Por Michael Roberts
El presidente Obama y la Cámara de Representantes de EE UU, de
mayoría republicana, están enfrascados en una batalla para encontrar la manera
de superar lo que se ha llamado "el abismo fiscal" ante el que se
encuentra la economía de EE UU este año nuevo. El abismo fiscal es una metáfora
que describe el aumento automático de diferentes impuestos y las reducciones en
el gasto público que se aplicarán a partir de principios de 2013.
Sucederá a causa de toda una serie de recortes de impuestos y
exenciones fiscales, que la administración Bush adoptó como medidas
"temporales" y con caducidad anual a menos que el Congreso las
renovase. Y hay otras medidas, como la exención de la contribución a la
seguridad social de los empresarios –que se adoptó para evitar despidos-, así
como otros recortes automáticos en el gasto acordados, que se aplicarán si el
Presidente y el Congreso no se ponen de acuerdo en un plan para controlar el
gasto y reducir la deuda pública el resto de la década.
Si el abismo fiscal entra en juego, se estima que se producirá
un aumento neto de impuestos y reducciones en el gasto de más de 600 mil
millones de dólares, el 4% del PIB. El miedo es que es un golpe tan grande a
una economía que crece sólo un 2% anual en términos reales que, si se permite
que ocurra, hundirá de nuevo a la economía de EE UU en la recesión.
La mala noticia para los hogares estadounidenses medios es que
tanto el Presidente como el Congreso están de acuerdo en que el déficit fiscal
anual del gobierno y el volumen de deuda del gobierno federal deben reducirse.
La diferencia entre ellos es sólo acerca de si debe hacer principalmente
subiendo los impuestos o recortando el gasto público.
Pero incluso en este caso la diferencia es mínima: el Presidente
no quiere que los recortes de impuestos que expiran sean renovados para quienes
ganan más de 250.000 dólares al año, mientras que los republicanos defienden
que el recorte de impuestos sea renovado para todos. En términos prácticos la
diferencia en el ahorro total del presupuesto es insignificante. El verdadero
objetivo es demostrar al electorado que acaba de reelegir a Obama con el
compromiso de mantener servicios públicos esenciales y hacer que los muy ricos
paguen más equitativamente la parte que en justicia les toca que el Presidente
es capaz de cumplir su promesa.
Sin embargo, la eliminación de los recortes de impuestos de Bush
para quienes ganan más de 250.000 dólares al año solo afecta al 2% de los
contribuyentes. El compromiso más probable estará alrededor de los 500.000
dólares. Por lo que no más del 1% pagará más en 2013 que en 2012.
Irónicamente, el gobierno de Obama propone un plan
presupuestario a largo plazo que se traduciría en ¡una mayor reducción del déficit
en 2020 que lo que proponen los republicanos! La razón es que, a pesar que los
republicanos quieren grandes recortes del gasto público, defienden un aumento
mucho menor de impuestos. Así que, como bajo los anteriores presidentes
republicanos Reagan y Bush, el déficit fiscal sería mayor que con Clinton o, en
su caso, Obama.
Los republicanos quieren diezmar los principales programas
gubernamentales de asistencia social, programas como Medicare, Medicaid y los
subsidios de desempleo y seguridad social. Unos programa que ya no dan abasto
para satisfacer las necesidades de los cada vez más numerosos pobres,
discapacitados y ancianos de Estados Unidos. Aun así, ahorrarían menos que los
planes de Obama porque los republicanos no quieren reducir el gasto en defensa
y seguridad interior.
Las propuestas de Obama protegen los programas sociales y en su
lugar proponen una reducción significativa de los servicios en los llamados
gastos discrecionales, como la educación, la defensa y los servicios generales,
como los parques nacionales, medio ambiente, etc Por ejemplo, los servicios de
salud mental han sido recortados por gobiernos anteriores y, como resultado,
personas con enfermedades graves y peligrosas cometen más actos de violencia
como la masacre de la escuela de Connecticut. Y sin embargo, ambos partidos
planean más recortes del gasto federal en estas áreas, cuando en los
presupuestos de los estados ya han sido eliminadas.
El gasto discrecional del gobierno federal se encuentra
actualmente en su mínimo histórico y caerá aún más. Lo que significará que el
gobierno federal no será capaz de prestar servicios públicos decentes a los
estadounidenses en esta década y en el futuro. Recuerda el famoso aforismo del
economista keynesiano radical JK Galbraith en 1960 de que en Estados Unidos hay
"riqueza privada y miseria pública". Sólo que ahora, incluso la
riqueza privada es inalcanzable para la mayoría de los estadounidenses.
Obama y el Congreso acabarán por llegar a un acuerdo chapucero
que dejará a los pensionistas, los discapacitados, los enfermos, los
desempleados y los trabajadores pobres de Estados Unidos en peor situación en
esta década. Es inquietante leer en la columna del New Tork Times de Paul Krugman que dudaba angustiosamente sobre si
Obama debería aceptar un acuerdo que "protegiera" Medicare y los
subsidios de la seguridad social a costa de reducir las pensiones y los
umbrales fiscales erosionados por la inflación anual al modificar su indexación
del índice de precios al consumidor (CPI-U) a lo que se llama el índice
encadenado (C-CPI-U).
