Alberto Graña sostiene que del 2002 al 2007 Estados Unidos vivió un inédito periodo de expansión de la inversión y el crédito, que multiplicó el consumo improductivo y aumentó artificiosamente el precio de los bienes inmuebles. Afirma, además, que desde el estallido de la burbuja inmobiliaria en el 2007 ocurre un fenómeno inverso: la velocidad de la caída del valor de los inmuebles es mayor que incluso en la crisis de 1929. Y más extendida: en 1929 la crisis inmobiliaria estalló en La Florida. La actual crisis abarca el sur de California, La Florida, Nebraska, Nevada (Las Vegas), casi todos los estados alrededor del lago Michigan, entre otros.
¿Por qué, a pesar del plan de rescate aprobado en Estados Unidos, los mercados bursátiles siguen en constante caída?
Esto ocurre porque después de 1969-1972 tiene lugar una fase descendente del ciclo largo plazo de las mayores economías occidentales (EEUU, Japón y Alemania) y, desde finales del 2007, esta crisis larga coincide con la crisis sistémica bancaria, en el mero centro del sistema. Mi hipótesis es que la crisis crediticia retroalimenta y eventualmente puede acentuar el descenso del ciclo de largo plazo (fase B de Kondra-tieff). Ahora, no es lo mismo China que EEUU. El primero es un país acreedor y, hasta ahora, en crecimiento. El segundo, desde Ronald Reagan, es un país que consume más de lo que produce y su consumo lo hace "al fiado" de sus países acreedores como China, Rusia, Japón, Arabia Saudita, hace ya más de dos décadas. Pero China ya es parte de la globalización y, para bien o para mal, está indisolublemente ligada a su socio comercial más importante: EEUU.
¿Cuál cree usted que será la duración de esta crisis en EEUU?
Es difícil saberlo. Es una situación inédita, muy compleja y muy veloz. Pero la crisis bancaria japonesa de 1992, a pesar de haber transcurrido más de 15 años, todavía tiene al Japón en deflación y muy lento crecimiento productivo. La Gran Depresión (en EEUU) duró de 1929 a 1938 y después vino la Segunda Guerra Mundial hasta 1945. Fueron dos décadas de planificación compulsiva del Estado.
¿ Cuál es el efecto de la crisis bancaria en la economía?
En 1992 la crisis bancaria sueca dejó la economía cinco o seis años recesada. El nivel de desempleo subió a niveles no nórdicos y la solución que optó el gobierno fue rescatar a los bancos comprando acciones que no valían casi nada (como ocurre ahora). Los banqueros tuvieron que reconocer sus deudas, avalarlas y pagarlas a los contribuyentes en un lapso de tiempo. Se estima que el costo hubiera sido del 6 al 8% de la producción total, si los suecos en 1992 hubieran cargado la cuenta a los contribuyentes, como propone ahora Henry Paulson (Secretario del Tesoro de EEUU). Las medidas adoptadas en Suecia incluyeron mecanismos para ir pasando al contribuyente los pagos de los banqueros y, también, canalizando la venta de las acciones cuando se recuperaron. El costo estimado de estas medidas de intervención del Estado redujo el costo social a aproximadamente el 2% del Producto Bruto Interno (PBI). En Finlandia, la crisis bancaria costó más de la mitad del PBI (51%) pero no sé muy bien cómo la resolvieron. Hablando rápido, en EEUU hasta ahora, la acción pública se orientó a socializar las pérdidas después de haber privatizado las ganancias.
POLÍTICA MONETARIA
¿Están siendo efectivas las medidas en EEUU y Europa para hacer frente a la crisis? ¿Cuál es la mejor alternativa?
Si te refieres a la efectividad de la política económica, digamos que los estadounidenses están en graves problemas. De un lado, la política monetaria de subir o bajar la tasa de interés para controlar la inflación o reactivar la economía aplicada por casi dos décadas –desde Alan Greenspan– no va a funcionar en el futuro cercano (ni lejano) porque el problema central ahora es la deflación de precios y la recesión económica. La reducción de la tasa de interés referencial no ha podido reducir el costo real del dinero, ni la cadena de moras pagos de las familias estadounidenses, ni la quiebra de los mayores bancos del mundo. Hasta ahora, la evidencia muestra que habría que cambiar la política monetaria, bueno ya está cambiando, el miércoles hubo una intervención conjunta de los mayores bancos centrales del mundo para bajar las tasas de interés. Como resultado, que yo sepa, hasta ahora ninguna economía se ha reactivado. Si te refieres a política fiscal, subir impuestos o cortar el gasto público también sería más recesivo. Además, el déficit fiscal de EEUU es insostenible así como su déficit en cuenta corriente.
