Por Dean Baker
Resulta notable que la Seguridad Social no haya figurado
como una cuestión más destacada en la carrera presidencial. Al fin y al cabo,
el gobernador Romney ha propuesto un plan que implicaría recortes de más del
40% para los trabajadores de clase media que estén incorporándose al
contingente laboral. Puesto que la Seguridad Social es inmensamente popular en
todo el espectro político, daría la impresión de que el presidente Obama podría
lograr una enorme ventaja declarando su apoyo al programa.
Pero el presidente Obama ha rechazado de manera
continuada salir en defensa de la Seguridad Social. De hecho, en el primer
debate, dejó la cuestión fuera de la mesa, diciéndole al pueblo norteamericano
que no hay gran diferencia entre su posición sobre la Seguridad Social y la de
Romney.
Así visto, resulta difícil de entender. Además de ser
política de la buena, hay una sólida base política para defender la Seguridad
Social. El sistema de Seguridad Social constituye acaso la mayor historia de
éxito de cualquier programa en la historia de los Estados Unidos. Al
proporcionar un núcleo de renta para la jubilación, ha sacado a millones de
jubilados y sus familias de la pobreza. También proporciona seguro de
discapacidad a casi toda la mano de obra. Es mínimo el volumen de fraude en el
sistema, y los costes administrativos son veinte veces menos que los costes de
las aseguradoras del sector privado.
Por añadidura, el programa es más necesario que nunca. La
mala gestión económica de las dos últimas décadas ha dejado a los baby
boomers [nacidos en los años 60] mal preparados para la jubilación: pocos
disponen de pensiones tradicionales. Los cracs del mercado de valores de
los últimos 15 años han dejado agotados a los que tienen un plan 401(k)s, [1]
y el desplome de la burbuja inmobiliaria destruyó buena parte del valor de sus
viviendas, lo que ha constituido siempre la primera fuente de riqueza para las
familias de renta media.
Sería estupendo que tuviéramos razones para creer que las
generaciones siguientes iban a tener mejores perspectivas de jubilación, pero
no las tenemos. Hasta en los buenos tiempos, el sistema 401(k) hace más por
enriquecer al sector financiero que por proporcionar una renta segura para la
jubilación. Cualquier proyección razonable indica que la Seguridad Social
proporcionará el grueso de la renta de jubilación a la mayoría de los jubilados
de clase media en un futuro prolongado. En este contexto, la idea de recortar
prestaciones, aun en el caso de los trabajadores más jóvenes, parece errada.
Pero hay un conjunto más de consideraciones que afectan a
la política de la Seguridad Social. Estas consideraciones guardan relación con
la economía de las campañas políticas y los candidatos que se presentan a un
cargo. La historia es bien sencilla: mientras que la Seguridad Social puede
disfrutar de un abrumador apoyo a lo largo y ancho del espectro político, no
cotiza ni de lejos igual de alto entre las gentes opulentas… que financian las
campañas políticas y poseen los principales medios informativos. La filosofía
predominante en este grupo es que un dólar en el bolsillo de los trabajadores
es un dólar que podría estar en el bolsillo de algún opulento… y esta gente
contempla la Seguridad Social como algo que mete muchos dólares en los
bolsillos de la gente que no es rica.
Recortar las prestaciones podría significar retrasos a la
hora de devolver el pago de los bonos del gobierno que mantiene el fondo
fiduciario de la Seguridad Social. El dinero para devolver estos bonos vendría
primordialmente de un ingreso fiscal relativamente progresista. Está claro que
los ricos no desean ver cambios como la elevación del tope en los salarios que
están sometidos al impuesto de la Seguridad Social, que se encuentra
actualmente por encima de los 110.000 dólares.
Por esta razón, un candidato que se manifiesta a favor de
proteger la Seguridad Social puede esperar repercusiones en las aportaciones a
sus campañas. También puede prever una zurra por parte de los principales
medios tanto en el apartado de opinión como en el de noticias. Mientras que en
principio se supone que estas secciones mantienen una estricta separación, los
propietarios y/o altos gestores de los medios no tienen reparos en eliminar esta
distinción cuando se trata de la Seguridad Social, y en utilizar ese nuevo
espacio para atacar a los que la defienden.
La otra cara de la moneda en esta historia es que los
políticos, sobre todo los demócratas, que hablan a favor de los recortes de la
Seguridad Social pueden contar con espléndidas loas de parte de los medios.
Figuras políticas que no son de patente estatura, como el antiguo senador de
Luisiana, John Breaux o el antiguo senador por Indiana, Evan Bayh, fueron
encumbrados por los medios por su disposición a recortar las prestaciones de la
Seguridad Social. Tras abandonar el Senado, ambos desempeñaron puestos de
cabildero en los que casi sin duda debían ganar muy por encima del millón de
dólares al año.
Esta es la economía fundamental de la Seguridad Social
que explica por qué no ha figurado de modo más destacado en la carrera por la
presidencia. Si el presidente saliera en defensa del programa, podría contar
con perder el respaldo financiero de muchos partidarios. También recibiría una
zurra del Washington Post y otros importantes medios informativos por
desafiar su orden del día.
Son esos los rigurosos datos económicos con los que deben
lidiar el presidente Obama y otros políticos.
Nota del t: [1] 401(k) es en los Estados Unidos un tipo de cuenta de
ahorros para la jubilación, que toma su nombre de un subapartado del Internal
Revenue Code (Título 26 del Código de los EE.UU.) Los del 401(k) son “planes de
aportaciones definidos” con aportaciones anuales limitadas (actualmente a 17.000
dólares). Las aportaciones son “fiscalmente diferidas”, se deducen de la nómina
antes de impuestos y se gravan fiscalmente al retirarse de la cuenta 401(k).
Dependiendo del programa del empleador, una parte de la aportación del empleado
puede ser cubierto por aquel. (De
Wikipedia).
Dean Baker es co-director del Center for Economic and Policy
Research (CEPR). Es autor de Plunder and Blunder: The Rise and Fall of the
Bubble Economy and False Profits, Berret-Koehler Publishers, 2009.
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