Por Albert Recio*
A
la hora de justificar sus decisiones, los políticos y los técnicos de alto
nivel apelan siempre a los aspectos colectivos. Las políticas se hacen en
beneficio del país, de la Unión Europea, de la economía mundial. Como si las
colectividades fueran homogéneas, cohesionadas y participativas, y estuviera
claro que los intereses del conjunto son también los de cada cual.
Esto
es especialmente relevante cuando se trata de aplicar “sacrificios” en forma de
recortes de rentas, cambios en la jornada laboral, aumentos de impuestos o
cualquier otra medida que afecta a las condiciones de vida cotidiana de la
gente. Pero sabemos que en ningún nivel de colectividad (desde la familia a la
comunidad mundial) existe igualdad entre sus miembros. Y también podemos
observar que pocas veces las medidas afectan por igual a todos.
Es
posible que, en determinados momentos, las colectividades deban realizar
esfuerzos de austeridad, bien porque su comportamiento anterior ha sido
equivocado, bien porque deben hacer frente a una fuerza externa que las obliga
a ello. Si consideramos el impacto ecológico del modelo de vida occidental, es
evidente que estamos abocados, en un plazo de tiempo más o menos corto, a
realizar cambios importantes en nuestra forma de vida que podemos asociar a la
idea de austeridad. Si consideramos la actual estructura de poder económico
mundial, parece difícil que muchos países puedan evitar recortes en su nivel de
vida, aunque en bastantes casos se trate de una imposición injusta.
Cualquier
política seria de austeridad debe cumplir una serie de requisitos para observar
su compromiso de “emergencia colectiva”. En primer lugar, la de preocuparse por
la situación de las personas que están en peor situación. En segundo lugar, la
de ser equitativa en los efectos individuales. En tercer lugar, la de centrar
el peso de la carga en aquellos comportamientos que tienen más responsabilidad
a la hora de generar el problema. En cuarto lugar, la de sentar las bases para
desarrollar un modelo de vida viable en el futuro. En quinto lugar, la de ser
eficiente en las respuestas. Y en sexto lugar, la de minimizar los daños.