llegar a algo dentro del partido de Reagan se atrevería a decir algo así.
Es terrible que un individuo pierda la noción de la realidad. Pero es mucho peor que le pase lo mismo a un partido político entero, uno que ya tiene poder para bloquear cualquier cosa que el presidente proponga y que pronto podría controlar el Gobierno entero.
Profesor de Economía en Princeton y fue premio Nobel en 2008. *
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