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sábado, 21 de junio de 2008

CHILE GANA OTRA GUERRA

El congresista Luis Negreiros Criado ha confirmado que el Decreto Legislativo 1022 de Alan García y secuaces busca transferir los puertos del Perú al sector privado, principalmente de Chile.

Negreiros es vocero de la Célula Parlamentaria Aprista, nada menos. Conoce, como hombre vinculado a las actividades portuarias, el proceso político del Decreto y sus triquiñuelas. Subraya él lo central: se busca eliminar la Empresa Nacional de Puertos y transferir funciones y bienes de ésta al Ministerio de Transportes, a fin de que pueda entregarlos a sus preferidos, que, por supuesto, son chilenos.

Negreiros señala que el Decreto Legislativo viola la ley 29157 sobre delegación de facultades legislativas y el artículo 104 de la Constitución.

El congresista olvida que ese Decreto Legislativo viola también el Plan de Gobierno del Apra difundido en las últimas elecciones, y por el cual el presidente felón y el propio congresista fueron elegidos.

Recordemos que al comentar el Decreto alanista repudié en esta columna el carácter antinacional de aquel y el hecho insólito de que pretendiera entregar hasta por 60 años los puertos peruanos a empresas privadas. Dos días después, el gobierno ha hecho publicar en El Peruano una “fe de erratas” que precisa que la concesión puede ser hasta por 30 años, ya no 60.

¿Es concebible que se haya tratado de un simple error, en un punto tan neurálgico? ¿Qué organismo o persona de Palacio colocó ese plazo tan insólito que ha debido ser enmendado?

El Congreso de la República debiera poner en debate el Decreto Legislativo en su conjunto y la “errata” en particular.

El artículo constitucional pertinente dice: “El Congreso puede delegar en el Poder Ejecutivo la facultad de legislar, mediante decretos legislativos, sobre la materia específica y por el plazo determinado establecidos en la ley autoritativa”.

No ha otorgado, pues, el Congreso, una patente de corso, una autorización para que el Ejecutivo haga lo que le venga en gana. Mejor dicho: lo que al interés privado, particularmente chileno, le dé la gana.

El ecuatoriano Juan Montalvo escribió el divertido libro Capítulos que se le olvidaron a Cervantes. El alanismo ha olvidado todos los capítulos, algunos tatuados con sangre, del Apra inicial y hasta los más recientes del Plan de Gobierno publicado en febrero del 2006.

En la página 39 de éste aparece el inciso 333, que propone: “Modernizar la infraestructura portuaria con participación privada a fin de fortalecer el comercio nacional, regional e internacional satisfaciendo las necesidades de los usuarios, asegurando las prioridades de la seguridad nacional”. (Subrayado mío).

¿Han observado esto último nuestros congresistas? ¿Lo han anotado los altos mandos de los
institutos armados? La historia los observará.

AUTOR: CESAR LEVANO
DIRECTOR DEL DIARIO LA PRIMERA,6/21/2008

SI OBAMA SE ATREVIERA



¿Quién es Barak Obama, el probable próximo presidente de los Estados Unidos?

Dicen que es el Kennedy del nuevo siglo. Yo digo que ojalá no lo sea. Kennedy terminó sobrepasado por lo más oscuro del Pentágono y ordenando la invasión de Cuba, lo que arrastraría al mundo, meses después, a la crisis de los misiles y a la inminencia de la guerra nuclear.

Dicen que sería un gran cambio en la política exterior norteamericana. Me pregunto si un gran cambio consiste en llamar “Estados parias” a Irán, Siria, Cuba y Venezuela. Y esos son los términos que emplea Obama.

¿O será un gran cambio plantear que Estados Unidos cuente con 25,000 infantes de marina adicionales y 65,000 efectivos terrestres de más? Y eso es lo que plantea Obama.

Dudo de que sea un gran cambio apostar “por la energía limpia del etanol” para reducir la dependencia petrolera, o decir que el flujo de indocumentados debería empezar a cortarse empezando con 500,000 inmigrantes menos durante el primer año de su mandato. Como senador, Barak Obama no votó en contra del muro fronterizo que, erizado de cámaras y púas, se levantó en contra de México.

