Por José Luis Fiori
La
historia de la evolución capitalista en los siglos XIX y XX registra la
existencia de algunos países con altos niveles de desarrollo, riquezas y
calidad de vida y con baja propensión nacional expansiva o imperialista. Estos
países operan como pequeñas “bisagras felices” de la estructura militar y
del poder global de los Estados Unidos.
Tal
es el caso de las ex colonias británicas, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, y
de los países nórdicos, Suecia, Dinamarca, Noruega y Finlandia. Todos presentan
desde 1870 tasas de crecimiento alta y convergente, solamente inferior a la de
Argentina, hasta la primera Guerra Mundial. Hoy son economías industrializadas,
especializadas y sofisticadas; Noruega tiene la tercera renta per cápita y el
mayor índice de desarrollo humano (IDH) del mundo; Australia tiene la
quinta renta per cápita y el segundo mejor IDH del mundo (0,929); y casi todos
tienen una renta media per cápita entre 50 y 60 mil dólares anuales. Noruega es
considerado hoy el país más rico del mundo, en “reservas per cápita”, y fue
considerada por la ONU, en 2009, como “el mejor país del mundo para vivir”. Y
Dinamarca ya fue clasificada – entre 2006 y 2008 – como “el lugar más feliz del
mundo”, el segundo país más pacífico de la tierra, después de Nueva
Zelanda y al lado de Noruega.