El 15 de julio de 2007, The New York Times publicaba un artículo con el titular 'Los más ricos entre los ricos, orgullosos de una nueva Época Dorada'. Entre los "nuevos titanes", el que destacaba más prominentemente era Sanford Weill, ex presidente de Citigroup, que insistía en que él y sus homólogos del sector financiero habían obtenido su inmensa fortuna gracias a sus aportaciones a la sociedad.
Poco después de que se publicara dicho artículo, el edificio financiero que Weill se congratulaba de haber ayudado a construir se venía abajo, y provocaba con su caída inmensos daños colaterales. Aunque consigamos evitar que se repita la Gran Depresión, la economía mundial necesitará años para recuperarse de esta crisis.
Todo esto explica por qué debería preocuparnos que las remuneraciones en los bancos de inversión, tras bajar el año pasado, vuelven a dispararse, hasta los niveles de 2007. ¿Por qué es esto preocupante? Déjenme contarles los motivos. En primer lugar, ya no hay razón para creer que los magos de Wall Street realizan de hecho una aportación positiva a la sociedad, y mucho menos una aportación que justifique esas nóminas desmesuradas.
Recuérdese que el dorado Wall Street de 2007 era un fenómeno bastante nuevo. Desde la década de 1930 hasta aproximadamente 1980, la banca era un negocio sobrio y aburrido que, de media, no pagaba mejor que otros sectores, pero hacía que las ruedas de la economía siguieran girando.
Entonces, ¿por qué algunos banqueros empezaron a acumular enormes fortunas? Era, se nos decía, una recompensa por su creatividad, por la innovación financiera. A estas alturas, sin embargo, es difícil pensar en una gran innovación financiera reciente que de hecho ayudase a la sociedad, y que no fuera una forma nueva y mejorada de provocar burbujas, evadir normas y crear de facto pirámides financieras.
Recordemos un discurso reciente de Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal, en el que intentó defender la innovación financiera. Sus ejemplos de innovaciones financieras "buenas" eran: (1) las tarjetas de crédito, que no son precisamente una idea nueva; (2) la cobertura de descubiertos, y (3) las hipotecas subprime. (No me lo invento). ¿Éstas son las cosas por las que pagaban tanto a los banqueros?
Aun así, se podría alegar que tenemos una economía de libre mercado, y que es el sector privado el que debe decidir cuánto valen sus trabajadores. Pero esto me lleva a mi segundo razonamiento: Wall Street ya no forma parte, en un sentido real, del sector privado. Es un pupilo del Estado, tan dependiente de la ayuda pública como los receptores de la Asistencia Temporal a Familias Necesitadas. No hablo sólo de los 600.000 millones de dólares ya asignados del TARP. Están también las enormes líneas de crédito de la Reserva Federal; el préstamo a gran escala efectuado por los bancos federales hipotecarios; los finiquitos de los contratos de AIG financiados por los contribuyentes; la enorme expansión de los avales del Fondo de Garantía de Depósitos (FDIC en sus siglas en inglés), y, más en general, el apoyo implícito proporcionado a todas las empresas financieras consideradas demasiado grandes, o demasiado estratégicas, para quebrar.
Se puede argumentar que es necesario rescatar a Wall Street para proteger la economía en su conjunto, y estoy de acuerdo. Pero teniendo en cuenta el dinero de los contribuyentes que hay en peligro, las empresas financieras deberían comportarse como las de servicios públicos, y no volver a las prácticas y remuneraciones de 2007.
Es más, pagar cantidades ingentes a embaucadores no sólo es indignante; también es peligroso. A fin de cuentas, ¿por qué asumieron los banqueros riesgos tan excesivos? Porque el éxito -o incluso la apariencia temporal de éxito- ofrecía unas recompensas gigantescas: hasta los ejecutivos que hacían saltar por los aires sus empresas podían largarse con cientos de millones de dólares y lo hacían. Ahora estamos viendo que se ofrecen remuneraciones parecidas a gente que puede jugar sus arriesgados juegos con respaldo federal.
¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué van las nóminas camino de la estratosfera una vez más? Las afirmaciones de que las empresas tienen que pagar estos salarios para conservar a sus mejores profesionales no son verosímiles: si el empleo en el sector financiero se está desplomando, ¿adónde va a ir toda esa gente?
No, la verdadera razón por la que las empresas financieras vuelven a pagar tanto es sencillamente porque pueden. Están ganando dinero otra vez (aunque no tanto como afirman), ¿y por qué no? Al fin y al cabo, consiguen préstamos baratos, gracias a todos esos avales federales, y prestan con unos tipos de interés mucho más elevados. Así que comen, beben y son felices, porque a lo peor mañana les regulan.
