El camarada Greenspan quiere que nos apoderemos de las colinas más altas de la economía. Vale, no exactamente. Lo que Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal -y acérrimo defensor del libre mercado-, ha dicho de hecho es que "tal vez sea necesario nacionalizar temporalmente algunos bancos para facilitar una reestructuración rápida y ordenada". Y yo coincido.
El argumento a favor de la nacionalización se basa en tres observaciones. En primer lugar, algunos grandes bancos se encuentran peligrosamente cerca del borde del abismo; de hecho, habrían quebrado ya si los inversores no confiasen en que el Estado los rescatará si hace falta. En segundo lugar, hay que rescatar a los bancos. El hundimiento de Lehman Brothers estuvo a punto de destruir el sistema financiero mundial, y no podemos correr el riesgo de permitir que caigan instituciones mucho más grandes como Citigroup o Bank of America. Y en tercer lugar, aunque es necesario rescatar a los bancos, el Gobierno estadounidense no puede permitirse, ni fiscal ni políticamente, dar enormes regalos a los accionistas bancarios.
Concretemos. Hay una posibilidad razonable -no certidumbre- de que Citigroup y Bank of America, sumados, pierdan cientos de miles de millones de dólares en los próximos años. Y su capital, el exceso de activos respecto a las deudas, no es ni mucho menos lo suficientemente grande como para cubrir esas posibles pérdidas.
Se podría decir que la única razón por la que no han quebrado ya es que el Estado está haciendo de mampara, garantizando implícitamente sus obligaciones. Pero son bancos zombis, incapaces de proporcionar el crédito que la economía necesita. Para dejar de ser zombis, los bancos necesitan más capital. Pero no pueden obtenerlo de los inversores privados. Por lo tanto, el Estado tiene que aportar los fondos necesarios.
La pega es que los fondos necesarios para devolverlos plenamente a la vida superarían con creces lo que estos bancos valen en la actualidad. Citigroup y Bank of America han llegado a tener un valor combinado de mercado inferior a 30.000 millones de dólares, y hasta ese valor se basa principalmente, aunque no por completo, en la esperanza de que los accionistas consigan ayuda estatal. Y si el Estado va a poner básicamente todo el dinero, debería obtener la propiedad a cambio.
Aun así ¿no es la nacionalización algo muy poco estadounidense? No, es tan estadounidense como el pastel de manzana. Últimamente, la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC) ha estado incautándose de bancos que considera insolventes a razón de aproximadamente uno por semana. Cuando la FDIC se incauta de un banco, asume los activos problemáticos de éste, paga su deuda y revende la institución ya saneada a inversores privados. Y eso es exactamente lo que los partidarios de la nacionalización temporal quieren que ocurra, no sólo con los bancos pequeños que la FDIC está expropiando, sino también con los grandes bancos que son igualmente insolventes.
La verdadera cuestión es por qué el Gobierno de Obama sigue sacando propuestas que parecen posibles alternativas a la nacionalización pero que en realidad implican enormes donaciones a los accionistas de los bancos.
Por ejemplo, el Gobierno proponía en un principio la idea de ofrecer a los bancos garantías contra las pérdidas provocadas por los activos problemáticos. Habría sido un buen trato para los accionistas bancarios, pero no tanto para el resto de nosotros: si sale cara ellos ganan, si sale cruz los contribuyentes pierden.
Ahora el Gobierno habla de una "alianza público-privada" para comprar activos problemáticos a los bancos, en la que el Estado prestará a los inversores privados el dinero para dicho fin. Esto ofrecería a los inversores una apuesta que sólo puede acabar de una forma: si los activos suben de precio, los inversores ganan; si caen considerablemente, los inversores se van y le dejan el muerto al Estado. De nuevo, cara ganan ellos, cruz nosotros perdemos.
¿Por qué no echar adelante sin más y nacionalizar? Recuerden que cuanto más vivamos con los bancos zombis, más difícil será poner fin a la crisis económica.
¿Cómo se produciría la nacionalización? Todo lo que el Gobierno tiene que hacer es tomarse en serio su planeada prueba de resistencia para los grandes bancos y no ocultar los resultados si la suspenden y se hace necesaria una absorción. Vale, todo esto de que un Gobierno que lleva meses ayudando a los bancos se declare indignadísimo por el pésimo estado de sus balances contables sonaría a teatro, pero no pasa nada.
E insisto, el objetivo no es la propiedad estatal a largo plazo. Al igual que sucede con los bancos pequeños incautados por la FDIC cada semana, los grandes bancos serían devueltos al control privado lo antes posible. El blog financiero Calculated Risk sugiere que en lugar de llamarlo proceso de nacionalización deberíamos llamarlo "preprivatización".
