El aspirante a la presidencia republicana de Bain Capital se ha convertido en un ejemplo andante y parlante de lección sobre cómo funciona la plutocracia (y por qué necesitamos desesperadamente acabar con ella).
Parece que los igualitaristas han estado rezando esforzadamente desde las elecciones primarias a la presidencia en Carolina del Sur. Si se presta atención, casi se puede escuchar su rezo: por favor, Señor, haz que Mitt Romney gane la nominación a la presidencia republicana de 2012.
¿A qué esta explosión de afecto por uno de los estadounidenses más adinerados que ha pujado por entrar en la Casa Blanca? En las últimas semanas Mitt Romney ha dibujado la largamente esperada “cara humana” de la plutocracia estadounidense en su peor lado destructor de trabajos y evasor de impuestos.
Gracias a Mitt Romney, millones de estadounidenses entienden ahora cómo los líderes del capital privado dirigen las fortunas (hacia ellos mismos) a costa de la desgracia de la clase media. Otros tantos millones, gracias a la franqueza de Mitt en su campaña, tienen ahora una visión del mundo de los que son tan ricos que 370.000 dólares (los ingresos de Mitt por sus discursos el año pasado) cuentan como “más bien poco”.
Cada nuevo día en la campaña de Romney parece obsequiarnos con otro “momento educativo” sobre la plutocracia: ora las complejidades de las lagunas jurídicas, ora el atractivo de los paraísos fiscales en las Islas Caimán.
Todo esto fue antes de que Mitt hiciera pública su declaración de la renta. Tal publicación, que se llevará a cabo mañana, no hará más que redoblar su escrutinio. Ya se le ha ido la lengua con su declaración básica de la renta: el impuesto sobre la renta que pagó el año pasado, ha revelado, se ciñó a un 15 por ciento.
Su campaña, como máquina expendedora de momentos educativos, disfruta de otra fantástica ventaja: Mitt tiene un padre adinerado. Aún mejor, el padre adinerado de Mitt, el director ejecutivo de American Motors George Romney, hizo pública su declaración de la renta de 12 años cuando se presentó a la presidencia republicana en 1968.
Estas declaraciones de renta de papá Romney ofrecen una óptica en sí mismas (de lo asombrosamente filantrópico que se ha vuelto el código actual de impuestos de los Estados Unidos).
Desde 1955 hasta 1966 George Romney declaró unos ingresos de 2,97 millones de dólares (unos 22 millones en dólares de hoy) y pagó el 36,9 por ciento de tales ingresos en impuestos sobre la renta.
En su época de apogeo, George quedó registrado como uno de los estadounidenses con ingresos más altos. En 1960, sus retribuciones por parte de American Motors le ayudaron a elevar sus ingresos totales a la cifra de 661.423 dólares, un poco más de los 5 millones de hoy. Hacienda sumó tan solo 533 contribuyentes que ganaban entre 500.000 y 750.000 dólares en 1960 (y sólo 508 contribuyentes en todo el país que ganaban más de 750.000).
¿Cómo eran los impuestos sobre la renta de George Romney en comparación con los de sus colegas adinerados? En verdad George pagó una proporción mucho menor de sus ingresos al Tío Sam, principalmente porque donaba casi un cuarto de sus ingresos a la caridad y a la iglesia.
La cohorte adinerada estadounidense de 1960, perteneciente al intervalo de George de 500.000 a 750.000 dólares, pagó una media del 45,3 por ciento de sus ingresos en impuestos sobre la renta, tras agotar todas las lagunas jurídicas que pudieron encontrar.
Los verdaderos millonarios de 1960 (los 306 contribuyentes que declararon por lo menos 1 millón de dólares en ingresos, equivalentes a 7,6 millones de hoy), pagaron impuestos un poquito más altos: el 45,8 por ciento. Estos millonarios promediaban, en dólares de hoy, un poco más de 15 millones en ingresos cada uno.
¿Qué representa esa media de 15 millones de los estadounidenses más ricos comparada con los ingresos de los estadounidenses más ricos de hoy? Los ricos de 1960, incluso después del ajuste por la inflación, ganaban tan solo una pequeña fracción de los ingresos que perciben los ricos de hoy. La primavera pasada, una revista de economía sobre la industria de fondos de alto riesgo informó de que, el año anterior, los 25 directores de fondos de alto riesgo más importantes de los Estados Unidos promediaban 882,8 millones de dólares (cada uno).
¿Sus impuestos sobre la renta? No podemos estar seguros. Sin embargo, los directores de fondos de alto riesgo explotaron la misma laguna fiscal que ha demostrado ser tan lucrativa para autoridades del capital privado tales como Mitt Romney.
Los impuestos sobre la renta de los 25 directivos de fondos de alto riesgo más importantes oscilan generalmente entre el 15 (el mismo porcentaje que paga Mitt) y el 18,1 por ciento (la media de tasa de impuestos sobre renta de los 400 contribuyentes estadounidenses más ricos en 2008), según los datos públicos del año más reciente.
Recapitulemos esta subasta. Los directivos más importantes de fondos de alto riesgo ganan 59 veces más que los estadounidenses más ricos de 1960, teniendo en cuenta la inflación. Aun así, los estadounidenses más ricos de 1960 pagaron tres veces más de sus ingresos en impuestos sobre la renta que los directivos más importantes de fondos de alto riesgo de hoy.
Unas estadísticas tan reveladoras aún no se han filtrado en la conciencia política de los Estados Unidos. Si Mitt Romney obtiene la aprobación republicana, el maravilloso e iluminador seminario nacional sobre desigualdad que ha representado su campaña seguirá su curso, vaya sorpresa, rumbo a noviembre.
Sam Pizzigati edita Too Much, el semanal online sobre excesos y desigualdades publicado por el Institute for Policy Studies.
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