Por Alberto Garzón Espinosa *
Podemos perfectamente considerar que el gobierno de Rajoy es un gobierno vasallo que se limita a obedecer el dictado de la llamada troika -Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional-, lo que significa que en la práctica está asumiendo la estrategia económica de estas instituciones supranacionales. Una estrategia que es ante todo ideológica, es decir, que persigue un determinado modelo de sociedad. Concretamente un modelo de sociedad donde el orden social se recompone a partir de un empobrecimiento de la mayoría de la población y en beneficio de determinadas minorías (grandes fortunas) vinculadas a la propiedad del capital financiero (bancos) y el gran capital productivo (grandes empresas). Es decir, estamos asistiendo a una recomposición de las clases sociales en nuestro país.
La estrategia tiene un objetivo y dos principios fundamentales. El objetivo es recuperar el crecimiento económico para poder volver a generar empleo a cualquier precio. Los principios son la austeridad y las reformas estructurales. A su vez todas las medidas económicas se pueden estructurar en tres ejes: la consolidación presupuestaria, la confianza en los mercados internacionales de deuda y la reestructuación de los fundamentos económicos. Este planteamiento sistemático adolece de errores tan graves que podemos asegurar que es una estrategia suicida, porque no responde a los problemas reales de la economía y de hecho consigue agravarlos. Las consecuencias económicas y sociales serán brutales.
Hay que hacer notar que el objetivo es consecuente con las preocupaciones de la población española, ya que sufrimos una tasa de paro del 24’44%. Ahora bien, detrás de la estrategia para lograr dicho objetivo hay una teoría económica (la teoría neoclásica) que está basada en el pensamiento neoliberal y según el cual los problemas de desempleo se derivan de un mal funcionamiento del mercado de trabajo, los problemas de competitividad -y crecimiento económico- se deben a salarios relativamente altos y los problemas de confianza de los mercados y financiación de la economía real se deben a un exceso de gasto público y deuda pública. Y sobre esos dogmas económicos diseñan sus estrategias y medidas económicas.
No puedo dejar de señalar que esta estrategia de la troika es compartida obviamente por el Partido Popular, pero también por el Partido Socialista. Obsérvese que fue el PSOE quien reformó la constitución, junto con el PP, para institucionalizar la consolidación presupuestaria y otorgar un rol prioritario a la confianza de los mercados (y que parece el tronco de su pensamiento, como se deduce de las declaraciones de su vicepresidenta). Asimismo también fue el PSOE quién aprobó una reforma laboral en contra de los sindicatos y la izquierda y quien comenzó a obedecer a la troika recortando en componentes clave de la economía.
Desgraciadamente esta estrategia tiene efectos que podemos observar ya en las economías griega y portuguesa. En primer lugar, la austeridad y los intentos de consolidación fiscal deterioran el crecimiento económico y destruyen empleo. Hasta 2011 la locomotora de débil crecimiento era la inversión pública, y desde los recortes la economía va en picado hacia la Gran Depresión. La estrategia adecuada tiene que venir de la mano de estímulos económicos que sean financiados por las instituciones europeas y por reformas fiscales altamente progresivas, pero la troika no quiere hablar de ello por los efectos redistributivos que tendría (desde los ricos hacia los pobres).
La fe de la troika y el gobierno de Rajoy está puesta en el hipotético éxito de las reformas estructurales. Basándose en la citada concepción neoclásica según la cual el problema de las empresas y de la competitividad española es de tener un alto coste salarial, lo que buscan es aprobar reformas del mercado de trabajo que reduzcan los salarios. El FMI lo reconoció abiertamente el mes pasado en su informe sobre España. Creen que bajando los salarios las empresas podrán bajar el precio de sus productos y siendo España más competitiva vía precio volverá el crecimiento económico (en un escenario laboral, eso sí, de mayor precariedad y flexibilidad). Lo cierto es que esta táctica hace aguas por todas partes. Ni los costes son determinantes de la competitividad (en España se da la conocida Paradoja de Kaldor) ni el desempleo es un problema salarial (lo es de demanda). Además, en la medida que la demanda cae también se deterioran las empresas de la economía nacional mientras se van salvando de la quema las grandes empresas exportadoras -al menos mientras la demanda internacional se mantenga.