Según Robert Gibbs, portavoz de la Casa Blanca, la Administración de Obama cree que "un sistema bancario privado es el camino a seguir". Y todos pensamos lo mismo. Pero lo que tenemos ahora no es empresa privada, es socialismo defectuoso: los bancos se llevan la parte buena y los contribuyentes soportan los riesgos. Y también es perpetuar los bancos zombis y bloquear la recuperación económica.
Lo que queremos es un sistema en el que a los bancos les toque tanto lo bueno como lo malo. Y el camino hacia ese sistema pasa por la nacionalización.
AUTOR : PAUL KRUGMAN
FUENTE : EL PAIS
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domingo, 15 de marzo de 2009
Cómo no recuperarse
Algunos pensaban que la elección de Barack Obama revertiría las cosas para Estados Unidos. Como no fue así, incluso después de la sanción de un gigantesco paquete de estímulo, la presentación de un nuevo programa para hacer frente al subyacente problema inmobiliario y varios planes para estabilizar el sistema financiero, algunos ya empiezan a culpar a Obama y a su equipo.
Obama, sin embargo, heredó una economía en caída libre, y difícilmente hubiera podido revertir las cosas en el corto tiempo que transcurrió desde que asumió la presidencia. El presidente Bush parecía un ciervo encandilado por los faros -paralizado, incapaz de hacer prácticamente nada- durante los meses anteriores a abandonar el cargo. Es un alivio que Estados Unidos finalmente tenga un presidente que puede actuar, y lo que ha estado haciendo marcará una gran diferencia.
Desafortunadamente, lo que está haciendo no es suficiente. El paquete de estímulo parece grande -más del 2% del PBI por año-, pero una tercera parte está destinada a recortes impositivos. Y, en un momento en que los norteamericanos enfrentan un excedente de deuda, un desempleo que crece rápidamente (y el peor sistema de compensación por desempleo entre los principales países industriales) y una caída de los precios de los activos, probablemente ahorren gran parte del recorte impositivo.
Casi la mitad del estímulo no hace más que compensar el efecto contraccionario de la reducción de personal a nivel estatal. Los 50 estados de Estados Unidos deben mantener presupuestos equilibrados. Los déficits totales se calculaban en 150.000 millones de dólares hace unos meses; hoy la cifra debe ser mucho mayor -de hecho, sólo California enfrenta un déficit de 40.000 millones de dólares.
Los ahorros de los hogares finalmente están empezando a aumentar, lo cual es bueno para la salud a largo plazo de las finanzas hogareñas, pero desastroso para el crecimiento económico. Mientras tanto, la inversión y las exportaciones también se están derrumbando. Los estabilizadores automáticos de Estados Unidos -la progresividad de nuestros sistemas tributarios, la fortaleza de nuestro sistema de asistencia pública- se han visto seriamente debilitados, pero ofrecerán cierto estímulo, a medida que el déficit fiscal esperado trepe al 10% del PBI.
En resumen, el estímulo fortalecerá la economía de Estados Unidos, pero probablemente no sea suficiente para restablecer un crecimiento robusto. Esas son malas noticias para el resto del mundo, también, ya que una recuperación global fuerte requiere de una economía norteamericana fuerte.
Las verdaderas deficiencias en el programa de recuperación de Obama, sin embargo, no residen en el paquete de estímulo sino en sus esfuerzos por reanimar los mercados financieros. Las anomalías de Estados Unidos les ofrecen importantes lecciones a los países en todo el mundo, que enfrentan o enfrentarán mayores problemas con sus bancos:
- La demora en la reestructuración bancaria es costosa, tanto en términos de los eventuales costos del rescate como del daño a la economía general en el ínterin.
- A los gobiernos no les gusta admitir los costos totales del problema, de modo que le dan al sistema bancario apenas lo suficiente para sobrevivir, pero no lo suficiente como para devolverle la salud.
- La confianza es importante, pero debe descansar en fundamentos sólidos. Las políticas no deben basarse en la ficción de que se otorgaron buenos créditos, y que la perspicacia empresaria de los líderes y reguladores del mercado financiero se validará una vez que se restablezca la confianza.
- Se puede esperar que los banqueros actúen en interés propio en base a incentivos. Los incentivos perversos alimentaron la excesiva toma de riesgos, y los bancos que están al borde de la quiebra pero son demasiado grandes como para quebrar volverán a actuar de la misma manera. Sabiendo que el gobierno recogerá los pedazos si fuera necesario, pospondrán la resolución de las hipotecas y pagarán miles de millones en bonos y dividendos.
- Socializar las pérdidas al mismo tiempo que se privatizan las ganancias es más preocupante que las consecuencias de la nacionalización de los bancos. Los contribuyentes norteamericanos están recibiendo un trato cada vez peor. En la primera ronda de las infusiones de efectivo, obtuvieron alrededor de 0,67 dólar en activos por cada dólar que entregaron (aunque los activos estaban casi con certeza sobrevaluados y su valor cayó rápidamente). Pero en las últimas infusiones de efectivo, se calcula que los norteamericanos están recibiendo 0,25 dólar, o menos, por cada dólar. Los malos términos implican una gran deuda nacional en el futuro. Una razón por la que estamos recibiendo malos términos es que si obtuviéramos un valor justo por nuestro dinero, a esta altura seríamos el accionista dominante de por lo menos uno de los principales bancos.
