Por Steve Keen *
Los
próximos 15 y 16 de abril se celebrará en Berlín un importante Simposium
científico, que reunirá a una buena parte de los más destacados economistas críticos
o heterodoxos del mundo. Steve Keen publicó hace poco más de una semana en su
blog un pequeño resumen de su ponencia berlinesa. Esa publicación fue replicada
por Krugman en su blog (Debtwatch), y esa réplica ha desencadenado en
unos pocos días una copiosa e interesante polémica teórica con múltiples
participantes, que en cierto modo viene a revivir la vieja polémica –Cambridge
contra Cambridge, Mass.— que hace cerca de 50 años enfrentó a los discípulos
directos de Keynes en Cambridge, Reino Unido, con el “keynesianismo bastardo”
(Joan Robinson) de la “síntesis neoclásica” de Samuelson y sus alumnos
norteamericanos de Cambridge, Mass. Lo que entonces no pasó de una polémica que
los ortodoxos, aun perdiéndola, consiguieron confinar en las publicaciones y
los recintos puramente académicos, es ahora una polémica pública, que se
desarrolla en blogs de acceso abierto a los legos y que versa, no sobre un tema
teórico-abstracto –el concepto de “capital”—, sino sobre un asunto de máxima y
perentoria actualidad política y práctica, cual es el del papel que la teoría
económica concede a la moneda, a la actividad bancaria, y en general, a las
instituciones financieras. Reproducimos en esta entrega la réplica de Seteve
Keen a la primera crítica de Krugman, así como un artículo de gran eficacia
didáctica escrito por Randall
Wray sobre el alcance de la polémica y las limitaciones neoclásicas de Krugman
como fuente de su incomprensión de los problemas monetarios y financieros.
El jetlag me ha sacado de la cama, y aquí me
tenéis, en Londres, a las 5h54’ de la mañana ante el teclado, 43 minutos antes
de que salga el Sol, que hoy comparecerá a las 6h37’.
Sólo que el Sol
no “sale”, ¿verdad? Como todos sabemos, la Tierra rota sobre su eje en una
rotación de 24 horas, y a las 6h37’ el Sol –en torno al cual gira la Tierra una
vez por año— se hace visible desde Londres.
Seguimos hablando
de “salida” del Sol porque resulta harto menos rarito –y harto más romántico—
que hablar de “alineación radial terrestre-solar de la rotación axial de la
Tierra”, que es de lo que realmente se trata. Todos sabemos que, en realidad,
el Sol no “sale” en absoluto, lo que implicaría que la Tierra está quieta mientras
el Sol rota en su torno: desde Copérnico, sabemos que, contra el parecer de los
observadores ingenuos desde la Tierra, no es eso lo que ocurre.
Sin embargo, no
sólo antes de Copérnico, sino muchísimo tiempo después de él, mucha gente
siguió creyendo que esa apariencia era real: que el Sol rotaba alrededor de la
Tierra, que la Tierra no sólo estaba quieta, sino que estaba quieta en el
centro del Universo, que no solamente el Sol, sino todos los cuerpos celestes
se movían en su torno en esferas perfectas.
Lo que nos obligó
a romper con esta creencia fue el fracaso empírico de la teoría que la
sustentaba y seguía dando cuenta –hasta donde podía— de las anómalas
divergencias constatadas entre las predicciones de la teoría y la realidad. El
tratado de Claudio Ptolomeo Mathematiké
Syntaxis (Composición matemática), conocido como el Almagesto (o Gran Tratado) se publicó hacia el 150 antes de nuestra
era, y suministraba un modelo plausible de las milenarias creencias
geocéntricas sobre la naturaleza del Universo. Mantuvo su imperiosa vigencia
hasta mucho después de que Copérnico escribiera su De
revolutionibus orbium coelestium en 1543: durante décadas y décadas,
no sólo la Iglesia, sino también una miríada de ungidos astrónomos ptolemaicos
lucharon por la liquidación del nuevo modelo del Universo, tenido por herético
y errado.
