Por Joseph Stiglitz *
Al igual que un preso en el corredor de la muerte, el euro ha recibido otro aplazamiento de última hora: va a sobrevivir un poco más. Los mercados están celebrando, como lo han hecho después de cada una de las cuatro anteriores cumbres de "crisis del euro", hasta que comprendan una vez más que aún no se han abordado los problemas fundamentales.
Al igual que un preso en el corredor de la muerte, el euro ha recibido otro aplazamiento de última hora: va a sobrevivir un poco más. Los mercados están celebrando, como lo han hecho después de cada una de las cuatro anteriores cumbres de "crisis del euro", hasta que comprendan una vez más que aún no se han abordado los problemas fundamentales.
Hubo
buenas noticias en esta cumbre: los líderes europeos entendieron que
finalmente no va a funcionar la operación circular en que Europa presta
dinero a los bancos para salvar a los fondos soberanos, y a los fondos
soberanos para salvar a los bancos. Asimismo, ahora reconocen que los
préstamos de rescate que dan al nuevo acreedor un mayor orden de
precedencia sobre los demás empeoran la situación de los inversores
privados, que reaccionarán simplemente exigiendo tasas de interés
todavía más altas.
No deja
de ser profundamente preocupante el que las autoridades europeas se
hayan demorado tanto en ver algo tan obvio (y evidente hace más de una
década y media en la crisis del Este asiático). Pero lo que falta en el
acuerdo es aún más significativo que lo que hay. Hace un año, los
líderes europeos reconocieron que Grecia no iba a poder recuperarse sin
crecimiento y que el crecimiento no puede lograrse únicamente con
austeridad. Y sin embargo, es poco lo que se ha hecho para corregir el
asunto.
Lo que se propone
ahora es la recapitalización del Banco Europeo de Inversiones, que forma
parte de un paquete de crecimiento de alrededor de $ 150 mil millones.
Pero los políticos son buenos para el reenvasado y, según algunas
versiones, el nuevo dinero es una pequeña fracción de esa cantidad, e
incluso eso no entrará en el sistema de inmediato. En resumen: los
remedios (demasiado escasos y tardíos) se basan en un diagnóstico errado
del problema y en análisis económicos defectuosos.
La
esperanza es que los mercados premien la virtud, que se define como
austeridad. Pero los mercados son más pragmáticos: si, como es casi
seguro el caso, la austeridad debilita el crecimiento económico y por lo
tanto socava la capacidad de pago de la deuda, las tasas de interés no
se reducirán. De hecho, la inversión caerá en una viciosa espiral
descendente que ya ha comenzado en Grecia y España.
Alemania
parece sorprendida por esto. Al igual que con las sangrías de la Edad
Media, sus gobernantes se niegan a ver que la medicina no sana al
paciente e insisten en administrarle más hasta que acaba por morir.
Los
eurobonos y un fondo de solidaridad podrían promover el crecimiento y
estabilizar los tipos de interés a los que se tienen que enfrentar los
gobiernos en crisis. Las menores tasas de interés, por ejemplo,
permitirían liberar dinero para que incluso los países con fuertes
restricciones presupuestarias pudieran destinar más fondos a inversiones
de estímulo al crecimiento.
La
situación es peor en el sector bancario. Cada gobierno respalda el
sistema bancario de su país, y si se desgasta su capacidad de apoyo,
también lo hará la confianza en los bancos. Incluso los sistemas
bancarios con buena gestión se verían en problemas en una crisis
económica como las que se viven en Grecia y España; con el colapso de la
burbuja inmobiliaria española, los bancos enfrentan riesgos todavía
mayores.
En su entusiasmo
por crear un "mercado único", los líderes europeos no se percataron de
que los gobiernos proporcionan un subsidio implícito a sus sistemas
bancarios. La seguridad de que si surgen problemas el gobierno los
apoyará es lo que da confianza en los bancos, y cuando algunos gobiernos
se encuentran en una posición mucho más sólida que otros, el subsidio
implícito es mayor para esos países.
Sin
un campo de juego uniforme, ¿por qué no debería huir el dinero de los
países más débiles, e irse a las instituciones financieras de los más
fuertes? De hecho, es notable que no haya habido un mayor nivel de
fuga de capitales. Los líderes europeos no reconocieron este peligro
creciente, que se podría haber evitado fácilmente con una garantía común
que a la vez corrigiera la distorsión del mercado causada por la
subvención implícita del diferencial.
El
euro estaba viciado desde el principio, pero estaba claro que las
consecuencias quedarían en evidencia solamente en una crisis. Política y
económicamente, nació con las mejores intenciones. Se suponía que el
principio de un mercado único promovería la distribución eficiente del
capital y el trabajo.
Pero
los detalles tienen su peso. La competencia fiscal significa que puede
que el capital no vaya a donde sea más alta su rentabilidad social, sino
a donde puede encontrar las mejores utilidades. El subsidio implícito a
los bancos significa que los bancos alemanes tienen una ventaja sobre
los de otros países. Los trabajadores pueden emigrar de Irlanda o
Grecia, no porque su productividad sea más baja, sino porque, al
hacerlo, pueden escapar del endeudamiento contraído por sus padres. El
mandato del Banco Central Europeo es garantizar la estabilidad de los
precios, pero hoy la inflación está lejos de ser el problema
macroeconómico más importante de Europa.
A
Alemania le preocupa que, sin una supervisión estricta de los bancos y
los presupuestos, termine teniendo que pagar las cuentas de sus vecinos
más derrochadores. Pero ese no es el punto clave: España, Irlanda, y
muchos otros países en dificultades tenían superávits presupuestarios
antes de la crisis. La crisis dio origen a los déficits, y no al revés.
Si
estos países cometieron un error, fue solo que (al igual que la
Alemania de hoy) creyeron demasiado a los mercados, por lo que (al igual
que Estados Unidos y tantos otros) permitieron que creciera sin control
una burbuja de activos. Si se aplican políticas racionales y se crean
mejores instituciones -lo que no significa solamente más austeridad y
una mayor supervisión de los bancos, los presupuestos y los déficits- y
se recupera el crecimiento, estos países serán capaces de cumplir con
sus obligaciones crediticias, y no habrá necesidad de recurrir a las
garantías. Además, Alemania tiene las de perder en ambos casos: si
colapsan el euro o las economías de la periferia, va a tener que
enfrentar costes muy altos.
Europa
tiene grandes fortalezas. Sus puntos débiles de hoy reflejan,
principalmente, políticas y arreglos institucionales erróneos. Se pueden
modificar, pero solo si se reconocen sus debilidades fundamentales,
tarea mucho más importante que las reformas estructurales al interior de
cada país. Si bien los problemas estructurales han debilitado la
competitividad y el crecimiento del PIB en determinados países, no
dieron origen a la crisis y hacerles frente no la resolverá.
El
enfoque europeo de ganar tiempo no puede funcionar indefinidamente. No
es solo la confianza en la periferia de Europa lo que se está perdiendo.
También comienza a ponerse en duda la supervivencia del euro mismo.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía, ha sido pionero en las teorías pioneras en el campo de la información económica, fiscal, de desarrollo, el comercio y el cambio técnico.
FUENTE : PROJECT SYNDICATE
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