- A no confundir salvar a banqueros y accionistas con salvar bancos. Estados Unidos podría haber salvado a sus bancos, y dejar a los accionistas librados a su suerte, por mucho menos de lo que invirtió.
- El efecto derrame en la economía casi nunca funciona. Inyectar dinero en los bancos no ayudó a los propietarios de casas: los remates siguen aumentando. Dejar que AIG quebrara podría haber afectado a algunas instituciones sistémicamente importantes, pero hacer eso habría sido mejor que arriesgar más de 150.000 millones de dólares y esperar que parte de esa cifra recayera donde fuera importante.
- La falta de transparencia metió al sistema financiero norteamericano en este problema. La falta de transparencia no lo sacará de esta situación. La administración Obama está prometiendo asumir las pérdidas para persuadir a los fondos de cobertura y a otros inversores privados de comprar activos intangibles de los bancos. Pero esto no establecerá "precios de mercado", como sostiene la administración. Si el gobierno asume las pérdidas, estos son precios distorsionados. Las pérdidas bancarias ya ocurrieron y sus ganancias ahora deben producirse a expensas de los contribuyentes. Incorporar a los fondos de cobertura como terceras partes no hará más que aumentar el costo.
- Mejor proyectar hacia adelante que mirar hacia atrás, concentrándose en reducir el riesgo de los nuevos créditos y asegurando que los fondos creen nueva capacidad de préstamo. El pasado, pisado. Como punto de referencia, los 700.000 millones de dólares otorgados a un nuevo banco, apalancados 10 a 1, podrían haber financiado 7 billones de dólares en nuevos préstamos.
La era de pensar que se puede crear algo de la nada debería terminar. Las respuestas miopes de los políticos -que esperan arreglárselas con un acuerdo que es demasiado pequeño como para complacer a los contribuyentes y lo suficientemente grande como para complacer a los bancos- sólo prolongará el problema. Se está vislumbrando un callejón sin salida. Se necesitará más dinero, pero los norteamericanos no están de ánimo para ofrecerlo -ciertamente, no en los términos que se han visto hasta ahora-. El pozo de dinero tal vez se esté secando y con él, también, el optimismo y la esperanza legendarios de Estados Unidos.
AUTOR:
Joseph E. Stiglitz, profesor de Economía en la Universidad de Columbia, fue ganador del Premio Nobel de Economía en 2001 y es co-autor, junto con Linda Bilmes, de The Three Trillion Dollar War: The True Costs of the Iraq Conflict.
FUENTE: PROJECT SYNDICATE
Obama, sin embargo, heredó una economía en caída libre, y difícilmente hubiera podido revertir las cosas en el corto tiempo que transcurrió desde que asumió la presidencia. El presidente Bush parecía un ciervo encandilado por los faros -paralizado, incapaz de hacer prácticamente nada- durante los meses anteriores a abandonar el cargo. Es un alivio que Estados Unidos finalmente tenga un presidente que puede actuar, y lo que ha estado haciendo marcará una gran diferencia.
Desafortunadamente, lo que está haciendo no es suficiente. El paquete de estímulo parece grande -más del 2% del PBI por año-, pero una tercera parte está destinada a recortes impositivos. Y, en un momento en que los norteamericanos enfrentan un excedente de deuda, un desempleo que crece rápidamente (y el peor sistema de compensación por desempleo entre los principales países industriales) y una caída de los precios de los activos, probablemente ahorren gran parte del recorte impositivo.
Casi la mitad del estímulo no hace más que compensar el efecto contraccionario de la reducción de personal a nivel estatal. Los 50 estados de Estados Unidos deben mantener presupuestos equilibrados. Los déficits totales se calculaban en 150.000 millones de dólares hace unos meses; hoy la cifra debe ser mucho mayor -de hecho, sólo California enfrenta un déficit de 40.000 millones de dólares.
Los ahorros de los hogares finalmente están empezando a aumentar, lo cual es bueno para la salud a largo plazo de las finanzas hogareñas, pero desastroso para el crecimiento económico. Mientras tanto, la inversión y las exportaciones también se están derrumbando. Los estabilizadores automáticos de Estados Unidos -la progresividad de nuestros sistemas tributarios, la fortaleza de nuestro sistema de asistencia pública- se han visto seriamente debilitados, pero ofrecerán cierto estímulo, a medida que el déficit fiscal esperado trepe al 10% del PBI.
En resumen, el estímulo fortalecerá la economía de Estados Unidos, pero probablemente no sea suficiente para restablecer un crecimiento robusto. Esas son malas noticias para el resto del mundo, también, ya que una recuperación global fuerte requiere de una economía norteamericana fuerte.