Por todo ello los intentos de dar confianza a los mercados son absolutamente vanos. A los mercados (los acreedores de la deuda privada y pública) no les interesa otra cosa que la rentabilidad, y ésta solo es posible mientras la actividad económica se mantenga. Dado que la austeridad y las reformas estructurales fracasan y empeoran la capacidad del Estado y sujetos económicos privados de devolver sus deudas, los mercados acentúan su presión. Algo que además se agrava por el hecho de que no se controlan las actividades especulativas en los mercados de deuda pública. Por eso la prima de riesgo crece a pesar de los recortes.
Los problemas reales de la economía española y la estrategia adecuada
Si lo que queremos es volver a generar crecimiento económico lo que tenemos que hacer es preguntarnos por qué se ha estancado el ciclo del capital y por qué las empresas no están contratando trabajadores. En España tenemos problemas estructurales derivados de un modelo productivo agotado -y que ha mantenido la economía virtualmente durante una década- y problemas coyunturales debidos a las políticas de ajuste neoliberal.
El problema estructural sólo puede resolverse con un cambio del modelo productivo, detectando los sectores exportadores en los que hay espacios de negocio y que sean compatibles con la lucha ante la crisis ecológica y refortaleciendo la demanda interna a partir de procesos de redistribución de la renta y riqueza. Será un proceso largo que conllevará la necesidad de nacionalizar sectores estratégicos -las grandes empresas que presten servicios básicos (sanidad, educación, energía, finanzas)- y que tampoco se materializará en dos días. Se puede decir que España ha de encontrar su lugar en el mundo, y esto dependerá a su vez de la dinámica de la Unión Europea (el plan A sería una estrategia europea en este sentido, y el plan B una alianza entre países europeos que compartan problemas económicos).
El problema coyuntural requiere atender a las demandas de las empresas españolas, y que no son los que el gobierno pretende hacer ver. Basta ver los datos estadísticos del BCE obtenidos en la memoria 2012 del Consejo Económico y Social. El principal problema de las empresas españolas es la falta de demanda, lo que significa que hay que distribuir rentas y riqueza y hacer planes de inversión pública bien diseñados. Eso es así porque los ricos consumen proporcionalmente menos que los más pobres, de modo que un proceso de redistribución conllevaría incrementos del consumo total y por lo tanto de las ventas de las empresas -lo que dinamizaría el empleo. El segundo problema es la falta de financiación, que no está llegando porque los bancos tienen enormes agujeros financieros que están siendo tapados con dinero público -a través de falsos rescates como el impuesto por el memorándum-, y que se resolvería con una banca pública bien consolidada y con liquidez financiada desde el Banco Central. El resto de problemas son de orden menor. Por ejemplo, el problema en España no es ni de cualificación laboral, ni de regulación, ni de coste salarial (salvo, quizá, en algún sector muy presionado por la competencia). Esos son problemas falsos que crea el gobierno y la troika para justificar su estrategia y el desmantalamiento del Estado del Bienestar.
En definitiva, sí hay alternativas a este desastre económico. La crisis hay que pagarla porque el ajuste capitalista lo exige, pero la cuestión política está en quién lo paga. Ahí es donde entra la política y el enfoque de clases sociales. Las alternativas no son gratis pero son las que nos pueden permitir escapar del abismo al que inevitablemente nos conducen la troika y sus vasallos.
* Licenciado en Economía por la Universidad de Málaga,máster de Economía Internacional y Desarrollo en la Universidad Complutense de Madrid,diputado electo en el Congreso de los Diputados por Izquierda Unida Málaga.