¿Funcionará el plan de rescate que aprobó el Congreso de los Estados Unidos para salir de la crisis financiera?
Desde marzo, las quiebras han ido aumentando en dimensión y complejidad, hasta llegar a la quiebra de AIG (American International Group), la aseguradora más grande del mundo, en setiembre. Su rescate no calmó los ánimos, le hizo cosquillas a las bolsas del mundo y, más bien, aumentó la volatilidad, tanto, que tuvieron que lanzar en la siguiente semana una nueva "Ley de Emergencia Económica" (700 billones de dólares, un 4% del PBI de EEUU). Y las bolsas siguieron desplomándose.
¿Hay un antes y un después del rescate de AIG?
La nacionalización de AIG disparó el gatillo de la crisis sistémica bancaria, el efecto dominó que vivimos actualmente en el mundo. En suma, la crisis es global y también, la globalización neoliberal está en crisis. Y creo que, como en 1929, la teoría económica neoclásica (que usa extensivamente el FMI-BM) no aporta mucho para interpretar lo que pasa y, menos aún para prevenir lo que podría pasar. La especialidad de los neoclásicos es el análisis estático, la dinámica económica les es ajena. La onda nos está alcanzando y eso es una realidad verificable. El viernes, México lanzó un paquete de US$ 35,000 millones para revertir los efectos de la crisis financiera y así casi todos los países y grupos de países adoptan medidas.
"Ahora cada uno bailará con su propio pañuelo"
¿Cuál cree usted que será el efecto de la crisis financiera internacional en la economía peruana?
Serían diversas las vías de transmisión de la crisis a Latinoamérica y el Caribe y al Perú pero, mi concentración ha estado, en los últimos años, en la crisis y los mecanismos de transmisión en EEUU y Europa.
¿En el Perú dónde estaría el problema?
En el Perú, creo que tendría un efecto negativo en las exportaciones, estoy pensando en textiles y confecciones donde se concentra la mayor cantidad de empleo industrial y, en la agroindustria de exportación, donde se concentra la mayor cantidad de subempleo por ingresos: Ica, La Libertad. Habrá que mirar el sector financiero y las inversiones de las AFP en EEUU que concentran una muy buena proporción del ahorro nacional, las remesas de utilidades y precios de transferencia, y los créditos externos del sector privado. También el aumento del costo del crédito internacional afecta el costo de la deuda pública.
¿La caída en el precio de los metales también?
Significa menor recaudación tributaria y menor ingreso a las regiones. Aunque no es automático.
AUTOR:JANINA CARDENAS.
ENTREVISTA:ALBERTO GRAÑA. Investigador en temas de globalización y economía internacional del Instituto de Investigaciones de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.
FUENTE:DIARIO LA REPUBLICA
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domingo, 12 de octubre de 2008
El momento de la verdad
El mes pasado, cuando el Departamento del Tesoro [Ministerio de Hacienda] estadounidense permitió que Lehman Brothers quebrase, escribí que Henry Paulson, el secretario del Tesoro, estaba jugando a la ruleta rusa financiera. Sin duda, había una bala en la recámara: la quiebra de Lehman hizo que la crisis financiera mundial, ya grave de por sí, empeorase, mucho, mucho más.
Las consecuencias de la caída de Lehman quedaron de manifiesto en cuestión de días, pero los principales actores políticos han desperdiciado en buena medida las pasadas cuatro semanas. Ahora han llegado al momento de la verdad: más les vale hacer algo rápido -de hecho, más les vale anunciar un plan coordinado de rescate este fin de semana- o la economía mundial podría sufrir su peor recesión desde la Gran Depresión.
Hablemos de dónde nos encontramos en estos momentos. La crisis actual comenzó con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que causó una morosidad hipotecaria generalizada y, por lo tanto, grandes pérdidas en muchas instituciones financieras. La crisis inicial se ha visto agravada por los efectos secundarios al verse forzados los bancos a reducir su actividad por falta de capital, lo cual ha inducido una caída aún mayor del precio de los activos, y a su vez ha provocado pérdidas todavía mayores, y así sucesivamente, o sea, un círculo vicioso de desapalancamiento. La pérdida generalizada de confianza en los bancos, incluso por parte de otros bancos, ha reforzado este círculo vicioso.
