Las quince medidas de Estímulo Económico anunciadas al país por el ministro Luis Carranza pretenden “aminorar tiempos y facilitar el proceso” para contrarrestar los efectos de la crisis económica internacional. Se sube el drawback de 5% a 8% para fomentar las exportaciones no tradicionales (¡en un mundo en recesión!); se reduce el precio del diesel y gasolinas en aproximadamente 10%; se proponen medidas para acelerar las inversiones en infraestructura; y se anuncian otras orientadas a facilitar a los bancos reprogramar los pagos de deudas.
Sin embargo, lo más importante de este paquete –sin cronograma ni mayores detalles de gestión y supervisión–, es que movilizaría recursos por S/. 4,500 millones, es decir, un monto equivalente a cerca de 1% del PBI del año 2008. Pero, de este total, S/. 3,600 millones son parte del Plan Valdivieso y solo S/. 900 millones son adicionales, y corresponden al drawback y a la rebaja del precio del diesel y la gasolina.
La apelación vergonzante al mercado interno
¿Quién puede asegurar que el incremento del drawback aumentará las exportaciones y, por lo tanto, el PBI? Nadie. Todos los países del mundo están afectados por la recesión, es decir, por la caída de la demanda. Cuando el mundo se recupere el drawback ya no será necesario. Dejando de lado, entonces, este desaguisado, se puede decir que, por la orientación del plan de estimulo económico, este gobierno neoliberal ahora apela al mercado interno para hacer frente a los efectos de la crisis internacional
Es importante recordar que con el modelo neoliberal se alentó el crecimiento exportador, se privatizaron las empresas públicas, se redujo el tamaño del gasto del Estado y sus intervenciones en la economía, y se buscó aumentar la competitividad en los mercados internacionales disminuyendo el costo del trabajo y eliminando la estabilidad laboral. Con todo ello se debilitó la influencia del Estado en la dinámica de los mercados internos del país. En los dos últimos años de este gobierno, la participación del gasto público (consumo e inversión) en el crecimiento de la demanda interna fue de sólo 13%; el 87% restante le correspondió al gasto privado en consumo e inversión. De la tasa de crecimiento promedio de 8.6% anual, sólo 1.4 puntos le correspondió al total del gasto público. Pero, también, el abaratamiento relativo de los ingresos de los trabajadores y la disminución de la participación de sus salarios en el ingreso nacional, impidió la expansión de los mercados internos. Poco o nada se hizo para desarrollar estos mercados; por lo tanto, el estímulo fiscal de 1% del PBI no asegurará mantener la tasa de crecimiento económico por encima de 5% anual, como desea el ministro Carranza.
¿Hacia una crisis de balanza de pagos?
De otro lado, el modelo de crecimiento neoliberal (exportador o primario exportador), por sus débiles conexiones con el resto de la economía, aumentó su vulnerabilidad ante la desaceleración de sus mercados de exportación. La actual recesión internacional y la caída de los términos del intercambio ya han afectado el crecimiento de las exportaciones. En diciembre (véase cuadro) las exportaciones tradicionales cayeron en 33.4% y las no tradicionales en 20%. Con estos datos, el año 2008 ha concluido con un déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos de aproximadamente US$ 7,500 millones, equivalente a 5.7% del PBI. En el gráfico se puede ver que este gobierno ha restaurado la restricción externa al crecimiento económico.
No hay razones para esperar una pronta recuperación de los niveles de exportaciones tradicionales y no tradicionales. En consecuencia, si no se adoptan medidas para reducir el déficit de la cuenta corriente, el estímulo económico y su reforzamiento en una segunda etapa, como anunciara el ministro Carranza, nos llevará directamente a una crisis de balanza de pagos.
Se mantiene el desequilibrio externo perdiendo reservas
La economía ha sido conducida a una encrucijada. Por un lado, el temor a la inflación de este gobierno obliga al Banco Central (BCR) a impedir que el tipo de cambio suba, y lo hace “perdiendo” reservas internacionales. Por otro lado, con un tipo de cambio que no se mueve, el restablecimiento del equilibrio externo exige elevar de modo significativo la tasa de interés. Esto evitaría el drenaje continuo de reservas internacionales. Pero, no se puede subir la tasa de interés porque se trata precisamente de estimular la economía para enfrentar los efectos de la crisis internacional. La política monetaria no puede tener el signo contrario de la política fiscal. Ambos tipos de política deben ser igualmente expansivas.
