Por Les Leopold *
Estamos lejos de ser pobres; lo que pasa es que tenemos
una distribución de la riqueza salvajemente desigual que hace que lo
parezcamos.
Los Estados Unidos están forrados. No somos una nación malviviente en
trance de hundimiento. No tenemos una crisis de deuda enorme, a pesar de lo que
proclaman políticos y expertos. No somos la próxima Grecia. Más bien lo que
tenemos es un inmenso problema de concentración de riqueza, que debería
resolverse, por el bien de nuestra comunidad. Somos una nación muy rica, pero no lo parece, porque
nuestra riqueza está muy concentrada en muy pocas manos. Ése es el desastre de
los Estados Unidos. Pero esperen. ¿Acaso no pertenece la riqueza a los
superricos? ¿Acaso no se la ganaron en buena lid? ¿Acaso no ha sido siempre
así? En absoluto. La cantidad de riqueza que fluye a los superricos está
determinada por nuestras políticas públicas. Todo depende de cómo decidamos
distribuir la productividad de nuestra nación.
Productividad y riqueza de las naciones
Nuestro país es rico porque somos enormemente productivos según los
cálculos de producción por hora trabajada. Nuestra producción colectiva por
hora es la mayor, nuestra economía es la que más produce y somos los más ricos…
o deberíamos serlo. No es un cálculo perfecto, en la medida en que no toma en
consideración el medio ambiente, nuestra salud y nuestro bienestar general.
Pero es un buen indicador de nuestro nivel colectivo de esfuerzo, habilidades,
conocimientos, nivel organizativo y capacidad productiva. Como muestran los
ingresos brutos de la siguiente tabla de productividad, somos capaces de
producir más y más por hora año tras año desde la Segunda Guerra Mundial. Es un logro
notable.