Por Alejandro Nadal
SIN PERMISO
Una de las mejores pistas sobre la evolución futura de la economía
mundial está en los índices de capacidad productiva instalada en la industria.
Este es un indicador clave al que se presta poca atención a pesar de su gran
importancia. Y hoy día, por países y por industrias, el panorama no es muy
alentador.
Cuando se toman decisiones de inversión en una nueva planta industrial
normalmente se deja un margen de seguridad: la capacidad de la planta rebasa
los pronósticos sobre crecimiento de la demanda final del producto. Esto
permite enfrentar las fluctuaciones de la demanda y es un importante mecanismo
de competencia en el interior de la industria.
La situación es distinta cuando los niveles de capacidad instalada
ociosa aumentan más allá de esos parámetros normales. Eso revela que las
decisiones de inversión del pasado calcularon mal la evolución de la demanda
agregada. Eso puede sucederle a un capitalista en lo individual: tendrá que
enfrentar sus inventarios no vendidos como pueda (o irse a la quiebra). Pero
cuando los niveles de capacidad ociosa aumentan para todas las ramas de la
industria, la señal es clara: hay un problema macroeconómico. La crisis es la
única salida para destruir parte del capital instalado y volver a recomenzar.
Sólo que aquí la destrucción de capital es real, a diferencia de las pérdidas
de riqueza de papel típicas de las crisis en los mercados financieros. La
lógica de la economía capitalista es tan inexorable como destructiva.
Los altos niveles de sobreinversión (y su espejo, la capacidad ociosa)
tienen varios efectos negativos. El primero pesa sobre la rentabilidad: los
costos fijos pesan más dentro del costo total de producción. Esos costos fijos
no dependen de la cantidad producida y la empresa incurre en ellos por el solo
hecho de haber invertido en la planta. Se produzca o no, hay que pagarlos.
Un reflejo típico es reducir los costos variables disminuyendo el
número de turnos y la duración de la jornada de trabajo. Los despidos técnicos
se multiplican, lo que significa que la demanda agregada se ve afectada y eso
agrava el ciclo: la reducción en la masa salarial reduce más el poder de compra
y eso implica crecimiento de inventarios no vendidos, y se llega a otra vuelta
en la tuerca de la represión económica. La crisis se profundiza.
Cuando hay exceso de capacidad instalada una reacción típica consiste
en reducir precios para vender más, pero eso descorazona las nuevas
inversiones. Y si la inversión se reduce, la demanda agregada se desploma y la
crisis se agudiza. Si todo esto se acompaña de una postura de austeridad
fiscal, la recesión se agrava y su duración se prolonga. Las perspectivas de
recuperación se hacen cada vez más débiles. Es exactamente lo que ocurre hoy en
la economía mundial.
¿Cómo se presenta hoy en día el panorama de la capacidad instalada?
Los últimos datos de las encuestas de la Reserva federal en Estados Unidos
muestran que el primer trimestre de 2013 el nivel de capacidad utilizada en el
conjunto de la industria manufacturera en ese país fue de 70 por ciento. Se
trata del nivel más bajo desde octubre de 2012, lo que indica que la economía
estadounidense continúa perdiendo dinamismo. Lo más serio es que este desempeño
mantiene la tendencia negativa que ya se observa en la economía estadounidense
desde 1990.
Claro, hay una gran disparidad en los niveles de capacidad ociosa en
las distintas ramas de la industria manufacturera: un análisis más detallado de
la matriz insumo-producto permitiría desentrañar los efectos interindustriales
de estas disparidades.
El récord histórico (desde 1960) muestra una tendencia secular
negativa en los niveles de capacidad utilizada en la industria manufacturera de
Estados Unidos. Y después de cada una de las siete recesiones importantes
sufridas por la economía estadounidense (comenzando con la de 1960-61), los
niveles de capacidad utilizada se han ido reduciendo; es decir, las
recuperaciones son cada vez más débiles. El nivel de capacidad utilizada hoy corresponde
al de los baches de las tres recesiones anteriores.
Los altos niveles de capacidad ociosa (o de sobreinversión) no se
limitan a Estados Unidos. Casi todas las industrias importantes en el mundo
muestran señales de sobreinversión: cemento, acero, vidrio, química pesada,
maquinaria para construcción, automotriz, naval, semiconductores, hotelería y
la metal-mecánica muestran bajos niveles de capacidad utilizada. Y la
experiencia es compartida por los principales países europeos y China. Los
datos del FMI sobre China indican una dramática caída en los niveles de
capacidad utilizada: de un pico de 89 por ciento en 2000 a un alarmante 60 % en
2011. Los problemas crónicos de sobreinversión han marcado a la economía china
desde hace más de una década y ahora con la caída en la demanda en Europa y
Estados Unidos, las cosas tenderán a empeorar.
Este indicador olvidado revela que la recuperación tardará mucho y que
la crisis, con todas sus secuelas, será más larga de lo que esperan las esferas
oficiales.
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