Hemos regresado con este gobierno a la contradicción entre los objetivos de corto plazo (la estabilidad de los precios) y los objetivos de largo plazo (el crecimiento). Para corregir el desequilibrio externo, lo que se debe hacer es dejar que el tipo de cambio suba. Pero no se puede dejar que suba demasiado porque tenemos un sistema bancario dolarizado: el 72% de los créditos hipotecarios y un poco más de la mitad de todas las colocaciones están en dólares. Por otro lado, si el BCR baja la tasa de interés para estimular el aumento de la demanda agregada y, por lo tanto, el crecimiento económico, aumentará la presión al alza del tipo de cambio y con ello la pérdida de reservas internacionales.
Conclusión: ¿Podrá este gobierno renunciar a su ideología neoliberal?
No hay duda de que para enfrentar de modo eficiente los efectos recesivos de la crisis internacional, el BCR debe bajar la tasa de interés de referencia y el MEF debe aumentar de manera ordenada el gasto en inversión pública. Pero, para impedir que esto derive en una crisis de balanza de pagos, El BCR debe dejar subir en algo el tipo de cambio y el MEF debe restablecer, por lo menos, los niveles arancelarios que este gobierno encontró en julio del año 2006.
Pero todo esto no será suficiente para asegurar el crecimiento sostenido a largo plazo. Tendrá que cambiar el modo de crecer. Es decir, basar el crecimiento en la expansión de los mercados internos, ejecutando un plan de infraestructura con visión de ocupación del territorio nacional, aprovechando esta oportunidad para desdolarizar el sistema financiero, y desarrollando un mercado de capitales en soles. En este estilo de crecimiento las ganancias de competitividad se logran con aumentos de la productividad y no con el abaratamiento del costo del trabajo.
AUTOR : FELIX JIMENEZ
FUENTE: ACTUALIDAD ECONOMICA DEL PERU.
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domingo, 1 de febrero de 2009
Metidos en un lío
Como cualquiera que preste atención a las noticias empresariales y financieras, estoy en un estado de enorme ansiedad económica. Como cualquier persona de buena voluntad, esperaba que el discurso inaugural del presidente Obama resultase tranquilizador, que indicase que la nueva Administración tiene las cosas bajo control. Pero no fue así. Terminé el martes menos confiado respecto al rumbo que va a seguir la política económica de lo que lo estaba por la mañana.
Para dejar las cosas claras diré que en el discurso no había nada malo que llamase especialmente la atención, aunque para quienes todavía esperan que Obama allane el camino hacia una atención sanitaria universal resultó decepcionante que sólo hablase del coste excesivo de la sanidad, sin mencionar ni una sola vez la precaria situación de quienes no tienen seguro médico o están escasamente cubiertos por él.
Uno también esperaba que a los redactores del discurso se les hubiese ocurrido algo más inspirador que un llamamiento a una "era de responsabilidad", lo cual, hablando en plata, es lo mismo que proclamó el ex presidente George W. Bush hace ocho años.
Pero la verdadera pega que le encuentro al discurso, en materia económica, es su convencionalismo. En respuesta a una crisis económica sin precedentes -o, más exactamente, una crisis cuyo único precedente real es la Gran Depresión-, Obama ha hecho lo que hace la gente de Washington cuando quiere parecer seria: ha hablado, de forma más o menos abstracta, sobre la necesidad de tomar decisiones difíciles y no doblegarse ante los intereses particulares.
Eso no es suficiente. De hecho, ni siquiera está bien. Así, en su discurso, Obama ha atribuido la crisis económica en parte a "nuestro fracaso colectivo a la hora de tomar decisiones difíciles y preparar al país para una nueva era", pero no tengo ni idea de a qué se refiere. Ésta es, en primer lugar, una crisis provocada por un sector financiero fuera de control. Y si no hemos sido capaces de controlar ese sector no ha sido porque los estadounidenses, "colectivamente", se hayan negado a tomar decisiones difíciles; los ciudadanos estadounidenses no tenían ni idea de lo que estaba pasando, y la mayoría de la gente que lo sabía pensaba que la liberalización era una idea estupenda.