Las verdaderas deficiencias en el programa de recuperación de Obama, sin embargo, no residen en el paquete de estímulo sino en sus esfuerzos por reanimar los mercados financieros. Las anomalías de Estados Unidos les ofrecen importantes lecciones a los países en todo el mundo, que enfrentan o enfrentarán mayores problemas con sus bancos:
- La demora en la reestructuración bancaria es costosa, tanto en términos de los eventuales costos del rescate como del daño a la economía general en el ínterin.
- A los gobiernos no les gusta admitir los costos totales del problema, de modo que le dan al sistema bancario apenas lo suficiente para sobrevivir, pero no lo suficiente como para devolverle la salud.
- La confianza es importante, pero debe descansar en fundamentos sólidos. Las políticas no deben basarse en la ficción de que se otorgaron buenos créditos, y que la perspicacia empresaria de los líderes y reguladores del mercado financiero se validará una vez que se restablezca la confianza.
- Se puede esperar que los banqueros actúen en interés propio en base a incentivos. Los incentivos perversos alimentaron la excesiva toma de riesgos, y los bancos que están al borde de la quiebra pero son demasiado grandes como para quebrar volverán a actuar de la misma manera. Sabiendo que el gobierno recogerá los pedazos si fuera necesario, pospondrán la resolución de las hipotecas y pagarán miles de millones en bonos y dividendos.
- Socializar las pérdidas al mismo tiempo que se privatizan las ganancias es más preocupante que las consecuencias de la nacionalización de los bancos. Los contribuyentes norteamericanos están recibiendo un trato cada vez peor. En la primera ronda de las infusiones de efectivo, obtuvieron alrededor de 0,67 dólar en activos por cada dólar que entregaron (aunque los activos estaban casi con certeza sobrevaluados y su valor cayó rápidamente). Pero en las últimas infusiones de efectivo, se calcula que los norteamericanos están recibiendo 0,25 dólar, o menos, por cada dólar. Los malos términos implican una gran deuda nacional en el futuro. Una razón por la que estamos recibiendo malos términos es que si obtuviéramos un valor justo por nuestro dinero, a esta altura seríamos el accionista dominante de por lo menos uno de los principales bancos.
- A no confundir salvar a banqueros y accionistas con salvar bancos. Estados Unidos podría haber salvado a sus bancos, y dejar a los accionistas librados a su suerte, por mucho menos de lo que invirtió.
- El efecto derrame en la economía casi nunca funciona. Inyectar dinero en los bancos no ayudó a los propietarios de casas: los remates siguen aumentando. Dejar que AIG quebrara podría haber afectado a algunas instituciones sistémicamente importantes, pero hacer eso habría sido mejor que arriesgar más de 150.000 millones de dólares y esperar que parte de esa cifra recayera donde fuera importante.
- La falta de transparencia metió al sistema financiero norteamericano en este problema. La falta de transparencia no lo sacará de esta situación. La administración Obama está prometiendo asumir las pérdidas para persuadir a los fondos de cobertura y a otros inversores privados de comprar activos intangibles de los bancos. Pero esto no establecerá "precios de mercado", como sostiene la administración. Si el gobierno asume las pérdidas, estos son precios distorsionados. Las pérdidas bancarias ya ocurrieron y sus ganancias ahora deben producirse a expensas de los contribuyentes. Incorporar a los fondos de cobertura como terceras partes no hará más que aumentar el costo.
- Mejor proyectar hacia adelante que mirar hacia atrás, concentrándose en reducir el riesgo de los nuevos créditos y asegurando que los fondos creen nueva capacidad de préstamo. El pasado, pisado. Como punto de referencia, los 700.000 millones de dólares otorgados a un nuevo banco, apalancados 10 a 1, podrían haber financiado 7 billones de dólares en nuevos préstamos.
La era de pensar que se puede crear algo de la nada debería terminar. Las respuestas miopes de los políticos -que esperan arreglárselas con un acuerdo que es demasiado pequeño como para complacer a los contribuyentes y lo suficientemente grande como para complacer a los bancos- sólo prolongará el problema. Se está vislumbrando un callejón sin salida. Se necesitará más dinero, pero los norteamericanos no están de ánimo para ofrecerlo -ciertamente, no en los términos que se han visto hasta ahora-. El pozo de dinero tal vez se esté secando y con él, también, el optimismo y la esperanza legendarios de Estados Unidos.
AUTOR:
Joseph E. Stiglitz, profesor de Economía en la Universidad de Columbia, fue ganador del Premio Nobel de Economía en 2001 y es co-autor, junto con Linda Bilmes, de The Three Trillion Dollar War: The True Costs of the Iraq Conflict.