¿Y a cuenta de
qué este discursito sobre astronomía? Pues porque lo que anda diciendo estos
días en su blog Paul Krugman sobre la actividad bancaria recuerda
metodológicamente mucho a las descripciones de los astrónomos ptolemaicos de
las salidas de Sol. Krugman se muestra displicente respecto de la idea de que
los bancos pueden “crear crédito de la nada”: tan displicente, en efecto, que
cualquiera poco familiarizado con los hechos empíricos podría llegar a creer
que su posición es tan sólida empíricamente, que ni siquiera necesita
molestares en citar hechos que la respalden.
No es así; las
pruebas empíricas disponibles apoyan abrumadoramente la tesis que Krugman busca
despachar de un manotazo: los bancos no sólo pueden, sino que efectivamente
crean “crédito de la nada”, siendo así que los controles supuestamente
regulatorios de su capacidad de hacerlo resultan, y por mucho, inefectivos.
Replica Krugman:
“Cuando leo
material diverso sobre la banca (…), veo a menudo expresada la idea de que los
bancos pueden crear crédito de la nada. Vehementes negaciones del aserto, según
el cual el préstamo bancario está limitado por sus depósitos o la base
monetaria juega un papel importante; los bancos, se nos dice, apenas mantienen
reservas (lo que es verdad), de modo que la creación o destrucción de reservas
por parte de la Fed no tendría efectos.
“Eso es de todo
punto falso, y si se piensa en cómo se supone que actúa realmente la gente
–sofisticados cálculos algebraicos aparte—, debería resultar obvio que es de
todo punto falso. Por lo pronto, todo banco individual tiene que prestar
partiendo del dinero recibido en depósitos. Los bancarios que prestan no pueden
emitir cheques de la nada; como empleados de cualquier institución financiera
intermediaria, tienen que comprar activos con fondos disponibles. Espero que
eso no resulte discutible, aunque a tenor de lo que pasa cuando se debate sobre
la banca, me temo que hasta esta modesta afirmación levantará ampollas.
“Pero la objeción
más frecuente viene a decir esto: claro que esto es verdad de cualquier banco
individual, pero el dinero que prestan los bancos termina depositado en otros
bancos, de modo que, al final, no hay ninguna restricción contable en el
préstamo bancario, ni restricciones de reservas dignas de tal nombre.
“Eso suena un
poco mejor, pero también es de todo punto falso.” (Krugman, “Banking Mysticism,
continued”, 31/3/2012: http://krugman.blogs.nytimes.com/2012/03/30/banking-mysticism-continued/.)
Lo cierto es que
las pruebas empíricas a favor de la tesis que tan expeditivamente deshecha
Krugman son tan robustas, que resulta difícil decidir por dónde empezar a la
hora de refutar las hostiles fantasías ptolemaicas de Krugman. Antes de entrar
en su argumento del “¡te pillé!”, se me permitirá volver por un momento a la analogía
entre la teoría económica neoclásica y la astronomía ptolemaica, porque es tan
robusta que merece mayor elaboración.
Ptolomeo y los walrasianos, hermanados por círculos
Los modelos
geocéntricos del Universo, de los que el sistema ptolemaico es una variante,
tenían 3 principios-guía, que Cardall describe así:
1)
Todo
movimiento celeste es movimiento circular uniforme.
2)
Los
objetos celestes están hecho de material perfecto, y no pueden cambiar sus
propiedades intrínsecas (verbigracia, su brillo)-
3)
La
Tierra se halla en el centro del Universo (Cardall,
2000).
El problema
fundamental de esta teoría de base es que, manifiestamente, no casa con los
hechos, debido al comportamiento de los cuerpos celestiales que ahora llamamos
planetas (“viajeros”, en griego). Lejos de obedecer a un movimiento circular
uniforme, esos “viajeros” viajan literalmente por todo el firmamento. No
solemos percatarnos de eso hoy en día, porque no es un gran problema para
nuestro modelo heliocéntrico del sistema solar, pero para los antiguos era un
problemón. Una simulación realizada por David Colarusso muestra hasta
qué punto el comportamiento aparente de los “viajeros” violaba los tres
principios fundamentales del modelo geocéntrico.
