Por Alejandro Nadal *
La
crisis en Europa ha atravesado varias etapas y ahora ha llegado la
fase de la discusión política. Es la fase que más temen el establishment,
el sistema bancario y las grandes corporaciones y centros de poder. Se
nota en la prensa internacional de negocios. Esta es la etapa más
importante porque en ella se abre la controversia política y los
pueblos comienzan a deliberar sobre su futuro. Recuperan la palabra, la
conciencia histórica y piensan su destino. Al poder establecido le
repugna este momento democrático y buscará distorsionarlo y corromperlo
de mil maneras.
Cuando
la crisis comenzó con el colapso inmobiliario en Estados Unidos, la
economía europea fue la primera en sufrir el coletazo. La
bursatilización de activos tóxicos estadounidenses había sido el medio
de contagio en el sistema bancario y financiero europeo. El primer
síntoma fue el colapso de los bancos BNP Paribas (septiembre 2007) y
Northern Rock (nacionalizado en febrero 2008). El congelamiento en el
mercado de dinero interbancario hizo lo demás: la correa de transmisión
condujo a una caída en la inversión y la demanda final. La corrosión
en el sector financiero fue seguida de un freno en la actividad de la
economía real (no financiera).
La
segunda fase de la crisis arranca con la caída en el nivel de
actividad y la reducción en los ingresos tributarios. Al mismo tiempo,
la coordinación en el seno del G-20 llevó a un aumento en el gasto
público para estimular la economía y mitigar el efecto de la caída en la
demanda agregada. La contracción en los ingresos tributarios y la
expansión en el gasto público se combinaron para incrementar
fuertemente el déficit fiscal. Y como la arquitectura de la unión
monetaria impide al Banco central europeo (BCE) financiar a los
gobiernos de la zona euro, no quedó más remedio que acudir a los
mercados financieros, en cuyas aguas los tiburones están cebados. Por
eso esta segunda etapa de la crisis se presenta para muchos como una
crisis de endeudamiento de los gobiernos. Pero esa no es su verdadera
naturaleza.
La
evolución de la crisis no es lineal. Las diversas caras de la crisis
coexisten: la nacionalización de Bankia en España confirma que el
sistema bancario en Europa está dañado y tendrá que seguir en cuidados
intensivos. La primera fase de la crisis no pasó en vano, y la
austeridad no sólo no arregla nada sino que agrava las cosas. La
restricción fiscal ya condujo a la recesión y ahora viene la
movilización política para evitar que los daños lastimen a la población
europea.
Mucho
se ha escrito sobre el triste estado de la teoría económica
convencional. No pudo prever la crisis porque es esencialmente un
discurso ideológico y para hacer la apología del régimen neoliberal lo
que menos se quería era hablar de la inestabilidad intrínseca del
capitalismo. Confrontada con el fenómeno del desempleo esa misma teoría
estándar siempre insistió en que la culpa la tenían los sindicatos y
cualquier forma de protección laboral. Es el mito de la rigidez de
precios que sigue siendo el arma predilecta de propaganda política
neoliberal. Por eso, pasada la primera sorpresa los portavoces del
poder neoliberal recuperaron la iniciativa y relanzaron su discurso en
contra del gasto público y a favor de las reformas estructurales. El
neoliberalismo reconoció rápido la oportunidad para una nueva guerra
contra el estado de bienestar. La contraseña en esta nueva ofensiva es
la palabra austeridad.
Los
economistas saben desde hace mucho tiempo que aplicar un régimen de
austeridad en una contracción económica es la mejor receta para hundir
una economía en una depresión. Pero aquí no importa que el diagnóstico
sea equivocado y que la medicina de la austeridad esté contraindicada.
Los poderes en la Unión Europea, en el BCE y en el Fondo monetario
internacional (FMI) sólo piensan en rescatar el programa neoliberal. El
castigo contra los pueblos de Grecia, España, Portugal e Italia muestra
claramente la naturaleza podrida de su proyecto. A los poderes
establecidos no les interesa la democracia, ni los ciudadanos de la
Unión Europea. El pueblo es material gastable porque lo único que
cuenta en este momento es salvar el proyecto neoliberal.
De
cara a las elecciones del 17 de junio, Alexis Tsipras, dirigente de la
formación de izquierda radical Syriza, tiene razón al señalar que el
fundamento de Europa es la democracia y la solidaridad, no un pacto
organizado alrededor de los dogmas de la austeridad fiscal y la
estabilidad de precios. No hay que equivocarse, ésta es la crisis de un
modelo económico basado en la especulación y la explotación, no la
crisis del estado de bienestar. La lucidez de los pueblos acabará con
la superchería neoliberal. La moneda única debe tener otro fundamento
y, en todo caso, no se va a salvar con el dogma de la austeridad
neoliberal y la destrucción del estado de bienestar en Europa. En
América y en Europa, una nueva economía debe construirse sobre las
ruinas del proyecto neoliberal.
*Alejandro Nadal es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso
FUENTE : SIN PERMISO http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5002
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