FUENTE: PROJECT SYNDICATE
"Obama es demasiado prudente"
Máximo exponente de los neokeynesianos, Krugman cree que el nuevo Gobierno de EE UU rema en la buena dirección pero está siendo más que cauto. El fin de la crisis no aparece en sus pronósticos como algo cercano.
Pese a la generosa dotación del premio Nobel, Paul Krugman (Nueva York, 1953) no abandona su aspecto de profesor universitario, enfundado en un traje con deportivas negras y una mochila al hombro. Ha venido a Sevilla invitado por la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Hace acto de presencia en el minuto exacto de la cita, tímido y abrumado por los elogios. Todo eso desaparece en cuanto se enreda en temas económicos.
Pregunta. ¿Cuándo se dio cuenta de que habíamos vuelto a la economía de la depresión, como usted la denomina?
Respuesta. A principios de 2008 estaba bastante claro que nos habíamos topado con los límites de la política convencional. Después de la caída de Lehman, en septiembre, ya resultó obvio.
P. ¿Cuándo terminará?
R. Los precedentes no son buenos. La depresión japonesa terminó con un boom de sus exportaciones a China pero esta vez la crisis afecta a todo el mundo a la vez así que ésa no es una opción. Y la Gran Depresión terminó con la II Guerra Mundial. Hay un final natural a largo plazo, pero llevará mucho, mucho tiempo.
P. ¿Son realmente eficaces las medidas adoptadas?
R. Hasta cierto punto estamos cambiando deuda privada por deuda pública y tratamos de compensar el conservadurismo de los consumidores con un aumento del gasto público. Así salimos de la Gran Depresión. Es cierto que China pretende salir de la crisis con un aumento de las exportaciones y que eso puede ser la base de otra crisis. Pero creo que es tremendamente importante sostener la demanda, aunque no sea la solución definitiva. De lo contrario, corremos un riesgo serio de quedar atrapados en una trampa muy profunda.
P. ¿Debería coordinarse esa respuesta en el G-20 o en otros foros?
R. Lo ideal es que el G-20 saliera de las reuniones de este fin de semana con un acuerdo para coordinar las políticas fiscales aunque desgraciadamente eso no va a pasar. Lo más crucial es que los europeos pacten entre ellos las bases de la expansión fiscal porque la dependencia es mucho mayor entre los socios de la UE que respecto a EE UU. En todo caso, necesitamos un acuerdo del G-20 para coordinar las políticas fiscales y también un plan de rescate para los países emergentes con problemas. Aquí probablemente tendría un papel decisivo el FMI, que debería proporcionar recursos suficientes a Hungría y al resto de los países bálticos.
P. ¿Habría que reforzar la cooperación entre EE UU y la UE?
R. Sin duda, hay mucha dependencia entre ambos. Todos estamos preocupados por el déficit pero un esfuerzo coordinado puede reducir la aportación extra que debe hacer cada uno y aumentar los beneficios. El plan de estímulo fiscal de EE UU ayuda a la economía europea, en buena medida. Por ejemplo, muchas de las ayudas destinadas a AIG acabaron en manos de bancos europeos que eran los que les habían comprado los seguros contra impagos de deuda (credit default swaps). Ahora muchos se preguntan por qué el contribuyente de EE UU tiene que rescatar bancos europeos.
P. ¿Y los bancos centrales?
R. Ahí los efectos no están tan claros. Hasta cierto punto, la resistencia del BCE a utilizar todo el margen en los tipos de interés está beneficiando a EE UU, con un dólar más barato que impulsa las exportaciones, así que a nosotros claramente nos interesa la política de Trichet.
P. ¿Conoce al presidente Zapatero o va a reunirse con él?
R. No le conozco. Sé que interviene en el acto en el que tengo que participar
en Madrid, pero no sé si habrá oportunidad de encontrarnos. Lo que sí he hecho ha sido repasar a fondo la situación de España.
P. ¿Y sus conclusiones?
R. Que España es como California o Florida. Las dos han vivido un boom de la construcción, han recibido grandes flujos de capital extranjero y, cuando ha estallado la burbuja inmobiliaria, la situación se ha vuelto muy difícil. Ahora tienen problemas de ajuste similares: el déficit es preocupante y la rebaja del rating ha sido inevitable, aunque peor para California.
P. ¿Y qué se debería hacer?
R. Va a ser duro. Lo que realmente asusta de la situación española es que no está nada claro cuál es la estrategia de ajuste por su pertenencia a la UE. Todo lo que puede hacer es mitigar los efectos de la crisis. Si España no fuera parte del euro, la devaluación ayudaría, pero esa opción ya no existe; la política fiscal es muy limitada para los países de la UE; también es limitada la capacidad de actuar sobre el sistema financiero aunque los bancos españoles han demostrado estar relativamente en buena forma; se pueden adoptar medidas para limitar el impacto de la crisis sobre los parados. Pero en buena medida a España sólo le queda esperar a que se produzca una recuperación europea.