O a lo mejor no. La sensación palpable en la prensa financiera es que la tempestad ha pasado: las Bolsas suben, la caída en picado de la economía podría estar nivelándose, y es probable que el Gobierno de Obama deje a los banqueros irse de rositas con nada más que unos cuantos discursos severos. Con razón o sin ella, los banqueros parecen creer que las cosas están a punto de volver a ser lo que eran.
Sólo podemos desear que nuestros líderes les demuestren que están equivocados, y lleven a cabo una verdadera reforma. En 2008, unos banqueros demasiado bien pagados que asumieron grandes riesgos con dinero de otros pusieron de rodillas a la economía mundial. Lo último que necesitamos es darles la oportunidad de volver a hacerlo.
AUTOR : PAUL KRUGMAN; PREMIO NOBEL DE ECONOMIA 2008
FUENTE : EL PAIS
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sábado, 2 de mayo de 2009
Crisis, blindaje y alternativas (El Tiempo)
La economía peruana ya entró en recesión. El crecimiento económico se detuvo y la producción nacional está reduciéndose. Las cifras oficiales indican que el PBI de febrero fue 0.19% mayor que febrero del año pasado. Pero si comparamos el PBI de febrero del 2009 con el de unos meses atrás, en vez de ir para arriba, estamos yendo para abajo, como se ve en el gráfico. .
Lo mismo sucede con las cifras de empleo, que en los últimos 4 meses han caído en 3%. Estas cifras nos indican que ya pasamos de una crisis que afectaba únicamente a algunos sectores exportadores, a una recesión que se ha generalizado en la mayor parte de la economía nacional. A los miles de empleos perdidos en el sector textil, agroexportador y turístico, y a la drástica reducción de ingresos de alpaqueros, cafetaleros y otros agricultores, se suman ahora muchas otras familias en diversas ramas de la economía.
El gobierno afirmó durante meses que estábamos blindados y que la crisis internacional no tocaría nuestras puertas. No ha sido así por una razón principal: la torpeza del gobierno en hacer frente a la crisis internacional. Pensaron que iba a ser una crisis pasajera y leve, cuando desde el comienzo se veía que podía ser fuerte y prolongada. En tiempos difíciles lo mejor es estar preparado para lo peor, pero el gobierno prefirió pintarse un improbable futuro rosado. Tremendo error, que se explica por la postura neoliberal del gobierno de apostar toda su estrategia al capital internacional y pensar que la intervención estatal en la economía debe ser mínima.
Basados en esa sesgada visión de la realidad, la política económica de todo el segundo semestre del 2008 fue de negación de la crisis internacional. Se limitaron a evitar que la salida de capitales produjera una abrupta elevación del tipo de cambio y una contracción del crédito, mediante la acción del Banco Central de Reserva de vender dólares y proveer liquidez. Al mismo tiempo, optaron por reducir el gasto y la inversión pública, agravando los impulsos recesivos.
El Plan Anti-Crisis
Tardíamente, el gobierno cambió al ministro de economía y se lanzó un plan anti-crisis, oficialmente llamado de “estímulo económico”. Los resultados muestran que ese plan no está funcionando.
En términos macroeconómicos, el principal problema del plan anti-crisis es que confiaba todo a un rápido repunte de la inversión privada y pública. Las recientes declaraciones presidenciales muestran que su confianza a ciegas en la inversión privada, ha fracasado una vez más. Pero el problema también ha estado en la inversión pública: como era previsible, esta demora en hacerse realidad, sobretodo al haberse optado por un esquema centralista que, frente a los gobiernos regionales y municipios, mantiene recortes presupuestales y trabas al desarrollo de sus capacidades gerenciales y técnicas. El gobierno apostó a una inversión pública centrada en los ministerios apristas de transportes y de vivienda, sin lograr los resultados deseados.
En tiempos de crisis, la rapidez para ejecutar los planes es de primordial importancia. Al confiar todo el plan anti-crisis a la inversión, el gobierno dejó de lado otros mecanismos que pueden actuar con más velocidad para estimular la demanda, como son aquellos directamente relacionados a los ingresos y el consumo de la población.
Salir de la Crisis con otro rumbo
La política económica actual no solamente ha permitido la profundización de la crisis; también representa un reforzamiento del modelo neoliberal. El remate de nuestros puertos y la entrega de concesiones de infraestructura mal reguladas a grandes empresas va a significar enormes costos a los usuarios. La priorización de la extracción de minerales y petróleo se sigue promoviendo aunque arrase con el bosque amazónico, el medio ambiente y los derechos de las comunidades y pueblos indígenas.
