Por Harold Meyerson
¿Cuál es el
mayor redistribuidor de nuestros dos partidos? En décadas recientes, conforme
los republicanos se han dedicado con la intensidad de un láser a redistribuir
riqueza y renta hacia arriba, la evidencia sugiere que la respuesta es: el
Partido Republicano.
La manera
más evidente cómo le han robado los republicanos a la clase media para dar a
los ricos se ha centrado en los cambios introducidos en el código fiscal,
reduciendo el impuesto sobre la renta a los ricos en los recortes de impuestos
de Reagan y George W. Bush, y reduciendo la tasa impositiva a las ganancias de
capital a menos de la mitad de la tasa en la renta superior de los empleados de
clase media alta.
La forma
menos comprendida en general que los republicanos han redistribuido la riqueza
a los que eran ya ricos ha consistido en cambiar las reglas. Los mercados no
funcionan sin reglas, y las reglas que los responsables políticos republicanos
han elaborado desde que Ronald Reagan se convirtió en presidente deprimieron la
parte de la renta del país a la que puede aspirar la clase media.
Parte de la
prestidigitación que emplean los republicanos en las discusiones sobre
redistribución estriba en reservar ese término únicamente para la intervención
del Estado en el mercado que redistribuye la renta hacia abajo. Pero los
mercados redistribuyen continuamente la riqueza. En las últimas décadas, los
mercados han redistribuido la riqueza de la manufactura a las finanzas, de la calle
principal (Main Street) a Wall Street, de los trabajadores a los accionistas.
Las reglas elaboradas por los gobiernos “pro-mercados” (incluyendo a los de los
demócratas “pro-mercados”) han permitido estos cambios de época. El libre
comercio con China ayudó a desahuciar a la industria; la incapacidad de regular
las finanzas permitió crecer a Wall Street; la oposición a los esfuerzos del
trabajo por restablecer un campo de juego equitativo durante la organización de
campañas no ha hecho más que eliminar la negociación colectiva en el sector
privado.
La
refutación conservadora de esas pegas progresistas consiste en afirmar que el
mercado hace aumentar la riqueza, que acabará cayendo sobre todos como una
suave lluvia del cielo. Censurando nociones tan keynesianas como los sindicatos
o un salario mínimo a escala federal, el gurú de los hedge fund, Andy
Kessler, argumentaba recientemente en el Wall Street Journal [1]
que “es la productividad de los trabajadores la que impulsa las mejoras
salariales a largo plazo, y no los salarios de los trabajadores lo que impulsa
el crecimiento”.
Pero Kessler
asume — y esta es la esencia misma del argumento del “trickle-down” [“goteo”] —
que los trabajadores recogerán la recompensa de las ganancias por
productividad. Creer y afirmar eso exige bien ignorancia, bien negación
deliberada de la historia económica. El único momento en que los trabajadores
se han beneficiado substancialmente de las ganancias por productividad fueron
las tres décadas que siguieron a la II Guerra Mundial, cuando la renta media de
los hogares y las ganancias por productividad aumentaron ambas en un 102%.
No es casual
que fuera ése el único periodo de auténtico poder sindical en la historia
norteamericana, y el momento en que el código tributario fue más progresista.
Durante el último cuarto de siglo, a medida que se aminoraba la progresividad y
disminuían los sindicatos, todas las ganancias por productividad han acabado
yendo al 10% más rico, de acuerdo con la investigación publicada por el
National Bureau of Economic Research [Oficina Nacional de Investigación
Económica]. En 1955, en el culmen de fortaleza sindical, el 10% más rico
recibía el 33% de la renta personal del país. En 2007, recibía el 50%, según
muestran los datos del Economic Policy Institute.[2]
Si eso no es
redistribución, no sé yo lo que es.
El problema
no reside sólo en que todo el mundo, salvo los ricos, está recibiendo una parte
más pequeña de la renta del país; la cantidad absoluta también está
disminuyendo. La renta media de los hogares ha caído a los niveles de mediados
de los años 90,[3] de acuerdo con el análisis de los datos del censo
realizado por la empresa Pew, mientras que la renta de los 400 norteamericanos
más ricos aumentó en unos bonitos 200.000 millones de dólares el año pasado,
según datos hechos públicos este mes por la revista Forbes.
Si eso no es
redistribución, no sé yo lo que es.
En realidad,
los Estados Unidos han experimentado una redistribución hacia arriba tan
profunda que sus efectos van más allá de los ingresos. Sectores completos de la
economía y regiones enteras se han visto diezmados por estos cambios
económicos. El descenso de toda suerte de indicadores sociales se trasluce
sobre todo entre los blancos con escasa formación. El comentarista conservador
Charles Murray ha documentado en su nuevo libro [4] el descenso de las
tasas de nupcialidad y estabilidad familiar en el seno de la clase trabajadora
blanca. Y hoy en día, tal como ha informado Sabrina Tavernise en el New York
Times, [5] eso incluye también la longevidad. Mientras que la
esperanza de vida de otros norteamericanos ha progresado, la de los blancos sin
diploma de instituto ha decaído desde 1990, en tres años para los hombres y
cinco para las mujeres.
El mercado
no sólo está redistribuyendo ingresos en los Estados Unidos. Está
redistribuyendo vida.
De modo que…
¿qué partido puede arrogarse el mérito de esto: la verdadera redistribución
experimentada por este país en los últimos 30 años? Muchos demócratas se han
hecho cómplices de esta calamidad por su indiferencia a las consecuencias de la
desregulación y el comercio. Pero el trofeo por promover las medidas políticas
que han redistribuido la riqueza, la estabilidad familiar y la longevidad hacia
arriba se concede a los republicanos, cuyos adalides abanderan hoy en día
versiones aun más radicales de estas políticas.
¿Partido
pro-vida? Más bien, al contrario.
Notas: [1]
“The U.S. Needs More i-Side Economics”, The Wall Street Journal, 18
de septiembre de 2012. [2] “As unions decline, inequality grows”, Ross
Eisenbrey, Colin Gordon, Economic Snapshot, Economic Policy Institute, 6 de
junio, 2012. [3] “Incomes Fell or Stagnated in Most States Last Year”,
Josh Mitchell, The Wall Street Journal, 20 de septiembre de 2012. [4]Coming Apart, The State of White America, 1960-2010, Crown Forum, Nueva
York, 2012. [5] “Life Spans Shrink for Least-Educated Whites in the
U.S.”, The New York Times, 20 de septiembre de 2012.
Harold Meyerson escribe una columna semanal que aparece los miércoles y contribuye al blog PostPartisan. Meyerson es también editor ejecutivo de The American Prospect, una revista liberal con sede en Washington.
FUENTE: SIN PERMISO
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