P. ¿No debería jugar China un papel más destacado?
R. Sí, siempre que China también dé señales de cooperación. De momento sólo pretenden salir de la recesión con una moneda devaluada que impulse sus exportaciones y la política de la Reserva Federal no tiene como objetivo que los chinos estén contentos. Además, hay una cierta amenaza de que se puedan llevar el dinero que tienen en dólares, pero lo cierto es que si debes 100 dólares a alguien tienes un problema pero si lo que debes es un billón, como a los chinos, el problema lo tiene China, no tú.
P. ¿Puede el mismo sistema financiero que nos ha llevado al caos ser el que marque las directrices de futuro?
R. Nos enfrentamos a un gran test que debemos resolver y es la reconstrucción del sistema financiero. Solíamos tener un sistema más sencillo, con los bancos actuando como intermediarios y luego todo derivó en un sistema de enormes instituciones financieras, complejas y poco reguladas. Claramente eso ha fracasado. Probablemente debamos mirar hacia un modelo más simple y más al viejo estilo. Muchos cambios se producirán de forma natural. Dudo que la gente vuelva a confiar en estos planes financieros complejos y complicados, que en buena medida ya han quebrado: unos 400.000 millones de dólares del sistema financiero han desaparecido. Pero también se necesita más regulación de la que tenemos y eso va a ser duro.
P. La crisis se ha llevado por delante a muchos banqueros pero a ningún regulador.
R. En EE UU, muchos supervisores han sido forzados a dimitir de una forma u otra. Tampoco está claro que incluso haciendo su trabajo bien esto no hubiera pasado. Pero es cierto que ni siquiera intentaron hacerlo.
P. ¿Se refiere a Greenspan?
R. No, aunque es un poco triste ver cómo intenta defender su legado. Pero no hablaba de él.
P. ¿Podemos enfrentarnos, como en los años treinta, a una serie de devaluaciones competitivas?
R. Esas devaluaciones ayudaron, no fueron dañinas para la economía mundial, pero era un mundo distinto que se regía por el patrón oro. Lo que me preocupa es si ahora las devaluaciones sustituyen a otro tipo de medidas. Si China, por ejemplo, lo hace para salir de la crisis, eso sí es un problema.
P. ¿Cómo valora los primeros meses del gobierno de Obama?
R. El cambio a mejor es enorme, son políticas inteligentes y honestas y sólo eso ya dibuja un mundo completamente diferente al que había. El problema es que el gobierno Obama está siendo demasiado cauto, incluso siendo más audaz de lo habitual, está siendo demasiado prudente
dada la dimensión de la crisis. El plan de estímulo tenía que haber sido, al menos, un 30% mayor y no quieren adoptar ninguna medida dramática sobre los bancos. Las prioridades fijadas en el presupuesto son excelentes, pero aunque reman en la dirección correcta no están remando lo suficiente.
P. Pero sí hay ámbitos, como la sanidad y las políticas de gasto, en los que Obama está aplicando reformas profundas...
R. Hay una frase que se atribuye a su jefe de gabinete, Rahm Emmanuel, que dice: "Nunca se debe desaprovechar una crisis". Eso define muy bien su espíritu -yo he hecho mía la frase [risas]-. Reagan aprovechó la crisis del 87 para cambiar todo, ¿por qué no vamos a poder dar la vuelta a algunas cosas?
P. ¿Incluyen esos cambios la nacionalización de la banca?
R. En eso, ni siquiera parece que tengan un plan , hablan de la cooperación pública y privada pero de forma difusa y a veces suena más como un regalo al sector. Lo que creo que va a pasar, aunque llevará tiempo, es una solución a la sueca . Eso llevará a garantizar los depósitos bancarios y a nacionalizar temporalmente Citigroup y posiblemente también Bank of America.
P. ¿A eso se refería el secretario del Tesoro cuando dijo que el capitalismo ya será diferente?
R. Éste es uno de esos momentos en los que toda una filosofía ha sido desacreditada. Los que defendían que la avaricia era buena y que los mercados debían autoregularse sufren ahora la catástrofe. Son los mismos que decían que si se subían los impuestos a los ricos pasarían cosas terribles. Pues Clinton subió los impuestos a las rentas más altas y la economía funcionó muy bien durante ocho años, mientras que Bush los bajó y mira lo que ha pasado. Creo que ese cambio se va a imponer.
P. ¿Amenaza la crisis la reelección de Obama?
R. Obama se parece a Roosevelt, que no resolvió la Depresión pero al que se veía que tomaba medidas para intentar salir de la crisis y eso le dio la victoria electoral. Muchos expertos en política de mi Universidad aseguran que los electores tienen una memoria muy frágil, que sólo se preocupan por lo que pasa en los últimos seis meses así que Obama tiene margen para mejorar cosas antes de la reelección.