El último episodio de esta política es la de la libre disponibilidad de la CTS al mismo tiempo que se niega todo aumento de los sueldos y salarios. Se opta porque los trabajadores se coman los ahorros que deben servirles para hacer frente al riesgo de desempleo, justo cuando éste riesgo está más presente que nunca. Por el contrario, lo que debe hacerse es efectivamente aumentar los ingresos de los trabajadores, pero no a costa de ponerlos en mayor situación de vulnerabilidad. ¿Por qué no se rebaja las comisiones y aportes a las AFPs, a quienes desde hace meses les pagamos para que nuestra plata pierda en vez de ganar? ¿Por qué no se reajusta el salario mínimo y se mejoran sueldos y/o bonificaciones a maestros y servidores públicos? ¿Por qué no se facilita que los trabajadores privados en general aumenten sus remuneraciones? Estas son las opciones que se necesitan, aumentando la demanda pero no a costa de aumentar la inseguridad de las familias en medio de la crisis.
El Perú necesita una política económica y social distinta a la actual para salir de la crisis. Pero el objetivo no es regresar a dónde estábamos, a un modelo neoliberal que agrava la desigualdad, acentúa las fracturas sociales y afecta tremendamente nuestro medio ambiente. No debemos retomar el mismo tipo de crecimiento económico sin desarrollo humano y social. Aumentos de salarios públicos y privados, y más presupuesto a programas sociales que directamente vayan a los más pobres, eran y son alternativas anti-crisis que pueden funcionar con rapidez, y que además tienen la virtud de orientarse a los más necesitados. Más allá del corto plazo, debemos apuntar a un desarrollo con orientación humana, basado en la agricultura y la industria, respetando la ecología y donde la salud, la educación y la seguridad social sean componentes fundamentales.
AUTOR : PEDRO FRANCKE
FUENTE : EL TIEMPO
Lo mismo sucede con las cifras de empleo, que en los últimos 4 meses han caído en 3%. Estas cifras nos indican que ya pasamos de una crisis que afectaba únicamente a algunos sectores exportadores, a una recesión que se ha generalizado en la mayor parte de la economía nacional. A los miles de empleos perdidos en el sector textil, agroexportador y turístico, y a la drástica reducción de ingresos de alpaqueros, cafetaleros y otros agricultores, se suman ahora muchas otras familias en diversas ramas de la economía.
El gobierno afirmó durante meses que estábamos blindados y que la crisis internacional no tocaría nuestras puertas. No ha sido así por una razón principal: la torpeza del gobierno en hacer frente a la crisis internacional. Pensaron que iba a ser una crisis pasajera y leve, cuando desde el comienzo se veía que podía ser fuerte y prolongada. En tiempos difíciles lo mejor es estar preparado para lo peor, pero el gobierno prefirió pintarse un improbable futuro rosado. Tremendo error, que se explica por la postura neoliberal del gobierno de apostar toda su estrategia al capital internacional y pensar que la intervención estatal en la economía debe ser mínima.
Basados en esa sesgada visión de la realidad, la política económica de todo el segundo semestre del 2008 fue de negación de la crisis internacional. Se limitaron a evitar que la salida de capitales produjera una abrupta elevación del tipo de cambio y una contracción del crédito, mediante la acción del Banco Central de Reserva de vender dólares y proveer liquidez. Al mismo tiempo, optaron por reducir el gasto y la inversión pública, agravando los impulsos recesivos.
El Plan Anti-Crisis
Tardíamente, el gobierno cambió al ministro de economía y se lanzó un plan anti-crisis, oficialmente llamado de “estímulo económico”. Los resultados muestran que ese plan no está funcionando.
En términos macroeconómicos, el principal problema del plan anti-crisis es que confiaba todo a un rápido repunte de la inversión privada y pública. Las recientes declaraciones presidenciales muestran que su confianza a ciegas en la inversión privada, ha fracasado una vez más. Pero el problema también ha estado en la inversión pública: como era previsible, esta demora en hacerse realidad, sobretodo al haberse optado por un esquema centralista que, frente a los gobiernos regionales y municipios, mantiene recortes presupuestales y trabas al desarrollo de sus capacidades gerenciales y técnicas. El gobierno apostó a una inversión pública centrada en los ministerios apristas de transportes y de vivienda, sin lograr los resultados deseados.
En tiempos de crisis, la rapidez para ejecutar los planes es de primordial importancia. Al confiar todo el plan anti-crisis a la inversión, el gobierno dejó de lado otros mecanismos que pueden actuar con más velocidad para estimular la demanda, como son aquellos directamente relacionados a los ingresos y el consumo de la población.
Salir de la Crisis con otro rumbo
La política económica actual no solamente ha permitido la profundización de la crisis; también representa un reforzamiento del modelo neoliberal. El remate de nuestros puertos y la entrega de concesiones de infraestructura mal reguladas a grandes empresas va a significar enormes costos a los usuarios. La priorización de la extracción de minerales y petróleo se sigue promoviendo aunque arrase con el bosque amazónico, el medio ambiente y los derechos de las comunidades y pueblos indígenas.
