Por Dani Rodrik *
La economía mundial se enfrenta a una importante incertidumbre en el corto plazo. ¿Podrá la eurozona resolver sus problemas y evitar su desintegración? ¿Podrá Estados Unidos trazar una senda que lo lleve otra vez al crecimiento? ¿Encontrará China un modo de revertir su desaceleración económica?
La economía mundial se enfrenta a una importante incertidumbre en el corto plazo. ¿Podrá la eurozona resolver sus problemas y evitar su desintegración? ¿Podrá Estados Unidos trazar una senda que lo lleve otra vez al crecimiento? ¿Encontrará China un modo de revertir su desaceleración económica?
Las
respuestas a estas preguntas determinarán el curso de la economía
global en los próximos años. Pero, independientemente de cómo se
resuelvan los desafíos inmediatos, es evidente que la economía mundial
también está ingresando en una nueva etapa de dificultades a más largo
plazo, que será mucho menos propicia para el crecimiento económico que
cualquier otra época desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Sin
importar cómo resuelvan sus problemas actuales, Europa y Estados Unidos
saldrán de esta crisis con altos niveles de endeudamiento, bajas tasas
de crecimiento y un entorno político interno conflictivo. Aun en el
mejor de los casos (suponiendo la permanencia del euro), Europa quedará
sumida en la difícil tarea de reconstruir su desgastada unión. Y la
política económica en Estados Unidos seguirá paralizada por la
polarización ideológica entre demócratas y republicanos.
De
hecho, en casi todas las economías avanzadas, la mezcla de altos
niveles de desigualdad, presiones sobre la clase media y envejecimiento
poblacional alimentará conflictos políticos en un contexto de desempleo y
escasez de recursos fiscales. A medida que estas viejas democracias se
vuelquen al interior, su participación internacional será menos
constructiva y se mostrarán más reacias a sostener el sistema
multilateral de comercio internacional y más propensas a responder
unilateralmente a las políticas económicas de otros países que perciban
como contrarias a sus intereses.
Mientras
tanto, es difícil que el lugar que dejarán vacante lo ocupen otras
grandes economías de mercado emergentes como China, India y Brasil,
deseosas como se mantendrán de proteger su soberanía nacional y su
espacio de maniobra. Esto reducirá aún más las oportunidades de
cooperación internacional en asuntos económicos y de otra índole.
Será
un entorno internacional de un tipo que disminuirá el potencial de
crecimiento de cada uno de los países. Es casi seguro que no volveremos a
ver el tipo de crecimiento que el mundo (especialmente, los países en
desarrollo) experimentó en las dos décadas que precedieron a la crisis
financiera. En este contexto, se producirán profundas divergencias
económicas a lo largo y ancho del planeta, y algunos países sufrirán los
efectos más que otros.
Aquellos
a los que les irá relativamente mejor compartirán tres características.
La primera, no estar embargados con altos niveles de deuda pública. La
segunda, no depender excesivamente de la economía mundial y contar con
motores de crecimiento económico internos más que externos. Y
finalmente, ser democracias sólidas.
Que
la deuda pública sea baja o reducida es importante, porque cuando
alcanza un 80 o 90% del PIB, se convierte en un lastre para el
crecimiento económico, que paraliza la política fiscal, produce serias
distorsiones en el sistema financiero, genera disputas en torno a la
política impositiva y suscita costosas pujas distributivas. Es difícil
que un gobierno preocupado por reducir sus deudas encare las inversiones
necesarias para el cambio estructural a largo plazo. Con pocas
excepciones (como Australia y Nueva Zelanda), la inmensa mayoría de las
economías avanzadas del planeta están o estarán pronto en esta
categoría.
Muchas
economías de mercado emergentes, como Brasil y Turquía, lograron poner
freno al crecimiento de la deuda pública por esta vez, pero permitieron a
sus sectores privados caer en un endeudamiento desmesurado. Puesto que
las deudas privadas tienen un modo de convertirse en obligaciones
públicas, la inexistencia de una deuda pública elevada tal vez no
ofrezca a estos países la protección que creen tener.
Los
países cuyo crecimiento económico sea demasiado dependiente de los
mercados internacionales y de las finanzas mundiales también estarán en
desventaja. Una economía mundial frágil será un ambiente poco propicio
para países con un alto nivel de deuda externa neta (o que sean grandes
acreedores netos con el extranjero). Aquellos que mantengan grandes
déficits de cuenta corriente (como Turquía) seguirán siendo rehenes del
humor cambiante de los mercados. Los muy superavitarios (como China)
enfrentarán una presión creciente (incluso, con amenazas de represalias)
para que pongan freno a sus políticas “mercantilistas”.
Un
crecimiento basado en la demanda interna será una estrategia más
confiable que un crecimiento basado en las exportaciones. Es decir que
los países con mercados internos grandes y una clase media próspera
tendrán una importante ventaja.
Finalmente,
a las democracias les irá mejor porque tienen mecanismos
institucionalizados de manejo de conflictos, algo que falta en los
regímenes autoritarios. Aunque a veces pueda parecer que las
democracias, como la India, son demasiado lentas y propensas a la
parálisis, este sistema ofrece ámbitos de consulta, cooperación y
negociación entre grupos sociales opuestos, elementos que son
fundamentales en épocas de turbulencia y conmoción.
La
falta de instituciones como las señaladas puede convertir fácilmente la
puja distributiva en protestas, disturbios y caos civil. Por eso los
países democráticos como India y Sudáfrica llevan las de ganar respecto
de China o Rusia. Los que han caído en manos de líderes autocráticos
(por ejemplo, Argentina y Turquía) también estarán cada vez más en
desventaja.
Un indicador
significativo de la magnitud de los desafíos que presenta la nueva
economía mundial es que muy pocos países satisfacen los tres requisitos.
De hecho, algunos de los ejemplos de éxito económico más espectaculares
de la actualidad (sobre todo, China) incumplen más de uno. Se acercan
tiempos difíciles para todos. Pero hay algunos países (como Brasil,
India y Corea del Sur) que estarán mejor posicionados que el resto.
*Dani Rodrik es profesor en la Universidad de Harvard Kennedy School of Government, y un destacado estudioso de la globalización y el desarrollo económico.
FUENTE : PROJECT SYNDICATE
VERSION INGLES : http://www.project-syndicate.org/commentary/the-new-global-economy-s--relative--winners
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