U significa consumidores urbanos, es decir, el 87% de los
estadounidenses. El índice encadenado ha crecido más lentamente que el índice
estándar, ya que intenta dar cuenta de la sustitución en el gasto por
alternativas más baratas en la cesta de la compra. La consecuencia de usar el
IPC encadenado sería reducir el incremento anual de las pensiones y de los
umbrales de impuestos en un 5% durante 12 años, golpeando al nivel de vida del
hogar estadounidenses medio seis veces más que a los ricos. En el caso de una
jubilación promedio, las pensiones futuras se reducirían un 10%.
Algunos keynesianos parecen dispuestos a aceptar un acuerdo tan
chapucero. Es más, como economista demócrata Larry Summers reveló en un reciente
artículo en el Financial Times,
ni siquiera defienden un sistema impositivo progresivo en el que se pague más a
medida que aumenten los ingresos o los beneficios empresariales, que son los
más bajos desde 1945. Summers solo quiere aumentar un poco los impuestos sobre el
patrimonio heredado y cerrar varias brechas legales que favorecen la evasión
fiscal. Ninguna de estas medidas ayudarían a proporcionar ingresos suficientes
para preservar los servicios públicos o a promover mayor "equidad".
Y el debate entre Obama y los republicanos sobre como reducir el
gasto y la deuda públicas no aborda de modo alguno como conseguir que la
economía de EE UU crezca más rápido y el paro se reduzca. La triste verdad es
que si la economía de EE UU pudiese aumentar en términos reales en un 3-4%
durante esta década, el déficit y la deuda públicas se reducirían y dejarían de
crecer en relación con el PIB lo suficiente como para mantener las pensiones y
Medicare en términos reales y evitar el abismo fiscal. Pero no hay propuestas
sobre cómo hacerlo.
El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, seguro en su
puesto tras la victoria electoral de Obama, ha defendido un nuevo programa de
flexibilización cuantitativa (QE) proponiendo comprar más bonos del gobierno y
cédulas hipotecarias hasta que el desempleo descienda de su nivel actual del
7,9% al 6,5% . Las propias estimaciones del FED son que no se lograría hasta
mediados de 2015, dado el débil crecimiento económico. Pero incluso el 6,5%
sería una tasa mucho más alta que la que existía antes de la crisis en 2007,
que nunca superó el 5%. Para lograr incluso el 6,5% en 2015 se requeriría un
crecimiento medio sostenido del empleo similar al del año de 220.000 puestos de
trabajo mensuales. Si esa tasa mensual se redujera a 150.000, el objetivo del
6,5% no se alcanzaría ¡hasta el año 2018! De cualquier manera, el capitalismo
en EE UU no podrá recuperar los niveles de empleo previos a la crisis en un
futuro previsible.
La ley de Okun establece una relación obvia entre el crecimiento
real del PIB y del empleo. Un artículo reciente demuestra que desde la salida
de la Gran Recesión en EE UU, parece haberse modificado la relación existente
antes de la crisis. La tasa de empleo es en la actualidad un 2,7% inferior a la
que correspondería. Esta es una prueba más de que estamos en una Larga
Depresión, diferente de las recesiones normales que se han sucedido desde 1960.
Ha habido un cambio permanente en las magnitudes de la ley de Okun en lo que se
refiere a EE UU y parece que 3 millones de trabajos se han perdido para
siempre. (Ferrara y Mignon, “An assessment of
the US jobless recovery through a non-linear Okun’s law”).
Ni las soluciones monetaristas ni las medidas keynesianas han
podido relanzar la tasa de crecimiento o crear empleo hasta los niveles previos
a la crisis. Por lo tanto, las medidas de austeridad previstas cualquiera que
sea el acuerdo que se alcance para evitar el abismo fiscal no detendrán el
aumento del ratio de deuda pública, que es el objetivo de la negociación sobre
el abismo fiscal.
El abismo fiscal no es un golpe a la economía que escape al
control de los responsables políticos. La decisión de imponer recortes
automáticos del gasto y aumentos de impuestos es de los políticos, tanto
republicanos como demócratas. No hay necesidad de hacerlo o de aprobar nuevas
reducciones en los ingresos reales de los hogares medios y los servicios
públicos.
Como lo resumió el antiguo economista convencional, hoy radical,
Jeffrey Sachs, en un reciente artículo en el Financial Times (“Today’s challenges
go beyond Keynes”,
17 de diciembre de 2012): "A diferencia del modelo keynesiano que asume
una senda de crecimiento estable golpeada por crisis temporales, nuestro
verdadero reto es que la propia senda de crecimiento tiene que ser muy
diferente incluso de la del pasado reciente".
Según Sachs esta senda de crecimiento requiere un fuerte aumento
de la inversión y una estrategia a largo plazo. Denuncia la incapacidad de la
élite política de Estados Unidos para proponer semejante estrategia y aboga por
la cooperación entre el gobierno y el sector capitalista para hacerlo. Pero
mientras la rentabilidad de la inversión en el sector productivo capitalista
sea el factor determinante a la hora de crear empleo y los ingresos de la
mayoría de la población, la Larga Depresión continuará hasta que la
rentabilidad vuelva a crecer lo suficiente. Así que la propuesta de Sachs es
tan utópica como las soluciones monetaristas o las medidas keynesianos frente a
la actual Larga Depresión.Michael Roberts es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.
VERSION ORIGINAL: The next recession
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