Por Robert Skidelsky
Casi cuatro años después del inicio de la crisis financiera global, muchos se preguntan por qué la recuperación económica está tomando tanto tiempo. De hecho, su lentitud ha confundido incluso a los expertos. De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, la economía mundial debería haber crecido un 4,4% en 2011 y hacerlo un 4,5% en 2012. En realidad, las últimas cifras del Banco Mundial indican que el crecimiento llegó apenas al 2,7% en 2011 y se desacelerará este año hasta el 2,5%, cifra que bien puede ser necesario revisar a la baja.
Casi cuatro años después del inicio de la crisis financiera global, muchos se preguntan por qué la recuperación económica está tomando tanto tiempo. De hecho, su lentitud ha confundido incluso a los expertos. De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, la economía mundial debería haber crecido un 4,4% en 2011 y hacerlo un 4,5% en 2012. En realidad, las últimas cifras del Banco Mundial indican que el crecimiento llegó apenas al 2,7% en 2011 y se desacelerará este año hasta el 2,5%, cifra que bien puede ser necesario revisar a la baja.
Dos
posibles razones pueden explicar la discrepancia entre las previsiones y
los resultados. O bien los daños causados por la crisis financiera
fueron más graves de lo que se pensó, o la receta económica prescrita
fue menos eficaz de lo que los políticos creyeron.De
hecho, la gravedad de la crisis bancaria se percibió con rapidez. En
2008-9 se implementaron enormes planes de estímulo, impulsados por
Estados Unidos y China, en coordinación con el Reino Unido y con el
apoyo reticente de Alemania. Bajaron los tipos de interés, los bancos
insolventes fueron rescatados, se dio luz verde a la impresión de
dinero, se redujeron los impuestos y aumentó el gasto público. Algunos
países devaluaron sus monedas.
Con
esto se logró detener el derrumbe, y la recuperación comenzó con mayor
rapidez de lo que esperaban los analistas. Sin embargo, las medidas de
estímulo transformaron una crisis bancaria en una crisis fiscal y de
deuda soberana. A partir de 2010, los gobiernos comenzaron a aumentar
los impuestos y recortar el gasto en respuesta a los crecientes temores a
una cesación de pagos de las deudas soberanas. En ese punto, la
recuperación se invirtió.
Como Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff plantean en su magistral libro Esta vez es diferente,
no hay manera segura de anular una crisis bancaria profunda. La crisis
se origina en "la excesiva acumulación de deuda", lo que hace que las
economías se vuelvan "vulnerables a las crisis de confianza". Los
gobiernos tienen que rescatar a los bancos comerciales; tras ello, a
éstos les corresponde el turno de rescatar a los gobiernos. Al final,
los bancos centrales tienen que salir al auxilio de ambos.
Todo
esto, según Reinhart y Rogoff, implica una "contracción prolongada y
pronunciada de la actividad económica". Estiman que la duración media de
las crisis de la posguerra ha sido& 4,4 años (el tiempo que tarda
en producirse el "desapalancamiento" necesario), después de lo cual
amaina la crisis de confianza y vuelve el crecimiento económico.
Sin
embargo, hay algo que falta en la historia. La recuperación de la Gran
Depresión tomó unos 10 años, más del doble del promedio de la posguerra.
Reinhart y Rogoff aventuran un par de razones para la diferencia en los
ritmos de recuperación: la lenta respuesta de políticas a la Gran
Depresión y el patrón oro, que implicaba que los países individuales no
podían salir de la depresión a fuerza de exportar. En otras palabras, la
política fiscal y el régimen de política monetaria tienen una
influencia decisiva tanto en la profundidad de la caída como en cuánto
tiempo debe transcurrir antes de que la economía se recupere.
