Por Dean Baker
Una de las singularidades de los
resultados en Alemania de las recientes elecciones y en otras partes de Europa
es la subida del partido Pirata. Esta formación recibió el 7,8% de los votos en
Renania-Westfalia ayer (14 de mayo), siendo el cuarto estado alemán en donde
tiene el necesario apoyo electoral para entrar en el parlamento. También
alcanzó los votos suficientes para conseguir escaños en el parlamento europeo.
Se espera de forma generalizada que el partido Pirata supere el umbral del 5%
en las elecciones alemanas generales del próximo año, lo que permitiría que
entrase en el parlamento nacional.
Como muchos de los nuevos y
rápidamente crecientes partidos, el partido Pirata tiene un programa ideado a
medio hacer e indudablemente supone muchas cosas diferentes para diferentes
partidarios. Sin embargo, un objetivo claro es apoyar la libertad en Internet.
Eso quiere decir una rebelión contra los esfuerzos gubernamentales para
rastrear a los usuarios y limitar las descargas de la red.
En la cabeza de la lista de los
demonios del partido Pirata está acertadamente la protección de los derechos de
autor. La protección de los derechos de autor es una reliquia anticuada de la
Baja Edad Media sin sentido en la era digital. Es disputable si algunos
monopolios concedidos por el gobierno fueron siempre la mejor manera para
financiar la producción del trabajo creativo y artístico, pero ahora que
Internet permite que este material sea descargado instantáneamente a coste cero
en cualquier parte del mundo, los derechos de autor son claramente una
restricción contraproducente para la tecnología.
Como sabe todo aquel que haya
cursado una clase introductoria de economía, el mercado trabaja mejor cuando
los productos se venden a su coste marginal. Lo que quiere decir que maximizamos
la eficiencia cuando la música registrada, las películas, los vídeo-juegos y el
software están disponibles para los usuarios a coste cero. Los honorarios que
el gobierno permite que impongan los beneficiarios de los derechos de autor
crean distorsiones económicas en el mismo sentido que los aranceles sobre los
coches o la ropa de importación conllevan asimismo distorsiones económicas.
La gran diferencia es que las
distorsiones de la protección de los derechos de autor son mucho mayores.
Mientras que los aranceles sobre coches y ropa raramente exceden del 20-30%, el
coste adicional impuesto por la protección de los derechos de autor es el
entero precio del producto. Las películas que serían libres en un mundo sin
protección de los derechos de autor pueden costar 20 ó 30 dólares. Lo mismo
vale para los vídeo-juegos, y el precio del software protegido por los derechos
de autor puede dispararse en miles de dólares.
En total, centenares de miles de
millones de dólares al año fluyen desde nosotros hacia aquellos monopolios con
los derechos de autor concedidos por el gobierno, como Disney, Time-Warner y
Microsoft. Este flujo de dinero canalizado por el gobierno empequeñece el
tamaño de las cuestiones que calientan a los políticos de Washington, como es el
caso del recorte hecho por Bush de impuestos a los ricos.
Claro que necesitamos pagar a los
trabajadores creativos, pero debemos buscar mecanismos más eficientes, donde un
mayor porcentaje del coste sufragado públicamente termine en los bolsillos de
los trabajadores. Ya existen algunas alternativas. Hay mucho trabajo creativo
en los Estados Unidos y alrededor del mundo que es apoyado directamente por los
gobiernos o por organizaciones privadas sin ánimo de lucro. De esta manera,
escritores, músicos y otros trabajadores creativos son remunerados por su
trabajo en el tiempo en que lo realizan. No es necesaria ninguna protección de
derechos de autor.
Sin embargo, necesitaríamos
claramente mucha más financiación si se pierde el flujo del dinero de la
protección de los derechos de autor. Una posibilidad es un comprobante de libertad artística. Se trata de un crédito fiscal reembolsable de
alrededor de 100 dólares que cada persona podría usar como apoyo al
trabajador(es) creativo(s) de su elección. Sería algo similar a la deducción
fiscal por beneficencia, excepto que sería un crédito. La condición para la
obtención del dinero es que el trabajador no estaría autorizado para obtener
una protección de los derechos de autor durante un cierto período de tiempo
(por ejemplo, cinco años).
Un programa como este debería
generar una gran cantidad de material que podría ser accesible libremente en
todo el mundo. Los poderes del gobierno ya no serían utilizados para atascar Internet,
y podríamos ver el final de desastres legislativos, como la ley de alto a la
piratería por Internet (Stop Online Piracy Act), que pretende convertirnos a
todos en vigilantes de los derechos de autor.
También
necesitamos nuevos mecanismos para apoyar el desarrollo del software. Aquí también hay una gran
cantidad de software que se desarrolla año tras año que no depende de ninguna
protección de los derechos de autor. Mucho de este material es software de
encargo para compañías específicas. Otro software está explícitamente creado
para ser de libre disposición para todos.
El
desarrollo de los mejores mecanismos para apoyar al trabajo creativo aportará
más pensamiento y más debate. Pero ya hace mucho tiempo que deberíamos haber
iniciado este proceso y que deberíamos habernos librado de un sistema de
derechos de autor anticuado y sin futuro.
El partido
Pirata ha hecho una contribución enormemente importante a este proceso. Aunque
es poco probable que se convierta nunca en un partido dominante en Alemania o
en cualquier otro lugar de Europa, puede ayudar a remodelar la agenda política
en el mismo sentido que el partido Verde lo hizo hace más de tres décadas.
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