La contribución
de Ptolomeo consistió en suministrar unos “ajustes” que, manteniendo su
integridad, matizaban las afirmaciones centrales para hacerlas casar mejor con
los datos. Conservó el grueso del principio 1 y, entero, el 2, pero modificó el
3: “La Tierra está cerca del centro
del Universo”. Con la Tierra ligeramente fuera del centro del Universo, el
movimiento generalmente elíptico de “Los Viajeros” podría ahora explicarse por
lo que venía a llamarse El Excéntrico. Pero su costumbre de moverse
“retrógradamente” –el hecho de que ocasionalmente invirtieran su dirección en
el firmamento nocturno— siguió siendo una anomalía.
Para resolver
este problema, Ptolomeo agregó movimiento circular al movimiento circular.
Todos los cuerpos celestes seguían describiendo todavía un gran círculo
–llamado el Deferente—, pero los planetas contaban también con sus propias
rotaciones sobre el Deferente en minicírculos llamados Epiciclos.
Mas ni siquiera
eso bastaba, porque los planetas parecían acelerarse en trechos de su
movimiento por los cielos, y desacelerarse en otros (ahora sabemos que eso
ocurre porque a veces están más cerca de la tierra en sus órbitas elípticas en
torno a la Tierra, y por eso parecen moverse más rápidamente). Así que Ptolomeo
añadió el movimiento “Equante”: el gran círculo “Deferente” en que se movía
todo planeta se dividía en segmentos mediante líneas a través de un punto que
no era su centro, y el planeta se movía al mismo tiempo a través de cada
segmento diversamente cortado: por eso aceleraba en los trechos largos y se
desaceleraba en los cortos.
Con estos
añadidos, un paradigma manifiestamente inverosímil a la vista del mundo real
consiguió representarlo con un nivel tolerable de precisión. Pero el sistema
resultante era extremadamente complicado, y hacía falta un enorme esfuerzo
cerebral para llegar a ser un astrónomo ptolemaico. Mirando retrospectivamente
a esta teoría otrora dominante, Cardall hace notar elocuentemente la intrincada
complejidad de esta construcción mental absolutamente falsa, concebida para
preservar la teoría frente a la acumulación de pruebas empíricas de su
incapacidad para dar cuenta de la realidad:
“Que los
astrónomos antiguos pudieran convencerse a sí mismos de que ese elaborado
esquema seguía correspondiendo al ‘movimiento circular uniforme’, da testimonio
del poder de tres ideas que ahora sabemos de todo punto falsas, pero que andaban
a tal punto engranadas en las mentes de los astrónomos de entonces, que, en lo
esencial, nunca fueron cuestionadas.” (Cardall,
2000)
¿Por qué trae eso
a la mente a la teoría económica neoclásica? Por muchas cosas. Veamos:
Por lo pronto,
hay similares principios subyacentes a los modelos DGSE [Equilibrio General
Dinámico Estocástico, por sus siglas en inglés] que ahora dominan la teoría
macroeconómica neoclásica, y como en el caso de la astronomía ptolemaica, esos
principios subyacentes son manifiestamente incapaces de describir el mundo
real. Son éstos:
1)
Todos
los mercados son sistemas de trueque que se hallan en equilibrio siempre, en
ausencia de shocks exógenos (incluso durante las recesiones), y luego de un
shock exógeno, rápidamente vuelven al equilibrio a través de ajustes
instantáneos de los precios relativos.
2)
Las
preferencias de los consumidores y la tecnología empleada por las empresas son
los ‘parámetros profundos’ de la economía, y no pueden ser alterados por
ninguna política puesta por obra por quienes toman decisiones de política
económica.
3)
La
competencia perfecta es universal, asegurando que el equilibrio descrito en el
punto 1 es socialmente óptimo.
Si eso fuera de
verdad en el mundo real, entonces no sólo no habría una crisis ahora; tampoco
habría habido nunca una Gran Depresión, y las recesiones serían simplemente
acontecimientos menores estadísticamente impredictibles pero inevitables cuando
el grueso de los shocks exógenos que impactan en la economía fueran negativos:
con todo y con eso, serían rápidamente corregidos por ajustes en los precios
relativos (salarios incluidos, ni que decir tiene).
