Por Vicenc Navarro.
La evidencia de que las políticas
neoliberales que se están imponiendo a la población de los países de la
Eurozona (digo imponiendo porque ninguna de tales políticas estaban en
el programa electoral de los partidos gobernantes) por parte de sus
Gobiernos y de las Instituciones que gobiernan tal zona monetaria (a
saber el Consejo de Europa, la Comisión Europea y el Banco Central
Europeo) son unas políticas que están dificultando la recuperación
económica de tales países es abrumadora. Aunque la situación con la
economía griega es el caso más extremo, no es el único. Antes al
contrario, todos ellos, y muy en particular los países intervenidos
(Grecia, Portugal, Irlanda y ahora España), han experimentado las
políticas de recortes de gasto público, de descenso de los salarios, de
reducción de la protección social y de las transferencias y de los
servicios públicos de sus Estados del Bienestar que caracterizan tales
políticas neoliberales, sin que hayan mejorado sus economías. Antes al
contrario, han empeorado. Para amplios sectores de la población, la Gran
Recesión ha alcanzado niveles de Gran Depresión.
Que la recesión se esté
profundizando es fácil de entender (a no ser que uno esté estancado en
el dogma neoliberal, impermeable a los datos): la economía está en un
bajón, porque las familias y las medianas y pequeñas empresas están
endeudadas, consecuencia en parte por la disminución de las rentas del
trabajo (que ha ido ocurriendo como consecuencia de la aplicación de
aquellas políticas neoliberales) y en parte por la fácil disponibilidad
del crédito existente antes de la crisis. La disminución de los salarios
y del gasto público, así como el aumento del desempleo empeoran todavía
más este endeudamiento.
La experiencia histórica señala que
en estos casos de profunda recesión y depresión lo que el Estado debe
hacer es intervenir activamente en la economía mediante el aumento del
gasto público y la creación de empleo (invirtiendo en la infraestructura
social y física del país), estimulando así la demanda y la economía
(además de garantizar la existencia de crédito, mediante el
establecimiento de bancas públicas que tengan este objetivo). Así es
como se resolvió la Gran Depresión de principios de siglo y la Gran
Recesión en Europa, al final de la II Guerra Mundial (estimulada en
parte por el plan Marshall).
Pues bien, lo que los Gobiernos
están haciendo es precisamente lo opuesto. Es decir, están recortando el
gasto público, asumiendo erróneamente que la recesión la ha causado el
crecimiento del gasto público. El pilar sobre el cual se basa tal teoría
es el Pacto de Estabilidad que fuerza a los Estados a tener un déficit
público por debajo de un 3% del PIB y una deuda pública inferior al 60%.
Según los defensores de tal teoría, éste es el objetivo que hay que
alcanzar, pues el problema surge al no respetarse estos objetivos del
Pacto de Estabilidad.
Lo que no se dice es que este
objetivo es imposible de alcanzar con estas políticas neoliberales por
una razón muy sencilla. La tesis de que la crisis la causa el excesivo
crecimiento del gasto público lleva como solución los recortes de gasto
público, lo cual deprime todavía más la economía, y como consecuencia,
los ingresos al Estado caen aún más. El caso de Grecia y ahora de España
no puede ser más evidente. En nuestro país los recortes continúan
haciéndose y el déficit apenas baja. Y a no ser que tal Pacto de
Estabilidad se abandone cuando hay recesión, la situación irá de mal en
peor.
Y como si ello no fuera suficiente,
el dogma neoliberal que domina el establishment europeo liderado por el
gobierno alemán y la señora Merkel, está imponiendo el llamado Pacto
Fiscal, en el cual el déficit del Estado tiene que ser prácticamente
cero (sí, lo leyó bien, casi cero). Esto es ya un ataque frontal al
bienestar de la población, y a las transferencias y servicios públicos
de su Estado del Bienestar.
La necesidad de este Pacto Fiscal se
justifica porque en una Europa federal los Estados componentes tienen
que tener un déficit cero como ocurre, por ejemplo, en EEUU. Pero tal
tesis oculta que en EEUU antes de desarrollar tal regla, hubo un
gobierno federal con un Banco Central (el Federal Reserve Board) que
ayuda claramente a los Estados. Esto no ocurre en la Eurozona. Es
construir la casa comenzando por el tejado. Absurdo.
En realidad, tal absurdidad comienza
a percibirse como suicida. De ahí que, por fin (muy pocos de nosotros
hemos estado denunciando esta situación desde el inicio de la crisis,
sin apenas tener acceso a los altamente controlados medios de
comunicación), un gobierno, el francés, ha indicado que esta estrategia
debe cambiar. El hecho de que el partido gobernante sea socialista
podría ser una buena señal de cambio, pues los Gobiernos socialistas en
la Eurozona (y en la UE) han sido cómplices de tales políticas
neoliberales. Pero, el mayor problema es que el gobierno socialista
francés no ha cuestionado ninguna de las políticas que han forzado la
aplicación de políticas de austeridad, tales como el Pacto de
Estabilidad y ahora el Pacto Fiscal. Lo que ha dicho es que tales
políticas son insuficientes y hay que complementarla con políticas de
crecimiento (tal como la aprobada por el reciente Consejo Europeo), lo
cual se limita a una inversión de 120.000 millones de euros, de los
cuales correspondería a España unos 10.000 millones, una cantidad muy,
muy menor comparada con los recortes que tales gobiernos están
realizando bajo el mandato del establishment que gobierna la Eurozona, y
que quiere mantener el Pacto de Estabilidad en momentos de recesión.
Tal cantidad es minúscula y es la hoja de parra que cubre el cuerpo
desnudo de la austeridad. Con esta estrategia, no vamos a salir del
bajón.
El lector se preguntará: ¿Cómo pues
se están siguiendo estas políticas? Y la respuesta es que benefician a
poderes fácticos y clases sociales (sí, clases sociales, en contra de lo
que se informa, continúan existiendo en España), cuyos instrumentos
políticos están sirviendo sus intereses. Comencemos la lista. Los que se
benefician de la crisis son: ‘la banca alemana’, que se beneficia del
flujo de capitales de la periferia al centro que está ocurriendo ahora;
‘la clase empresarial exportadora alemana’, porque los países
periféricos no pueden incrementar su competitividad devaluando su
moneda; ‘el Estado alemán’, que tiene los bonos públicos más seguros de
la Unión Europea; ‘la banca española’, que se beneficia del enorme
endeudamiento de las familias y medianas y pequeñas empresas (los
intereses para préstamos han alcanzado dimensiones prohibitivas); ‘la
gran patronal española’, que está consiguiendo lo que siempre han
soñado, la eliminación de la protección social y debilitamiento de los
empleados y trabajadores y sus instrumentos como los sindicatos y ‘las
rentas superiores’, que derivan sus ingresos de las rentas del capital
cuyo tratamiento fiscal (altamente regresivo) les está beneficiando
enormemente, reduciendo su carga impositiva y reduciendo el tamaño del
Estado y la garantía de derechos sociales y laborales. Los que salimos
perjudicados somos todos los demás. Pero, por raro que parezca en un
sistema al que llaman democrático, los primeros tienen mucho más poder
que los segundos. Y ésta es la razón de que las políticas de austeridad y
recortes sean las dominantes y las de crecimiento sean minúsculas.
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