La espiral descendente se aceleró después de la caída de Lehman. Los mercados de capital, que ya lo estaban pasando mal, se cerraron a efectos prácticos; uno de los chistes que circulan por ahí es que ahora mismo lo único que la gente quiere comprar son bonos del Tesoro y agua embotellada.
La respuesta a esta espiral descendente por parte de las dos grandes potencias monetarias mundiales, Estados Unidos y los 15 países que utilizan el euro, ha sido lamentablemente inadecuada.
Europa, que carece de un gobierno único, ha sido incapaz de trabajar unida; cada país ha ido inventándose su propia política, con escasa coordinación, y las propuestas para responder con una sola voz no han llevado a ninguna parte.
Estados Unidos debería de haber estado en una posición mucho más fuerte. Y cuando Paulson anunció su enorme plan de rescate hubo una breve oleada de optimismo. Pero rápidamente quedó claro que el plan adolecía de una falta crítica de claridad intelectual. El secretario del Tesoro propuso gastar 511.000 millones de euros en "activos problemáticos", valores hipotecarios tóxicos, de las entidades financieras, pero no logró explicar de qué manera resolvería esto la crisis.
Muchos economistas coinciden en que lo que debería haber propuesto Paulson, en cambio, es una inyección directa de capital en las empresas financieras: el Gobierno estadounidense proporcionaría así a las instituciones financieras el capital necesario para funcionar, para de este modo frenar la espiral descendente, a cambio de una participación. Cuando el Congreso modificó el plan de Paulson, introdujo disposiciones que hacían posible, pero no obligatoria, una inyección de capital de este tipo. Y hasta hace dos días, el secretario del Tesoro seguía negándose en redondo a hacer lo correcto.
Pero el pasado miércoles el Gobierno británico, haciendo gala de la lucidez de pensamiento que se ha echado en falta a este lado del charco, anunció un plan para proporcionar a los bancos un capital nuevo de 62.000 millones de euros. Es decir, el equivalente, si se tiene en cuenta el tamaño de la economía del Reino Unido, a un plan de 368.000 millones de euros en Estados Unidos; además de numerosas garantías para las transacciones financieras interbancarias. Y ahora los responsables del Tesoro estadounidense dicen que piensan hacer algo parecido, utilizando la autoridad de que no querían disponer, pero que el Congreso les ha otorgado de todas las maneras.
La cuestión ahora es si estos pasos son demasiado cortos y se han dado demasiado tarde. Creo que no, aunque será muy alarmante si pasa este fin de semana sin que se haya anunciado con credibilidad un nuevo plan de rescate en el que participe no sólo Estados Unidos sino todos los actores importantes.
¿Por qué necesitamos la cooperación internacional? Porque tenemos un sistema financiero globalizado en el que una crisis que empezó con una burbuja en los chalés de Florida y las McMansiones de California ha causado una catástrofe monetaria en Islandia. Estamos juntos en esto y necesitamos una solución compartida.
¿Por qué es necesario que se lleve a cabo este fin de semana? Porque resulta que en Washington han tenido lugar dos reuniones importantes: una, el viernes, de altos cargos financieros de las principales naciones avanzadas, y tras ella la reunión anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, el sábado y hoy domingo. Si estas reuniones acaban sin que se llegue por lo menos a un principio de acuerdo sobre un plan de rescate mundial -si todo el mundo se va a casa sin más que vagas declaraciones de que piensan controlar la situación-, se habrá dejado pasar una oportunidad de oro, y la espiral descendente podría fácilmente empeorar todavía más.
¿Qué se debería hacer? Estados Unidos y Europa deberían limitarse a decir: "Sí, primer ministro". El plan británico no es perfecto, sin embargo, los economistas están en su mayoría de acuerdo en que representa, con creces, el mejor modelo para un rescate más amplio.
Y el momento de actuar es ahora. Puede que piensen que las cosas no pueden empeorar más, pero sí que pueden, y si no se hace nada en los próximos días, lo harán. -
AUTOR:PAUL KRUGMAN
FUENTE:DIARIO EL PAIS.
OTROS PUNTOS DE VISTA
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Las consecuencias de la caída de Lehman quedaron de manifiesto en cuestión de días, pero los principales actores políticos han desperdiciado en buena medida las pasadas cuatro semanas. Ahora han llegado al momento de la verdad: más les vale hacer algo rápido -de hecho, más les vale anunciar un plan coordinado de rescate este fin de semana- o la economía mundial podría sufrir su peor recesión desde la Gran Depresión.