Dice Obama que cerrará la cárcel de Guantánamo y que devolverá el hábeas corpus al disminuido pueblo norteamericano, pero resulta que la Suprema Corte acaba de sentenciar en ese sentido obligando a Bush a respetar los derechos humanos de los prisioneros del enclave en territorio cubano. Adicionalmente, el candidato que derrotó a Hillary Clinton no ha tomado distancia de la pena de muerte.

Es cierto que se opuso a la guerra en Irak, pero lo paradójico es que no ha prometido un retiro inmediato de las tropas invasoras sino uno ralentizado, programado inicialmente para dieciséis meses, y de ningún modo total “porque necesitamos tener capacidad de ataque sobre las bases de Al Qaeda que puedan todavía estar allí”. Además, si bien es cierto que se opuso a la guerra en el 2003, al año siguiente votó a favor de incrementar el presupuesto para sostenerla.

Y si de temas domésticos se trata, basta un ejemplo: Obama pasó de postular el seguro de salud universal (41 millones de estadounidenses carecen de seguro médico) a expresar cada vez más dudas sobre el financiamiento del proyecto. Y en el camino no se atrevió a condenar el orden impuesto por las empresas que ganan billones con la privatización de la salud impulsada por Reagan y continuada por la dinastía texana que ha puesto a los Estados Unidos donde está (en la más grave de sus crisis tras el derrumbe de la bolsa de 1929).

Y si el ejemplo de la cobertura sanitaria no bastara, miremos lo que empezó como “la crisis de las hipotecas”. Creo no exagerar si digo que en este momento no hay un solo analista norteamericano que nos pueda decir qué se propone hacer Barak Obama con una economía edematosa que parece ir a la deriva rumbo a una tormenta mayor. Obama saca la cara por la clase media y dice que las políticas republicanas han favorecido a los ricos, pero no se atreve a decir que esa política se tomó al dictado de los intereses de las grandes corporaciones, las depositarias del verdadero poder.

El gasto público -que debió reducirse en la visión conservadora de un Estado cada día más delgado- se ha incrementado en 64% gracias a Bush y sus guerras. Obama ha planteado 50,000 millones de dólares adicionales a los 170,000 millones ya gastados por Bush en ayudas tributarias para el americano medio asfixiado por las hipotecas. ¿Se saneará así una economía que vive de los excesos y parece alimentarse sólo de sus déficits? Lo más valioso en este capítulo es la promesa de Barak Obama de anular las últimas rebajas de Bush a las tasas impositivas del 5% más rico de la población, aunque no se han señalado todavía plazos y montos.

A mí la verdad que Barak Obama me cae muy bien pero no me despierta ningún entusiasmo.

El problema es que no importa lo que diga en la campaña electoral o cuán original luzca en un programa de la televisión. Lo que importa es hasta dónde podrá llegar si llega a ser presidente de los Estados Unidos. Es decir, hasta dónde se le permitirá ir.

Porque Estados Unidos no se gobierna: se hereda a piñón fijo.

Si Obama pretendiera salirse del libreto de las corporaciones, si osara cambiar la partitura interminable de los “enormes intereses” que han terminado por roer y contaminar lo que fue la mayor democracia del mundo, supongo que, en ese momento, sería invitado a Dallas. Allí, algún Lee Harvey Oswald de ocasión y tecnológicamente actualizado, se encargaría de convertirlo en mártir y en residente de Arlington.

Porque en Estados Unidos, como se sabe, no hay golpes de Estado tercermundistas. En ese país que alguna vez tuvo la razón y fue de veras agente de la libertad frente al fascismo, a los presidentes incómodos los matan. Así hicieron con John Kennedy cuando estaba a punto de decidir que no habría escalada en Vietnam. A su hermano Robert, en cambio, lo mataron en el camino a la presidencia. Eso es más barato y limpio. Y esto que en esa época “el complejo militar-industrial”, que Eisenhower vio claramente como una amenaza, estaba todavía en pañales. Hoy es casi un poder absoluto.

AUTOR : CESAR HILDEBRANT
DIARIO LA PRIMERA, 6/21/2008