O fíjense en esta frase de Obama: "Nuestros trabajadores no son menos productivos que cuando empezó esta crisis. Nuestras mentes no son menos imaginativas, ni nuestros bienes y servicios menos necesarios de lo que lo eran la semana pasada o el mes pasado o el año pasado. Nuestra capacidad sigue intacta. Pero el tiempo de resistirnos a los cambios, de proteger intereses limitados y de posponer las decisiones desagradables, ese tiempo, sin duda, ha pasado".
Es casi seguro que la primera parte de este párrafo pretendía parafrasear las palabras que escribió John Maynard Keynes cuando el mundo se hundía en la Gran Depresión, y ha sido un gran alivio, tras décadas de denuncias maquinales del Gobierno, oír a un nuevo presidente expresar respeto por Keynes. "Los recursos de la naturaleza y los inventos de los hombres", escribía Keynes, "son exactamente igual de ricos y productivos que antes. El ritmo de nuestro avance hacia la resolución de los problemas materiales de la vida no es menos rápido. Somos tan capaces como antes de proporcionar un buen nivel de vida a todo el mundo... Pero ahora nos hemos metido en un lío enorme, después de habernos equivocado gravemente a la hora de controlar una máquina delicada cuyo funcionamiento no comprendemos".
Pero hay algo que se ha perdido por el camino. Tanto Obama como Keynes afirman que no estamos haciendo uso de nuestra capacidad económica. Pero la revelación de Keynes -la de que estamos en un "lío" del que es necesario salir- ha sido sustituida de algún modo por las frases de rigor de que esto es culpa de todos nosotros y de que tenemos que ser severos con nosotros mismos.
Recuerden que Herbert Hoover no tenía problemas para tomar decisiones desagradables: tenía el valor y la firmeza necesarios para recortar drásticamente los gastos y subir los impuestos frente a la Gran Depresión. Desgraciadamente, eso sólo sirvió para empeorar las cosas.
Con todo, un discurso no es más que un discurso. No cabe duda de que los miembros del equipo económico de Obama comprenden la naturaleza extraordinaria del lío en el que estamos metidos. Así que puede que el tono del discurso del martes no indique nada sobre la futura política de la Administración de Obama.
Por otra parte, Obama es, como su predecesor ha dicho, el que decide. Y va a tener que tomar algunas decisiones importantes muy pronto. En concreto, va a tener que decidir lo audaces que van a ser sus pasos para mantener en pie el sistema financiero, cuyas perspectivas han empeorado tan drásticamente que un número sorprendente de economistas, no todos especialmente progresistas, sostienen ahora que la solución de la crisis tendrá que pasar por una nacionalización temporal de algunos bancos importantes.
De modo que ¿está Obama preparado para eso? ¿O eran los tópicos de su discurso inaugural una señal de que va a esperar a que la sabiduría convencional termine por ponerse a la altura de los acontecimientos? Si es así, su Administración se va a encontrar con que se está saliendo peligrosamente de la curva.
Y no es así como queremos ver al nuevo equipo. La crisis económica empeora y se vuelve más difícil de resolver a medida que pasan las semanas. Si no actuamos pronto de forma contundente, puede que nos veamos metidos en el lío durante mucho tiempo.
AUTOR : PAUL KRUGMAN
FUENTE: DIARIO EL PAIS
Para dejar las cosas claras diré que en el discurso no había nada malo que llamase especialmente la atención, aunque para quienes todavía esperan que Obama allane el camino hacia una atención sanitaria universal resultó decepcionante que sólo hablase del coste excesivo de la sanidad, sin mencionar ni una sola vez la precaria situación de quienes no tienen seguro médico o están escasamente cubiertos por él.
Uno también esperaba que a los redactores del discurso se les hubiese ocurrido algo más inspirador que un llamamiento a una "era de responsabilidad", lo cual, hablando en plata, es lo mismo que proclamó el ex presidente George W. Bush hace ocho años.