Los economistas
como Krugman –sedicentes “nuevos keynesianos”— lo que han hecho es afeitar con
añadidos el núcleo de la teoría neoclásica, a fin de derivar modelos que casen
con los datos del mundo real, con precios “rígidos” en vez de perfectamente
flexibles, “fricciones” que desaceleran los ajustes cuantitativos y competencia
imperfecta que genera resultados sociales subóptimos.
Eso es teoría
económica ptolemaica: toma un modelo manifiestamente inverosímil que, en su
forma más pura resulta de todo punto incapaz de dar cuenta de los datos del
mundo, y añade “imperfecciones”, de modo que salve las apariencias. En su
segundo post sobre bancos y creación de dinero, Krugman dice en su blog:
“Así pues, la de
la cantidad de dinero que la gente elija atesorar es una cuestión diferente de
la de los fondos guardados en los depósitos bancarios. Se trata de una decisión
económica que responde a cosas como el ingreso, los precios, las tasas de
interés, etc. En otras palabras, estamos firmemente anclados, de nuevo, en el
dominio de la teoría económica corriente, en la que las decisiones se toman en
los márgenes y todo eso. Los bancos son importantes, pero no nos llevan a un
universo económico alternativo.
“Ahora bien; en
la actual situación –esto es, en la de una trampa de liquidez— la base
monetaria es, en efecto, marginalmente irrelevante, porque la gente es
indiferente entre pasivos públicos de todo tipo a interés cero. Por eso no hay
diferencias políticas inmediatas entre lo que dicen los heterodoxos monetarios
y lo que decimos los partidarios del modelo [ortodoxo] IS-LM. [1] Pero no es así cuando las cosas son
normales.”
Viajar como un ptolemaico
Krugman rechaza
la idea de que los bancos pueden crear dinero –en el sentido de que “su
capacidad para crear dinero no está restringida por la base monetaria”, como
precisa en un añadido posterior—, un rechazo que ha de entenderse como una
maniobra ptolemaica de pura cepa. Una réplica científica a esta idea habría tenido que refutarla con pruebas
empíricas. En vez de eso, lo que hace Krugman es apelar a su propia autoridad y
fiar el resto a la lógica deductiva (volveré brevemente sobre eso), para
terminar tildando sardónicamente de “místicos bancarios” a quienes creen que
los bancos y el crecimiento del crédito son importantes macroeconómicamente
hablando.
Lo que Krugman
exhibe aquí no es visión de alcance, sino ciega ignorancia. Una prueba reciente
más de la abrumadora colección de datos que muestran que el crecimiento del
crédito es un factor macroeconómico crucial es un artículo empírico escrito por
esos dos conocidos bastiones de la Mística Bancaria, que son la Agencia
Nacional de Investigación Económica de los EEUU y el Banco de la Reserva
Federal de San Francisco. El artículo analiza 200 recesiones en 14 países
durante 140 años y resume los resultados del modo que sigue:
“Este trabajo
estudia el papel del apalancamiento en el ciclo económico. Basándonos en la
investigación de cerca de 200 episodios recesivos en 14 países avanzados entre
1870 y 2008, descubrimos que un hecho nuevo y llamativo en el ciclo económico
moderno: los auges más intensivos en crédito tienden a ser seguidos por
recesiones más profundas y recuperaciones más lentas. Hemos descubierto una estrecha relación entre la tasa de crecimiento
del crédito en relación con el PIB en la fase expansiva y la gravedad de la
recesión subsiguiente. Usamos métodos de proyección para estudiar el
impacto del apalancamiento en el comportamiento de variables macroeconómicas
clave como la inversión, el fin de mes, los tipos de interés y la inflación.