Hablemos de dónde nos encontramos en estos momentos. La crisis actual comenzó con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que causó una morosidad hipotecaria generalizada y, por lo tanto, grandes pérdidas en muchas instituciones financieras. La crisis inicial se ha visto agravada por los efectos secundarios al verse forzados los bancos a reducir su actividad por falta de capital, lo cual ha inducido una caída aún mayor del precio de los activos, y a su vez ha provocado pérdidas todavía mayores, y así sucesivamente, o sea, un círculo vicioso de desapalancamiento. La pérdida generalizada de confianza en los bancos, incluso por parte de otros bancos, ha reforzado este círculo vicioso.
La espiral descendente se aceleró después de la caída de Lehman. Los mercados de capital, que ya lo estaban pasando mal, se cerraron a efectos prácticos; uno de los chistes que circulan por ahí es que ahora mismo lo único que la gente quiere comprar son bonos del Tesoro y agua embotellada.
La respuesta a esta espiral descendente por parte de las dos grandes potencias monetarias mundiales, Estados Unidos y los 15 países que utilizan el euro, ha sido lamentablemente inadecuada.
Europa, que carece de un gobierno único, ha sido incapaz de trabajar unida; cada país ha ido inventándose su propia política, con escasa coordinación, y las propuestas para responder con una sola voz no han llevado a ninguna parte.
Estados Unidos debería de haber estado en una posición mucho más fuerte. Y cuando Paulson anunció su enorme plan de rescate hubo una breve oleada de optimismo. Pero rápidamente quedó claro que el plan adolecía de una falta crítica de claridad intelectual. El secretario del Tesoro propuso gastar 511.000 millones de euros en "activos problemáticos", valores hipotecarios tóxicos, de las entidades financieras, pero no logró explicar de qué manera resolvería esto la crisis.
Muchos economistas coinciden en que lo que debería haber propuesto Paulson, en cambio, es una inyección directa de capital en las empresas financieras: el Gobierno estadounidense proporcionaría así a las instituciones financieras el capital necesario para funcionar, para de este modo frenar la espiral descendente, a cambio de una participación. Cuando el Congreso modificó el plan de Paulson, introdujo disposiciones que hacían posible, pero no obligatoria, una inyección de capital de este tipo. Y hasta hace dos días, el secretario del Tesoro seguía negándose en redondo a hacer lo correcto.
Pero el pasado miércoles el Gobierno británico, haciendo gala de la lucidez de pensamiento que se ha echado en falta a este lado del charco, anunció un plan para proporcionar a los bancos un capital nuevo de 62.000 millones de euros. Es decir, el equivalente, si se tiene en cuenta el tamaño de la economía del Reino Unido, a un plan de 368.000 millones de euros en Estados Unidos; además de numerosas garantías para las transacciones financieras interbancarias. Y ahora los responsables del Tesoro estadounidense dicen que piensan hacer algo parecido, utilizando la autoridad de que no querían disponer, pero que el Congreso les ha otorgado de todas las maneras.
La cuestión ahora es si estos pasos son demasiado cortos y se han dado demasiado tarde. Creo que no, aunque será muy alarmante si pasa este fin de semana sin que se haya anunciado con credibilidad un nuevo plan de rescate en el que participe no sólo Estados Unidos sino todos los actores importantes.
¿Por qué necesitamos la cooperación internacional? Porque tenemos un sistema financiero globalizado en el que una crisis que empezó con una burbuja en los chalés de Florida y las McMansiones de California ha causado una catástrofe monetaria en Islandia. Estamos juntos en esto y necesitamos una solución compartida.
¿Por qué es necesario que se lleve a cabo este fin de semana? Porque resulta que en Washington han tenido lugar dos reuniones importantes: una, el viernes, de altos cargos financieros de las principales naciones avanzadas, y tras ella la reunión anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, el sábado y hoy domingo. Si estas reuniones acaban sin que se llegue por lo menos a un principio de acuerdo sobre un plan de rescate mundial -si todo el mundo se va a casa sin más que vagas declaraciones de que piensan controlar la situación-, se habrá dejado pasar una oportunidad de oro, y la espiral descendente podría fácilmente empeorar todavía más.
¿Qué se debería hacer? Estados Unidos y Europa deberían limitarse a decir: "Sí, primer ministro". El plan británico no es perfecto, sin embargo, los economistas están en su mayoría de acuerdo en que representa, con creces, el mejor modelo para un rescate más amplio.
Y el momento de actuar es ahora. Puede que piensen que las cosas no pueden empeorar más, pero sí que pueden, y si no se hace nada en los próximos días, lo harán. -
AUTOR:PAUL KRUGMAN
FUENTE:DIARIO EL PAIS.
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