Por Dean Baker
Resulta notable que la Seguridad Social no haya figurado
como una cuestión más destacada en la carrera presidencial. Al fin y al cabo,
el gobernador Romney ha propuesto un plan que implicaría recortes de más del
40% para los trabajadores de clase media que estén incorporándose al
contingente laboral. Puesto que la Seguridad Social es inmensamente popular en
todo el espectro político, daría la impresión de que el presidente Obama podría
lograr una enorme ventaja declarando su apoyo al programa.
Pero el presidente Obama ha rechazado de manera
continuada salir en defensa de la Seguridad Social. De hecho, en el primer
debate, dejó la cuestión fuera de la mesa, diciéndole al pueblo norteamericano
que no hay gran diferencia entre su posición sobre la Seguridad Social y la de
Romney.
Así visto, resulta difícil de entender. Además de ser
política de la buena, hay una sólida base política para defender la Seguridad
Social. El sistema de Seguridad Social constituye acaso la mayor historia de
éxito de cualquier programa en la historia de los Estados Unidos. Al
proporcionar un núcleo de renta para la jubilación, ha sacado a millones de
jubilados y sus familias de la pobreza. También proporciona seguro de
discapacidad a casi toda la mano de obra. Es mínimo el volumen de fraude en el
sistema, y los costes administrativos son veinte veces menos que los costes de
las aseguradoras del sector privado.