ENTREVISTA : Paul Krugman Premio Nobel de Economía 2008
AUTOR :
A. GONZÁLEZ / M. Á. NOCEDA
FUENTE : DIARIO EL PAIS
Pese a la generosa dotación del premio Nobel, Paul Krugman (Nueva York, 1953) no abandona su aspecto de profesor universitario, enfundado en un traje con deportivas negras y una mochila al hombro. Ha venido a Sevilla invitado por la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Hace acto de presencia en el minuto exacto de la cita, tímido y abrumado por los elogios. Todo eso desaparece en cuanto se enreda en temas económicos.
Pregunta. ¿Cuándo se dio cuenta de que habíamos vuelto a la economía de la depresión, como usted la denomina?
Respuesta. A principios de 2008 estaba bastante claro que nos habíamos topado con los límites de la política convencional. Después de la caída de Lehman, en septiembre, ya resultó obvio.
P. ¿Cuándo terminará?
R. Los precedentes no son buenos. La depresión japonesa terminó con un boom de sus exportaciones a China pero esta vez la crisis afecta a todo el mundo a la vez así que ésa no es una opción. Y la Gran Depresión terminó con la II Guerra Mundial. Hay un final natural a largo plazo, pero llevará mucho, mucho tiempo.
P. ¿Son realmente eficaces las medidas adoptadas?
R. Hasta cierto punto estamos cambiando deuda privada por deuda pública y tratamos de compensar el conservadurismo de los consumidores con un aumento del gasto público. Así salimos de la Gran Depresión. Es cierto que China pretende salir de la crisis con un aumento de las exportaciones y que eso puede ser la base de otra crisis. Pero creo que es tremendamente importante sostener la demanda, aunque no sea la solución definitiva. De lo contrario, corremos un riesgo serio de quedar atrapados en una trampa muy profunda.
P. ¿Debería coordinarse esa respuesta en el G-20 o en otros foros?
R. Lo ideal es que el G-20 saliera de las reuniones de este fin de semana con un acuerdo para coordinar las políticas fiscales aunque desgraciadamente eso no va a pasar. Lo más crucial es que los europeos pacten entre ellos las bases de la expansión fiscal porque la dependencia es mucho mayor entre los socios de la UE que respecto a EE UU. En todo caso, necesitamos un acuerdo del G-20 para coordinar las políticas fiscales y también un plan de rescate para los países emergentes con problemas. Aquí probablemente tendría un papel decisivo el FMI, que debería proporcionar recursos suficientes a Hungría y al resto de los países bálticos.
P. ¿Habría que reforzar la cooperación entre EE UU y la UE?
R. Sin duda, hay mucha dependencia entre ambos. Todos estamos preocupados por el déficit pero un esfuerzo coordinado puede reducir la aportación extra que debe hacer cada uno y aumentar los beneficios. El plan de estímulo fiscal de EE UU ayuda a la economía europea, en buena medida. Por ejemplo, muchas de las ayudas destinadas a AIG acabaron en manos de bancos europeos que eran los que les habían comprado los seguros contra impagos de deuda (credit default swaps). Ahora muchos se preguntan por qué el contribuyente de EE UU tiene que rescatar bancos europeos.
P. ¿Y los bancos centrales?
R. Ahí los efectos no están tan claros. Hasta cierto punto, la resistencia del BCE a utilizar todo el margen en los tipos de interés está beneficiando a EE UU, con un dólar más barato que impulsa las exportaciones, así que a nosotros claramente nos interesa la política de Trichet.
P. ¿Conoce al presidente Zapatero o va a reunirse con él?
R. No le conozco. Sé que interviene en el acto en el que tengo que participar
en Madrid, pero no sé si habrá oportunidad de encontrarnos. Lo que sí he hecho ha sido repasar a fondo la situación de España.
P. ¿Y sus conclusiones?
R. Que España es como California o Florida. Las dos han vivido un boom de la construcción, han recibido grandes flujos de capital extranjero y, cuando ha estallado la burbuja inmobiliaria, la situación se ha vuelto muy difícil. Ahora tienen problemas de ajuste similares: el déficit es preocupante y la rebaja del rating ha sido inevitable, aunque peor para California.
P. ¿Y qué se debería hacer?
R. Va a ser duro. Lo que realmente asusta de la situación española es que no está nada claro cuál es la estrategia de ajuste por su pertenencia a la UE. Todo lo que puede hacer es mitigar los efectos de la crisis. Si España no fuera parte del euro, la devaluación ayudaría, pero esa opción ya no existe; la política fiscal es muy limitada para los países de la UE; también es limitada la capacidad de actuar sobre el sistema financiero aunque los bancos españoles han demostrado estar relativamente en buena forma; se pueden adoptar medidas para limitar el impacto de la crisis sobre los parados. Pero en buena medida a España sólo le queda esperar a que se produzca una recuperación europea.