El último episodio de esta política es la de la libre disponibilidad de la CTS al mismo tiempo que se niega todo aumento de los sueldos y salarios. Se opta porque los trabajadores se coman los ahorros que deben servirles para hacer frente al riesgo de desempleo, justo cuando éste riesgo está más presente que nunca. Por el contrario, lo que debe hacerse es efectivamente aumentar los ingresos de los trabajadores, pero no a costa de ponerlos en mayor situación de vulnerabilidad. ¿Por qué no se rebaja las comisiones y aportes a las AFPs, a quienes desde hace meses les pagamos para que nuestra plata pierda en vez de ganar? ¿Por qué no se reajusta el salario mínimo y se mejoran sueldos y/o bonificaciones a maestros y servidores públicos? ¿Por qué no se facilita que los trabajadores privados en general aumenten sus remuneraciones? Estas son las opciones que se necesitan, aumentando la demanda pero no a costa de aumentar la inseguridad de las familias en medio de la crisis.
El Perú necesita una política económica y social distinta a la actual para salir de la crisis. Pero el objetivo no es regresar a dónde estábamos, a un modelo neoliberal que agrava la desigualdad, acentúa las fracturas sociales y afecta tremendamente nuestro medio ambiente. No debemos retomar el mismo tipo de crecimiento económico sin desarrollo humano y social. Aumentos de salarios públicos y privados, y más presupuesto a programas sociales que directamente vayan a los más pobres, eran y son alternativas anti-crisis que pueden funcionar con rapidez, y que además tienen la virtud de orientarse a los más necesitados. Más allá del corto plazo, debemos apuntar a un desarrollo con orientación humana, basado en la agricultura y la industria, respetando la ecología y donde la salud, la educación y la seguridad social sean componentes fundamentales.
AUTOR : PEDRO FRANCKE
FUENTE : EL TIEMPO
El canto de las cigarras o panorama económico tras la crisis financiera
Nada dice
En el canto de la cigarra
Que su fin está cerca
Basho
Perciben los hombres los hechos ocurridos; los sabios, los que se aproximan y solo los inmortales, los futuros, decía Filóstrato, en su Vida de Apolonio de Tiana, hace ya 17 siglos. Llena de momentos memorables en la historia humana, estos sucesos especiales suelen establecer los lindes de las épocas; sin embargo, también es bueno recordar que cuando llegan estos, pocos pueden advertir su real valía. ¿Nos ha tocado vivir en esta frontera concluyente? Crisis económica, pero también intelectual, ideológica, política y social, que pone en cuestión los fundamentales del orden global. Ningún país parece salvarse del derrumbe: el avance de la división del trabajo integró a todos en una vulnerable red y ahora el colapso arruina, sin importar la virtud, por igual.
No necesitamos conocer las causas de la crisis para apreciar la magnitud de la nueva catástrofe económica. Según las últimas proyecciones del Fondo Monetario Internacional, la tasa de crecimiento de la economía mundial sería de 0,5% en el año 2009, la tasa más baja registrada desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Por primera vez en 60 años, la producción de las economías más avanzadas experimentaría un retroceso; en 8 millones aumentaría, en los países de la OECD, el número de desempleados y en 100 millones, el número de pobres; el volumen del comercio internacional de bienes y servicios descendería 2,9%. ¿Cuántas personas en el mundo son capaces de comprender un guarismo tan inmensurable como 32 trillones de dólares, monto en que se estiman las pérdidas de los mercados bursátiles? Equivale la cifra al producto interno bruto (PIB) conjunto de todos los países de la OECD en el año 2008, a 275 años de producción en el Perú y excede en 18 veces la suma total de la producción total generada por el Perú como nación independiente. Parece inmenso el costo: el aumento de la deuda pública puede afectar por décadas la marcha de la economía mundial. Se estima que el déficit fiscal de los Estados Unidos podría ser equivalente a 12,5% de su producto interno bruto, para la Unión Europea (UE) se anticipa un escenario similar. Con estos desarrollos, es poco probable que las economías emergentes reciban en los próximos años financiamiento neto de los países de la OECD.
Con claridad nos revela, la información estadística inquirida, que hemos ingresado a una nueva fase de la crisis económica. Si la característica distintiva de la primera fase fue el colapso financiero, ahora la acción se ha trasladado al sector real de la economía: la parálisis del crédito ha afectado fundamentalmente a los sectores más dinámicos de la economía mundial, el descenso de la producción habrías sido más intenso en Asia y en la UE que en Estados Unidos. Aunque las estadísticas que muestran la evolución por componentes del PBI de Estados Unidos nos indican una enorme dispersión en las tasas de crecimiento de los distintos componentes de la demanda agregada, podemos extraer la conclusión de que la parálisis del crédito ha afectado fundamentalmente a tres de sus componentes: Primero, la demanda de bienes de consumo durables: (autos, computadoras, televisores, y, otros aparatos electrónicos) ha descendido significativamente, segundo; también el consumo conspicuo, y por último lugar, la inversión en construcción ha sufrido de igual forma.