FUENTE : PIJUS ECONOMICUS
Podemos perfectamente considerar que el gobierno de Rajoy es un gobierno vasallo que se limita a obedecer el dictado de la llamada troika -Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional-, lo que significa que en la práctica está asumiendo la estrategia económica de estas instituciones supranacionales. Una estrategia que es ante todo ideológica, es decir, que persigue un determinado modelo de sociedad. Concretamente un modelo de sociedad donde el orden social se recompone a partir de un empobrecimiento de la mayoría de la población y en beneficio de determinadas minorías (grandes fortunas) vinculadas a la propiedad del capital financiero (bancos) y el gran capital productivo (grandes empresas). Es decir, estamos asistiendo a una recomposición de las clases sociales en nuestro país.
La estrategia tiene un objetivo y dos principios fundamentales. El objetivo es recuperar el crecimiento económico para poder volver a generar empleo a cualquier precio. Los principios son la austeridad y las reformas estructurales. A su vez todas las medidas económicas se pueden estructurar en tres ejes: la consolidación presupuestaria, la confianza en los mercados internacionales de deuda y la reestructuación de los fundamentos económicos. Este planteamiento sistemático adolece de errores tan graves que podemos asegurar que es una estrategia suicida, porque no responde a los problemas reales de la economía y de hecho consigue agravarlos. Las consecuencias económicas y sociales serán brutales.
Hay que hacer notar que el objetivo es consecuente con las preocupaciones de la población española, ya que sufrimos una tasa de paro del 24’44%. Ahora bien, detrás de la estrategia para lograr dicho objetivo hay una teoría económica (la teoría neoclásica) que está basada en el pensamiento neoliberal y según el cual los problemas de desempleo se derivan de un mal funcionamiento del mercado de trabajo, los problemas de competitividad -y crecimiento económico- se deben a salarios relativamente altos y los problemas de confianza de los mercados y financiación de la economía real se deben a un exceso de gasto público y deuda pública. Y sobre esos dogmas económicos diseñan sus estrategias y medidas económicas.
No puedo dejar de señalar que esta estrategia de la troika es compartida obviamente por el Partido Popular, pero también por el Partido Socialista. Obsérvese que fue el PSOE quien reformó la constitución, junto con el PP, para institucionalizar la consolidación presupuestaria y otorgar un rol prioritario a la confianza de los mercados (y que parece el tronco de su pensamiento, como se deduce de las declaraciones de su vicepresidenta). Asimismo también fue el PSOE quién aprobó una reforma laboral en contra de los sindicatos y la izquierda y quien comenzó a obedecer a la troika recortando en componentes clave de la economía.
Desgraciadamente esta estrategia tiene efectos que podemos observar ya en las economías griega y portuguesa. En primer lugar, la austeridad y los intentos de consolidación fiscal deterioran el crecimiento económico y destruyen empleo. Hasta 2011 la locomotora de débil crecimiento era la inversión pública, y desde los recortes la economía va en picado hacia la Gran Depresión. La estrategia adecuada tiene que venir de la mano de estímulos económicos que sean financiados por las instituciones europeas y por reformas fiscales altamente progresivas, pero la troika no quiere hablar de ello por los efectos redistributivos que tendría (desde los ricos hacia los pobres).
La fe de la troika y el gobierno de Rajoy está puesta en el hipotético éxito de las reformas estructurales. Basándose en la citada concepción neoclásica según la cual el problema de las empresas y de la competitividad española es de tener un alto coste salarial, lo que buscan es aprobar reformas del mercado de trabajo que reduzcan los salarios. El FMI lo reconoció abiertamente el mes pasado en su informe sobre España. Creen que bajando los salarios las empresas podrán bajar el precio de sus productos y siendo España más competitiva vía precio volverá el crecimiento económico (en un escenario laboral, eso sí, de mayor precariedad y flexibilidad). Lo cierto es que esta táctica hace aguas por todas partes. Ni los costes son determinantes de la competitividad (en España se da la conocida Paradoja de Kaldor) ni el desempleo es un problema salarial (lo es de demanda). Además, en la medida que la demanda cae también se deterioran las empresas de la economía nacional mientras se van salvando de la quema las grandes empresas exportadoras -al menos mientras la demanda internacional se mantenga.