Los efectos del apalancamiento son particularmente intensos en recesiones que
coinciden con crisis financieras, pero están también presentes de otra forma en
los ciclos normales. Los notables hechos descubiertos vienen en apoyo de la
idea de que los factores financieros juegan un importante papel en el ciclo
económico moderno.” (Oscar
Jorda et al., 2011a, Oscar
Jorda et al., 2011b)
Eso decide
resueltamente la disputa empírica clave –sobre si el nivel y la tasa de
crecimiento de la deuda privada tienen efectos macroeconómicos— a favor de la
tesis que yo sostengo.
Préstamo inmerecido
Hay también una
muchedumbre de estudios que apoyan la tesis de que las reservas no restringen
el crédito, que apoyan la tesis de que, si acaso, el vínculo causal es el
inverso, el que va del crédito a las reservas, no de las reservas al crédito.
Me referí a eso en algunos de mis últimos textos colgados en este blog, de modo
que es ocioso repetirlo aquí. Pero sí que vale la pena considerar los
argumentos contrarios del tipo “te pillé” avanzados por Paul [Krugman].
“Es verdad: un
préstamo se deposita normalmente en otro banco; pero el que recibe el préstamo
puede retirar cuando quiera los fondos, no como un cheque, sino en moneda
contante y sonante. Y la moneda tiene un suministro limitado: el límite lo
fijan las decisiones de la Fed. Así que, de hecho, no hay un proceso automático
por el cual un incremento del préstamo bancario genere un aumento de los
depósitos suficiente para respaldar ese préstamo, y un factor limitante clave
de las dimensiones del balance general del banco es el volumen de la base
monetaria creada por la Fed, aun en el caso de que los bancos no tengan
reservas.”
Vaya. ¿El volumen
monetario restringe el préstamo? ¿Dejan de prestar los bancos cuando se acercan
a los límites monetarios fijados por la impresión de billetes de la Fed?
No puedo mejorar
los comentarios que Neil Wilson ha
hecho a este argumento de Krugman:
“Lo
que Krugman necesita es empezar atendiendo a lo que pasa en el mundo real. Este
último argumento suyo es un sinsentido manifiesto. Para que en el mundo real
haya una restricción, tienes que tener el poder real para frenar el poder de
hacer algo de otra entidad.
“Lo
que sugiere Krugman es que la Fed tiene poder para limitar el volumen de dinero
en emisión. En otras palabras, lo que sugiere es que, para controlar la
economía, se dejarán secos los cajeros automáticos, que os responderán con un
“No” cuando vayáis y tratéis de sacar efectivo en vuestra oficina bancaria.
“Se
admiten apuestas sobre la cantidad de milisegundos que esto, de ocurrir,
tardaría en desencadenar un pandemónium general . Aquí, en el Reino Unido, ha
llegado a sugerirse que las gasolineras se quedarían sin gasolina, tan pronto
como los conductores de los camiones cisterna resolvieran ir a una huelga (…).
La argumentación de Krugman anda aquí peor que prendida en alfileres.”
Y aun
si la Fed pudiera hacer eso, aun si tratara de controlar el préstamo bancario
manipulando las reservas (algo que dejó de intentar hace cerca de 30 años), hay
dos factores que resultan necesarios para convertir a la manipulación de las
reservas en un mecanismo de control del préstamo bancario:
1) Las reservas mismas; y
2) Un coeficiente obligatorio entre los depósitos en los
bancos y las reservas (coeficiente de reservas obligatorias)
Paul
no parece percatarse del hecho de que ese coeficiente de reservas obligatorias ya no existe, a todos los efectos
prácticos, en los EEUU y en buena parte de los países de la OCDE. Hay seis
países que ya no tienen ninguna obligación de reserva; los EEUU la tienen, pero sólo para los depósitos de las
familias. En un artículo de la OCDE de 2007 (Yueh-Yun
June C. O’Brien, 2007) se puede ver, completa, la
normativa actual de reservas en los EEUU. El coeficiente de reserva del 10%
sólo es obligatorio para los depósitos de las familias; los depósitos de las
empresas no tienen coeficiente obligatorio de reserva. Y las reservas que son
obligatorias, lo son con un margen de hasta 30 días después de concedido el
préstamo, momento en el cual los depósitos creados por el préstamo se han
filtrado ya por el sistema bancario.