P. ¿No debería jugar China un papel más destacado?
R. Sí, siempre que China también dé señales de cooperación. De momento sólo pretenden salir de la recesión con una moneda devaluada que impulse sus exportaciones y la política de la Reserva Federal no tiene como objetivo que los chinos estén contentos. Además, hay una cierta amenaza de que se puedan llevar el dinero que tienen en dólares, pero lo cierto es que si debes 100 dólares a alguien tienes un problema pero si lo que debes es un billón, como a los chinos, el problema lo tiene China, no tú.
P. ¿Puede el mismo sistema financiero que nos ha llevado al caos ser el que marque las directrices de futuro?
R. Nos enfrentamos a un gran test que debemos resolver y es la reconstrucción del sistema financiero. Solíamos tener un sistema más sencillo, con los bancos actuando como intermediarios y luego todo derivó en un sistema de enormes instituciones financieras, complejas y poco reguladas. Claramente eso ha fracasado. Probablemente debamos mirar hacia un modelo más simple y más al viejo estilo. Muchos cambios se producirán de forma natural. Dudo que la gente vuelva a confiar en estos planes financieros complejos y complicados, que en buena medida ya han quebrado: unos 400.000 millones de dólares del sistema financiero han desaparecido. Pero también se necesita más regulación de la que tenemos y eso va a ser duro.
P. La crisis se ha llevado por delante a muchos banqueros pero a ningún regulador.
R. En EE UU, muchos supervisores han sido forzados a dimitir de una forma u otra. Tampoco está claro que incluso haciendo su trabajo bien esto no hubiera pasado. Pero es cierto que ni siquiera intentaron hacerlo.
P. ¿Se refiere a Greenspan?
R. No, aunque es un poco triste ver cómo intenta defender su legado. Pero no hablaba de él.
P. ¿Podemos enfrentarnos, como en los años treinta, a una serie de devaluaciones competitivas?
R. Esas devaluaciones ayudaron, no fueron dañinas para la economía mundial, pero era un mundo distinto que se regía por el patrón oro. Lo que me preocupa es si ahora las devaluaciones sustituyen a otro tipo de medidas. Si China, por ejemplo, lo hace para salir de la crisis, eso sí es un problema.
P. ¿Cómo valora los primeros meses del gobierno de Obama?
R. El cambio a mejor es enorme, son políticas inteligentes y honestas y sólo eso ya dibuja un mundo completamente diferente al que había. El problema es que el gobierno Obama está siendo demasiado cauto, incluso siendo más audaz de lo habitual, está siendo demasiado prudente
dada la dimensión de la crisis. El plan de estímulo tenía que haber sido, al menos, un 30% mayor y no quieren adoptar ninguna medida dramática sobre los bancos. Las prioridades fijadas en el presupuesto son excelentes, pero aunque reman en la dirección correcta no están remando lo suficiente.
P. Pero sí hay ámbitos, como la sanidad y las políticas de gasto, en los que Obama está aplicando reformas profundas...
R. Hay una frase que se atribuye a su jefe de gabinete, Rahm Emmanuel, que dice: "Nunca se debe desaprovechar una crisis". Eso define muy bien su espíritu -yo he hecho mía la frase [risas]-. Reagan aprovechó la crisis del 87 para cambiar todo, ¿por qué no vamos a poder dar la vuelta a algunas cosas?
P. ¿Incluyen esos cambios la nacionalización de la banca?
R. En eso, ni siquiera parece que tengan un plan , hablan de la cooperación pública y privada pero de forma difusa y a veces suena más como un regalo al sector. Lo que creo que va a pasar, aunque llevará tiempo, es una solución a la sueca . Eso llevará a garantizar los depósitos bancarios y a nacionalizar temporalmente Citigroup y posiblemente también Bank of America.
P. ¿A eso se refería el secretario del Tesoro cuando dijo que el capitalismo ya será diferente?
R. Éste es uno de esos momentos en los que toda una filosofía ha sido desacreditada. Los que defendían que la avaricia era buena y que los mercados debían autoregularse sufren ahora la catástrofe. Son los mismos que decían que si se subían los impuestos a los ricos pasarían cosas terribles. Pues Clinton subió los impuestos a las rentas más altas y la economía funcionó muy bien durante ocho años, mientras que Bush los bajó y mira lo que ha pasado. Creo que ese cambio se va a imponer.
P. ¿Amenaza la crisis la reelección de Obama?
R. Obama se parece a Roosevelt, que no resolvió la Depresión pero al que se veía que tomaba medidas para intentar salir de la crisis y eso le dio la victoria electoral. Muchos expertos en política de mi Universidad aseguran que los electores tienen una memoria muy frágil, que sólo se preocupan por lo que pasa en los últimos seis meses así que Obama tiene margen para mejorar cosas antes de la reelección.
ENTREVISTA : Paul Krugman Premio Nobel de Economía 2008
AUTOR :
A. GONZÁLEZ / M. Á. NOCEDA
FUENTE : DIARIO EL PAIS
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