Por todo ello los intentos de dar confianza a los mercados son absolutamente vanos. A los mercados (los acreedores de la deuda privada y pública) no les interesa otra cosa que la rentabilidad, y ésta solo es posible mientras la actividad económica se mantenga. Dado que la austeridad y las reformas estructurales fracasan y empeoran la capacidad del Estado y sujetos económicos privados de devolver sus deudas, los mercados acentúan su presión. Algo que además se agrava por el hecho de que no se controlan las actividades especulativas en los mercados de deuda pública. Por eso la prima de riesgo crece a pesar de los recortes.
Los problemas reales de la economía española y la estrategia adecuada
Si lo que queremos es volver a generar crecimiento económico lo que tenemos que hacer es preguntarnos por qué se ha estancado el ciclo del capital y por qué las empresas no están contratando trabajadores. En España tenemos problemas estructurales derivados de un modelo productivo agotado -y que ha mantenido la economía virtualmente durante una década- y problemas coyunturales debidos a las políticas de ajuste neoliberal.
El problema estructural sólo puede resolverse con un cambio del modelo productivo, detectando los sectores exportadores en los que hay espacios de negocio y que sean compatibles con la lucha ante la crisis ecológica y refortaleciendo la demanda interna a partir de procesos de redistribución de la renta y riqueza. Será un proceso largo que conllevará la necesidad de nacionalizar sectores estratégicos -las grandes empresas que presten servicios básicos (sanidad, educación, energía, finanzas)- y que tampoco se materializará en dos días. Se puede decir que España ha de encontrar su lugar en el mundo, y esto dependerá a su vez de la dinámica de la Unión Europea (el plan A sería una estrategia europea en este sentido, y el plan B una alianza entre países europeos que compartan problemas económicos).
El problema coyuntural requiere atender a las demandas de las empresas españolas, y que no son los que el gobierno pretende hacer ver. Basta ver los datos estadísticos del BCE obtenidos en la memoria 2012 del Consejo Económico y Social. El principal problema de las empresas españolas es la falta de demanda, lo que significa que hay que distribuir rentas y riqueza y hacer planes de inversión pública bien diseñados. Eso es así porque los ricos consumen proporcionalmente menos que los más pobres, de modo que un proceso de redistribución conllevaría incrementos del consumo total y por lo tanto de las ventas de las empresas -lo que dinamizaría el empleo. El segundo problema es la falta de financiación, que no está llegando porque los bancos tienen enormes agujeros financieros que están siendo tapados con dinero público -a través de falsos rescates como el impuesto por el memorándum-, y que se resolvería con una banca pública bien consolidada y con liquidez financiada desde el Banco Central. El resto de problemas son de orden menor. Por ejemplo, el problema en España no es ni de cualificación laboral, ni de regulación, ni de coste salarial (salvo, quizá, en algún sector muy presionado por la competencia). Esos son problemas falsos que crea el gobierno y la troika para justificar su estrategia y el desmantalamiento del Estado del Bienestar.
En definitiva, sí hay alternativas a este desastre económico. La crisis hay que pagarla porque el ajuste capitalista lo exige, pero la cuestión política está en quién lo paga. Ahí es donde entra la política y el enfoque de clases sociales. Las alternativas no son gratis pero son las que nos pueden permitir escapar del abismo al que inevitablemente nos conducen la troika y sus vasallos.
* Licenciado en Economía por la Universidad de Málaga,máster de Economía Internacional y Desarrollo en la Universidad Complutense de Madrid,diputado electo en el Congreso de los Diputados por Izquierda Unida Málaga.
FUENTE : PIJUS ECONOMICUS
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