Este patrón de descenso en la demanda ha determinado una drástica reducción en las exportaciones de todas las economías asiáticas. Como todas ellas basan su crecimiento en las exportaciones y su sector industrial se orienta básicamente hacia el exterior, no es sorprendente que sea en esta región del mundo donde se observan las reducciones más drásticas en el empleo, los índices de producción industrial y el producto interno bruto. En efecto, las últimas estadísticas nos muestran que las consecuencias del ajuste han sido drásticas en todos estos países. Sería importante para el Perú analizar la reducción que se ha registrado en el consumo conspicuo, ya que muchas de nuestras exportaciones no tradicionales se orientan hacia este sector. Sin duda, el origen fundamental del crecimiento en la demanda de dicho consumo está ligado al crecimiento del sector financiero y a la concentración del ingreso que ha habido en los últimos años. De manera que no debe sorprendernos que el colapso de la banca de inversión haya provocado un colapso en la demanda por este tipo de bienes, así como en la gama de industrias y servicios que satisfacían esta necesidad. Además, como varios de los productos textiles y agroindustriales que exporta el Perú se orientan a este sector, habría un serio peligro para el futuro de nuestra industria textil. Es probable que, en los próximos meses, comencemos a ver similares efectos en el sector agroindustrial. Asimismo, las dificultades en la banca de inversión causarían problemas serios en la demanda de servicios informáticos, pues este sector es el mayor demandante de información.
El descenso en la demanda de bienes durables y en la inversión bruta fija afecta directamente la demanda de metales. Por esta razón, serán estas materias primas las que experimenten en el año 2009 los peores desempeños. En América del Sur, Chile y el Perú serán las economías más afectadas. El descenso en los precios reducirá el flujo de inversión directa extranjera mas no necesariamente la cantidad producida, que incluso, en el corto plazo, aumentaría, porque las minas suelen explotar los yacimientos más ricos cuando caen los precios. Esta respuesta, sin embargo, provocaría una gran acumulación de inventarios en el mercado y prolongaría por varios años la recuperación en los precios. Es probablemente por esta razón que los precios de los metales industriales continúen descendiendo, aunque se recuperase Estados Unidos a finales de 2009.
En la UE también se experimentaría una recesión más intensa que en los Estados Unidos, pero de una naturaleza diferente. En Europa Oriental, lo fundamental es la reducción en los flujos de inversión extranjera. Estos países experimentan una crisis muy similar a la que experimentó América Latina en los años 1980 (y también se han visto obligados a recurrir al FMI). En España, Inglaterra y los países escandinavos, la principal causa de la crisis es financiera: en España, por ejemplo, hubo un boom hipotecario muy similar al de los Estados Unidos. Ahora, su industria de construcción experimenta una contracción similar a la de este último país. Inglaterra, en especial Londres, desempeñó un papel crucial como centro de actividad especulativa, de manera que ahora debe enfrentar las consecuencias del desplome de esta industria. En Alemania, sin embargo, la causa puede estar vinculada al comercio exterior. Sin embargo, estos desarrollos económicos, en el caso de Europa, no necesariamente son los que tienen más relevancia. En realidad, todo el proceso ha puesto en severa tensión las instituciones de la Comunidad y por esta razón pueden ser las consecuencias políticas las más relevantes.
¿Qué consecuencias puede tener esta gran crisis en la economía mundial? ¿Anuncia, acaso, esta mayúscula catástrofe una radical transformación del sistema mundo? ¿Qué reflejan los hechos de los cuales hemos sido testigos el año pasado? ¿Provocará el colapso del sistema financiero, el retroceso de la producción, el desempleo masivo, las quiebras y los rescates de emergencia una revisión de la misma magnitud en las ideas, la política y el poder en el mundo?
