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lunes, 7 de mayo de 2012

Austeridad, desigualdad y ajuste

 Por Albert Recio*


A la hora de justificar sus decisiones, los políticos y los técnicos de alto nivel apelan siempre a los aspectos colectivos. Las políticas se hacen en beneficio del país, de la Unión Europea, de la economía mundial. Como si las colectividades fueran homogéneas, cohesionadas y participativas, y estuviera claro que los intereses del conjunto son también los de cada cual.
Esto es especialmente relevante cuando se trata de aplicar “sacrificios” en forma de recortes de rentas, cambios en la jornada laboral, aumentos de impuestos o cualquier otra medida que afecta a las condiciones de vida cotidiana de la gente. Pero sabemos que en ningún nivel de colectividad (desde la familia a la comunidad mundial) existe igualdad entre sus miembros. Y también podemos observar que pocas veces las medidas afectan por igual a todos.
Es posible que, en determinados momentos, las colectividades deban realizar esfuerzos de austeridad, bien porque su comportamiento anterior ha sido equivocado, bien porque deben hacer frente a una fuerza externa que las obliga a ello. Si consideramos el impacto ecológico del modelo de vida occidental, es evidente que estamos abocados, en un plazo de tiempo más o menos corto, a realizar cambios importantes en nuestra forma de vida que podemos asociar a la idea de austeridad. Si consideramos la actual estructura de poder económico mundial, parece difícil que muchos países puedan evitar recortes en su nivel de vida, aunque en bastantes casos se trate de una imposición injusta.
Cualquier política seria de austeridad debe cumplir una serie de requisitos para observar su compromiso de “emergencia colectiva”. En primer lugar, la de preocuparse por la situación de las personas que están en peor situación. En segundo lugar, la de ser equitativa en los efectos individuales. En tercer lugar, la de centrar el peso de la carga en aquellos comportamientos que tienen más responsabilidad a la hora de generar el problema. En cuarto lugar, la de sentar las bases para desarrollar un modelo de vida viable en el futuro. En quinto lugar, la de ser eficiente en las respuestas. Y en sexto lugar, la de minimizar los daños.