Pero la verdadera pega que le encuentro al discurso, en materia económica, es su convencionalismo. En respuesta a una crisis económica sin precedentes -o, más exactamente, una crisis cuyo único precedente real es la Gran Depresión-, Obama ha hecho lo que hace la gente de Washington cuando quiere parecer seria: ha hablado, de forma más o menos abstracta, sobre la necesidad de tomar decisiones difíciles y no doblegarse ante los intereses particulares.
Eso no es suficiente. De hecho, ni siquiera está bien. Así, en su discurso, Obama ha atribuido la crisis económica en parte a "nuestro fracaso colectivo a la hora de tomar decisiones difíciles y preparar al país para una nueva era", pero no tengo ni idea de a qué se refiere. Ésta es, en primer lugar, una crisis provocada por un sector financiero fuera de control. Y si no hemos sido capaces de controlar ese sector no ha sido porque los estadounidenses, "colectivamente", se hayan negado a tomar decisiones difíciles; los ciudadanos estadounidenses no tenían ni idea de lo que estaba pasando, y la mayoría de la gente que lo sabía pensaba que la liberalización era una idea estupenda.
O fíjense en esta frase de Obama: "Nuestros trabajadores no son menos productivos que cuando empezó esta crisis. Nuestras mentes no son menos imaginativas, ni nuestros bienes y servicios menos necesarios de lo que lo eran la semana pasada o el mes pasado o el año pasado. Nuestra capacidad sigue intacta. Pero el tiempo de resistirnos a los cambios, de proteger intereses limitados y de posponer las decisiones desagradables, ese tiempo, sin duda, ha pasado".
Es casi seguro que la primera parte de este párrafo pretendía parafrasear las palabras que escribió John Maynard Keynes cuando el mundo se hundía en la Gran Depresión, y ha sido un gran alivio, tras décadas de denuncias maquinales del Gobierno, oír a un nuevo presidente expresar respeto por Keynes. "Los recursos de la naturaleza y los inventos de los hombres", escribía Keynes, "son exactamente igual de ricos y productivos que antes. El ritmo de nuestro avance hacia la resolución de los problemas materiales de la vida no es menos rápido. Somos tan capaces como antes de proporcionar un buen nivel de vida a todo el mundo... Pero ahora nos hemos metido en un lío enorme, después de habernos equivocado gravemente a la hora de controlar una máquina delicada cuyo funcionamiento no comprendemos".
Pero hay algo que se ha perdido por el camino. Tanto Obama como Keynes afirman que no estamos haciendo uso de nuestra capacidad económica. Pero la revelación de Keynes -la de que estamos en un "lío" del que es necesario salir- ha sido sustituida de algún modo por las frases de rigor de que esto es culpa de todos nosotros y de que tenemos que ser severos con nosotros mismos.
Recuerden que Herbert Hoover no tenía problemas para tomar decisiones desagradables: tenía el valor y la firmeza necesarios para recortar drásticamente los gastos y subir los impuestos frente a la Gran Depresión. Desgraciadamente, eso sólo sirvió para empeorar las cosas.
Con todo, un discurso no es más que un discurso. No cabe duda de que los miembros del equipo económico de Obama comprenden la naturaleza extraordinaria del lío en el que estamos metidos. Así que puede que el tono del discurso del martes no indique nada sobre la futura política de la Administración de Obama.
Por otra parte, Obama es, como su predecesor ha dicho, el que decide. Y va a tener que tomar algunas decisiones importantes muy pronto. En concreto, va a tener que decidir lo audaces que van a ser sus pasos para mantener en pie el sistema financiero, cuyas perspectivas han empeorado tan drásticamente que un número sorprendente de economistas, no todos especialmente progresistas, sostienen ahora que la solución de la crisis tendrá que pasar por una nacionalización temporal de algunos bancos importantes.
De modo que ¿está Obama preparado para eso? ¿O eran los tópicos de su discurso inaugural una señal de que va a esperar a que la sabiduría convencional termine por ponerse a la altura de los acontecimientos? Si es así, su Administración se va a encontrar con que se está saliendo peligrosamente de la curva.
Y no es así como queremos ver al nuevo equipo. La crisis económica empeora y se vuelve más difícil de resolver a medida que pasan las semanas. Si no actuamos pronto de forma contundente, puede que nos veamos metidos en el lío durante mucho tiempo.
AUTOR : PAUL KRUGMAN
FUENTE: DIARIO EL PAIS
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