Cuando los historiadores del futuro escriban el relato de esta crisis, no podrán omitir en su crónica el papel que desempeñó en ella el cándido optimismo que nubló el entendimiento de los principales protagonistas. Para los optimistas es bastante claro el patrón de desarrollo futuro de la economía mundial. La fuerza básica será el continuo crecimiento de China, la India, Brasil y Rusia, las economías emergentes de mayor tamaño, que inducirá un cambio radical en la distribución geográfica de la actividad económica hacia Asia y un aumento en su influencia geopolítica. Provocará este proceso, en primer lugar, un aumento sostenible en el precio de la energía, los metales y los alimentos, que transmitirá los beneficios a los países exportadores de productos básicos en América Latina y África. También, cambios considerables en el patrón del comercio internacional y los flujos internacionales de capitales. Como consecuencia de estos, se alterará la estructura de gobierno del mundo para reflejar el poder de los nuevos gigantes emergentes. Sin embargo, de igual forma, el conjunto de alteraciones podría transformar la regulación en los países centrales, ya que es probable que los fondos soberanos de inversiones y los flujos de inversión directa extranjera realizados por estados nacionales sean vistos con preocupación por los políticos de estos países. En este sentido, es probable –por dichas razones– que surja un nuevo protagonismo financiero, pero la justificación de este podría llevar a una revaluación de los postulados de la globalización, como resultado de la cual habrá un incremento del papel que desempeña el Gobierno en la economía mundial, que pondrá poner fin a la era neoliberal. El gran problema de la visión optimista es que confunde un resultado que se materializaría al finalizar la presente centuria con la situación efectiva que se observa en el presente.
Nos muestra la historia que la emergencia de un gigante económico y la sustitución de una potencia por otra no es un proceso libre de turbulencias económicas, sociales y políticas. Debemos considerar que el desarrollo de una economía capitalista, especialmente cuando es tan desequilibrado como el caso chino, no se encuentra libre de retrocesos y crisis profundas. Ya los indicadores de la economía china registran signos evidentes de sobreinversión. Para comenzar, debemos notar que la rentabilidad del capital parece bastante baja, la inversión en China representa casi el 50% de su PBI, mientras que su tasa de crecimiento ha sido de 10%; es decir, aunque la tasa de crecimiento es sumamente alta, la relación capital producto que se deriva sugeriría una inmensa capacidad de producción con altas posibilidades de no ser utilizada. Luego, el patrón de desarrollo económico chino es excepcional: al apoyarse excesivamente en las industrias de exportación, es sumamente vulnerable a las alteraciones cíclicas que se producen en los mercados de destino de sus exportaciones y a las acciones de política orientadas a limitar su expansión comercial. Es poco probable, también, que los países desarrollados estén dispuestos a ceder a China el control de segmentos estratégicos de su aparato industrial por razones de seguridad nacional. De modo que si China continuase por este camino podría estallar una nueva guerra comercial y, así, una segmentación creciente del mundo. Esta dependencia de mercados externos hace notar que la estructura comercial china no genera al interior de su país un mercado suficiente como para absorber la producción que podría ocasionar tan monumental esfuerzo de inversión, el modelo mercantilista chino estaría aplazando una futura crisis de subconsumo. Finalmente –para culminar este párrafo–, es poco probable que las autoridades chinas controlen en el corto plazo el impacto en el sector financiero de las entradas de capitales. Los indicadores sugieren que una facción considerable de los fondos ha sido usada en aventuras especulativas, tanto la bolsa como el precio de la propiedad en sus principales ciudades han crecido en niveles difíciles de justificar.
En cualquier caso, incluso en el escenario que imaginaron los optimistas, no se garantiza en el momento actual una salida fácil de la crisis, porque todavía –desafortunadamente– el dinamismo del mercado estadounidense y las decisiones que tomen sus principales líderes son esenciales para el mundo.
AUTOR : Bruno Seminario De Marzi
FUENTE : REVISTA PUNTO DE EQUILIBRIO-UNIVERSIDAD DEL PACIFICO PERU
En el canto de la cigarra
Que su fin está cerca
Basho
Perciben los hombres los hechos ocurridos; los sabios, los que se aproximan y solo los inmortales, los futuros, decía Filóstrato, en su Vida de Apolonio de Tiana, hace ya 17 siglos. Llena de momentos memorables en la historia humana, estos sucesos especiales suelen establecer los lindes de las épocas; sin embargo, también es bueno recordar que cuando llegan estos, pocos pueden advertir su real valía. ¿Nos ha tocado vivir en esta frontera concluyente? Crisis económica, pero también intelectual, ideológica, política y social, que pone en cuestión los fundamentales del orden global. Ningún país parece salvarse del derrumbe: el avance de la división del trabajo integró a todos en una vulnerable red y ahora el colapso arruina, sin importar la virtud, por igual.