Eso, y la crisis
bancaria en que nos hallamos inmersos, terminó por inspirar el ya mencionado
estudio del departamento de investigación de la Reserva Federal, llegando a la
conclusión de que, en efecto, el “multiplicador monetario” no existe. Carpenter
y Demiralp observan que, a día de hoy, los coeficiente de reservas “se estiman
en sólo una décima parte de la moneda en circulación”, y concluyen que:
“el multiplicador
monetario estricto de los libros de texto no parece un medio útil para estimar
las implicaciones de la política monetaria para el futuro del crecimiento
monetario o del préstamo bancario.” (Seth
B. Carpenter and Selva Demiralp, 2010, p. 29)
Así que una de
las hojas de la tijera del “te pillé” de Paul tiene el filo harto mellado. Y si
se molesta en consultar la copiosa bibliografía académica existente sobre el
papel de las reservas tras el fallido experimento monetarista de los 70,
comprobará que la otra hoja tampoco anda mejor: lo que hacen ahora los
banqueros centrales es suministrar cualquier volumen de reservas necesario para
mantener sus objetivos de tipos de interés a corto plazo.
¿Quién es, pues, el místico?
La afirmación de
Krugman, según la cual quienes sostienen que los bancos juegan un papel
esencial en la macroeconomía son “místicos bancarios”, se presta a una
respuesta muy natural: los economistas neoclásicos como Krugman, que creen que
puede modelarse el capitalismo sin dinero ni bancos son “místicos del trueque”
(David
Graeber, 2011). ¿Cómo diablos puede llegar nadie a creer que se puede
ignorar impunemente la manifiesta realidad de que las transacciones entrañan
dinero cambiable por bienes, pretendiendo, en cambio, que lo que se cambia son
bienes por bienes? ¿Cómo diablos pueden sedicentes macroeconomistas ignorar la
realidad institucional de los bancos?
En efecto: ¿cómo
diablos? Pues porque todavía creen en un universo precopernicano, engañados por
la fantaseada perfección de las Esferas.
Bibliografía mencionada
Cardall. 2000.
“The Universe of Aristotle and Ptolemy,”
Carpenter, Seth
B. and Selva Demiralp. 2010. “Money, Reserves, and the
Transmission of Monetary Policy: Does the Money Multiplier Exist?,” Finance and Economics Discussion
Series. Washington: Federal Reserve Board,
Graeber, David. 2011. Debt: The First 5,000 Years. New York:
Melville House.
Jorda, Oscar;
Moritz H. P. Schularick and Alan M. Taylor. 2011a. “When Credit Bites
Back: Leverage, Business Cycles, and Crises,” National Bureau of Economic
Research, Inc, NBER Working Papers: 17621,
Jorda, Oscar;
Moritz Schularick and Alan M. Taylor. 2011b. “When Credit Bites Back: Leverage,
Business Cycles, and Crises,” Federal Reserve Bank of San Francisco, Working
Paper Series: 2011-27,
O’Brien,
Yueh-Yun June C. 2007. “Reserve Requirement Systems in Oecd Countries.” SSRN eLibrary.
NOTA
T.: [1] El modelo
IS-LM (Inversión/Ahorro-Preferencia de Liquidez, por sus siglas en inglés) o
modelo Hicks-Hansen es el núcleo de lo que en la postguerra convino en llamarse
“síntesis neoclásica” entre el Keynes y la teoría neoclásica tradicional,
devastadoramente criticada en la Teoría
General. Denunciada vehementemente esta “síntesis” por los discípulos
directos de Keynes en Gran Bretaña –la gran Joan Robinson habló de
“keynesianismo bastardo”—, se impuso en los EEUU como “keynesianismo”, gracias
en buena parte a propagandistas académicos tan eficaces como Paul Samuelson,
del que Krugman fue discípulo.
Steven Keen es un economista matemático
australiano de formación keynesiano-marxista que ha trabajado en los últimos
años en modelar matemáticamente las premonitorias intuiciones de Hyman Minsky
sobre la dinámica del capitalismo financiero actual.*
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