También
es significativo que en los años 70 volvieran a ocurrir grandes
colapsos financieros, después de haber estado prácticamente ausentes en
los 50 y 60, cuando estaban en funcionamiento el sistema keynesiano de
economías administradas y el sistema de Bretton Woods de tipos de cambio
administrados. Las principales crisis de la posguerra que analizan
Reinhart y Rogoff tuvieron lugar entre 1977 y 2001. Ocurrieron porque se
levantaron la regulación de los bancos y los controles de los
movimientos de capital; fueron más breves que en los años 30 debido a
que las políticas con que se las enfrento no fueron estúpidas.
El
presidente indonesio, Susilo Bambang Yudhoyono, hizo hincapié en ese
punto a principios de mes, jactándose ante el primer ministro británico,
David Cameron, de que el exitoso plan de recuperación de Indonesia tras
el colapso de 1998 se inspiró en John Maynard Keynes. "Debemos
asegurarnos de que la gente pueda comprar y las industrias puedan
producir..."
Hoy
en día muchos gobiernos, especialmente en la eurozona, parecen haberse
quedado sin opciones de políticas. Con la moda de la austeridad fiscal,
han renunciado a asegurar que "la gente pueda comprar" y "las industrias
puedan producir". Se ha encomendado a los bancos centrales la tarea de
mantener a flote las economías, pero la mayor parte del dinero que
imprimen queda atrapado en el sistema bancario, incapaz de detener el
estancamiento del consumo y la caída de la inversión.
Más
aún, la propia eurozona es un mini patrón oro, con miembros altamente
endeudados que no pueden devaluar sus monedas porque no tienen monedas
que devaluar. Así pues, dado que el crecimiento chino también se está
desacelerando, la economía mundial parece destinada a arrastrarse por el
fondo durante algún tiempo, con un desempleo que en algunos países ha
llegado al 20% o más.
Ante
la imposibilidad de hacer uso de políticas fiscales, monetarias y
cambiarias, ¿hay alguna manera de salir de una recesión prolongada? John
Geanakoplos la Universidad de Yale ha argumentado a favor de grandes
condonaciones de deuda. En lugar de esperar a deshacerse de la deuda a
través de las quiebras, los gobiernos deben "mandatar su condonación".
Podrían comprar préstamos incobrables de las entidades crediticias y
perdonar parte del capital a pagar por los prestatarios, lo que
reduciría los requisitos de garantías de los unos y el
sobreendeudamiento de los otros. En EE.UU., el Servicio de Préstamos a
Plazos con Respaldo de Bienes (TALF) y el Programa de Inversión
Público-Privada (PPIP) fueron en la práctica planes de condonación que
apuntaban a titulares de hipotecas "basura", pero a una escala demasiado
pequeña.
Pero
está claro que el principio de la condonación de la deuda tiene
aplicaciones para la deuda pública, sobre todo en la eurozona. Los que
temen a una deuda pública excesiva son los bancos que la poseen. Para
ellos, los bonos basura públicos no son más seguros que los bonos basura
privados. Tanto a las entidades de crédito como a los prestatarios les
vendría mejor partir de una cancelación global de la deuda. Lo mismo
sucedería con los ciudadanos cuyos medios de subsistencia están siendo
destruidos por los intentos desesperados de los gobiernos por
desapalancar.
Filosóficamente,
el enfoque de condonación de la deuda se basa en la creencia de que los
acreedores comparten con los deudores la responsabilidad por los
impagos, ya que hicieron los préstamos incobrables en primer lugar.
Siempre y cuando el prestatario no haya engañado a la entidad crediticia
al momento de tomar el préstamo, el acreedor tiene al menos alguna
responsabilidad por la transacción.
En
1918, Keynes instó a la cancelación de las deudas entre los aliados
surgidas de la Primera Guerra Mundial. "Nunca podremos volver a movernos
a menos que nos liberemos de estas cadenas de papel", escribió. Y, en
1923, su llamada se convirtió en una advertencia a la que los políticos
de hoy harían bien en prestar atención: "Los absolutistas del
contrato... son los verdaderos padres de la revolución."
* Robert Skidelsky, Professor Emeritus of Political Economy
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