No necesitamos conocer las causas de la crisis para apreciar la magnitud de la nueva catástrofe económica. Según las últimas proyecciones del Fondo Monetario Internacional, la tasa de crecimiento de la economía mundial sería de 0,5% en el año 2009, la tasa más baja registrada desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Por primera vez en 60 años, la producción de las economías más avanzadas experimentaría un retroceso; en 8 millones aumentaría, en los países de la OECD, el número de desempleados y en 100 millones, el número de pobres; el volumen del comercio internacional de bienes y servicios descendería 2,9%. ¿Cuántas personas en el mundo son capaces de comprender un guarismo tan inmensurable como 32 trillones de dólares, monto en que se estiman las pérdidas de los mercados bursátiles? Equivale la cifra al producto interno bruto (PIB) conjunto de todos los países de la OECD en el año 2008, a 275 años de producción en el Perú y excede en 18 veces la suma total de la producción total generada por el Perú como nación independiente. Parece inmenso el costo: el aumento de la deuda pública puede afectar por décadas la marcha de la economía mundial. Se estima que el déficit fiscal de los Estados Unidos podría ser equivalente a 12,5% de su producto interno bruto, para la Unión Europea (UE) se anticipa un escenario similar. Con estos desarrollos, es poco probable que las economías emergentes reciban en los próximos años financiamiento neto de los países de la OECD.
Con claridad nos revela, la información estadística inquirida, que hemos ingresado a una nueva fase de la crisis económica. Si la característica distintiva de la primera fase fue el colapso financiero, ahora la acción se ha trasladado al sector real de la economía: la parálisis del crédito ha afectado fundamentalmente a los sectores más dinámicos de la economía mundial, el descenso de la producción habrías sido más intenso en Asia y en la UE que en Estados Unidos. Aunque las estadísticas que muestran la evolución por componentes del PBI de Estados Unidos nos indican una enorme dispersión en las tasas de crecimiento de los distintos componentes de la demanda agregada, podemos extraer la conclusión de que la parálisis del crédito ha afectado fundamentalmente a tres de sus componentes: Primero, la demanda de bienes de consumo durables: (autos, computadoras, televisores, y, otros aparatos electrónicos) ha descendido significativamente, segundo; también el consumo conspicuo, y por último lugar, la inversión en construcción ha sufrido de igual forma.
Este patrón de descenso en la demanda ha determinado una drástica reducción en las exportaciones de todas las economías asiáticas. Como todas ellas basan su crecimiento en las exportaciones y su sector industrial se orienta básicamente hacia el exterior, no es sorprendente que sea en esta región del mundo donde se observan las reducciones más drásticas en el empleo, los índices de producción industrial y el producto interno bruto. En efecto, las últimas estadísticas nos muestran que las consecuencias del ajuste han sido drásticas en todos estos países. Sería importante para el Perú analizar la reducción que se ha registrado en el consumo conspicuo, ya que muchas de nuestras exportaciones no tradicionales se orientan hacia este sector. Sin duda, el origen fundamental del crecimiento en la demanda de dicho consumo está ligado al crecimiento del sector financiero y a la concentración del ingreso que ha habido en los últimos años. De manera que no debe sorprendernos que el colapso de la banca de inversión haya provocado un colapso en la demanda por este tipo de bienes, así como en la gama de industrias y servicios que satisfacían esta necesidad. Además, como varios de los productos textiles y agroindustriales que exporta el Perú se orientan a este sector, habría un serio peligro para el futuro de nuestra industria textil. Es probable que, en los próximos meses, comencemos a ver similares efectos en el sector agroindustrial. Asimismo, las dificultades en la banca de inversión causarían problemas serios en la demanda de servicios informáticos, pues este sector es el mayor demandante de información.
El descenso en la demanda de bienes durables y en la inversión bruta fija afecta directamente la demanda de metales. Por esta razón, serán estas materias primas las que experimenten en el año 2009 los peores desempeños. En América del Sur, Chile y el Perú serán las economías más afectadas. El descenso en los precios reducirá el flujo de inversión directa extranjera mas no necesariamente la cantidad producida, que incluso, en el corto plazo, aumentaría, porque las minas suelen explotar los yacimientos más ricos cuando caen los precios. Esta respuesta, sin embargo, provocaría una gran acumulación de inventarios en el mercado y prolongaría por varios años la recuperación en los precios. Es probablemente por esta razón que los precios de los metales industriales continúen descendiendo, aunque se recuperase Estados Unidos a finales de 2009.
En la UE también se experimentaría una recesión más intensa que en los Estados Unidos, pero de una naturaleza diferente. En Europa Oriental, lo fundamental es la reducción en los flujos de inversión extranjera. Estos países experimentan una crisis muy similar a la que experimentó América Latina en los años 1980 (y también se han visto obligados a recurrir al FMI). En España, Inglaterra y los países escandinavos, la principal causa de la crisis es financiera: en España, por ejemplo, hubo un boom hipotecario muy similar al de los Estados Unidos. Ahora, su industria de construcción experimenta una contracción similar a la de este último país. Inglaterra, en especial Londres, desempeñó un papel crucial como centro de actividad especulativa, de manera que ahora debe enfrentar las consecuencias del desplome de esta industria. En Alemania, sin embargo, la causa puede estar vinculada al comercio exterior. Sin embargo, estos desarrollos económicos, en el caso de Europa, no necesariamente son los que tienen más relevancia. En realidad, todo el proceso ha puesto en severa tensión las instituciones de la Comunidad y por esta razón pueden ser las consecuencias políticas las más relevantes.
¿Qué consecuencias puede tener esta gran crisis en la economía mundial? ¿Anuncia, acaso, esta mayúscula catástrofe una radical transformación del sistema mundo? ¿Qué reflejan los hechos de los cuales hemos sido testigos el año pasado? ¿Provocará el colapso del sistema financiero, el retroceso de la producción, el desempleo masivo, las quiebras y los rescates de emergencia una revisión de la misma magnitud en las ideas, la política y el poder en el mundo?
Cuando los historiadores del futuro escriban el relato de esta crisis, no podrán omitir en su crónica el papel que desempeñó en ella el cándido optimismo que nubló el entendimiento de los principales protagonistas. Para los optimistas es bastante claro el patrón de desarrollo futuro de la economía mundial. La fuerza básica será el continuo crecimiento de China, la India, Brasil y Rusia, las economías emergentes de mayor tamaño, que inducirá un cambio radical en la distribución geográfica de la actividad económica hacia Asia y un aumento en su influencia geopolítica. Provocará este proceso, en primer lugar, un aumento sostenible en el precio de la energía, los metales y los alimentos, que transmitirá los beneficios a los países exportadores de productos básicos en América Latina y África. También, cambios considerables en el patrón del comercio internacional y los flujos internacionales de capitales. Como consecuencia de estos, se alterará la estructura de gobierno del mundo para reflejar el poder de los nuevos gigantes emergentes. Sin embargo, de igual forma, el conjunto de alteraciones podría transformar la regulación en los países centrales, ya que es probable que los fondos soberanos de inversiones y los flujos de inversión directa extranjera realizados por estados nacionales sean vistos con preocupación por los políticos de estos países. En este sentido, es probable –por dichas razones– que surja un nuevo protagonismo financiero, pero la justificación de este podría llevar a una revaluación de los postulados de la globalización, como resultado de la cual habrá un incremento del papel que desempeña el Gobierno en la economía mundial, que pondrá poner fin a la era neoliberal. El gran problema de la visión optimista es que confunde un resultado que se materializaría al finalizar la presente centuria con la situación efectiva que se observa en el presente.
Nos muestra la historia que la emergencia de un gigante económico y la sustitución de una potencia por otra no es un proceso libre de turbulencias económicas, sociales y políticas. Debemos considerar que el desarrollo de una economía capitalista, especialmente cuando es tan desequilibrado como el caso chino, no se encuentra libre de retrocesos y crisis profundas. Ya los indicadores de la economía china registran signos evidentes de sobreinversión. Para comenzar, debemos notar que la rentabilidad del capital parece bastante baja, la inversión en China representa casi el 50% de su PBI, mientras que su tasa de crecimiento ha sido de 10%; es decir, aunque la tasa de crecimiento es sumamente alta, la relación capital producto que se deriva sugeriría una inmensa capacidad de producción con altas posibilidades de no ser utilizada. Luego, el patrón de desarrollo económico chino es excepcional: al apoyarse excesivamente en las industrias de exportación, es sumamente vulnerable a las alteraciones cíclicas que se producen en los mercados de destino de sus exportaciones y a las acciones de política orientadas a limitar su expansión comercial. Es poco probable, también, que los países desarrollados estén dispuestos a ceder a China el control de segmentos estratégicos de su aparato industrial por razones de seguridad nacional. De modo que si China continuase por este camino podría estallar una nueva guerra comercial y, así, una segmentación creciente del mundo. Esta dependencia de mercados externos hace notar que la estructura comercial china no genera al interior de su país un mercado suficiente como para absorber la producción que podría ocasionar tan monumental esfuerzo de inversión, el modelo mercantilista chino estaría aplazando una futura crisis de subconsumo. Finalmente –para culminar este párrafo–, es poco probable que las autoridades chinas controlen en el corto plazo el impacto en el sector financiero de las entradas de capitales. Los indicadores sugieren que una facción considerable de los fondos ha sido usada en aventuras especulativas, tanto la bolsa como el precio de la propiedad en sus principales ciudades han crecido en niveles difíciles de justificar.
En cualquier caso, incluso en el escenario que imaginaron los optimistas, no se garantiza en el momento actual una salida fácil de la crisis, porque todavía –desafortunadamente– el dinamismo del mercado estadounidense y las decisiones que tomen sus principales líderes son esenciales para el mundo.
AUTOR : Bruno Seminario De Marzi
FUENTE : REVISTA PUNTO DE EQUILIBRIO-UNIVERSIDAD DEL PACIFICO PERU
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